La amabilidad de Don Bosco





Don Bosco considera la amabilidad como elemento esencial de su pedagogía, según la advertencia del primer sueño: “No con los golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad, habrás de ganarte a estos amigos tuyos”.

La mansedumbre está en el trato exterior, mientras que la caridad está adentro, en el corazón. Querer bien a los jóvenes y tratarlos bien son los dos requisitos esenciales de la amabilidad.

Los jóvenes, enseña Don Bosco, tienen necesidad de saber que son queridos; sólo entonces retribuyen el afecto con la confianza, y permiten al educador influir sobre ellos. ¡Cuánto perjudican, desgraciadamente, los arrebatos nerviosos, las impaciencias, las explosiones de ira! A veces basta una sola de estas intemperancias, para que un joven cierre su corazón para siempre. Don Bosco advierte: “Superiores amables lograrán, todos juntos, atraer a un joven; pero basta que uno sea lo contrario para alejarlos a todos”.

El educador salesiano debe entonces corregir amablemente. El corregir se reduce a tres cosas: reprender, castigar, alejar. Y en ninguna de ellas está excluida la amabilidad.

La amabilidad en reprender evita la presencia de extraños, excepto que se haya de reparar un escándalo público. Tampoco se reprende enseguida después de la culpa, para que el joven no tome la corrección creyendo que se obra por pasión. Quien corrige, no habla con enojo, no levanta la voz, sino que emplea un tono sosegado, paternal, a fin de que el culpable comprenda su yerro. Y después de la reprensión, perdona de corazón, olvidando y haciendo olvidar.

Como educar -según Don Bosco- es cosa del corazón, la amabilidad y la bondad de corazón dictan que donde sea posible, no se castigue nunca; y cuando sea necesario, jamás castigar violentamente, ni con golpes ni injurias.

En los casos extremos, en los cuales es preciso alejar al culpable del ambiente, la amabilidad logrará que el inadaptado admita la necesidad de esa disposición extrema y que se facilite un conveniente arreglo.

La amabilidad es el secreto del éxito y de la alegría en la educación de los jóvenes. Pero la amabilidad no es sólo fruto del carácter y de la inclinación natural, sino que exige dominio del propio humor y de los nervios, y sobre todo, espíritu de fe que nos haga ver a Jesús en todos los niños, en especial en aquellos por naturaleza menos dotados y menos simpáticos.
Con razón se dijo que Don Bosco tuvo:
de pedagogo, lo estrictamente necesario.
de guardia civil, nada.
de padre, todo.