La gente buena crea un ambiente de seguridad y enriquece
las conductas de las personas, sean mayores o menores. Santo Tomás decía: “El
bien es de por sí difusivo”
Un amigo me contó que había estado leyendo los
Evangelios todos los días durante 25 años y que recién el último año había
prestado atención a lo que leía. Creía que los 24 primeros años había perdido
el tiempo. Yo le dije que no. Que esa lectura, aunque estaba llena de
distracciones, le había servido bastante para estar cerca de Dios.
Igual sucede con el que va a Misa, basta su
presencia para que exista un influjo de algo muy bueno. O el que asiste a un
concierto de música clásica, puede no entender nada, pero la belleza de lo que
escucha influirá en su interioridad.
Lo mismo ocurre con el que está rodeado de una
familia buena, los méritos de los otros lo hacen bueno. Luego tendrá que hacer
méritos también. Primero para reconocer lo que ha recibido y luego para
producir él también.
El influjo de las personas buenas hace a las
personas libres
Aunque lo ideal es conocer bien, para hacer las cosas
a conciencia y voluntariamente, todos tenemos que reconocer, (forma parte de
las limitaciones humanas), que existe un período de tiempo, corto o largo, en
el que, por el influjo de otros, hacemos cosas buenas sin tener un
entendimiento claro de lo que estamos haciendo, incluso, algunas veces, las
hacemos contra nuestra voluntad.
Puede ser también que al pasar los años se repitan
circunstancias parecidas, y no por eso pensamos que hemos perdido la libertad.
Al contrario, estamos contentos de recibir esas ayudas necesarias que nos hacen
más libres.
El prestigio del que tiene autoridad
Con estas consideraciones podemos entender mejor las
excelencias del argumento de autoridad. La autoridad es, (teóricamente), la
persona o institución que busca lo mejor para los súbditos y se pronuncia con
indicaciones, normas, criterios y sugerencias. (Estado, Iglesia, Familia,
Colegio, personas competentes).
Los súbditos son los que respetan y obedecen a la
autoridad sin poner en tela de juicio los argumentos que escuchan. Como el hijo
que dice con una certeza profunda: “Lo ha dicho mi papá” Eso le basta para
persuadir a otro de la veracidad de sus argumentos.
Lo mismo podemos decir de los alumnos con respecto a
sus maestros o de cualquiera que valora este argumento, que es esencial para el
autentico desarrollo y progreso de los pueblos.
El argumento de autoridad es indispensable para
lograr una educación adecuada y poder avanzar rápido. El sentido común y la
sensatez están a favor de este argumento que enseña a los hombres a ser
humildes valorando los criterios y experiencias de los que más saben o tienen
mejor preparación, también las enseñanzas y consejos de los que nos han
precedido.
El ataque al argumento de autoridad conduce al caos
y a la desorganización social. No es sensato romper y criticar sin más a una
persona buena que tiene un prestigio de autoridad, que además tiene potestad
para mandar. Es lógico que al autoridad tenga que tomar decisiones que pueden
ser muy costosas o difíciles. La fe y la obediencia son dos virtudes esenciales
para encauzar bien todo lo que viene a través de la autoridad que se debe
respetar y querer.
El que pretende ser siempre autónomo e independiente
en sus criterios se convierte a la larga en un tirano y termina siendo esclavo
de sus propios argumentos.