Cuando don Bosco era estudiante en el seminario, imperaba la costumbre de comulgar una vez por semana. ¡Qué privación más dolorosa para quien luego sería el apóstol de la comunión cotidiana! Pronto se las ingeniaría para hacerla más frecuente.
A las 8 de la mañana, en vez de ir al comedor con los demás, salía sigilosamente e iba a la iglesia vecina de San Felipe Neri, que tenía comunicación interna con el seminario. Comulgaba, y luego volvía a reunirse con sus compañeros en el momento de entrar a clase. Esto implicaba que debía sacrificar el desayuno, pues no tenía tiempo suficiente y debía, cada vez que comulgaba, permanecer en ayunas hasta el almuerzo.
Llegado a sacerdote, inculcó la frecuencia de los sacramentos: sus niños comulgaban, en gran parte, a diario.
¡Oh, Don Bosco, amigo de Jesús Sacramentado! Tú que con visión certera y celo ardoroso te adelantaste a la costumbre de comulgar con frecuencia, haz que celebremos la Eucaristía como Sacramento del amor de Dios, para afianzar más y más nuestra unidad de hermanos. Amén.
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros
La frase del mes: La Comunión devota y frecuente es el medio más eficaz para tener buena muerte y así salvar el alma.