por Remedios Falaguera
Licenciada
en Periodismo
San Pablo en camino hacia la Iglesia del Cordero
Mosaico de Marko Rupnik,s.j.
Sala de encuentros del centro de espiritualidad de la Comunidad Emmanuel en Lecce, Italia
San Pablo supo valorar el esfuerzo y la
responsabilidad de muchas mujeres necesarias para una efectiva evangelización a
favor de la comunidad cristiana.
"Os recomiendo a Febe, nuestra
hermana, que está al servicio de la iglesia de Céncreas, para que la recibáis
en el Señor de manera digna de los santos, y la ayudéis en lo que pueda
necesitar de vosotros: porque también ella asistió a muchos y, en particular a
mí”.
“Saludad a Prisca y a Aquila, mis
colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas para salvar mi vida,
a quienes damos gracias no solo yo sino también todas las iglesias de los
gentiles, y saludad a la Iglesia que se reúne en su casa”.
“Saludad a María, que se ha esforzado
mucho por vosotros […] Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan en el Señor.
Saludad a la amadísima Preside, que trabajó mucho en el Señor. Saludad a Rufo,
escogido en el Señor, y a su madre, que es también mía […] Saludad a Filólogo y
a Julia, a Nereo y a su hermana, y a los Olimpas y a todos los santos que están
con ellos. Saludaos unos a otros con un beso santo. Os saludan todas las
Iglesias de Cristo" (Rom 16, 1-16).
A pesar de que la situación de la mujer
en la Iglesia ha mejorado en los últimos tiempos, todavía se oyen voces que
opinan que quedan pequeñas diferencias para alcanzar la plena igualdad de
papeles entre varones y mujeres.
Tachado
de machista
Tal vez influidos por tendencias de
pensamiento que provocan no solo la rivalidad de sexos, sino que no reconocen
las diferencias entre el hombre y la mujer como elemento imprescindible para su
complementariedad, argumentan que la Iglesia necesita buscar una solución
rápida y acorde a los tiempos modernos. Esto no es nada nuevo.
San Pablo ya nos advierte de esto en las
consideraciones finales de este texto: "Os ruego, hermanos, que os cuidéis
de los que provocan disensiones y escándalos, contrariamente a la enseñanza que
habéis recibido.
Evitad su trato, porque ellos no sirven
a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio interés, seduciendo a los simples
con palabras suaves y aduladoras.
En todas partes se conoce vuestra
obediencia, y esto me alegra; pero quiero que seáis sabios para el bien y
sencillos para el mal. El Dios de la paz aplastará muy pronto a Satanás,
dándoos la victoria sobre él. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté vosotros".
(Rom 16, 17-20).
De hecho, para muchos es la base de
acusaciones machistas sobre la Iglesia, igual que le ocurrió a San Pablo,
considerado para muchos un retrogrado en el reconocimiento de la dignidad de la
mujer y su participación en la Iglesia.
Sin embargo, esta mala fama no tiene
respaldo. Al contrario. El apóstol, fiel seguidor de la novedad revolucionaria
de Cristo, rompe todos los moldes de la época impulsando la reivindicación
femenina en la Iglesia.
San
Pablo contaba con las mujeres
San Pablo, quien tuvo para con la mujer
una particular consideración y confianza, no dudó en demostrar a lo largo de su
vida con palabras y gestos llenos de amor y aceptación, no solo que la mujer es
la compañera que Dios quiso para el hombre (Gen.2, 18), sino que es portadora
de unas cualidades específicamente femeninas, consideradas como autentico
patrimonio para la humanidad y para la Iglesia, e imprescindibles para sembrar
el Reino de Dios por todos los confines de la tierra.
Para ser justos, habrá que reflexionar
sobre el cariño y la predilección que San Pablo siente por las mujeres que se
cruzaron por el camino a lo largo de su misión, ayudándole y colaborando como
miembros activos en la formación y en la edificación de las primeras
comunidades paulinas.
De hecho, a ellas las recuerda y las
saluda en sus cartas por sus nombres, resaltando su protagonismo en la misión y
reconociendo su inestimable ayuda, lo cual indica que, con la misma dignidad
que aporta reconocer que hombres y mujeres son hijos de Dios, a pesar de que
tienen características diferentes, San Pablo supo valorar el esfuerzo y la
responsabilidad de muchas mujeres necesarias para una efectiva evangelización a
favor de la comunidad cristina.
Un
papel específico e insustituible
Es precisamente la "capacidad de
acogida del otro" la cualidad más concreta e insustituible de la mujer.
Por ello no es de extrañar el papel fundamental que jugaron las mujeres, y
juegan, hoy mas que nunca, en las comunidades cristianas.
Leer los textos de San Pablo con ojos de
mujer, de una mujer del siglo XXI, que pretende gastarse diariamente para que
"Cristo reine en la tierra", supone descubrir la grandeza y la
sencillez de muchas de las mujeres que acompañaron y colaboraron con San Pablo
a lo largo de su misión.
Algunas de ellas de forma silenciosa
"gastándose" por cumplir la voluntad del Señor, desempeñando un
efectivo y precioso papel en la difusión del Evangelio, y que el apóstol
menciona en sus textos.
Algunas
mujeres a las que San Pablo cita en sus cartas
Por ello, no quisiera finalizar –me
parece que es un deber de justicia para con ellas–, sin recordarlas, aunque sea
brevemente, ya que ellas son un ejemplo para hacer del Evangelio la regla
fundamental de la vida familiar.
Claudia: "Te saludan Eubulo,
Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos" (2 Tm 4, 21). Pablo, a lo
largo de esta carta a Timoteo, destaca la importancia de las mujeres. Un
ejemplo concreto es Claudia, de la que manda saludos a Timoteo. Parece ser que
Claudia fue una de las mujeres valientes que ayudaron al apóstol durante su
dura encarcelación y soledad poco antes del martirio en Roma.
Cloe: "Os conjuro, hermanos, por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no
haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma
mentalidad y un mismo juicio. Porque hermanos míos estoy informado de vosotros,
por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros. Me refiero a que cada
uno de vosotros dice: "Yo soy de Pablo", "Yo de Apolo",
"Yo de Cefas", "Yo de Cristo"" (Cor 1, 10-12).
No sabemos si "Los de Cloe"
son familiares, amigos o siervos de esta respetable mujer. Pero como señala san
Pablo parece que el juicio y las palabras de ésta tenían no solo fundamento sino
autoridad moral para el apóstol. Ya que, tras ellas no dudó en "dar un
toque" a la unidad de la comunidad de Corintio.
Mujer anciana: "Pero tú habla lo
que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios,
serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas
asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino,
maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a
sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a
sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada". (Tito 2,
1-5).
Apfia: Una mujer que debía ocupar un
papel de importancia en la Comunidad ya que es a la única que nombra en esta
carta: "Pablo, prisionero por Cristo Jesús, y Timoteo, [nuestro] hermano,
a Filemón, amado nuestro y colaborador, y a Apfia, nuestra hermana, y a
Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la congregación que está en tu casa:
Que tengáis bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo". (Filemón 1, 1-3).
Evodia y Síntique: "Por eso,
hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, vosotros que sois mi
alegría y mi corona, amados míos, perseverad firmemente en el Señor.
Exhorto a Evodia y a Síntique a que se pongan
de acuerdo en el Señor. Y a ti, mi fiel compañero, te pido que las ayudes,
porque ellas lucharon conmigo en la predicación del Evangelio, junto con
Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de
la Vida. (Filipenses 4, 1-3).
El llamamiento que Pablo a la concordia
mutua da a entender que las dos mujeres desempeñaban una función importante
dentro de esa comunidad. Como señala Benedicto XVI, hace suponer que la gran
influencia de ambas en la Iglesia de Filipos tenia efectos de distanciamientos
entre los miembros de la comunidad.
Por tanto, no es de extrañar que San
Pablo les corrija en la misma carta diciendo: "Si la exhortación en nombre
de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la
comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, os ruego que hagáis
perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tened un mismo amor, un mismo
corazón, un mismo pensamiento. No hagáis nada por rivalidad o vanagloria, y que
la humildad os lleve a estimar a los otros como superiores a vosotros mismos.
Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los
demás".
Ninfas: "Saludad a los hermanos de
Laodicea, especialmente a Ninfas y a la Iglesia que se reúne en su casa".
(Colosenses 4, 15). Ninfas fue una de las mujeres que prestó su casa como lugar
de oración para los cristianos de Laodicea. Una pequeña Iglesia que se
convirtió en la familia de Dios, donde todos somos hijos de un mismo Padre y en
donde recibimos la gracia de Dios para convertir nuestra vida en mensajeros de
paz y de alegría. La alegría de ser hijos de Dios.
San Pablo rompe todos los moldes de la
época impulsando la reivindicación femenina en la Iglesia.