La prostitución no es un trabajo


por Javier Cámara


La prostitución es una realidad mundial demostrada por estadísticas contundentes y dolorosas, sobre la base de testimonios de mujeres esclavizadas por proxenetas y mafiosos. Si bien la trata de personas abarca otras esclavitudes además de las que se evidencian en la prostitución, la conclusión que pareciera más evidente es que sin prostitución se eliminaría la trata de personas en su totalidad. La posibilidad de que el Estado persiga la instalación de  lugares donde se ejerce la prostitución, y que también persiga a los consumidores de la oferta sexual, toca sin duda  intereses económicos. Pero también afecta a intereses ideológicos de asociaciones de mujeres que exigen se respete el ejercicio de supuestos “derechos laborales”, ya que se denominan a sí mismas “trabajadoras sexuales”.

Pero, ¿responde a la dignidad humana el concepto “trabajadora sexual”? ¿Es la prostitución un “trabajo”? En una sociedad plural, secularizada, que ya no reconoce valores que estén por encima de otros, donde conviven antropologías diversas, es necesario reflexionar sobre este aspecto con mucha tolerancia y misericordia, pero también con claridad.

¿Qué es trabajo? Hay diversas definiciones que, según se las plantee, nos pueden acercar más a la verdad. Desde una perspectiva superficial, que atrae coincidencias, se puede decir que el trabajo es “un esfuerzo personal para la producción y comercialización de bienes y/o servicios con un fin económico, que origina un pago en dinero o cualquier otra forma de retribución”.

Pero tan superficial es esta definición que, desde ella, se podría argumentar sin contradicciones que ser sicario o asesino a sueldo es también un trabajo, ya que alguien se esfuerza por producir u hecho (la muerte de otro), o un servicio (hacer algo que otro no puede hacer), a cambio de dinero, es decir, por un fin económico.

Hay algo que no cierra en esta aproximación y tiene que ver con que se deja de lado la cuestión central: el trabajo es una característica humana, “personal”, como deja entrever la definición planteada. Esa distinción eleva el mero esfuerzo corporal y/o intelectual a un plano superior, al plano de los valores que deben responder a la naturaleza y a la dignidad de las personas. Con ello, el trabajo aparece como un deber y un derecho, mediante el cual la persona actualiza las capacidades inscritas en su naturaleza, exalta sus talentos  y virtudes, procura su sustento y el de su familia, y sirve a la comunidad humana. No se trata sólo de esforzarse para ganar plata.

Un proceso similar hay que recorrer para discernir el otro término del concepto “trabajo sexual” que hemos puesto en debate. En general, la sexualidad puede definirse como el conjunto de condiciones anatómicas, fisiológicas y sicológico-afectivas que caracterizan a cada sexo. También, como el conjunto de fenómenos emocionales y de conducta relacionados con el sexo, que pueden marcar de manera decisiva al ser humano en las fases de su desarrollo.

Desde una antropología integral se concluye que la sexualidad no es algo puramente biológico, sino que mira a la vez el núcleo íntimo de la persona. El uso de la sexualidad como donación física tiene su verdad y alcanza su pleno significado cuando es expresión de la donación personal del hombre y de la mujer hasta la muerte.

En efecto, cuando se habla de sexualidad humana, se habla de donación, no de compraventa; se habla de persona, no de mercancía; se habla de amor, no de dinero.

En concusión, la prostitución es una actividad humana, pero no un trabajo propiamente ducho que esté a la altura de la dignidad humana: porque no dignifica a nadie, convierte a quienes la practican en meros objetos, y no produce ningún bien a la comunidad, sino todo lo contrario.

Es necesario apuntar aquí que hay toda una cuestión cultural que transformar para que se entienda este paradigma. Los verdaderos hombres no pagan por sexo. Incluso en las familias  que se dicen cristianas hay resquicios de este estropicio machista cultural: los verdaderos varones no “debutan” con cualquiera. Por el contrario, los verdaderos hombres de bien son los que guardan la castidad hasta comprometer su vida para donarla a quien amen para siempre. Dios permita que todas las personas puedan realizar sus vidas en trabajos y en conductas que estén a la altura de la dignidad humana.


La Adopción: una misión de amor


por la Lic. Alejandra Mottola


La adopción es un desafío que vale la pena vivir. Los seres humanos estamos llamados al amor y cada vez que miramos y cuidamos a un pequeño, reconocemos al mismo Jesús.

Ser padres conlleva toda una misión, y aprender a serlo es una tarea ardua, independientemente de si se es un  padre biológico o adoptivo. Debemos destacar la inmensa labor que realizan todos aquellos adultos que se siente llamados a dar asistencia y protección a los niños que reclaman atención, ternura y educación. Pero es conveniente fortalecer esa vocación tan singular con el reconocimiento de cierto eventos que pueden ser comunes o que se susciten en los casos de adopciones, cuestiones que con asesoramiento, compañía y oración podrán ser afrontadas para bien del niño y de la familia.

Lo primero que se debe señalar es que dependiendo de la edad en que ocurra serán los aspectos a considerar. Para adopciones de niños de 7 u 8 años es conveniente el seguimiento de un sicólogo infantil durante el proceso inicial de adaptación. Todas las personas poseemos características cognitivas y emocionales que son consecuencia directa de una serie de variables, tanto internas cono externas, a saber:

·        Factor constitucional. Lo heredado (código genético de los padres y antepasados) y lo congénito (ambiente uterino: estado emocional, enfermedades y accidentes)

·        Experiencias infantiles. Sobre la base heredada se va construyendo una estructura de significados, una manera de pensar, sentir y actual según los acontecimientos vividos. Hasta los 6 años se construyen los patrones básicos de la personalidad (disposición) que se mantendrán a lo largo de la vida. El denominado apego” (o vínculo afectivo inicial) influye en la forma de vincularse y en el tipo de pensamientos, sentimientos y recuerdos que se generan en cada uno.

·        Factores desencadenantes. Sobre la disposición actúan dichos factores, que son aquellas situaciones externas al sujeto, ante las cuales cada persona reacciona de manera diferente. En este punto la adopción cobra gran importancia, ya que todo lo que le brindemos a nuestro hijo será un factor de protección que redundará en grandes beneficios para el desarrollo de su personalidad.


Los padres tiene expectativas, tanto afectivas como de desarrollo respecto de su nuevo hijo. Los adultos pueden sentirse desorientados y superados por reacciones y conductas que no acaban de comprender. En este marco, la mayoría de esas conductas deben ser entendidas en clave emocional, y potenciarse el vínculo a través de canales comunicativos eficaces. Actitudes básicas tales como saber escuchar, aprender a expresar la emociones y decir la verdad serán aspectos prioritarios. Los niños adoptados con sólo meses de vida no tendrán recuerdos del pasado, y a partir de los tres años empezarán a hacer preguntas. A ellos se les debe explicar su origen progresivamente, con naturalidad, evitando detalles dolorosos y destacando que siempre fueron deseados y esperados. Dicha información es conveniente que se  brinde antes de los 6 años de edad.

Además, es necesario disponer de recursos afectivos, espirituales, y asistenciales suficientes para afrontar el desafío. Esto redundará en una mejor calidad de vida para toda la familia.

Brindar una crianza fundada en valores y en la fe en Dios siempre nos dará esperanza, un nuevo sentido a la existencia, el más supremo: todos somos hijos del Padre y buscadores de su amor. Conocerlo, descubrirlo, ayudará con el bienestar psicofísico y espiritual de toda la persona.

Pidamos a San José, padre adoptivo de Jesús, su perfecta disponibilidad a la voluntad de Dios, su generosidad que no tiene medida. Que él logre transformar nuestro  corazón para que experimentemos que hay más felicidad  en dar que en recibir. Que nos regale sus serenidad, responsabilidad y perseverancia para llevar a delante nuestra misión de padres adoptivos.






Un poco de luz sobre Cincuenta sombras de Grey


 Lic. Mónica Moore
Dra. en Semiótica y Lic. en Ciencias Religiosas


Una de las estrategias de marketing más eficaces que utilizan los medios de comunicación es el erotismo, que moviliza dimensiones muy íntimas de las personas, zonas vulnerables de la personalidad, grietas por las que se filtran insatisfacciones, campos siempre delicados como el cuerpo, la sexualidad y la afectividad.

Un claro ejemplo de esto es la trilogía “Cincuenta sobras de Grey” llevada recientemente al cine, con gran difusión entre mujeres de toda edad y con llegada al público juvenil.

Como todo producto consumido (o comentado) masivamente por los jóvenes, constituye un desafío ineludible para padres y educadores. ¿Qué se les está ofreciendo? ¿Qué ideas o valores transmite? ¿Qué internalizan de ese mensaje los chicos, cómo lo procesan?

Son cuestiones que tenemos que animarnos a trabajar con ellos, capitalizándolas como instancias que nos permiten orientarlos y conocerlos más. Aunque el punto departida no sea positivo sino algo más bien muy controversial, como es el caso de esta historia erótica entre una joven universitaria y un joven empresario y multimillonario, cuya “propuesta amorosa” es el sadomasoquismo, práctica que es vertebral en el argumento.

A pesar de ese “detalle”, la película se estrenó el día de San Valentín, como para ligarla a la idea de  “romance”, mientras que los abusos sicológicos y emocionales que plantea se pretenden camuflar con glamour, actores atractivos y rodeados de lujos. Como para hacer creer que se trata de una relación sana y aceptable. En realidad es el caso de un joven a quien, de niño, trataron horriblemente y que, en efecto, confunde amor con dolor, por eso encuentra disfrute en la agresión a las mujeres. La chica, inmadura, inexperta y alucinada por el físico y la fortuna del galán, lo consiente en sus deseos perversos.

Un lugar para la ética

Cuando una producción cultural genera debate no faltan los que relativizan o evaden planteamientos éticos, con el argumento de que se trata sólo de una obra de arte y que, como tal, puede gustar o no gustar y que no tiene más alcance que eso. Este posicionamiento, sin duda funcional a los beneficios económicos que cosechan los creadores de ese tipo de mercancías, olvidan que se trata precisamente de eso: de mercancías, es decir, producciones discursivas cuyo despliegue de sentidos está condicionado por la lógica comercial (como sucede con la telenovela a la que estiran como un chicle cuando es el rating el que está demandando que la historia se prolongue).

Esta película es una muestra muy clara de que la obra está supeditada a las leyes del mercado; de hecha presenta un relato suavizado respecto a los libros, para que en las salas puedan ingresar personas desde los 16 años y, de esa manera, no renunciar al éxito de taquilla.

E estas inescrupulosas maniobras, no hay lugar para preocupaciones relacionadas con los procesos educativos que protagonizan los jóvenes. El mensaje, más bien, parece ser otro: “que cada uno lo tome como quiera, para eso somos libres”.

Los adultos sabemos que los adolescentes no pueden procesar solos este tipo de información. Intervenir como orientadores es un deber del que no podemos evadirnos. ¿Es necesario que leamos los tres libros y miremos la película para poder opinar con autoridad? Si nuestra crítica apuntara a lo cinematográfico deberíamos verla. Pero no es nuestro propósito. Del mismo modo que podemos expedirnos sobre lo nocivo de las drogas sin ser consumidores, en este caso alcanza y sobra con la información que circula sobre el contenido y el “mensaje” de la película; con lo que los chicos ya vieron y nos cuentan; con lo que escucharon y nos comparten.

En principio, es necesario subrayar que si de sadismo se trata, nada tiene que ver con el amor verdadero, postulado clave del que tenemos que partir y al que tenemos que arribar. De todas maneras, siempre es importante contar con algunas pistas. La siquiatra Miriam Grossman publicó una muy interesante reflexión sobre “Cincuenta sombras de Grey” (disponible en la en) en la que destaca, ante todo, que nada tiene esta historia de grey (en inglés, “gris”), sino que todo es absolutamente negro. Rescato las ideas principales que puntualiza a modo de máximas:

·        Es falso que los chicos gusten de chicas sumisas e inseguras. Un hombre sicológicamente estable quiere una mujer que sepa cuidar de sí misma. Y si su comportamiento no es aceptable, quiere que ella le ponga límites.

·        Es falso que elegir ser dañado por otro es una decisión aceptable. Se trata más bien de una decisión autodestructiva y, como tal, es una mala decisión. Esto se intensifica si la elección se hace desde la inexperiencia y bajo los efectos del alcohol.

·        Es falso que una relación pueda ser saludable si implica prohibir decir a los otros lo que está sucediendo en ese vínculo. Esto es manipulación, nada más opuesto al amor.

·        Es falso que los problemas emocionales de un abusador crónico puedan curarse con el amor de una joven. Si la chica se siente realizada ayudando a gente emocionalmente trastornada, que elija ser psiquiatra, no novia.


La Formación de la Voluntad como pieza clave en la educación




La voluntad es pieza clave del edificio de la personalidad. Desde el punto de vista natural, el valor de un hombre depende, en gran parte, del grado en que logra forjar su voluntad. Sólo en ella podrá imprimir un rumbo determinado a su vida, guiando y dominando todo su ser. Dicho de otro modo, será libre en la medida en que sea dueño y señor de sí mismo, en la medida en que guíe, encauce y domine sus pasiones, sentimientos e instintos, y actúe, por encima de las circunstancias externas, de acuerdo con los criterios que le presenta la razón iluminada por la fe.

La voluntad es la capacidad para tomar decisiones. La voluntad es el centro de mando de la persona. Es donde se determinan los planes a realizar; donde se rechaza lo desagradable; y donde se admiten sufrimientos o esperas pacientes. No se toman decisiones con la inteligencia ni con los sentimientos. La inteligencia da ideas y aclara las ventajas o inconvenientes de tomar una decisión. Los sentimientos inclinan hacia un lado u otro. Pero, al final, es la voluntad quien decide con base en todas estas sugerencias que ha recibido, porque es la pieza clave del edificio de la personalidad. Se podría decir que se es más hombre o se es hombre de verdad, por el dominio que se tenga de la facultad superior de la voluntad sobre los instintos.

La voluntad es la facultad que nos permite transformar nuestras ilusiones en hechos. Esta facultad, con la gracia de Dios, forma el eje de todo empeño espiritual, humano, apostólico e intelectual del hombre. Si un hombre sin ideal es un pobre hombre, podemos decir que un ideal sin formación de la voluntad es una utopía.

Considerado así, la formación de la voluntad es de máxima importancia. No puede faltar en la educación en las virtudes, ya que trabajar en la formación de la voluntad equivale a ejercitarla en querer el bien, en quererlo con presteza, eficacia y constancia.

La voluntad se fortalece con el tiempo. No se educa con grandes actos heroicos. Se cultiva con el esfuerzo de cada día, de cada hora. Por eso, el primer medio para formar la voluntad es el trabajo constante


Cualidades de una voluntad bien formada

·           Una voluntad bien formada es dócil a la inteligencia, es decir, está lejos del capricho y del irracionalismo. Debe llevar a la realización nuestras convicciones profundas bajo la luz de la razón iluminada por la fe.

·           Una voluntad bien formada debe ser eficaz y constante en querer el bien. No basta ser bueno de vez en cuando o cuando las circunstancias sean favorables para ello, se ha de perseguir el bien siempre y en todo lugar. Tampoco basta querer ser feliz o querer amar a Dios, la voluntad debe tener la eficacia de poner estos deseos en marcha.

·           Una voluntad bien formada tiene que ser tenaz ante las dificultades, no desesperarse ante ella, no aburrirse con el paso del tiempo, ni relajarse con la edad. Sabe convertir las dificultades en victorias, creciendo en su opción fundamental y en su amor real.

·           Un a voluntad bien formada implica capacidad de gobierno de todas las dimensiones de la persona con suavidad y firmeza.


Medios para la formación de la voluntad

Al hablar de los medios para la formación de la voluntad debemos tener presente que no se trata de trabajo represivo. Ciertamente, la formación de la voluntad requiere dominio de sí, pero no se trata de una acción puramente negativa, rechazar; se trata, ante todo, del querer. Por lo tanto, el esfuerzo es para que la voluntad esté polarizada por el amor a Dios y por la identificación con Cristo como modelo. No es cuestión de formar personas con mucho aguante ante el dolor físico o moral, sino de formar personas que amen mucho a Dios y que sepan plasmar este amor en hechos reales.

Debemos recordar que en toda esta obra se deben tener siempre presentes los motivos: el amor a Dios, la imitación de Jesucristo, la docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, la formación de una personalidad auténtica y madura. Esto es importante cuando consideramos el hecho de que la formación de la voluntad es uno de los campos más costosos en toda formación humana.

El perseguir un ideal resulta condición formativa indispensable. Su mejor elemento es desear alcanzar una formación en donde la voluntad esté polarizada por el amor.
El formador debe saber proponer a sus alumnos ideales altos y nobles, con metas concretas y alcanzables.

La formación de la voluntad implica siempre la renuncia. El formador deberá ayudar al formando a ejercitarse en la renuncia, no como un medio negativo, porque lo importante no es renunciar a un bien, sino saber optar por el bien mejor. El formador debe presentar la virtud como un bien mayor a alcanzar, aunque implique renuncia y sacrificio. Para ello debe proponer acciones y renuncias concretas como un plan específico para formar la voluntad.

El formador debe ayudar al formando a lograr una voluntad eficaz y constante. Puede proponer muchos modos de entrenar diariamente la propia voluntad:

·           Exigirse completar lo iniciado; poner especial atención en los detalles; proceder siempre con método y previsión sin dejarse llevar por la inspiración del momento.
·           Hacer las cosas con determinación sin dejar todo para mañana.
·           No tener que retractarse con demasiada facilidad de las resoluciones tomadas, cuidar siempre la palabra dada.
·           Exigirse a sí mismo pequeños detalles que requieren esfuerzo, como cuidar el orden en casa y en las escuela y la puntualidad.
·           Esforzarse en el aprovechamiento del tiempo; la dedicación al estudio y a las propias responsabilidades.
·           Realizar todos los deberes diarios con eficiencia y dedicación.
·           Saber sacrificarse; dominar los impulsos, obedecer con serenidad.
·           Decir siempre la verdad.
·           Renunciar al propio capricho optando responsablemente por el cumplimiento del deber.
·           Renunciar a dejarse llevar por el cansancio, el pesimismo o los sentimientos negativos.
·           Renunciar a la vida llena de comodidades y optar por la austeridad de vida, aun en cosas pequeñas y triviales.


En realidad, toda actividad humana representa una ocasión en que la voluntad puede salir fortificada o, al contrario, debilitada si se realiza con pereza o dejadez.


Agradecidos


por Carolina Arabetti de P. Yraola

El agradecimiento surge cuando somos conscientes de que hemos recibido algo que consideramos inmerecido. Al agradecer valoramos un regalo, un favor, un consejo. Incluso puede llegar a agradecerse una reprimenda, el silencio, o la vida. Si bien no hay formas estandarizadas para expresar la gratitud, la más tradicional es la palabra gracias, y esta puede estar llena de significado. Existen, además, numerosas maneras para demostrarla. Puede ser una mirada, un guiño, una sonrisa, un gesto con la mano. Cualquier indicio que señale que hemos recibido algo útil, provechoso, que nos alegra el corazón, es suficiente para hacerle saber al otro que reconocemos el “presente” que nos ha hecho.  No en vano la palabra regalo significa presente: nos hacemos presentes cuando hacemos un regalo.


Los vínculos más cercanos

La actitud agradecida realza lo cotidiano, embellece lo rutinario como un ramo de flores frescas en el living. Dentro de la familia, la gratitud albergará capítulo aparte porque, en la proximidad de los vínculos, podríamos caer en la trampa de creer que no es necesaria. Por el contrario, a mayor cercanía, necesitamos mayor cantidad de gestos que expresen que estamos conectados y permitan ver al otro que valoramos lo bueno que hace por nosotros.
Resulta más sano que, quien entrega, no espere que le agradezcan, y que el que agradece no especule con el “de nada”. Estas actitudes se dan con mayor naturalidad a medida que se ejercitan con frecuencia y de manera espontánea.


Una forma de recordar
Si usted es una de esas personas que tiene muy mala memoria, el agradecimiento le resultará un tanto arduo. Agradecer es hacer memoria, es pasar nuevamente por el corazón aquello que nos hizo bien, para devolvérselo al otro. La devolución corre por cuenta del agradecido: las palabras, la notita en la heladera, el mensaje de texto; e incluso vemos cada vez con más frecuencia ideas creativas como pasacalles, o los tributos. Cuando reconocemos públicamente –un grupo o un país- lo que alguien hizo por otra persona, estamos rindiendo homenaje, y esto estimula a otros a hacer lo mismo. En el recuerdo de aquellas situaciones que generan valor, la sociedad crece.

Rendir homenaje a aquellos que nos dieron la vida, nuestros padres, cuidándolos y acompañándoles en su vejez, también es ser agradecido.



Hay millones de pequeñas cosas por las que podríamos estar agradecidos, pero resguardados por nuestra escasez de tiempo, las idas y venidas, y el ruido diario, se nos pasan por alto. Si usted tiene la dicha inconmensurable de tener un hijo que corta el pasto, levanta la mesa u ordena el cuarto, nunca lo dé por sentado. Aunque como padres sabemos que estos mínimos quehaceres son sumamente pedagógicos y necesarios para la educación, el gesto agradecido eleva la obligación y la transforma imperceptiblemente en algo más placentero y agradable. 



La canonización de Don Bosco setenta y cinco años después

Por Don Enrico dal Covolo, sdb

Canonización de Don Bosco en Turín



El 1° de abril de 1934 -solemnidad de Pascua y conclusión del Jubileo extraordinario de la Redención- el Papa Pío XI proclamaba Santo al sacerdote turinés Juan Bosco, (1815-1888).

Finalizaba así el largo proceso de beatificación y canonización, iniciado en Turín el 4 de junio de 1890. La primera fase del "proceso ordinario", (llamado así porque es conducido bajo la responsabilidad del obispo ordinario del lugar) se concluyó el 1° de junio de 1897. Sólo diez años después, el 24 de julio de 1907, fue iniciado el "proceso apostólico" (romano). Este duró veinte años, hasta el 8 de febrero de 1927, y tuvo sus altibajos. Basta decir que el final de una reunión preparatoria -del 20 de julio de 1926- hizo creer a algunos que la causa de canonización ya no podría proseguir.

Pero ante el profundo interés que en esta causa tenía Pío XI -quien siendo un joven sacerdote había conocido personalmente a Don Bosco ("Nosotros estamos, con profunda satisfacción, entre los amigos personales más antiguos del venerable Don Bosco", así había dicho en una memorable audiencia, el recién electo Pontífice), motivo por el cual había conservado una grande estima por él- se hizo repetir la misma reunión pocos meses mas tarde, el 14 de diciembre de 1926.

El éxito de esta nueva reunión abrió el camino a los trámites posteriores: la llamada Congregación General ante el Papa (el 8 de febrero de 1927), y la consiguiente Lectura del decreto sobre la heroicidad de la vida y las virtudes del venerable Juan Bosco (el 20 de febrero de 1927).
Así, después de examinar los cuatro milagros entonces solicitados -dos para la beatificación y dos para la canonización-, se pudo proceder a la beatificación el 2 de junio de 1929 y, finalmente, a la canonización el 1° de abril de 1934.


Objeciones a su canonización

Las objeciones son bastante conocidas. Se trató sobre todo de la llamada "astucia" de Don Bosco, orientada, según el "abogado del diablo", a una ardiente pasión de éxito personal y de provecho económico. Entre estas también fue colocada -por los mismos motivos- la acusación sobre un cierto tipo de "enajenamiento" sobre los jóvenes, de "no transparencia" (son términos de hoy), en lo referente a asegurarse limosnas y herencias, y de desobediencia casi sistemática al arzobispo de Turín Mons. Gastaldi.

La contestación a estas objeciones provino -además de parte de los organismos establecidos para el proceso- de la suma autoridad del Papa. Por consiguiente, sobre todo las palabras de Pío XI, permanecen como un punto de referencia imprescindible para poder releer hoy el sentido profundo de la canonización de Don Bosco.

Al concluir el proceso romano, el 8 de febrero de 1927, el Papa dijo: "El venerable Don Bosco pertenece a la magnífica categoría de hombres elegidos entre la humanidad, a aquellos colosos de inmenso beneficio; su figura fácilmente se recrea cuando es analizada minuciosamente, rigurosa ante sus virtudes, tal y como sucedió en las precedentes –largas y reiteradas- discusiones, entonces sucede que la síntesis –reuniendo las líneas dispersas- la restituye bella y grande, una figura magnifica, que su inmensa, insondable humildad, no lograba esconder”.

Fin del proceso

Y finalmente, en la homilía del 1° de abril de 1934, el Papa hablaba sobre esta "magnífica figura" que viene solemnemente definida como el "apóstol de la juventud, completamente entregado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas", distinguiéndose por la audacia de conceptos y modernidad de medios dirigidos a la educación integral del hombre: educación que -según el pensamiento de Pío XI, en polémica no muy secreta con la cultura fascista de la época- no tenía que limitarse solamente a fortalecer el cuerpo, sino que debía contemplar a todo el ser, promoviendo la formación en las ciencias, sin descuidar jamás las verdades divinas y sobrenaturales.

Dicho en otras palabras, la canonización de Don Bosco invita irresistiblemente a los educadores de hoy a la validez perenne del sistema preventivo, basado en la razón, la religión y la “amorevolezza”, y destinado a la edificación del honesto ciudadano y del buen cristiano: un sistema educativo verificado, en poco más de un siglo, por una legión de campeones de la santidad juvenil como Domingo Savio, Laura Vicuña, los cinco jóvenes mártires de Poznań, Alberto Marvelli, los jóvenes mártires españoles, Ceferino Namuncurà...

Por esta causa, el sacerdote turinés Juan Bosco ha donado su vida, desafiando a los "entendidos" de cada época. Por ello ha ejercido heroicamente las virtudes. Por ello él es santo y permanece para siempre en la gloria de Dios.