Los Caballeros de María

 


El Movimiento ‘Wojownicy Maryi’ (Caballeros de María) es una comunidad católica polaca dedicada a la formación religiosa de hombres, como buenos esposos y padres, con más de 6.000 miembros en Polonia y presencia en otros doce países europeos.

 

El movimiento, fue fundado en 2016 por el padre salesiano Dominik Chmielewski. Los estatutos fueron aprobados en mayo de 2020 por el Inspector del Norte de Polonia (PLN), el padre Tadeusz  Itrych, sdb y aguardan la aprobación de la Conferencia Episcopal Polaca para su reconocimiento como Asociación Pública de Fieles. Además del fundador, hay otros 8 sacerdotes salesianos y algunos sacerdotes diocesanos y religiosos que asisten a los grupos.

 

Quien se asocia, se compromete a apoyar la vida de oración de los miembros de la comunidad, su participación activa en las comunidades parroquiales y su formación permanente en la Fe siguiendo el Sistema Preventivo de Don Bosco.

 

Los Caballeros organizan procesiones del Rosario el primer sábado de cada mes, día que la Iglesia tradicionalmente dedica al Inmaculado Corazón de María. Llegan desde todos los rincones de Polonia y algunos también de otros países de Europa occidental para participar en cada uno de los eventos, que ya se han convertido en una tradición local.  Actualmente, cuentan con un sitio web, una cuenta de Facebook y un canal de YouTube, donde suben regularmente información sobre las convocatorias de oración

 

El sacerdote fundador y animador del movimiento destacó en una entrevista periodística que “nuestro único modelo de virilidad es Jesús: queremos estudiar e imitar el estilo de vida de Jesucristo. Esta es la mayor aventura de nuestras vidas, la mayor alegría y nuestro mayor privilegio. Por eso nos entregamos a María, para que nos moldee a semejanza de su Hijo”.


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Profundizando el Aguinaldo

 San Francisco de Sales Comunicador: La comunicación es algo del corazón


El segundo de seis artículos escritos por el padre Gildasio Mendes, Consejero General para la Comunicación Social, escritos en línea con la propuesta del Rector Mayor de seguir profundizando el tema del Aguinaldo 2022, “Hacer todo por amor, nada por fuerza”.

 

San Francisco vivió en una cultura y sociedad marcada por tensiones religiosas, en particular por el calvinismo y el jansenismo. El jansenismo sostenía que la persona humana nace pecadora y nunca llega a ser buena si Dios no se lo permitía.

 

Sabemos cómo, por ejemplo, el concepto de predestinación llevó a San Francisco de Sales a una profunda crisis existencial. Durante muchos años, el problema de la relación entre la gracia y la libertad humana preocupó terriblemente a San Francisco de Sales. Atravesando esta crisis con un abandono amoroso en Dios, se le abrió una visión nueva y profundamente liberadora de la relación con Dios, poniendo en el centro de su reflexión la vida cristiana como un don. La persona humana, al recibir este don, responde a Dios por amor, no por miedo. Por tanto, vivir una vida cristiana significa emprender un peregrinaje espiritual donde la persona es creada, amada, elegida y cuidada por un Dios que ama. La persona responde a este amor y desarrolla así una relación activa con Dios. La persona que cree en Dios responde libremente a este amor, se compromete a vivir la vida cristiana en la vida cotidiana con alegría y en el servicio a los demás. Desde este punto de vista, la persona, respondiendo con libertad a este amor, se convierte en colaboradora de Dios en su plan de salvación.

 

A partir de los salmos y sobre todo del Cantar de los Cantares, Francisco hace una interpretación sapiencial de la Palabra de Dios, que transformó su vida. Francisco, fue discípulo de Génébrard, quien había quedado fascinado por la poesía bíblica del Cantar de los Cantares y de los Salmos. La lección tuvo en la vida del joven Francisco un impacto existencial muy profundo. El amor de Dios que se manifiesta como amor esponsal, místico y sapiencial es un punto central de la gran transformación y camino espiritual de Francisco.

 

La interpretación sapiencial subraya precisamente que Dios quiso, por amor, que el ser humano participara de la alianza de este amor. “Ahora Dios ha querido que el ser humano participe de su íntima cualidad espiritual (Sb 7,7; 9,1-18), aquella con la que creó el mundo y con la que lo gobierna (Pr 8,22-31; Sir 24, 3-22; Sab 8, 1), de modo que, por esta dotación fundamental, le es dada al hombre asemejarse a su Creador y Señor. En efecto, es precisamente en la tradición sapiencial y precisamente en razón del don de la sabiduría, que se recuerda que el hombre fue creado a imagen de Dios (Sir 17,3; Sab 2,23), y se le da el poder de gobernar sobre tierra (Pr 8,15-16; Sir 4,15; Sap 6,20-21; 8,14). Esta nueva mirada sapiencial es decisiva en la visión comunicativa de san Francisco y la raíz de su "teología del corazón".

 

Considerando la lucha que existía contra la Iglesia Católica y su doctrina, las críticas a los calvinistas y un ambiente fácil para las herejías, Francisco tiene un gran desafío: comunicar de manera sencilla, informal, pero al mismo tiempo, segura, fiel a la doctrina de la Iglesia, de manera de evitar interpretaciones personales y ambiguas y posibles herejías. Francisco, por tanto, es un comunicador con una gran responsabilidad pastoral y eclesial, teológica y espiritual.

 

San Francisco que se formó en el pensamiento filosófico y teológico de su tiempo, intuye brillantemente que el lenguaje ofrece una apertura a la creatividad comunicativa a través de la riqueza de símbolos, imágenes, sonidos y metáforas.

 

Además, elige el Evangelio como base de su comunicación, sabiendo interpretar y utilizar la gran variedad imaginativa de las parábolas y símbolos presentes en la predicación de Jesús. Francisco así descubre la fuerza de la narración en la comunicación, el uso de las historias, la expresión de un gran poder imaginativo y simbólico. Su gran interés por las artes como la música y la pintura revela a un comunicador que sabe integrar la enseñanza de la doctrina de la Iglesia con el Evangelio utilizando un lenguaje accesible, artístico y afectivo. Este conocimiento le permite permanecer fiel a la epistemología y hermenéutica de la Iglesia y abrir, a partir de ellas, su visión artística de la espiritualidad de la belleza.

 

Su principio de la libertad de la persona humana como criatura de Dios revela una visión de la comunicación donde la persona es libre y sujeto corresponsable del proyecto de Dios sobre sí misma. Al respecto afirmó: “Nuestro libre albedrío no está en modo alguno forzado ni condicionado por la gracia, al contrario, a pesar del poder omnipotente de la mano de la misericordia de Dios, que toca, rodea y cautiva el alma con tantas inspiraciones, llamadas y atracciones, la voluntad humana permanece perfectamente libre, dueña de sí misma y fuera de todo estado de constricción…”.

 

Por tanto, la persona que ama y es amada por Dios se libera y se abre a la creatividad, sabiendo que hay un Interlocutor, Dios, con quien se relaciona, se nutre espiritualmente y con quien construye un proyecto de vida.

 

Para Francisco, la Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo son una comunidad profundamente unida en el amor. La comunicación es una relación de amistad en la Trinidad. Para Francisco, las personas participan de esta amistad amorosa y luminosa con la Trinidad Divina. Esta comunicación-relación incluye un camino coherente y dinámico de amor y comunión en Dios, de comunicación-comunión con los demás, de comunicación-compasión por el ser humano, de comunicación-caridad por las personas.

 

Francesco es bien conocido como el santo de la dulzura. La dulzura, a nivel de comunicación, en el contexto general de su obra, puede considerarse como su gran capacidad cognitiva y afectiva para escuchar el eco de la vida de las personas, en su relación coloquial, para comprender el sentido concreto de las cosas, de observar gente, cuidar y apreciar. La comunicación integral se manifiesta no tanto “en la elaboración argumentativa o discursiva, sino que busca comunicar en armonía con la frecuencia de las cosas, en el tono que traduce la visibilidad y el sonido de las cosas”. Cuando habla de cómo dar un buen sermón, hace algunas afirmaciones que muestran su profunda inteligencia afectiva: “No puedo hablar de Dios sin emoción”, “nuestras palabras deben salir del corazón y no de la boca. Está puede hablar bien, pero el corazón habla al corazón y la lengua habla solo a los oídos”. Que todo sermón sea siempre "un sermón de amor".

 

Francesco tiene un gran sentido de la cultura popular y una gran sensibilidad por el mundo real de las personas. La formación académica y clásica del obispo de Ginebra no lo alejó de la gente y de la cultura popular, al contrario, él con gran sabiduría fue capaz de comprender el lenguaje popular, el conocimiento sencillo y sabio de la gente, la forma de expresarse. Decía al respecto: son "los labradores y los que labran la tierra" quienes le dijeron que "cuando nieva en la medida justa, en invierno, la cosecha será mejor al año siguiente" (S III 97). Como buen catequista y predicador y confesor, sabe comprender el lenguaje y los deseos de la gente. En su época, gran parte de la población no sabía leer ni escribir. Inmediatamente se da cuenta de lo difícil que es para la gente entender la doctrina de la Iglesia. Insiste en la importancia de la comunicación con un "estilo afectivo", capaz de tocar el corazón de las personas y emocionar (L V 117-120). Y pide que se escriba de manera que la gente pueda entender las cosas gracias a un lenguaje sencillo y escribir “según el gusto de este pobre mundo” utilizando ciertos medios capaces de despertar el interés del lector de la época” (L X 219). "Me siento enamorado de las almas un poco más de lo habitual... Ahora el corazón de mi pueblo es casi todo mío”.

 

Para Francisco de Sales la relación humana debe ser natural y manifestar una espontaneidad paterna y fraterna. Esta actitud le permite al comunicador estar cerca de las personas, despertar una sensación de alegría. Esta forma ocasiona la apertura y la confianza en la relación y permite que la persona se coloque en un estado de aceptación del mensaje.

 

En la espontaneidad, las personas se abren y se manifiestan con gratuidad y alegría. Francisco dijo al respecto: “Vengo ahora de hacer catecismo, donde con nuestros niños disfrutábamos haciendo reír un poco al público, burlándonos de las máscaras y de los bailes; yo estaba en un momento de buen humor y un numeroso público me invitó con sus aplausos a ser un niño con los niños... Que Dios me haga verdaderamente un niño en la inocencia y la sencillez”.

 

Comunicar es un don y un compromiso, un construir a nivel humano, espiritual y cultural. El estudio también es oración. Por ello insiste mucho con su clero en la necesidad esencial de la formación, educación e instrucción sólida de sus sacerdotes. “La ciencia, exhortó, es el octavo sacramento de la jerarquía de la Iglesia”. A partir de su experiencia de estudio y profundización científica, entendió que para dialogar con la cultura y responder a las exigencias espirituales y pastorales del contexto cultural en el que vivía era muy importante la espiritualidad del estudio.

 

 La comunicación para San Francisco se refiere también al diálogo religioso con la riqueza artística y el patrimonio cultural de su pueblo. Con esta visión, fundó, en Annecy, con su amigo Antoine Favre, a fines de 1606, una academia llamada "florimontana", "porque las musas florecen en las montañas de Saboya".

 

La comunicación está al servicio de la caridad. Para san Francisco, amar al prójimo con caridad significa amar a Dios en el hombre y al hombre en Dios. En el contexto de su tiempo, se inspira en la visión del Evangelio como servicio a los demás, cuidado de los pobres y de los que sufren, desarrollando así una comunicación con una clara opción de caridad y solidaridad. “Pronunciad con frecuencia estas divinas palabras del Salvador: Yo amo, oh Señor, Padre Eterno, a estas personas, porque tú las amas, me las has confiado como hermanos y hermanas, y quieres que yo los ame como tú las amas” (Carta 1173 al Sr. de Cevron-Villette, febrero-marzo de 1616, en OEA XVII, 162).

 

El obispo de Ginebra descubrió a través de su sólida formación filosófica, teológica, jurídica y de su experiencia de Dios, que la comunicación es la clave fundamental para vivir la espiritualidad, para la evangelización y para el gobierno de su diócesis.


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¿Qué leen o ven tus hijos en las series de superhéroes?

Fuente: Aciprensa

 

La Empresa DC Comics (Warner Bros. Enterteinment) no oculta su estrategia de introducir personajes y subtramas LGTBI en sus historietas y series de televisión para jóvenes y adolescentes. Ahora ‘sacan del armario’ al nuevo Superman, el hijo de Clark Kent. ¿Normalización o promoción? Estos nuevos contenidos dirigidos a nuestros hijos suponen un gran reto para la familia. Los padres deben formarse en el Magisterio de la Iglesia sobre esta cuestión, estar al tanto de lo que leen y ven sus hijos y darles las respuestas adecuadas.

 

¿Quién es este nuevo Superman? Se trata de Jon Kent, hijo de Clark Kent, un joven de 17 años protagonista de la nueva serie de comics «Superman: Son of Kal-El». Descubre su atracción por un periodista compañero de redacción y comienzan un romance, con beso apasionado incluido. Su guionista, Tom Taylor, ha asegurado que “sería una oportunidad perdida imaginarlo como otro salvador blanco heterosexual” y añade que pretenden un nuevo tipo de “modelo” para que “todos se vean representados”.

 

No es el primer personaje que proclama su orientación sexual hacia personas del mismo sexo. De hecho, se suma a una larga lista en el mundo de los cómics entre DC y Marvel, con Robin, Batwoman o el Nuevo Capitán América como principales exponentes. Pero sí el de más impacto, el superhéroe más poderoso y posiblemente con el sentido de bien y del mal más definido.

 

Estrategia LGTBI contrastada

Las grandes compañías de cómics y superhéroes no ocultan su estrategia que va más allá de cambiar la identidad sexual de algunos personajes para reflejar una presencia real y normalizada en la sociedad.

En prácticamente todas sus series están incluyendo tramas secundarias y romances en esta línea. Se hace de forma consciente para llegar a la población adolescente y joven. Así se puede contrastar en series como «Arrow», «Supergirl» o «Umbrella Academy», entre otras muchas.  Ante esto, el conocido sacerdote dominico colombiano Fray Nelson Medina asegura que “de lo que se trata es de modelar el corazón de los niños para que se arriesguen a experimentar distintas sensaciones sexuales o para que tomen una postura de permisividad bajo el nombre de mente abierta, respecto a la orientación sexual”.

 

La advertencia de Juan Pablo II

Juan Pablo II mencionó las historietas en el XIV Mensaje de las Comunicaciones Sociales: “A veces los padres no se cuidan suficientemente de esto. Preocupados en general de vigilar las amistades que mantienen sus hijos, no lo están igualmente respecto de los mensajes que la radio, la televisión, los discos, la prensa y las historietas gráficas llevan a la intimidad «protegida» y «segura» de su casa. Es así como los mass-media entran a menudo en la vida de los jóvenes; sin la necesaria mediación orientadora de los padres y educadores, que podría neutralizar los posibles elementos negativos y valorizar en cambio debidamente las no pequeñas aportaciones positivas, capaces de servir al desarrollo armonioso del proceso educativo”.

 

Hay prácticamente consenso en todos los expertos de Comunicación Política que la mejor herramienta para transmitir ideología no son los informativos o las tertulias televisivas, sino los programas de entretenimiento, a través de personajes con los que se puedan sentir identificados y transmitan mejor las emociones. En el caso de un público adolescente, los superhéroes son el mejor ejemplo porque representan la lucha del bien contra el mal.

 

Ni es original, ni es valiente

“Dijeron que es una nueva dirección audaz. Yo digo que están al unísono (…). Si hubieran hecho esto hace 20 años, tal vez hubiera sido audaz o valiente”- ha señalado Dean Cain, actor que ha dado vida a Superman durante años en la serie televisiva estadounidense  “Lois & Clark”. A su juicio, se suman a una moda y plantea qué “valiente sería que luchara por los derechos de las personas homosexuales en Irán, donde te lanzan de un edificio por el hecho de ser homosexual».

 

¿Cómo actuar ante esto con nuestros hijos?

Ver la serie con nuestros hijos y hablar con ellos. Sería absurdo querer abstraer a nuestros hijos de una realidad. Como señala el psicólogo infantil Javier Urra, los niños y jóvenes “va a ver de una manera u otra” las series de moda de las que todos sus compañeros hablan. Por eso, propone que los padres se sienten a verlas con ellos; mejor eso a que las vean a escondidas. Y así, eliminada primero la curiosidad juvenil, se da pie a una comunicación productiva con nuestros hijos. Quizás entonces sea el momento de decirles que esa serie o comic no son adecuados para ellos.

Educar en “ser distintos” o en “ir contracorriente”. No es algo nuevo para los cristianos educar a nuestros hijos sabiendo que las modas o las corrientes de los tiempos no pueden alterar la solidez de una vida enraizada en las enseñanzas del Evangelio. Los Mandamientos no tienen que ver con las modas ni con los modelos que plantea la sociedad. Los modelos para los cristianos son Cristo, María y los santos. Eso no significa no estar en el mundo.

Formarse a conciencia en esta cuestión. Para poder enseñar bien a nuestros hijos hay que formarse correctamente. No con generalidades, sino con sustancia. El Magisterio de la Iglesias y el propio Evangelio es claro sobre el tema. El Papa ha insistido siempre en el acompañamiento y amor a todas las personas como hijos de Dios, independientemente de su condición sexual, y la necesidad de acompañarles y no excluirles en ningún caso. Igualmente, Francisco ha destacado que “aceptar a los homosexuales no significa aprobar sus actos”.

Asociarse con otros padres de familia. Fray Nelson propone “asociarse con otros padres de familia, quizás de modo virtual con foros o grupos o sitios web, para aprender estrategias unos de otros y también para facilitar la formación social de sus hijos porque es evidente que no se les puede, ni se les debe aislar”. Compartir con otros padres sus experiencias será siempre enriquecedor.


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Las bases de la salud mental en San Francisco de Sales


 Por: Zelmira Seligmann

Fuente: XI Jornadas de Psicología Cristiana (2014)

  

Los años convulsionados en Francia, después de la Reforma Protestante, formaron el fondo de la vida de Francisco de Sales. Nació el 21 de agosto de 1567 de una familia noble, en el reino de Saboya, situado entre Francia, Italia y Suiza. Estudió en el Colegio de Clermont de los Jesuitas, en París, y en la Universidad de Padua, donde se doctoró en Derecho Canónico y Civil.

Para su padre, fue una gran decepción que Francisco no aceptara una carrera espléndida en el mundo, sino que prefiriera el sacerdocio. Después de la ordenación, su obispo lo envió como joven misionero a Chablais, región de Saboya, por cuatro años. Allá adquirió una gran fama por sus folletos en defensa de la fe –por eso es el patrono de los escritores y periodistas– pero también escapó de un atentado contra su vida. Al finalizar su apostolado de misionero, había persuadido aproximadamente a 72.000 calvinistas para que volvieran a la Iglesia Católica.

 

Fue consagrado obispo de Ginebra en 1602, pero residía en Annecy (ahora ubicada en Francia), ya que Ginebra estaba bajo el dominio de los calvinistas y, por lo tanto, cerrada para él. Su fama como director espiritual y escritor aumentaba. Lo convencieron para que reuniese, organizase y difundiese sus muchas cartas sobre asuntos espirituales y las publicase. Es lo que hizo en 1609, con el título de Introducción a la Vida Devota. Esta se volvió su obra más famosa y, todavía hoy, se considera una obra tan importante que continuamente se está reeditando.

Su proyecto esencial fue escribir El Tratado del Amor de Dios, fruto de años de oración y de trabajo. Éste también continúa siendo publicado en la actualidad. Quería escribir además una obra paralela al Tratado, o sea, sobre el Amor al Prójimo, pero su muerte frustró este proyecto. Además de las obras arriba mencionadas, sus cartas, predicaciones y coloquios ocupan cerca de 30 volúmenes.

Francisco aceptó en su casa a un joven con dificultad de audición y creó un lenguaje de símbolos para posibilitar la comunicación. Esa obra de caridad condujo a la Iglesia a darle otro título, o sea, el de Patrono de los de Difícil Audición (de los sordomudos).

Junto a Santa Francisca de Chantal fundó la Orden religiosa de las Hijas de la Visitación de Santa María, conocidas por la simplicidad de su regla y por su apertura especial a las viudas. Muchas otras fundaciones se hicieron siguiendo su espiritualidad y enseñanzas.

 

En 1622 tuvo que acompañar a la corte de Saboya en su viaje a Francia. En Lyon insistió en ocupar una pequeña y pobre habitación en una casa que pertenecía al jardinero del Convento de la Visitación. Allí, recibió los últimos sacramentos e hizo su profesión de fe repitiendo constantemente las palabras: “¡Hágase la voluntad de Dios! ¡Jesús, mi Dios y mi todo!” Murió el 28 de diciembre, a los 55 años de edad. Su cuerpo fue trasladado a Annecy donde se encuentran actualmente; y su corazón que había quedado en Lyon, cuando corrió peligro por la persecución de la revolución francesa, fue llevado a Treviso (cerca de Venecia).

En 1665 la Iglesia lo declaró santo y le dio el título excepcional de Doctor de la Iglesia como doctor de la dulzura. Se celebra su fiesta el día 24 de enero.

 

 

San Francisco de Sales sienta las bases de lo que es una psiquis sana, cuando muestra el orden que debe existir en la personalidad normal. Afirma que todas las cosas y todo el universo, tienen un orden monárquico, de manera que se relacionan entre sí y, en última instancia, con Dios que es el rey soberano. Por lo cual todas las cosas desean a Dios y tienden a Él como a su fin. También en el hombre hay movimientos, sentimientos, inclinaciones, hábitos, pasiones, facultades y potencias que son regidos por una natural monarquía que es la voluntad. Es sin duda la voluntad la que gobierna –de distintas maneras– las potencias del alma. 

 

La voluntad puede dominar los actos externos mientras nada lo impida (como por ejemplo: mover los brazos, las piernas, etc.). Los movimientos vegetativos, propiamente del cuerpo (como crecer, nutrirse, etc.) no son capaces de obedecer a la voluntad, pero puede manejarlos con artimañas (por ejemplo: si uno no quiere engordar, puede comer menos).

La voluntad domina también el entendimiento, la memoria y la fantasía, no por la fuerza sino por su autoridad, de manera que no siempre es obedecida.

Y ¿cómo gobierna la voluntad al apetito sensitivo y sus movimientos? nos dice San Francisco de Sales:

El apetito sensual es en verdad un súbdito rebelde, sedicioso es inquieto; es menester reconocer que no es posible destruirlo de manera que no se levante, acometa y asalte la razón; pero tiene la voluntad tanto poder sobre él, que, si quiere, puede abatirle, desbaratar sus planes y rechazarle, pues harto lo rechaza el que no consiente en sus sugestiones. (1)

 

Pero afirma el santo doctor, que el amor –que es el primer movimiento por el cual uno goza del bien– domina sobre todos los afectos y pasiones del alma, si bien la voluntad tiene dominio sobre él.

El amor precede al deseo (porque deseamos lo que amamos); precede al gozo (porque uno se deleita en lo que ama); precede a la esperanza (porque se espera el bien que se ama); precede al odio (porque odiamos lo contrario a lo que amamos) y todas las demás pasiones y afectos nacen del amor, como su fuente y raíz. Por eso los afectos son buenos o malos, viciosos o virtuosos, según sea bueno o malo el amor del que proceden.

 

La voluntad se mueve por sus afectos, entre los cuales el amor es el primer móvil y el primer sentimiento, de manera que pone en marcha todos los demás afectos y produce todos los movimientos del alma. Pero la voluntad es la reguladora de su amor, no ama sino lo que quiere amar y elige lo que le parece bien y según esto, ella misma se hace buena o mala. «La voluntad recta es el amor bueno; la voluntad mala es el amor malo». (2) 

 

Hay afectos más elevados y otros más inferiores. Nuestra voluntad elige lo que quiere amar y se vuelve según lo que amamos, por eso toda la personalidad se configura según lo que amamos. San Francisco de Sales pone énfasis en que tenemos libertad para elegir el amor que, por así decir, guiará toda nuestra vida y formará nuestra personalidad, de manera que sea sana o patológica. Depende de lo que amamos, nuestra salud o enfermedad mental. Pero también advierte sobre la capacidad para cambiar, si uno se resuelve a ello. 

Dice así:

La voluntad, que puede elegir el amor a su arbitrio, en cuanto se ha abrazado con uno, queda subordinada a él; mientras un amor viva en la voluntad, reina en ella, y ella queda sometida a los movimientos de aquél; mas, si este amor muere, podrá la voluntad tomar enseguida otro amor. Hay, empero, en la voluntad, la libertad de poder desechar su amor cuando quiera, aplicando el entendimiento a los motivos que pueden causarle enfado y tomando la resolución de cambiar de objeto. De esta manera, para que viva y reine en nosotros el amor de Dios, podemos amortiguar el amor propio; si no podemos aniquilarlo del todo, a lo menos lograremos debilitarlo, de suerte que, aunque viva en nosotros, no llegue a reinar. (3)

 

San Francisco de Sales nos deja muchos consejos para que sigamos el verdadero amor, el de Dios, que es el centro y el fin último de nuestras vidas y el único que garantiza la salud anímica. Pero esto significa una continua rectificación de la voluntad y una purificación del mismo amor.

En una carta a Santa Juana Francisca de Chantal, su predilecta hija espiritual (con quien funda la Orden de la Visitación), le deja la regla de oro para el crecimiento del alma: “ES NECESARIO HACER TODO POR AMOR Y NADA POR TEMOR; ES NECESARIO AMAR MÁS LA OBEDIENCIA QUE TEMER LA DESOBEDIENCIA. Le dejo el espíritu de libertad...” (4). Pero aquella libertad de los hijos de Dios, cuyas únicas cadenas deben ser las de la caridad y de la perfecta amistad cristiana; que es “el vínculo de la perfección” como dice San Pablo (Col 3,14). Todos los otros vínculos son temporales, pero el del amor crece con el tiempo y se hace más fuerte envejeciendo. (5)

 

El amor sobrevive aún a la muerte, porque “el amor es tan fuerte como la muerte” (Cantar de los cantares, 8,6). Las cadenas del verdadero amor, que es el Amor a Dios primero y luego a nuestros amigos espirituales, cuanto más nos aprietan, tanto mayor alegría y libertad nos dan: “su fuerza es suavidad y su violencia es dulzura; nada es más flexible y nada más tenaz que estas cadenas”. (6)

 

Y son justamente las cadenas de este amor a Dios y a su Divina Voluntad, las que nos traen la perfecta paz, la tranquilidad al alma y salud psíquica.

Y por eso nos propone que nos examinemos de la siguiente manera:

 

“¿Qué afectos tienen atado nuestro corazón? ¿Qué pasiones le dominan? ¿Qué cosas principalmente le alteran? Porque por las pasiones del alma conocemos su estado, pulsándolas unas tras otras. Así como el que toca el laúd, que pulsando todas las cuerdas descubre cuáles están desentonadas, y las afina, tirando y aflojando, así, después de haber pulsado el odio, el deseo, la esperanza, la tristeza y el gozo de nuestra alma, si encontramos estas pasiones fuera de tono para la pieza que queremos tocar, que es la gloria de Dios, podemos afinarlas, mediante su gracia y el consejo de nuestro padre espiritual.” (7)

San Francisco de Sales afirma categóricamente que –si encontramos afectos y pasiones desordenadas– podemos cambiarlos. Porque si nos quedamos mucho tiempo con ese desorden psíquico, corremos el riesgo de hacernos cada vez más vanidosos, hasta que llegará un momento en que el orgullo se volverá el dueño de nuestra vida y las patologías se habrán instalado. Es necesario adquirir el dominio de nuestra alma, “poco a poco, paso a paso”, como han hecho los santos que trabajaron durante muchos años con este fin. Es necesario tener paciencia con todos, pero en primer lugar con nosotros mismos. (8)  Aunque lleve su tiempo, hay que liberarse de las aficiones y apegos a los defectos e imperfecciones. Muchas personas no pueden cambiar porque “se casan” (por así decir) con sus defectos y vicios, y así se va estructurando una personalidad enferma.

 

El camino de orden y salud psíquica empieza con la “devoción”, que es cuando ese amor se da en plenitud.  Dice el santo Obispo de Ginebra, que cuando el verdadero amor “llega a tal grado de perfección, que no solamente nos hace obrar bien, sino obrar bien con cuidado, con frecuencia y prontitud, entonces es cuando se llama devoción”. (9)

 

Lo expresa bellamente el Santo Doctor:

“El azúcar endulza los frutos verdes y hace que no sean desagradables ni dañosos los excesivamente maduros. Ahora bien, la devoción es el verdadero azúcar espiritual, que quita la aspereza a las mortificaciones y el peligro de dañar a las consolaciones; quita la tristeza a los pobres y el afán a los ricos, la desolación al oprimido y la insolencia al afortunado, la melancolía a los solitarios y la disipación a los que viven acompañados; sirve de fuego en invierno y de rocío en verano; sabe vivir en la abundancia y sufrir en la pobreza; hace igualmente útiles el honor y el desprecio, acepta el placer y el dolor con igualdad de ánimo, y nos llena de una suavidad maravillosa”.(10)

La devoción es la única que puede traer paz al alma y remedio a las inquietudes, dice San Francisco de Sales en una carta a la Sra. Brûlart (11), quien le consultaba por su constante nerviosismo. La devoción –le explica a esta hija espiritual– no es otra cosa que la inclinación y prontitud para hacer el bien, aquello que agrada a Dios y no la propia voluntad o capricho. Las personas normales que siguen a Dios, se puede decir que caminan; los devotos corren, y si son muy devotos, vuelan.

 

Su segunda regla de oro aparece en la célebre máxima: «NO DESEES NADA... NO RECHACES NADA” .... nada fuera de la Voluntad de Dios.

 

Por eso le dará varios consejos para adquirir la devoción que le asegurará el equilibrio psíquico:

 

1º) y, ante todo, es necesario observar los mandamientos de Dios y los de la Iglesia. Junto a la ley natural (expresada en los diez mandamientos), las leyes generales, hay también otras leyes particulares que corresponden a la vocación de cada uno. No son iguales las obligaciones de un obispo, de un sacerdote, de una religiosa o de un casado. Pero todas las leyes deben cumplirse de una manera pronta y generosa (que es lo propio de la devoción).

 

2º) Para adquirir esta prontitud y generosidad, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones:

a) Dios quiere que cumplamos su Voluntad, ya que estamos en este mundo para eso. Hay que decirle todos los días “Que se haga tu Voluntad” (Mt 6,10) y ofrecernos frecuentemente diciéndole “Yo soy todo tuyo” (Sal 119, 94).

b) Hay que tener en cuenta que los mandamientos de Dios son dulces, agradables y suaves. Esto es muy importante en la actualidad, porque hoy en día se pone antes la dificultad que el bien que conllevan los mandamientos. Se pone énfasis y se remarca –por ejemplo– el “sufrimiento” de los divorciados vueltos a juntar (que viven en adulterio) en vez de ayudarlos a amar el bien de la fidelidad, del amor conyugal a pesar de todo, del bien que significa la estabilidad familiar para los hijos y para la madurez emocional de todos sus miembros. En la actualidad se pone el acento en lo perverso y descarriado, como si no se pudiera salir de ese mal, y entonces fuera necesario aceptarlo personal y socialmente. San Francisco de Sales afirma que debemos y podemos “elegir” siempre el amor ordenado, que es el que verdaderamente nos hace felices. Y todos somos libres para elegir lo que amamos y definir nuestras vidas. Como decía el poeta Amado Nervo, “porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino”.

 

El mismo San Francisco de Sales nos ilustra de manera actualísima sobre esta actitud transgresiva de los mandamientos, y hace alusión al deseo de lo prohibido que hoy en día hasta se ve con buenos ojos, diciendo:

 

“¿Cuál es el motivo por el que se nos hacen así molestos? [los mandamientos]. No hay ningún motivo, a decir verdad, salvo nuestra voluntad, que quiere reinar en nosotros a toda costa, y que, cuando una cosa le es mandada, aunque hasta quizás la desearía si no fuera mandada, la rechaza justamente porque es mandada. Entre cien mil frutos deliciosos, Eva eligió el que le era prohibido y que quizás no habría comido, si le hubiera sido permitido.

En una palabra, queremos servir a Dios, pero siguiendo nuestra voluntad y no la Suya.  (...)

No debemos elegir nosotros mismos nuestros deberes: debemos hacer aquello que es lo que Dios quiere; y, si Dios quiere que lo sirva haciendo una cosa, no debo servirlo haciendo otra.” (12)

Aquí nuestro santo doctor da en tecla respecto de lo que hoy en día se llama neurosis –la que ciertamente se fundamenta en una actitud rebelde– y que en ese momento aparecía como agitación, manía, inquietud o nerviosismo. Pero el remedio que aconseja San Francisco de Sales con insistencia, es el mismo que se recomendaría hoy en día en este tipo de desequilibrio: la devoción amable, dulce y humilde, que rinde nuestra voluntad desordenada a la Voluntad amorosa de Dios.

 

3º) Hay que tener en cuenta que no hay vocación que no tenga sufrimientos, amarguras o desengaños y muchas personas querrían cambiar su propia situación por la de los demás (por ejemplo: los casados que quieren ser solteros –o vivir como solteros–o viceversa, etc.) y esto trae grandes inquietudes y repugnancia a cumplir con los propios deberes y nos hace pensar que los demás están mejor que nosotros. Esto es una fantasía absurda; no existe la posibilidad de cambio. Quien no se ha conformado a su vocación, a su vida concreta, se agitará de aquí para allá pero nunca encontrará reposo, siempre estará infeliz. San Francisco de Sales pone el ejemplo del que tiene fiebre o está enfermo, que puede dar vueltas y vueltas en la cama o hasta cambiar de cama, pero nada lo hará sentirse mejor, porque la culpa no es de la cama sino de la enfermedad que lo atormenta. Una persona que no sufre la fiebre de la propia voluntad, se contenta con todo. “Si puede cumplir la Voluntad de Dios, todas las cosas tienen para él el mismo valor.” (13)

 

También es cierto que justamente en los sufrimientos, es cuando uno puede darse cuenta de los propios desórdenes, las malas inclinaciones o egocentrismos.

 

4º) Pero esto no es todo. Para ser devoto –o sea para perfeccionar el amor– no basta cumplir con la Voluntad de Dios, sino que es necesario cumplirla alegremente.

Dice el Obispo de Ginebra:

 

“Si yo no fuera obispo, es una cosa, pero dado que lo soy, no sólo debo hacer lo que esta penosa vocación me impone, sino que debo hacerlo alegremente, poniendo en mis deberes todas mis delicias y alegrándome. (...) No es necesario llevar la cruz de los demás, sino la propia; y para que cada uno lleve la propia cruz, Nuestro señor quiere que cada uno renuncie a sí mismo, o sea a la propia voluntad. Yo querría esto o aquello; me encontraría mejor aquí o allá; son todas tentaciones. Nuestro Señor sabe bien lo que hace; hagamos lo que Él quiere y quedémonos donde nos ha puesto.”

Para poder prepararse o “mentalizarse” para cumplir con estos consejos, San Francisco de Sales nos dice que debemos meditar sobre la vida y la muerte de Nuestro Señor; que es bueno pensar en las dificultades que han superado los santos y especialmente los mártires; podemos pensar en las distintas situaciones de los santos que han vivido una vocación como la nuestra; que todo lo que hacemos tiene valor en cuanto es en conformidad con la Voluntad de Dios; y que durante el día debemos pedirle que nos ayude a amar nuestra vocación y a cumplirla bien.

 

Y concluye con las siguientes palabras:

“Es necesario amar lo que Dios ama. Él ama nuestra vocación. Por lo tanto, amémosla también nosotros y no perdamos el tiempo pensando en la de los demás. Cumplamos nuestro deber: para ninguno de nosotros la propia cruz es muy pesada. (15)

(...) Ay mi querida Señora, mi buena Hermana, esta vida es breve, y las recompensas que con ella nos aseguramos son eternas. Hagamos el bien y no nos alejemos jamás de la Voluntad de Dios. Que ella sea la estrella sobre la que fijemos nuestros ojos durante esta navegación, y alcanzaremos felizmente el puerto.” (16)

 

Este amar la Voluntad de Dios y la vocación a la que Él nos ha llamado –que no es lo mismo que hacer “lo que uno quiere” o lo que a uno “le gusta” (como equívocamente se entiende la vocación hoy en día)– implica también ejercitar las virtudes propias de cada estado. Por supuesto siempre hay que hacer el bien y ser virtuoso, pero a cada uno se le piden virtudes según las circunstancias en las que Dios lo pone, siempre suponiendo la caridad, que es la forma de todas las virtudes y nos conecta al fin último. Pero, si bien todos deben tener todas las virtudes, no todos deben practicarlas igualmente, sino dedicarse cada uno con particular esmero a las que son propias de su estado y vocación (17).  No debemos juzgar las cosas según nuestra voluntad y nuestro gusto, sino según la Voluntad de Dios.

 

Lo mismo sucede con los deseos. Dice el Doctor de la Dulzura que es un gran peligro para la vida devota (y añadiríamos para una vida “sana”) el soñar. Soñar el ser aquello que no se es, y querer hacer cosas distintas de las que se deben hacer. Soñar en este sentido quiere decir caminar fuera del bien, fuera de la propia vida de perfección a la que estamos llamados, y esto es siempre una pérdida de tiempo. La causa de muchos males es este soñar con cosas que son imposibles e inciertas; soñar con cosas que jamás podremos cumplir y que no nos competen.

 

Hay que examinar y discernir bien nuestros deseos; si son buenos o malos. Es bueno desear, y desear mucho, pero es necesario poner un orden, y transformar los deseos en obras a medida que se nos presenta el momento justo y la posibilidad concreta. A veces se tienen deseos inútiles que nos inquietan, en vez de desear tener más paciencia, mortificación, obediencia y resignación en nuestros sufrimientos.

Dice San Francisco de Sales en una carta fechada en 1603 y dirigida a una hija espiritual:

 

“Me parece que has encontrado el verdadero origen de tu mal cuando me dices haber descubierto una multitud de deseos que no pueden ser jamás realizados. (...) Sería, en efecto, inútil que anduvieras soñando con hacer obras que no son de tu nivel y lejanas y mientras, no cumples con aquellas que dependen exclusivamente de ti. Por lo tanto, cumple fielmente las obras ordinarias y poco aparatosas de la caridad, de la humildad y de las otras virtudes, y verás que te encontrarás bien. (...) Dios nos pide sobre todo la fidelidad a las pequeñas cosas antes que el ardor por las grandes que no dependen de nosotros". (18)

 

Es necesario tener una infancia espiritual, que quiere decir vivir despojado de todo deseo, salvo el del amor a Dios. Es necesario vivir una santa indiferencia que está ligada a la santa libertad. Dice San Francisco de Sales que hay personas que son indiferentes o apáticos frente a las realidades, pero lo hacen por falta de fortaleza o por desprecio del bien. Pero los que tienen esta santa indiferencia son los que se conforman en todo a la Voluntad de Dios. Dios nos llama a muchos sufrimientos, muchas renuncias a uno mismo, a las cosas e incluso a las personas que amamos, a vivir con muchas dificultades, pero nos dice el santo Obispo:

“En substancia, es necesario conseguir la santa indiferencia y decir a menudo: No quiero esto o lo otro; quiero sólo el amor de mi Dios, el deseo de su amor y el cumplimiento de su Voluntad en mí.” (19)

 

Dios quiere un corazón libre, despojado de todo deseo, salvo el del amor a Dios. Esta libertad es un desprendimiento de todas las cosas para seguir la Voluntad de Dios conocida. Contrariamente a estos consejos de San Francisco de Sales para vivir en paz, el neurótico siempre se queja de no poder hacer su voluntad, su capricho. El amor propio es la fuente de todas las inquietudes. Cuando el corazón está perturbado e intranquilo pierde la fuerza para conservar la virtud y luchar en la vida.

 

San Francisco de Sales en su famosa obra Introducción a la Vida Devota trata sobre la inquietud y las tristezas que aquejan al alma, que siempre se fundamentan en el no querer aceptar las cosas que nos suceden. Y cuanto más nos rebelamos a nuestra realidad, peor nos sentimos y nos hacemos más daño. Dice así:

“La tristeza no es otra cosa que el dolor del espíritu a causa del mal que se encuentra en nosotros contra nuestra voluntad; ya sea exterior, como pobreza, enfermedad, desprecio, ya interior, como ignorancia, sequedad, repugnancia, tentación.

(...) si no encuentra enseguida lo que desea, caerá en inquietud y en impaciencia, las cuales, lejos de librarla del mal presente, lo empeorarán, 

 (...) La inquietud proviene del deseo desordenado de librarse del mal que se siente o de adquirir el bien que se espera, y, sin embargo, nada hay que empeore más el mal y que aleje tanto el bien como la inquietud y el ansia. Los pájaros quedan prisioneros en las redes y en las trampas porque, al verse encerrados en ellas, comienzan a agitarse y revolverse convulsivamente para poder salir, lo cual es causa de que, a cada momento, se enreden más.  (20)

 

Pero este santo doctor también da la solución para estos males. Recomienda –como ya vimos anteriormente– examinar frecuentemente nuestros afectos y pasiones buscando siempre que se adecuen a la Voluntad de Dios y no a la propia; de esta forma veremos si tenemos el dominio de nuestras vidas, si somos personas maduras. Tenemos que ver si nuestra voluntad está firmemente resuelta a pertenecer a Dios, si Él es nuestro amor y si todos los demás afectos se refieren a ese primer amor.

 

Hay que pensar que la Providencia de Dios es más sabia que nosotros y que –si esta es la situación en la que nos ha puesto– no estaremos mejor en ninguna otra. Aun cuando deseemos algo que es bueno, nuestro deseo es malo si no es lo que Dios nos pide. (21)

 

“No permitas que tus deseos te inquieten, por pequeños y por poco importantes que sean; porque, después de los pequeños, los grandes y los más importantes encontrarán tu corazón más dispuesto a la turbación y al desorden. (...)

«Mi alma-decía David siempre está puesta, ¡oh Señor!, en mis manos, y no puedo olvidar tu santa ley.» Examina, pues, una vez al día a lo menos, o por la noche y por la mañana, si tienes tu alma en tus manos, o si alguna pasión o inquietud te la ha robado: considera si tienes tu corazón bajo tu dominio, o bien si ha huido de tus manos, para enredarse en alguna pasión desordenada de amor, de aborrecimiento, de envidia, de deseo, de temor, de enojo, de alegría. Y si se ha extraviado, procura, ante todo, buscarlo y conducirlo a la presencia de Dios, poniendo todos tus afectos y deseos bajo la obediencia y la dirección de su divina voluntad.”  (22)

San Francisco de Sales pone énfasis en que seamos libres, que tengamos un corazón libre de todas las cosas (exteriores e interiores) para seguir la Voluntad de Dios con alegría y dulzura, en todas las circunstancias de nuestra vida.

 

También nos alerta sobre los dos extremos (o vicios) en los que se pierde la libertad y que nos sumergen en patologías psíquicas:

1) uno que sería por exceso: es la inestabilidad, disipación, dispersión u activismo, que nos hace cambiar fácilmente de condición de vida, de prácticas de piedad, de trabajo, etc., sin una verdadera razón y sin haber discernido en profundidad la Voluntad de Dios

 

2) y otro vicio contrario, por defecto, es la esclavitud o constricción; y esto se da en una falta de libertad por la cual el alma se siente oprimida por el disgusto, la pesadumbre, la cólera, etc. cuando no logra hacer aquello que se había propuesto, si bien podría hacer cosas mejores. Muchos se paralizan porque están afligidos y atados a un pasado que no termina de pasar.

 

San Francisco de Sales quiere que vivamos en paz, y para esto es necesario anular la propia voluntad, para querer sólo la de Dios tomada como propia. Por eso no hay nada más sano que el santo abandono, hay que abandonarse todo a Él. Afirma: “Todo lo que no es Dios, no es nada para mí”, es necesario un despojo total.  

 

Pero para tener paz, primero Él quiere la guerra, porque purifica nuestros afectos y pasiones. Para que Dios sea el dueño absoluto de nuestra vida, hace la guerra separando nuestro corazón de todo amor desordenado. Y esta separación es muy dolorosa y el alma sigue agitándose mientras no renuncie a su propia voluntad y no acepte someterla a la de Dios. Podemos encontrar al “príncipe de la paz” en plena guerra y vivir de su dulzura, aún en medio de las amarguras. (23)

 Nos dice: “La verdadera paz no está en el no combatir, sino en el vencer. Quédate en paz en medio de la guerra.”  (24)

 

Cuando las personas no tienen paz (aún en medio de esta lucha contra nuestros desordenes interiores) buscan como sucedáneo el “bienestar”: el bienestar sensible, bienestar económico, social, etc. pero siguen esclavizados de una voluntad enferma, de “amores” que lo denigran y lo rebajan respecto de su más alta vocación, que es la de ser santos.

 

Cuando uno se entrega todo en las manos de Dios, se abandona plenamente a su Voluntad y se conforma a ella, cuando busca Su amor sobre todas las cosas, como fin último, entonces encuentra la verdadera paz, porque ya ha vencido. Y principalmente ha vencido sus afectos y pasiones desordenadas que son la causa de la enfermedad psíquica.

El Santo Doctor, nos ofrece un sano consejo para ordenar nuestro amor y configurar nuestra personalidad según la perfección que Dios nos pide:

 

“No conviene a las rosas ser blancas, sino a los lirios. Las rosas son más bellas y perfumadas cuando son carmesí. Seamos aquello que somos, y seámoslo bien, para hacer honor al gran Artista del cual somos obra. (Ef 2,10)” (25)

 

Notas

 

1)San Francisco de Sales, Compendio del Tratado del amor a Dios, Balmes, Barcelona 1962, 10-11

2)Cfr. San Francisco de Sales, Compendio del Tratado del amor a Dios, 14

3) ibíd.

4)San Francisco de Sales, Lettere di amicizia spirituale, Paoline, Milano 1992, 212 (la traducción es mía)

5) Ibíd., 202

6) Ibíd,203

7) San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, Guadalupe, Buenos Aires, 1946, 495

8) Cfr. San Francisco de Sales, Lettere..., 427

9) San Francisco de Sales, Introducción..., 59

10) San Francisco de Sales, Introducción...,62-63

11)  Cfr. San Francisco de Sales, Lettere..., 417

12) San Francisco de Sales, Lettere..., 419

13)San Francisco de Sales, Lettere..., 420

14) Ibíd.

15) Ibíd., 422

16) Ibíd., 425

17) Cfr. San Francisco de Sales, Introducción..., 207

18) San Francisco de Sales, Lettere..., 154-155

19) San Francisco de Sales, Lettere..., 918

20) San Francisco de Sales, Introducción..., 442-44

21)Cfr. San Francisco de Sales, Lettere...,519

22) San Francisco de Sales, Introducción..., 442-443

24) Cfr. San Francisco de Sales, Lettere..., 471

25) San Francisco de Sales, Lettere..., 943


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