Auxiliadora, Madre de Dios

 



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Música Salesiana

 


Inspirados en el Aguinaldo 2021

Auxiliadora, Madre de Dios

Inspirados en el Aguinaldo 2021

Compartimos dos canciones inspiradas en el Aguinaldo 2021.


La primera  proviene de Uruguay, con letra y música de Alejandro Fernández, Diego Melano y Fran Romero. Interpreta el grupo  Aristophanes.

 


 

 

Nos mueve la Esperanza

 

En los escombros buscamos ver la flor

Entre los grises la luz nos da el color

 

Paralizados… no nos verán

Un fuego adentro nos mueve a amar

 

Desborda las pantallas la realidad

Las manos forman nudos, comparten pan

Enamorados… de la verdad

Un fuego adentro… nos mueve a más

 

Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros Pueblos sabemos ir de a pie

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos

 

Un gesto se hace signo poniendo fe

Con la ternura decimos “vos valés”

Poniendo el cuerpo, y cerca estar

Uno a uno, arte de amar

 

Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros Pueblos sabemos ir de a pie

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos

 

Pequeñas comunidades, tejiendo lazos reales

En redes que nos abrazan…para cuidar

 

Pequeñas comunidades, tejiendo lazos reales

En redes que se hacen Pueblo… para cuidar

Pequeñas comunidades…

 

(Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros pueblos sabemos ir de a pie)

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos.

 

 

La segunda es un aporte de Guadalajara, México, con Música de Fernando Gutiérrez  e  interpretado por el  Coro Salesiano Adonai.

 



Nos mueve la Esperanza


Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)


Ponte atento a la epidemia silenciosa

como: el hambre, la guerra, el sufrimiento de tantos,

la riqueza de unos pocos que empobrecen a millones,

la creación toda sufre y negamos la evidencia.

 

Cambia la mirada de clausura en apertura.

Ábrete al encuentro y a la servicialidad.

Supera el pesimismo y promueve la unidad.

Derrota al sin sentido y mira más allá.

 

Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)

 

Don Bosco nos mostró que el camino de Fe

y Esperanza ilumina y da fuerza.

Más allá de los problemas quiso mirar

y así la adversidad siempre pudo transformar.

 

¡Me mueve la esperanza porque tengo la certeza

de que Dios hace nuevas todas las cosas!

Me contagio de justicia y de solidaridad.

Me contagio mucho más, mucho más de caridad.

 

Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)

 

Advocaciones Marianas argentinas



Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe 

Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe

 


Un 15 de noviembre de 1573, a orillas del Río de los Quiloazas, - que hoy se llama San Javier- nacía la ciudad de Santa Fe. Su fundador, Don Juan de Garay, daba cumplimiento al mandato de establecer un puerto intermedio entre Asunción y Buenos Aires, que sirviera de escala segura para los viajeros. 

Los fundadores que vinieron con Garay, eran criollos nacidos en estas tierras y le darán a la ciudad el carácter de una nueva síntesis cultural mestiza.

El naciente caserío manifiesta pronto su deseo de contar con la presencia de religiosos de la Compañía de Jesús. En 1595 los cabildantes le escriben al Padre Provincial Juan Romero, residente en Asunción, suplicándole el envío de religiosos jesuitas. Este pedido fue satisfecho recién en 1609, cuando llegaron a Santa Fe, el Padre Francisco del Valle y el Hermano Juan de Sigordia. Al año siguiente comenzará a edificarse la escuela y la iglesia que los jesuitas ocuparon hasta el traslado de la ciudad, hecho ocurrido entre los años 1651 a 1660 aproximadamente, al sitio que actualmente ocupa.

 

En 1634 de paso por la ciudad rumbo a la Reducción de San Ignacio Miní, un artista de fina sensibilidad, el Hermano Luis Berger. A pedido de los Congregantes Marianos, accedió gustoso a representar la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis. El cuadro se llamó como la Congregación mariana: “de la Pura y Limpia Concepción”. Fue plasmada en un lienzo que mide 1,33 x 0,96 m y que actualmente se venera en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe.

  

El sudor milagroso y otros milagros acontecidos.

El sol ya tomaba distancia del horizonte de islas en la fresca mañana de otoño, iluminando el humilde caserío. Era el 9 de mayo de 1636 y la pequeña Santa Fe iniciaba un nuevo día de arduas tareas.

En el templo de la Compañía de Jesús, edificado sobre uno de los costados de la plaza mayor, el Padre Rector del Colegio y de la Iglesia, Pedro de Helgueta, oraba arrodillado frente al cuadro de Nuestra Señora, como todas las mañanas. Habiendo finalizado la Misa, alrededor de las ocho horas, el Padre levantó la vista hacia el cuadro y se sorprendió por lo que creyó era humedad del ambiente condensada en la pintura. Pero pronto comprendió que el brillo tenía un origen distinto.

 

Incorporándose descubrió que de la mitad de la Imagen para arriba la pintura estaba totalmente seca, mientras que hacia abajo corrían hilos de agua resultantes de innumerables gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal ya estaba mojando los manteles del altar y el piso. 

Al ver el asombro del sacerdote, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y pudieron conocer lo que estaba ocurriendo. Comenzaron a embeber aquella agua en algodones y lienzos, mientras el número de fieles y curiosos crecía junto al júbilo y las exclamaciones. Las campanas de la Iglesia no pararon de repicar, para anunciar a todo el pueblo lo que estaba sucediendo. A pocos minutos llegaron el Vicario y Juez Eclesiástico de Santa Fe, Cura Hernando Arias de Mansil;, el Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, don Alonso Fernández Montiel; el General Don Juan de Garay, hijo del fundador y el escribano del Rey, Don Juan López de Mendoza.

 

Subido en un banco el propio Vicario tocó con sus dedos la tela del cuadro, procurando contener los hilos de agua que descendían, pero, por el contrario, continuaba manando copiosamente cambiando de dirección al contacto con la mano. Esto duró algo más de una hora, como lo atestigua el acta que se conserva hasta hoy en el Santuario. También se conserva una reliquia de los algodones tocados en el sudor y que besan agradecidos todos los fieles cada 9 de mes.

 

En las semanas, meses y años siguientes a este milagro, comenzaron a sumarse otras numerosísimas manifestaciones del amor de Dios para con sus hijos. Las curaciones más asombrosas fueron también recopiladas por el Escribano del Rey. Así fue que los santafesinos empezaron a invocar a su Madre con el título de “Nuestra Señora de los Milagros”.

En pocos días, Monseñor Cristóbal de Aresti, Obispo de la Diócesis de Asunción del Paraguay, de la que dependía entonces Santa Fe, reconoció al sudor como auténtico milagro, pues según los requisitos establecidos por la Iglesia, se contaba con suficientes testimonios probatorios del extraordinario suceso. En tal sentido las actas labradas, la calidad y cantidad de testigos y las reliquias conservadas por la gente que seguían obrando curaciones, daban fe de ello.

 

Antes de cumplirse el año de este suceso, el 22 de diciembre, el propio Monseñor Aresti pudo pasar por Santa Fe, camino hacia Buenos Aires, y certificar personalmente estos acontecimientos milagrosos.

 

Hacia 1660 se había completado el traslado de la ciudad a unos 80 kilómetros más al sur, al sitio que hoy ocupa. Diversas razones motivaron este desplazamiento, entre las que podemos citar las periódicas inundaciones, el constante acecho de los malones de aborígenes que tenían en vilo a los pobladores y las plagas de langosta que devoraban las pocas cosechas. En la nueva ciudad, que pasó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz, los padres jesuitas ocuparon el mismo emplazamiento que tenían en Santa Fe La Vieja.

El templo actual, declarado Monumento Histórico Nacional, se terminó de construir en 1670. Al cumplirse los 300 años del sudor milagroso, fue erigido como Santuario el mismo día que se realizó la Coronación Pontificia del Cuadro. A su lado se encuentra el Colegio de la Inmaculada Concepción, de fecunda y dilatada trayectoria en la educación de la juventud.

 

Con la expulsión de la Compañía de Jesús de las tierras españolas, y con las severas restricciones de mantener cerrados el Colegio y la Iglesia, el culto a Nuestra Señora de los Milagros se tuvo que suspender desde 1767 hasta 1862. Ante las insistencias de los congregantes y feligreses, el Cabildo permitió retirar el cuadro de la Iglesia, cerrada al público, y trasladarlo a la Iglesia Catedral. Recién unos veinticinco años más tarde regresó con júbilo a su altar, con la llegada de los padres Mercedarios, quienes vivieron en el Colegio y se hicieron cargo de la Iglesia. Tuvo que correr casi un centenar de años para que los Jesuitas volvieran a Santa Fe; sin embargo, el amor a María y el agradecimiento a Dios por los milagros nunca se olvidaron.

 

El 9 de mayo de 1936 el Papa Pío XI otorgó la Coronación Pontificia al cuadro de Nuestra Señora, cambiándolo al centro del altar mayor. Presidió la ceremonia el Cardenal Santiago Copello y vinieron fieles y jesuitas de otras regiones del país. La Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de los Milagros, fue declarada Patrona de la Provincia Argentina de la Compañía de Jesús.

 

Oración

Inmaculada Virgen María, Nuestra Señora de los Milagros, Madre de Dios y Madre nuestra, que tantas gracias y beneficios alcanzas de Dios para los que te invocan ante esta imagen, de tu Purísima Concepción. Míranos benignamente y extiende el celeste manto de vuestra protección sobre toda la Iglesia, rogad por todos los cristianos, dilatad y exaltad la Fe Católica por el mundo, convertid a los pecadores, afianzad la paz entre los pueblos, conservad la inocencia de la niñez, la devoción fervorosa de los que celebran con júbilo vuestra maternal protección y dadnos a toda prosperidad conveniente para la mayor gloria de Dios, honra vuestra y bien de nuestras almas. Amén.


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