Desapego en su infancia y juventud
El 21 de noviembre de 1830 muere Don Calosso, que, en la
agonía, había entregado a Juan la llave de su baúl, indicándole que el dinero
que allí había era para él: unas seis mil liras. Vino el heredero, su sobrino,
abrió el baúl y dejó a Juan en libertad de llevarse lo que quisiera. Juan
respondió: “No quiero nada. Prefiero el paraíso a todas las riquezas y dinero
del mundo”. En sus Memorias, Don Bosco dice simplemente: “Vinieron los
herederos de Don Calosso y les entregué las llaves de todo lo demás”
En Chieri vence al charlatán, que perdió todo su dinero.
Juan y sus compañeros se contentaron con que les pagara una comida en la fonda
del Muletto. “La comida costó veinticinco francos, de modo que le devolvimos
doscientos quince”.
Al elegir estado en 1835, su madre le dijo: “Si decides ser
sacerdote secular, y por desgracia llegaras a ser rico, no iré a verte ni una
vez. ¡Recuérdalo bien!”.
En el Seminario jugó a las cartas cierto tiempo: “No siendo
yo un gran jugador, tenía la suerte de que ganaba siempre. Al concluir las
partidas, me encontraba con las manos repletas de dinero; mas al contemplar a
los compañeros tristes por lo que habían perdido, me apenaba más que ellos”.
Dejó de jugar.
Desapego en su apostolado
Al volver a Valdocco en noviembre de 1846, Don Bosco vendió
algunas viñas y tierras que poseía en su pueblo, -y Mamá Margarita vendió su
ajuar de boda-, para ayudar al Oratorio.
En 1848 Mamá Margarita le dijo: “Si cada día me traes a casa
chicos nuevos, no va a quedarte nada para cuando seas viejo”. “Siempre me
quedará un puesto en el Hospital del Cottolengo”, respondió Don Bosco.
“Dios mío: ¿por qué no me has dado riquezas suficientes para
emplearlas hasta el último céntimo en sacar de las calles y plazas a tantos
desgraciados” ¿Por qué no me has hecho rico para poder recibir en nuestra casa
a todos los muchachos pobres, para hacer de ellos buenos ciudadanos en la
tierra y buenos cristianos para el cielo, propiciando, al mismo tiempo, un
futuro grato a la sociedad civil?”
En la última enfermedad dijo a Don Viglietti: “Hazme también
el favor de mirar en los bolsillos de mi ropa; allí están la cartera y el
monedero. Creo que no habrá nada dentro; pero si hay algún dinero, entrégaselo
a Don Miguel Rúa. Quiero morir de modo que se pueda decir: Don Bosco ha muerto
sin un céntimo en su bolsillo”.
Apego de la gente a las riquezas
Don Bosco observó cuánta tiranía ejerce en el corazón de las
personas –aún de las buenas- el excesivo apego a las riquezas.
“Es muy grande el apego que el hombre tiene a las riquezas;
sin embargo está escrito: No podéis servir a Dios y al diablo.” (27 de junio de 1868)
“Para la mayor parte de los hombres, las riquezas se
convierten en espinas por las angustias y fatigas que requieren su adquisición
y conservación. Son lazos por las injusticias que hacen cometer, por la
avaricia, por la dureza del corazón con el prójimo; son un yugo que mantiene el
alma curvada hacia la tierra, le impide aspirar a las cosas del cielo y no le deja
para sí más que el barro.” (Durante los
Ejercicios Espirituales de Lanzo, en 1870)
“Hay personas que encuentran siempre los medios para
realizar un viaje de recreo, hacerse un rico vestido, tomar parte alegremente
en una fiesta, comprar no una, sino dos o más parejas de soberbios caballos y
magníficas carrozas. Pero si se trata de dar una limosna, encuentran
rápidamente mil pretextos y concluyen por no hacer nada”. (A los Cooperadores de Turín, el 23 de mayo de 1879)
“Son muchos los que ponderan y cacarean a los cuatro vientos
su miseria cuando se les invita a hacer una obra buena. Pero si se trata de
comprarse un traje o un vestido de lujo; si se trata de un banquete, de una
tertulia, de un viaje de recreo, de un baile, de una fiesta, no hay pobreza que
valga”. (A los Cooperadores de Borgo San
Marino, el 1 de julio de 1880)
“Puede que alguien diga: ¿De dónde tendré yo que sacar el
dinero? Mis ingresos son pocos, los tiempos son difíciles, los negocios no
prosperan. Dejad que os hable con libertad. Si queremos satisfacer un capricho,
tomarnos una diversión, lucirnos en sociedad, entonces sí que saben de dónde y
cómo sacar dinero”. (A los Cooperadores
de La Spezia, el 13 de abril de 1884).
Consecuencias sociales del apego a las riquezas
“¿No es grande el consuelo que se recibe al pensar que, con
una limosna, se contribuye a hacer desaparecer seres dañosos a la sociedad
civil para transformarlos en hombres útiles a sí mismos, a sus semejantes, a la
religión? ¿Seres que están a punto de llegar a ser azote de las autoridades,
conculcadores de las leyes públicas, malgastadores en las cárceles de los
sudores ajenos?” (En la inauguración del
Oratorio de San Pedro en Niza, Francia, 12 de marzo de 1877)
“Si se recoge a los muchachos abandonados, disminuye la
holgazanería, disminuyen los rateros, el dinero está más seguro en el bolsillo,
descansa uno más tranquilo…y los que tendrían que ir a la cárcel y ser para
siempre el azote de la sociedad civil, se convierten en buenos cristianos y
honrados ciudadanos”. (Carta al Dr.
Eduardo Carranza, 30 de setiembre de 1877)
“Hay que deplorar grandes robos, incendios, asaltos y cosas
peores. Son ciertamente males, son dolorosos desórdenes. Pero digámoslo
también: una buena parte de esos males son debidos a los que, pudiendo, no
hacen limosna”. (A los Cooperadores de
Casale Monferrato, 17 de noviembre de 1881)
“Estos jóvenes se presentan ahora a vosotros con el sombrero
en la mano. Si fueran abandonados a sí mismos, tal vez un día se presentarán
ante vosotros, exigiéndoos el dinero con la navaja en la garganta”. (A los Cooperadores de Lucca, 8 de abril de
1882)
La obligación de la limosna
“Siempre que tenía ocasión y hallaba lugar a propósito,
proclamaba con toda franqueza la obligación de dar a los pobres lo superfluo” (Memorias Biográficas)
¿Qué entiende usted por superfluo? Al darnos las riquezas,
Dios nos concede plena libertad para preservarnos todo lo que nos es necesario.
Pero no más. Dios, que es dueño de nuestras propiedades y de todo nuestro
dinero, exige una cuenta severa de todo lo que no nos es necesario, si no lo
damos según su mandato.” (A los
Cooperadores de Marsella, 17 de febrero de 1881)
“Ningún santo empleó tantas fuerzas y tanto tiempo para
persuadir a los hombres, en público y en privado de que la limosna es un deber,
un gran deber. Y no en cualquier medida determinada por el egoísmo, sino hasta
el límite consentido por los propios medios” (Memorias Biográficas)
“Todos tenemos algo superfluo para dar a los pobres” (A los Cooperadores, enero de 1881)
Diversos modos de hacer limosna
“No se diga: Yo no doy limosna porque no me sobra nada. Un
buen cristiano siempre encontrará algo que sobra en casa, en el mobiliario, en
los vestidos, en las comidas, en las fiestas, en las excursiones y viajes de
recreo y en otras mil cosas” (A los
Cooperadores de Sampierdarena, 5 de mayo de 1880)
“Cuando no se tiene dinero se puede dar prendas de vestir,
se pueden entregar comestibles, se puede buscar y animar a otros para que lo
den. Si no tenemos absolutamente nada, queda todavía la obra de las obras: la
oración”. (A los Cooperadores de La
Spezia, 13 de abril de 1884)
Limosna y salvación del alma
“Hay quienes ponen su dinero en los bancos para cobrar unos
intereses. Por seguro que sea un banco, no puede rendir un interés superior al
cinco o al seis por ciento. En cambio, yo conozco un banco inagotable, que paga
un interés, no digo del cinco, del diez, del treinta, del cincuenta por ciento,
sino del ciento por uno. ¿Quién es ese generoso banquero? Es Dios, que ha
prometido pagar ahora, en este tiempo, el ciento por uno al que emplea sus
bienes para Su mayor gloria, para provecho de sus pobres”. (A los Cooperadores de Borgo San Martino, 1 de julio de 1880)
“Algunos creen que dar limosna es un consejo y no un
precepto. Esto es un engaño fatal, que impide desgraciadamente muchas obras
buenas en el mundo y arrastra muchas almas a la eterna perdición, como arrastró
al rico Epulón. El rico no pecará, si se quiere contra la justicia, pero peca
contra la caridad y, ¿qué diferencia hay entre ir al infierno por haber faltado
contra la justicia o condenarse por haber faltado a la caridad?” (A los Cooperadores de Borgo San Martino, 1
de julio de 1880)
“Queréis gracias y borrar los pecados del alma? Haced limosna.
¿Queréis asegurar la misericordia de Dios? Haced limosna. ¿Queréis aseguraros
la felicidad eterna del paraíso? La limosna purga los pecados, hace hallar la misericordia
y la vida eterna”. (A los Cooperadores de
Marsella, 17 de febrero de 1881)
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