La felicidad eterna




Don Bosco solía decir: “Hijos míos, procuren que, cuando sus cuerpos sean reducidos a cenizas, su alma esté feliz y dichosa en el cielo. Estén atentos para que sus pasiones no sean causa de  perdición. Pensemos, una vez siquiera, en un negocio de tan grandes dimensiones. Seamos cuerdos y no insensatos: correspondiendo a la gracia de Dios para salvarnos, para no llegar un día en el que tendremos que lamentar nuestra falta de sentido común. Yo quisiera entrar en el corazón de todos para quitar una idea y poner otra en su lugar. La idea que quisiera sacar de sus mentes es ésta: Tengo miedo de condenarme por mis pecados. Y la idea que quisiera poner en su lugar sería ésta: Confío en la bondad de Dios que me ayudará a ser feliz para siempre.”

Dondequiera que estuviese, a Don Bosco le preocupaba siempre el pensamiento de la salvación. En efecto, entre todos los negocios que preocupan a los mortales, no hay otro que  deba interesarnos más que el de nuestra felicidad eterna. Es la empresa más digna de nuestras preocupaciones pues se trata de ser eternamente feliz, o eternamente desdichado; de poseer a Dios o de perderlo para siempre. No puede haber asunto más digno de nuestra atención. Así se lo hizo saber el Señor a la hermana de Lázaro, con esta suave recomendación que encierra una de las más sublimes enseñanzas: Marta, Marta te preocupas por demasiadas cosas, pero una sola es necesaria….


Oh, Padre Don Bosco: Tú que entregaste lo mejor de tus energías y lo más selecto de tu espíritu por la salvación de las armas. Tú que arrastraste con varonil entereza todas las dificultades que se oponían al bien de las almas, no permitas que las nuestras sean presas del mal, sino que, animadas con tu ejemplo y auxilio, consigan un día vivir con su Creador en el esplendor de su gloria. Amén

María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros


La frase del mesLa Comunión devota y frecuente es el medio más eficaz para tener buena muerte y así salvar el alma.