Dios entre los pucheros...

 


El pez, símbolo de Cristo Salvador

Armando de Maastricht, patrono de los productores de vinagre

El pan, símbolo de la vida

La higuera, el árbol presente desde el Génesis hasta el Apocalipsis

Leche, primer alimento del hombre

La miel, símbolo de la abundancia, la sabiduría y la dulzura de Nuestra Señora

Tierra Santa, cuna del cultivo de la vid


Perfiles salesianos

San Giuseppe Cafasso, otro modelo de sacerdote

Santiago Costamagna, sacerdote, misionero, obispo y músico

Domingo Milanesio, el Patiru

Miguel Rúa, el primer sucesor de Don Bosco

Don Bosco

Mamá Margarita

Domingo Savio y el secreto de la santidad

La Hna. María Ussher, una vida en Malvinas

Laura Meozzi, Hija de María Auxiliadora

Consejos para salir de la pornografía




La pornografía es una respuesta a una realidad básica: las relaciones son difíciles, pero la gratificación es fácil. La pornografía funciona haciendo que te sientas conectado con la gente de la pantalla. Crea una relación falsa que no requiere ningún trabajo, ningún compromiso, ninguno de los sacrificios que uno tiene que hacer para estar conectado a una persona en la vida real. Por lo tanto, cuando te sientes solo o aislado o sin amor, la pornografía puede sujetar fuertemente tu corazón.

El primer paso para vencer la pornografía es tomar una decisión: elegir las relaciones verdaderas en vez de las falsas. Se necesita mucho valor para tomar esta decisión y mantenerse firme, pero no necesitas empezar de cero. Dios tiene un plan para tu felicidad que incluye un corazón puro, amor auténtico, fuerza verdadera y control de sí mismo. "Dios es amor" (1 Juan 4, 8), y él quiere que experimentes su amor por ti en esta vida y por toda la eternidad. Dios envió a su hijo, Jesucristo, para darte la gracia de liberarte de los malos hábitos y elegir una vida de discipulado. Porque Dios te ama y quiere que seas feliz. Es importante que sepas que eres amado.

Hay un desafío delante de ti. ¿Te preocupas por ti mismo tanto como Dios se preocupa por ti? ¿Puedes amarte lo suficiente como para querer lo mejor para tu vida, y tomar medidas valientes para alcanzarlo?

Tomar esta decisión comienza con obtener la información que necesitas para entender por qué la pornografía tiene tal dominio fuerte sobre ti. No tengas miedo de aprender la verdad: Jesús prometió que te hará libre.

 

Tu cerebro aprendió a necesitar la pornografía

Dios creó el cerebro humano con la maravillosa capacidad de aprender, pero el cerebro no discrimina. Puede dejar entrar las cosas buenas y aprender buenos hábitos (virtudes); y puede dejar entrar cosas malas y desarrollar malos hábitos (vicios). Cuando una persona utiliza la pornografía, el cerebro recibe muchas cosas:

- La excitación física y emocional alimenta el "centro del placer" del cerebro con químicos que dan una sensación de paz y bienestar a todo el cuerpo. Con el tiempo el cerebro aprende a buscar esta excitación y el placer, y supone que ver pornografía es la forma más rápida de conseguirlo.

- Las sensaciones placenteras calman las necesidades y heridas emocionales. El cerebro aprende a buscar el estímulo de la pornografía cuando estás bajo estrés, cuando te sientes herido o solo, o cuando pasas por emociones difíciles.

 

La parte del cerebro involucrada en la fabricación de memorias recuerda un montón de detalles externos de los cuales probablemente no te das cuenta. Después, las cosas aparentemente inocentes en el medio ambiente pueden llegar a ser factores desencadenantes que provocan que comiences a pensar en la pornografía de nuevo.

Para muchos hombres que están encadenados a la pornografía, este proceso de aprender a necesitarla comenzó temprano en la vida, muy a menudo en los años de pre-adolescencia. La primera experiencia puede hacer sentir muchas emociones: curiosidad, excitación y vergüenza, todo al mismo tiempo. A menudo esta primera exposición sucede por accidente, un clic en un enlace o la búsqueda de una revista, pero el niño se siente culpable aun cuando no era su culpa. La vergüenza y la culpabilidad hace que volver a la pornografía sea aún más atractivo, porque mirar la pornografía parece calmar los sentimientos de vergüenza, al menos por un tiempo breve.

 

Cuando se aprende a buscar la pornografía en aras del placer y el consuelo, las cosas se complican. Tu cerebro se acostumbra rápidamente al nivel de placer que se deriva de la pornografía, lo que requiere un "estímulo" más fuerte para alcanzar la misma altura. Tendrás que mirar pornografía con más frecuencia o en situaciones más riesgosas, o empezar a ver las imágenes más extremas.

Mientras tanto, la tensión no ha desaparecido. La pornografía no ha resuelto tus problemas, solo ha ayudado a evitar considerarlos durante un tiempo. Y, a menudo, los sentimientos de vergüenza sólo te aíslan aún más de la gente que amas, lo que aumenta tu sensación de soledad.

Si has desarrollado un hábito de usar la pornografía de esta manera, no sucedió de la noche a la mañana. Fue un proceso de aprendizaje y refuerzo. El uso de la pornografía ha causado cambios físicos en el cerebro, así como apegos emocionales y psicológicos que son difíciles de romper. No podrás solucionar este problema simplemente con buenas intenciones. Tienes que "reconfigurar" tu cerebro y crear nuevas conexiones emocionales, sustituyendo los viejos hábitos por otros nuevos.

El proceso será difícil, y necesitará tiempo, paciencia y perseverancia, pero puedes hacerlo. Comienza cuando decides cultivar relaciones auténticas: con Dios, contigo mismo, y con los demás.

 

Tú y Dios

Como hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, tu relación primera y más importante es la relación con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

La pornografía es una grave amenaza para esta relación ya que desvía tu atención, tu imaginación y tu afecto de Dios. La vergüenza hace que sea difícil confiar en que Dios te ama y estará contigo. También puede hacer que te sea difícil orar y aterrador ir a confesarte. Tratar de liberarse de la pornografía y no lograrlo es desalentador, y puede hacerte sentir que también Dios debe estar desilusionado de ti.

 

Pero una verdadera relación con Dios se basa en lo que Él piensa de ti, no al revés:

- Dios Padre es rico en misericordia (Ef. 2, 4), y ha enviado a su Hijo unigénito para encontrarte, sanarte, y regresarte a casa.

- El Hijo de Dios, Jesús, ha asumido una naturaleza humana real, y fue probado en todos los sentidos como tú (Heb. 4, 15). Él conoce tu debilidad y quiere ayudarte a superar el pecado y vivir una vida santa en obediencia a su Padre.

- Aunque no sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar (Rom. 8, 26), y hará lo que no puedas hacer por tu cuenta.

 

Dios te está invitando a reconstruir tu relación, tu amistad con Él. Comienza ahora, dondequiera que estés, dirigiéndote a Él en la oración. Admite tus debilidades delante de él y pídele su misericordia y ayuda. Él te dará la gracia que necesitas para vencer la pornografía, pero hay que pedirla.

Tal vez ya hayas pedido esta gracia antes. Bueno, vuelve a pedirla. Luego, adquiere el hábito de pedirla todos los días. Tómate un tiempo para reflexionar cada noche en tus luchas y la necesidad de su gracia, y no te olvides de darle las gracias por tus éxitos, también. La tarde es también un buen momento para leer el Evangelio y conocer a Jesús como una persona real que es parte de tu vida. Presta atención a los relatos e historias de cómo él trataba a los pecadores y a los necesitados.

Como con cualquier relación, tu amistad con Dios tendrá altibajos. Tal vez has estado orando durante un largo tiempo y no veas ningún progreso. ¡No te desanimes! Dios te está invitando a confiar en Él más de que lo que confías en tu propia fuerza o buenas intenciones. Y cuando perseveras en la oración, incluso cuando no tengas ganas, aprendes a mirar tus relaciones no en términos de gratificación, -que es lo que has aprendido de la pornografía-, sino como una cuestión de compromiso y sacrificio.

 

Tú y la Iglesia

Dios te llama individualmente por tu nombre, pero él no quiere que te aísles. Él quiere que seas parte de su Iglesia, que seas parte de una comunión con otros creyentes.

Gran parte de la gracia que Dios te quiere dar viene a través de la Iglesia, especialmente a través de los sacramentos. Dios también nos da el ministerio de sus sacerdotes, que son los modelos y los ministros que nos ayudan en el camino a la santidad. Si quieres vencer el pecado, es necesario desarrollar una relación más profunda con la Iglesia y aprovechar de los dones espirituales que ofrece la Iglesia, como los siguientes:

- El sacramento de la confesión sana las heridas de nuestros pecados y nos permite empezar de nuevo. Ve a confesión confiado en la misericordia de Dios, en vez de tener miedo a su juicio.

- La Eucaristía nos une al sacrificio de Cristo en la cruz, y nos alimenta con un alimento espiritual. Ve a misa tan frecuente como sea posible, y recibe la comunión cuando sea apropiado.

- La Iglesia en la tierra es una con la comunión de los santos en el cielo, y con las almas del purgatorio. Lee las vidas de los santos, especialmente los que fueron conocidos por la pureza del corazón, como San José, y los que luchaban para alcanzarla, como San Agustín. Pídeles que oren a Dios por ti.

- Reza a la Virgen María, y pídele que ore por ti. Construyendo una relación con esta mujer maravillosa y santa puede ayudar a los hombres a no mirar a las mujeres como objetos sexuales, y puede ayudar a las mujeres a encontrar esa pureza del corazón que las abre a la voluntad de Dios. Reza el rosario para ayudarte a reflexionar sobre la vida de María y verla como un modelo del amor.

- Considera pedirle a un sacerdote de confianza verte regularmente para la confesión, o incluso para pedirle dirección espiritual fuera del confesionario. Esto te puede ayudar a estar más consciente de la voluntad de Dios para ti, y a estar más atento de dónde vienen tus luchas y qué desencadena tus tentaciones.

- Haz obras de penitencia y actos de sacrificio para entrenar a tu cuerpo a obedecer a tu mente y a poner tu atención en los demás, en lugar de en ti mismo. Esto puede implicar sacrificios corporales, como renunciar a un alimento o bebida favorita, así como actos de caridad que ayudan a otras personas que lo necesitan.

- Ora por todos aquellos que están atrapados por la pornografía: los que la fabrican, los que están en ella, y los que la usan. Pídele a Dios que dé su amor y su gracia a todos los que necesitan una salida.

 

Tú y tu corazón

Cuando estás tratando de crecer en santidad, un poco de autoconocimiento da fruto duradero. En tus encuentros con Dios y los santos en la oración, y al hablar con los sacerdotes y otros guías espirituales, puedes aprender mucho sobre ti mismo.

 

Se honesto contigo mismo sobre dónde puedes estar sufriendo, y sobre las necesidades que tienes; te ayudará a entender lo que uno estás buscando en realidad cuando te sientas tentado a ver pornografía. No hay vergüenza en estar herido o en tener necesidades. Si muestras tus heridas a Dios, Él puede curarlas. Si eres honesto sobre tus necesidades, Dios puede indicarte la forma de satisfacerlas de manera saludable.

Todo esto es un objetivo a largo plazo que requiere perseverancia y estrategia. Aquí hay algunas cosas que puedes hacer para ayudarte a lo largo del camino:

- Mira hacia atrás en tu vida y trata de recordar cómo empezaste con la pornografía y los momentos en que las cosas empeoraron. Trata de ver estos momentos en su contexto, y perdónate.

- Mantén un diario y toma notas cada día sobre cómo te sientes, lo que está pasando, y cuándo estás tentado. Con el tiempo, es posible que puedas identificar a las personas o situaciones que desencadenan tus tentaciones.

- Sé honesto contigo mismo acerca de las formas en que la pornografía ha afectado tu vida y tus relaciones. Si has tomado riesgos, o dañado a otras personas, escríbelo, y haz un compromiso consciente de no hacerlo de nuevo.

- Piensa en los momentos en que has sido capaz de mantenerte alejado de la pornografía, y trata de recordar cómo te sentiste entonces. Reconoce los momentos de paz, libertad y alegría, y deja que ellos se conviertan en razones para seguir intentando.

 

Tú y los demás

El primer comentario que Dios hizo sobre el primer hombre que creó fue que no era bueno que estuviera solo (Gen. 2, 18). Estás hecho para las relaciones de amor, y las personas que Dios ha puesto en tu vida pueden ayudarte a ser el hombre para lo cual Él te ha creado.

Puede ser intimidante pensar en confiarle a otras personas tu lucha contra la pornografía. Desde luego no es algo que todo el mundo necesita saber, o algo que todo el mundo puede manejar. Pero compartir esta lucha con un amigo o amigos cercanos, o con un grupo de apoyo, puede ser de gran ayuda, especialmente si eres capaz de hablar con personas que saben cómo estás luchando porque ellos mismos ya han pasado por ello. Si aceptas correr el riesgo de ser honesto con los demás, tendrás la alegre sorpresa de la disposición de ellos a estar presentes cuando lo necesites.

No es bueno luchar contra la pornografía solo. Recuerda, ser imperfecto y herido no te hace indigno de ser amado. Necesitar la ayuda de los demás no es una debilidad, y no tiene que hacerte sentir vergüenza. De hecho, cuanto más puedes compartir tu vida con los demás en relaciones verdaderas, más fuerte serás.

Cuando hayas sido capaz de confiar en un amigo o un mentor, ellos podrán ayudarte a largo plazo para mantener la concentración en evitar la pornografía y crear buenos hábitos. Debes utilizar un filtro de Internet que bloquea la pornografía en la computadora, y la mayoría de los programas te permiten configurar un mentor o un amigo como un "socio co-responsable". Él recibirá los informes de los sitios que ves, y algunos filtros incluso envían mensajes de texto cuando se está tratando de acceder a la pornografía. Esto te recuerda que no estás solo, y le da a tu "socio co-responsable" la capacidad de contactarte y ayudarte.

Ser consciente de las otras personas en tu vida será especialmente importante si estás en una relación. La utilización de la pornografía puede hacer daño a una relación con una novia o prometida, y puede ser devastadora para un matrimonio.

La pornografía cambiará la forma de ver a tu esposa o novia, y deformará tus expectativas de ella. Cuando fantaseas con mujeres como fuente de gratificación sexual y emocional, violas la confianza que ella ha puesto en ti, y no importa si era "solamente" una fantasía y no "en la vida real". La vergüenza que esto implica te hace más reservado y menos honesto, y esto será un obstáculo en tu relación.

 

Hay que tomar en serio esta realidad:

- Deja de decirte que la pornografía no perjudica a nadie. Cuando vayas a la confesión, dile al sacerdote si estás casado o en una relación con alguien, y admite que mediante el uso de la pornografía también le has sido infiel a ella.

- Habla con tu sacerdote o consejero sobre si debes hablar con tu esposa o novia acerca de tu lucha, y si es así, cuál es la mejor manera de hacerlo. Desarrolla una estrategia a largo plazo con tu consejero para responder a sus preguntas y reconstruir la confianza en tu relación.

- Reconoce aquellos momentos en los que evitas hablar de cosas dolorosas con ella y estás tentado a dar lugar a la pornografía para consolarte. Aprende a comunicarte de manera más honesta con ella acerca de tus emociones y necesidades, y a ser confiable y solidario con ella.

 

¡Ten esperanza!

Hacer frente a la realidad de la pornografía y los efectos que ésta tiene sobre tu corazón y tus relaciones puede ser difícil. A veces se siente como si el cambio es imposible y es más fácil ni siquiera intentarlo.

Por supuesto, el cambio es difícil, pero el tipo de cambio del que estamos hablando es algo que Dios desea, y tenemos su palabra de que nada es imposible para Él (Lucas 1, 37). ¿Necesitarás mucha fuerza y compromiso, tal vez más de lo que crees que tienes en este momento? Probablemente. ¿Dios lo sabe? Claro que sí.

Él ya tiene un plan para ayudarte a hacer lo que no puedes hacer por tu cuenta. La virtud de la esperanza hace que puedas confiar en el plan de Dios y confiar en su ayuda, incluso cuando no puedes ver el camino o caminar por tu cuenta.

¿Has oído el relato bíblico (Juan 8, 3-11) de los fariseos que trajeron una mujer a Jesús que había sido descubierta en el acto de adulterio? Ellos querían condenarla por este pecado sexual vergonzoso. En su lugar, él recordó a la multitud reunida en torno a que todos ellos eran pecadores, y que no tenían derecho a condenarse el uno al otro. Luego se volvió hacia la mujer y pronunció palabras de un profundo amor: "¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Sigue tu camino, y de ahora en adelante no peques más". (Juan 8, 10-11)

Si tienes problemas con la pornografía y tienes en tus manos este apunte, es porque alguien quería que escucharas a Jesús diciéndote estas palabras. Ahora tú tienes que tomar una decisión. Acepta el amor verdadero, elije las relaciones auténticas, y con la ayuda que viene de Dios, la Iglesia y los demás, empieza a caminar un nuevo camino hoy. Cambia tu vida, y no peques más. La confesión es el primer paso. Tomar responsabilidad es el segundo. Confesarse de haber visto pornografía y de otros pecados sexuales en varias ocasiones puede ser desalentador, pero nuestro Padre misericordioso promete la victoria a los que luchan contra el pecado.


Y aquí van algunas sugerencias eficaces:

Sugerencia antiporno para tu vida nº 1

Mantén las computadoras portátiles en las zonas comunes de tu casa, y no lleves las tabletas y los teléfonos a tu dormitorio

Sugerencia antiporno para tu vida nº 2

Evita el Internet cuando te sientas solo, aburrido, o molesto.

Sugerencia antiporno para tu vida nº 3

Recuerda que los modelos y artistas del porno son víctimas. Se sienten atrapados por la pornografía como tú.

Sugerencia antiporno para tu vida nº 4

Instala un software de control con un filtro de Internet en todos los ordenadores y dispositivos móviles.

Sugerencia antiporno para tu vida nº 5

Considera pedirle a un buen amigo, consejero o director espiritual que sea parte de tu equipo de apoyo.

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San Giuseppe Cafasso, otro modelo de sacerdote

Catequesis de Benedicto XVI 

durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro el 30 de junio de 2010


Queridos hermanos y hermanas

Hemos concluido hace poco el Año Sacerdotal: un tiempo de gracia que ha traído y traerá frutos preciosos a la Iglesia; una oportunidad para recordar en la oración a todos aquellos que han respondido a esta vocación particular. Nos acompañaron en este camino, como modelos e intercesores, el Santo Cura de Ars y otras figuras de santos sacerdotes, verdaderas luces en la historia de la Iglesia. Hoy, como anuncié el pasado miércoles, quisiera recordar otra, que sobresale en el grupo de los “Santos sociales” en Turín del siglo XIX: se trata de san Giuseppe Cafasso.

 

Su recuerdo parece debido, porque precisamente hace una semana se celebraba el 150 aniversario de su muerte, que tuvo lugar en la capital piamontesa el 23 de junio de 1860, a la edad de 49 años. Además, quiero recordar que el Papa Pío XI, el 1 de noviembre de 1924, aprobando los milagros para la canonización de san Juan María Vianney y publicando el decreto de autorización para la beatificación de Cafasso, acercó estas dos figuras de sacerdotes con las siguientes palabras: “No sin una especial y benéfica disposición de la Divina Bondad, asistimos a este surgimiento de la Iglesia católica de nuevos astros, el párroco de Ars, y el Venerable Siervo de Dios Giuseppe Cafasso. Precisamente estas dos hermosas, queridas, providencialmente oportunas figuras se nos debían presentar hoy; pequeña y humilde, pobre y sencilla, pero tanto más gloriosa, la figura del párroco de Ars, y la otra bella, grande, compleja, rica figura de sacerdote, maestro y formador de sacerdotes, el Venerable Giuseppe Cafasso". Se trata de circunstancias que nos ofrecen la ocasión para conocer mejor el mensaje, vivo y actual que surge de la vida de este santo. Él no fue párroco como el cura de Ars, sino que fue sobre todo formador de párrocos y de sacerdotes diocesanos, incluso de sacerdotes santos, entre ellos san Juan Bosco. No fundó, como tantos otros sacerdotes del siglo XIX piamontés, institutos religiosos, porque su “fundación” fue la “escuela de vida y de santidad sacerdotal" que realizó, con el ejemplo y la enseñanza, en el Internado Eclesiástico de san Francisco de Asís, en Turín.

 

Giuseppe Cafasso nació en Castelnuovo d’Asti, el mismo pueblo que san Juan Bosco, el 15 de enero de 1811. Fue el tercero de cuatro hijos. La última, la hermana Marianna, será la madre del beato Giuseppe Allamano, fundador de los Misioneros y de las Misioneras de la Consolata. Nació en el Piamonte del siglo XIX, caracterizada por graves problemas sociales, pero también por tantos santos que se empeñaban en ponerles remedio. Éstos estaban unidos entre sí por un amor total a Cristo y por una profunda caridad hacia los más pobres: ¡la gracia del Señor sabe difundir y multiplicar las semillas de santidad! Cafasso realizó los estudios secundarios y el bienio de filosofía en el Colegio de Chieri y, en 1830, pasó al Seminario teológico, donde, en 1833, fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde hizo su ingreso en el lugar que para él será la única y fundamental “etapa” de su vida sacerdotal: el Internado Eclesiástico de san Francisco de Asís, en Turín. Entrado para perfeccionarse en la pastoral, aquí él hizo fructificar sus dotes de director espiritual y su gran espíritu de caridad. El Internado, de hecho, no era solo una escuela de teología moral, donde los jóvenes sacerdotes, procedentes sobre todo del campo, aprendían a confesar y a predicar, sino que era también una verdadera y propia escuela de vida sacerdotal, donde los presbíteros se formaban en la espiritualidad de san Ignacio de Loyola y en la teología moral y pastoral del gran Obispo san Alfonso María de Ligorio. El tipo de sacerdote que Cafasso encontró en el Internado y que él mismo contribuyó a reforzar – sobre todo como Rector – era el del verdadero pastor con una rica vida interior y un profundo celo en el cuidado pastoral: fiel a la oración, comprometido en la predicación, en la catequesis, dedicado a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Confesión, según el modelo encarnado por san Carlos Borromeo, por san Francisco de Sales y promovido por el Concilio de Trento. Una feliz expresión de san Juan Bosco sintetiza el sentido del trabajo educativo en aquella comunidad: "en el Internado se aprendía a ser sacerdotes".

 

San Giuseppe Cafasso intentó llevar a cabo este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes, para que, a su vez, se convirtiesen en formadores de otros sacerdotes, religiosos y laicos, según una especial y eficaz cadena. Desde su cátedra de teología moral educaba a ser buenos confesores y directores espirituales, preocupados por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes principales del Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, delicadeza y prudencia. Para él la verificación de la enseñanza transmitida estaba constituida por el ministerio de la confesión, a la cual él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él se dirigían obispos, sacerdotes, religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía ofrecer el tiempo necesario. De muchos, también, que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos, fue sabio consejero espiritual. Su enseñanza nunca era abstracta, basada solo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento del alma humana adquirida en el largo tiempo transcurrido en el confesionario y en la dirección espiritual: la suya era una verdadera escuela de vida sacerdotal.

 

Su secreto era sencillo: ser un hombre de Dios; hacer, en las pequeñas acciones cotidianas, “lo que pueda volverse en mayor gloria de Dios y en provecho de las almas". Amaba de forma total al Señor, estaba animado por una fe bien arraigada, sostenido por una oración profunda y prolongada, vivía una sincera caridad hacia todos. Conocía la teología moral, pero conocía también las situaciones y el corazón de la gente, de cuyo bien se hacía cargo, como el buen pastor. Cuantos tenían la gracia de estar cerca de él se transformaban en otros tantos buenos pastores y confesores válidos. Indicaba con claridad a todos los sacerdotes la santidad que alcanzar que alcanzar precisamente en el ministerio pastoral. El beato don Clemente Marchisio, fundador de las Hijas de san José, afirmaba: “Entré en el Internado siendo un gran travieso y un cabeza loca, sin saber qué quería decir ser sacerdote, y salí de allí totalmente distinto, plenamente imbuido de la dignidad del sacerdote". ¡Cuántos sacerdotes fueron formados en el Internado y después seguidos espiritualmente! Entre estos – como ya he dicho – surge san Juan Bosco, que lo tuvo como director espiritual durante 25 años, desde 1835 hasta 1860: antes como clérigo, después como sacerdote y después como fundador. Todas las elecciones fundamentales de la vida de san Juan Bosco tuvieron como consejero y guía a san Giuseppe Cafasso, pero de un modo bien preciso: el Cafasso no buscó nunca de formar en don Bosco un discípulo "a su imagen y semejanza", y don Bosco no copió a Cafasso; le imitó ciertamente en las virtudes humanas y sacerdotales – definiéndolo “modelo de vida sacerdotal" – sino según sus propias actitudes personales y su propia peculiar vocación; un signo de la sabiduría del maestro espiritual y de la inteligencia del discípulo: el primero no se impuso sobre el segundo, sino que le respetó en su personalidad y le ayudó a leer cuál era la voluntad de Dios sobre él. Queridos amigos, ésta es una enseñanza preciosa para todos aquellos que están comprometidos en la formación y educación de las jóvenes generaciones y es también una fuerte llamada de cuán importante es tener una guía espiritual en la propia vida, que ayude a entender lo que Dios quiere de nosotros. Con sencillez y profundidad, nuestro Santo afirmaba: “Toda la santidad, la perfección y el provecho de una persona está en hacer perfectamente la voluntad de Dios (…). Felices nosotros si consiguiéramos verter así nuestro corazón dentro del de Dios, unir de tal forma nuestros deseos, nuestra voluntad a la suya, que formen un solo corazón y una sola voluntad: querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo, en el tiempo, en las circunstancias que Él quiere y querer todo eso no por otro motivo sino porque Dios lo quiere".

 

Pero otro elemento caracteriza el ministerio de nuestro Santo: la atención a los últimos, en particular a los encarcelados, que en la Turín del siglo XIX vivían en lugares inhumanos e inhumanizadores. También en este delicado servicio, llevado a cabo durante más de veinte años, él fue siempre el buen pastor, comprensivo y compasivo: cualidad percibida por los detenidos, que acababan por ser conquistados por ese amor sincero, cuyo origen era Dios mismo. La simple presencia de Cafasso hacía el bien: serenaba, tocaba los corazones endurecidos por las circunstancias de la vida y sobre todo iluminaba y removía las conciencias indiferentes. En los primeros tiempos de su ministerio entre los encarcelados, recurría a menudo a las grandes predicaciones que llegaban a implicar a casi toda la población carcelaria. Con el paso del tiempo, privilegió la catequesis pequeña, hecha en los coloquios y en los encuentros personales: respetuoso de las circunstancias de cada uno, afrontaba los grandes temas de la vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a Su voluntad, de la utilidad de la oración y de los sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios hecho para nosotros misericordia infinita. Los condenados a muerte fueron objeto de cuidados humanos y espirituales especialísimos. Él acompañó al patíbulo, tras haberles confesado y administrado la Eucaristía, a 57 condenados a muerte. Les acompañaba con profundo amor hasta la última respiración de su existencia terrena.

 

Murió el 23 de junio de 1860, tras una vida ofrecida totalmente al Señor y consumada por el prójimo. Mi Predecesor, el venerable siervo de Dios papa Pío XII, el 9 de abril de 9 1948, lo proclamó patrono de las cárceles italianas y, con la Exhortación apostólica Menti nostrae, el 23 de septiembre de 1950, lo propuso como modelo a los sacerdotes comprometidos en la confesión y en la dirección espiritual.

 

Queridos hermanos y hermanas, que san Giuseppe Cafasso sea una llamada para todos a intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la santidad; en particular, recuerde a los sacerdotes la importancia de dedicar tiempo al Sacramento de la Reconciliación y a la dirección espiritual, y a todos la atención que debemos tener hacia los más necesitados. Nos ayude la intercesión de la Beata Virgen María, de la que san Giuseppe Cafasso era devotísimo y que llamaba “nuestra querida Madre, nuestro consuelo, nuestra esperanza".


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El pez, símbolo de Cristo Salvador

Por Liana Marabini

 


Mosaico antiguo en la Iglesia
de la multilplicación de los panes y los peces
en Tabgha, Israel 

Además de ser una fuente de alimento, el pez es un símbolo muy recurrente en las Sagradas Escrituras. Los primeros cristianos lo utilizaban como signo de reconocimiento para indicar al Salvador. No es casualidad que Jesús utilice mucho la metáfora de la pesca en sus discursos. Y en la figura de Pedro, uno de los apóstoles pescadores y también el primer Papa, podemos ver el vínculo entre Cristo y los creyentes.

 

El pescado es un alimento que tiene muchos significados en la Biblia. Además de ser una fuente de nutrición, es también un símbolo cristológico y, por tanto, un símbolo de reconocimiento. 

El aspecto del pez como símbolo secreto de reconocimiento utilizado por los primeros cristianos lo explica san Agustín en De Civitate Dei (XVIII, 23): “Si se combinan las primeras letras de las cinco palabras griegas que son  Ιησοῦς Χριστός Θεoῦ Υἱός Σωτήρ, y significan Jesucristo Hijo de Dios Salvador, se tendrá ΙΧΘΥΣ, es decir  pez, término con el que se representa simbólicamente a Cristo porque tuvo el poder de permanecer vivo, es decir sin pecado, en el abismo de nuestra mortalidad, semejante a la profundidad de las aguas”.

En las catacumbas romanas de San Calixto, Santa Domitila y San Sebastián y en las napolitanas de San Genaro, San Eusebio y San Vito, el símbolo del pez está siempre presente a través de inscripciones en lápidas o frescos. El mismo símbolo está representado en los mosaicos de las primeras basílicas cristianas, por tanto, en los años posteriores al Edicto de Constantino del 313.

Jesús utiliza mucho el pescado y la pesca en sus discursos porque en el mundo antiguo el pescado era un alimento básico y la pesca una ocupación común: de entre sus doce apóstoles probablemente había siete pescadores. La profesión de pescadores, que era su medio de vida, se convirtió en un símbolo de su nueva vocación de difundir la buena nueva de la salvación.

Una clave de interpretación interesante es la figura de Pedro, precisamente un pescador, (los Evangelios lo presentan como tal en varios episodios, como la pesca milagrosa en Lucas 5, 1-11 y la llamada de los primeros discípulos en Mateo 4, 18-22 y Marcos 1, 16-20), al que podemos considerar como un vínculo entre Cristo y los creyentes. La frase “Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador” incluida como hemos visto en el acrónimo griego de “pez”, ya aparece antes en cierto modo en las palabras pronunciadas por Pedro en su Confesión, antes de ser nombrado de hecho el primer Papa de la Iglesia: Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. (Mateo 16,16).

El vínculo entre la figura de Pedro y el simbolismo del pez no termina con este versículo, sino que está presente en otros episodios. Además de los mencionados anteriormente, Pedro fue testigo, junto con los discípulos, del fenómeno de la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6,1-14). Además, en algunas representaciones de la Última Cena (como en el fresco de las Catacumbas de San Calixto) el pan se sustituye precisamente por pescado.

Curiosamente, no se menciona ningún pez por su nombre ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, pero la palabra genérica pez se menciona 49 veces. Un bello ejemplo del simbolismo de los peces se nos ofrece en el Libro de Jonás, que describe el rescate del profeta rebelde de morir ahogado en el mar tempestuoso cuando Dios envió un “gran pez” para que se lo tragara. Más allá del relato histórico, el gran pez representa también una imagen de la liberación y de la misericordia de Dios. El relato muestra claramente que el pez era el medio de salvación de Jonás. También era un signo de la salvación ofrecida a través de Cristo. Jesús recordó la historia de Jonás en su enfrentamiento con los fariseos y relacionó simbólicamente los tres días y noches que pasó Jonás en el pez con el tiempo que transcurriría entre su crucifixión y su resurrección (Mateo 12,38-42)

En el Antiguo Testamento la imagen del pez se relaciona a veces con la incertidumbre de la vida: “Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso” (Eclesiastés 9,12).

Los peces y las redes para pescarlos también son utilizados a menudo por los profetas para simbolizar el juicio de Dios sobre los enemigos de Israel (Ezequiel 26,5; 26,14; 29,3-7) o sobre la rebelión de los israelitas, que en particular resulta en su cautiverio en el extranjero (Amós 4,2; Habacuc 1,1-17). En este caso Dios es el pescador que reúne a los hombres como el pescador reúne a los peces para juzgarlos o bendecirlos.

 

En cuanto al pescado como alimento, en los tiempos bíblicos (al igual que hoy en día en la cocina judía) se dividía en puro (con escamas y aletas) e impuro (los crustáceos, mariscos, anguilas). Se preparaba de forma sencilla, a la parrilla, hervido o guisado, con aceitunas y limón o con salsa de cebolla. Se servía en todas las comidas (incluso por la mañana, en forma de bocados formados con tiras de pescado enrolladas y aderezadas con limón).

El lago de Tiberíades era la principal fuente de pesca y proporcionaba, además de la tilapia, que a menudo se comía a la parrilla, también el pescado que es la base de una receta clásica israelí conocida en todo el mundo: la carpa. Pero este lago sigue siendo muy pesquero y tal vez los peces que se encuentran en él en la actualidad sean los mismos que los de la pesca milagrosa. El lago no tiene un nombre único y definido, sino que ha tomado varios nombres de los lugares más importantes que se encontraban en sus orillas. En el Antiguo Testamento se le llama Mar de Kinneret (nombre derivado de la palabra hebrea kinnor, que significa arpa) debido a su peculiar forma. En la época de los Macabeos y en el Nuevo Testamento se le llama generalmente Mar o Lago de Genesaret por el nombre de la llanura que lo bordea al noroeste. El lago se llamaba también Mar de Galilea; hoy en día se llama comúnmente Lago de Tiberíades por la ciudad del mismo nombre que se encuentra en sus orillas.

En la actualidad, un pez muy apreciado que se pesca en este lago es el San Pedro. En 2010, el gobierno israelí prohibió la pesca de San Pedro durante dos años para repoblar el lago, y hoy se puede volver a pescar este delicioso pez. El lago Tiberíades, de unos veintidós kilómetros de largo (de norte a sur) y trece y medio de ancho (de oeste a este), es la principal reserva de agua dulce de Israel.

El río Jordán era, en aquella época, otra fuente de pesca: carpas, truchas, siluros, esculturas, son algunas de las especies.  En la época de Jesús la gente comía carpa a la parrilla, trucha con canela, perca con cebolla, tilapia con limón, bagre relleno de aceitunas, pargo envuelto en hojas de parra, etc.

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