La estudiosidad de Don Bosco




Desde niño Don Bosco amó el estudio y se consagró con heroico sacrificio a practicar la virtud de la estudiosidad. A los compañeros, que llegan a pegarle para que se decida a participar en sus juegos, les responde con calma y voluntad resuelta: “Pegadme, nomás, pero no jugaré, porque quiero estudiar y hacerme sacerdote”.

Es conocido el brillante resultado que logró siempre en el curso de sus estudios. Tenía predilección por las ciencias sagradas y sobre todo por la historia eclesiástica y la patrística.

Pío XI, al proponer a Don Bosco como modelo a sus seminaristas del Seminario Romano, formulaba esta apreciación: “Don Bosco tenía ciertamente un gran amor al estudio, una simpatía, casi diría, una seducción por el estudio”.

El principio fundamental que Don Bosco aplicaba para santificar el estudio era el que le servía para regularse a sí mismo: “Ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma”. Por eso, contra las pretensiones de la falsa cultura irreligiosa de su tiempo, había hecho escribir bajo los pórticos del Oratorio: “La sabiduría no entrará en un alma maligna, ni habitará en un cuerpo sometido al pecado”.



Y repetía: “El que no tiene temor de Dios, mejor que abandone el estudio”.