El Gozo de la Resurrección: somos como las mujeres de Jerusalén que transmitimos la buena noticia.

Comunicación al Directorio Nacional- 20/4/2022


A las mujeres que se quedaron junto a la tumba del Maestro, el ángel que custodiaba la entrada les encomienda que vayan a comunicar a los apóstoles la buena noticia. Y a María Magdalena, que vuelve a la tumba después de avisar a los discípulos, es el propio Señor quien se le aparece. Es decir, que el primer anuncio de la Resurrección se hace a las mujeres, y la primera aparición del Resucitado a una mujer. Es para nosotras, las mujeres un privilegio, el de ser las primeras testigos de Jesús vivo, y las primeras comunicadoras del prodigio.

Y esto lo atestiguan:

Mt 28,7: vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán»

Mc16,7: Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho

Lc 24,9: Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás

Jn 20,18: María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

 

Pero además de un privilegio gratuito y generoso de Jesús para con nosotras, comporta una responsabilidad tremenda, pues, comunicar la Buena Nueva no se limita a divulgar la noticia, la novedad de que el sepulcro estaba vacío y el Señor vivo, sino que implica una invitación concreta a transmitir y extender el mensaje de Jesús. Las mujeres debían transmitir a los discípulos que se pusieran en marcha hacia Galilea para encontrarse con Jesús Resucitado, quien allí les dará la misión, según dice Marcos 16,15: Vayan por el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.

Las mujeres también debían hacer esa marcha a Galilea. Una marcha espiritual, si se quiere, ya que no les competía el sacerdocio encomendado a los apóstoles, pero sí el asumir, como los apóstoles, la responsabilidad de multiplicar la palabra, de seguir la misión, y con su protagonismo, se transforman las mujeres en paradigma del discipulado.

 

Y decimos bien, protagonismo, pues la presencia de la mujer en la misión encomendada por Jesús, nunca se redujo a la de simple y anónima colaboradora. Siempre, a lo largo de la historia del pueblo elegido, la mujer tuvo un papel preponderante. Recordemos a Sara, a Rut, Ester, la madre de los macabeos, Judit, que venció a Holofernes, Débora, profetisa, la virtuosa Susana…. Y más tarde, en las primeras comunidades cristianas, las mujeres participaron de manera directa y comprometida. El libro de los Hechos y las cartas de San Pablo nos hablan de varias mujeres involucradas en la evangelización, y recuerda sus nombres: Priscila, Febe, Junia, Cloe, que participaron activamente en el movimiento misionero.

 

En cuanto a la misión, recordemos que Cristo no presentó a los apóstoles la tarea de la evangelización como una opción, como una posibilidad, sino como un mandato imperativo.  Y es una misión que debe ser llevada a cabo por todos los que constituyen la iglesia, cada uno según su condición. Nuestra condición femenina tiene un espacio en el plan de transmitir la Buena Nueva.

Lo primero que tenemos que definir, para poder cumplir con el mandato, es nuestra identidad: mujeres, salesianas, laicas. Esta es la cuestión capital, punto de partida de toda la acción que emprendamos.

 No ahondaremos en nuestra índole femenina de raigambre salesiana pues es una cuestión que tenemos internalizada. Pero sí importa recalcar nuestra condición laical, esto es una vocación singular, no religiosa ni clerical, que intenta llevar el mensaje cristiano a todas la realidades terrenas-familia, trabajo, profesión, actividad social, política, económica, científica-y convertirlas en ocasión de encuentro de Dios con los hombres. Se trata de animar el orden temporal, animación cristiana del orden temporal, para hacerlo más humano.

En este tercer mileno que ya lleva dos décadas de nacido, en una sociedad que parece huir de Dios, hemos sido llamadas a realizar una nueva evangelización tal vez en las situaciones más sencillas y comunes de todos los días, pero con la exigencia de una coherencia heroica de vida. Queremos y debemos ser sal, luz y fermento de la tierra, y por eso no podemos ser insípidas, por ello tenemos que asemejarnos a los primeros cristianos: transmitir la verdad con la palabra, y con el ejemplo, haciendo de toda nuestra vida, un apostolado.

Como Damas salesianas estamos llamadas a rehacer el tejido, el entramado cristiano de la sociedad humana.

Vivimos un tiempo de revolución de las comunicaciones, pero no de aumento de comunión. Hay situación de individualismo, de soledad, de masificación anónima, y por eso mismo, de gran necesidad de amistades verdaderas.  Sólo un amor más grande que el de nuestra medida humana puede ser fundamento y energía para la reconstrucción de vínculos de solidaridad, de comunión, de fraternidad.

Anunciar la Buena Nueva en esta época de desafíos dramáticos será para las ADS abrir caminos al Bien, La Verdad y la Belleza, dilatar la caridad en las ciudades donde nos toque vivir, respetar la dignidad de la persona, inculturar el Evangelio como fuerza de liberación.


En el contexto del misterio pascual, el mandato misionero es encargo de compartir con los demás los dones recibidos. La misión se realiza en el mundo, creado por Amor, pero que se encuentra frecuentemente bajo el dominio del pecado, del egoísmo personal o colectivo. La fe en Cristo crucificado y resucitado es capaz de transformar el mundo según el proyecto de Dios, porque el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo, que da sentido a la existencia, y que va más allá de las fronteras geográficas, culturales, históricas, sociológicas. Por eso la misión es universal, y tiende a hacer a de toda la humanidad una familia que refleje la caridad de Dios y que comparta fraternal y solidariamente los bienes entre todos los pueblos.

Ahora bien, es importante considerar que la actividad de caridad, de servicio, de promoción humana, no se diluya en una organización asistencial. Cualquiera puede hacer asistencia, cualquiera regalar dinero, comida, ropa, medicamentos, dar educación, etc. Aunque sea ateo, impío. Nosotras tenemos que hacer la diferencia. Lo nuestro no es simplemente servicio, es diakonía, es entrega del corazón junto con el servicio; es denuncia testimonial del Reino, es saciar el hambre de Dios.

Porque se trata de salvar almas. Tradicionalmente, la colaboración en el anuncio de la salvación ha utilizado la expresión salvar almas. San Pedro y San Pablo decían: Me desgastaré en la salvación de las almas. Y nuestro Don Bosco también: Dame almas y puedes quitarme todo lo demás. (Da mihi animas, cetera tolle).

Que en esta octava de pascua que estamos transitando, se nos contagie el anhelo de Don Bosco y con la ayuda de María Auxiliadora, podamos continuar y perfeccionar nuestra misión de ser sembradoras de esperanza: las nuevas mujeres de Jerusalén que transmitimos la Buena Noticia.

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Comunicaciones

  



La Esperanza nos impulsa-Comunicación a la Asamblea ADS 22/10/2021

La más antigua filmación salesiana

 


Por Francisco Motto, sdb

Director del Instituto Histórico Salesiano de Roma

 

La más antigua filmación relacionada con los salesianos data de 1910.  Esta primicia no podía sino abarcar Valdocco, los cuartos de Don Bosco y distintos templos —capilla Pinardi, San Francisco de Sales, María Auxiliadora—, los antiguos pórticos, los patios, la entrada y obviamente los rostros de los primeros salesianos: los jóvenes que el mismo Don Bosco había recibido y que luego convivieron con él.

Los archivos “fotográficos” salesianos están guardados en el Museo Nacional del Cine de Turín para ser digitalizados. Recientemente, emergió una conmovedora filmación en blanco y negro que toma los momentos significativos de los funerales de Don Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco, que se realizaron del 6 al 9 de abril de 1910. Todo está realizado con una inteligente colocación de la filmadora en diversos lugares de Valdocco, en la plaza María Auxiliadora y en un barrio aledaño. En 2020 se completó la restauración de esta filmación.

 

¿Qué vemos en el video?

Ante nosotros desfilan en primer lugar las imágenes del 7 de abril, con el féretro de Don Rua vestido con sotana, sobrepelliz —atuendo blanco que va sobre la sotana— y estola, expuesto en la iglesia de San Francisco de Sales, y una multitud que se amontona para honrarlo.

El 8 de abril aparece la princesa Leticia de Savoia, que abandona la Iglesia de María Auxiliadora saludada por los salesianos más eminentes y los demás uniformados que acompañan la carroza real. Vemos también una iglesia adornada de luto, con el féretro colocado en un muy modesto catafalco bajo la cúpula y seis cirios, algunas velas, sin ninguna flor, donde hacía poco se había asistido con autoridades civiles y religiosas de la ciudad, ceremonia con la presencia del obispo salesiano Marenco, de Massa Ferrara, acompañado por los obispos de Ravena y de Nusco.  

A las 16:00, mientras el sol resplandece en el cielo, y los Alpes muestran sus recientes y centellantes nieves, el cortejo toma la actual avenida María Auxiliadora, las calles Biella, la avenida Reina Margarita, las calles Ariosto y Cottolengo hasta volver a la iglesia. La larga procesión va presidida por muchos jóvenes, las bandas de músicos, las asociaciones y confraternidades y un numeroso grupo de clero con hábito talar y sobrepelliz. A los lados se ven personas de la nobleza, del foro, del ejército y los superiores salesianos, luego exalumnos eclesiásticos y una numerosa multitud de gente.

La gran procesión —más de cien mil personas— ocupa la Vía Reina Margarita, mientras sigue la vida cotidiana de Turín y la gente que pasa saluda el féretro. A las 17:45 se vuelve al santuario, donde el arzobispo celebrante da la absolución a los restos, y a las 20:00 el féretro es nuevamente colocado en la iglesia interior.

Por la tarde del día siguiente, llevado en espaldas fuera de la pequeña iglesia, el féretro es depositado en una carroza fúnebre, seguida por un pequeño cortejo de coches con Don Rinaldi y Don Albera, los miembros del Consejo Superior, destacados cooperadores y bienhechores, todos tomados por los cercanos cameraman. Llegados a Valsálice, el ataúd es depositado en la galería delante de la entrada a la tumba de Don Bosco, antes de ser colocado en el nicho de la pared de derecha. Con la imagen del nicho se cierra el breve filme.

Allá los restos mortales de ambos estarán colocados hasta el día de la beatificación del futuro santo (1929) y del inicio del proceso apostólico del futuro beato (1939). Entonces ambos serían llevados nuevamente a la Basílica de María Auxiliadora, ahora adornada con la nueva cúpula y un nuevo altar.

Cada uno podrá escoger la secuencia que más le gusta de la filmación. A mí me llegó al corazón el momento en que el féretro es sostenido con amor por jóvenes salesianos, por los cooperadores y amigos, encabezados por Felipe Rinaldi, vestido de ornamentos sacerdotales —sotana negra, sobrepelliz blanca y estola violeta—. A su lado, el secretario del Capítulo Superior —el famoso Don Juan Bautista Lemoyne— que gesticula para “dirigir el tráfico”, los consejeros Barberis, Albera, Cerruti, Bertello, Piscetta, Francesia, el director Marchisio, y tantos otros salesianos de la primera hora. Ellos llevan a la iglesia de María Auxiliadora para el solemne entierro a su segundo padre, Don Rua aquel que había hecho “todo a medias” con Don Bosco, y que ahora lo volvió a alcanzar en el cielo.

 

El video puede verse en el siguiente link: https://vimeo.com/405375201 (¡Paciencia, pues a veces demora un poco para abrirse!)


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Profundizando el Aguinaldo

 


San Francisco de Sales Comunicador:  Peregrinación interior, sabiduría en el arte de comunicar

Este es el primero de seis artículos escritos por el padre Gildasio Mendes, Consejero General para la Comunicación Social, escritos en línea con la propuesta del Rector Mayor de seguir profundizando el tema del Aguinaldo 2022, “Hacer todo por amor, nada por fuerza”.

 

“Todo en la Iglesia es amor: todo vive en el amor, por amor y para el amor”

Es con esta expresión que San Francisco de Sales, único en su tiempo, inició una verdadera revolución en la forma de comunicar. La palabra comunicación es la clave de la teología y espiritualidad del santo, que hizo una peregrinación interior en la búsqueda sabia y amorosa de Dios.

La comunicación como clave interpretativa de la vida y doctrina de San Francisco de Sales remite a una riqueza y multiplicidad de aspectos que encuentran su fundamento en la teología del misterio trinitario, en el que el hombre por gracia y vocación está llamado a participar. Francisco de Sales encarna un modelo de comunicación que, tanto en su contenido como en su dinámica, se inspira en el Evangelio.

Sobre este fundamento se asienta y desarrolla la capacidad y el arte de Francisco de Sales para relacionarse con las personas, consideradas en su contexto de origen, en su formación, en su historia, en su esfuerzo existencial y en las más auténticas aspiraciones. Para él, comunicar significa hacerse don de sí mismo para el otro, volviéndolo partícipe de su propia experiencia y estableciendo auténticas relaciones de amistad. De hecho, la comunicación es eficaz sólo cuando se es capaz de crear vínculos, ocasiones de encuentro, proximidad. La comunicación es fecunda cuando permite la comunión y el intercambio de experiencias.

Francisco parte de un principio fundamental: Dios comunica a través del amor, por amor.

Este amor es un don de Dios para sus criaturas, que responden libremente a este amor con espíritu filial, entrega amorosa y compromiso gozoso que se traduce en un camino de santidad, colaborando con el proyecto de Dios en el mundo.

Con esta visión arraigada en la noción del don y la gratuidad del amor de Dios, Francisco de Sales ha abierto un camino original de espiritualidad, de arte comunicativo y de acción pastoral.

San Francisco es un comunicador que vivió su vida y creó sus obras con creatividad e intensidad. Esto demuestra su importante y decisiva forma de comunicar, que sigue siendo actual hoy: vivir una vida espiritual abierta al dinamismo interior del corazón y del alma, en unión con Dios, al servicio de los demás.

 

San Francisco de Sales, nacido en 1567, era hijo del Señor de Boisy, una antigua y noble familia de Saboya. Vivió a finales del siglo XVI y principios del XVII, participó en momentos y acontecimientos de gran cambio cultural, social, político y religioso. Supo comprender las grandes transformaciones de la sociedad, de la cultura y dialogar con las corrientes místicas, culturales y educativas de su tiempo.

La formación de Francesco fue muy completa, extensa y profunda. En París cursó sus estudios superiores, dedicándose también a la Teología, y en la Universidad de Padua siguió los de Derecho, que los concluyó brillantemente con la licenciatura en Derecho Canónico y Derecho Civil.

A través de sus escritos, cartas, sermones, oraciones y poemas podemos interpretar algunos aspectos de su grandeza interior, de su visión de Dios y del mundo, y con sus opciones y decisiones, resaltar algunas ideas sobre su vocación y misión de comunicador.

Cuando hablamos de San Francisco como comunicador, se hace necesaria inicialmente una pregunta: ¿por qué la Iglesia eligió a San Francisco de Sales como patrón de los periodistas y escritores católicos?

El 26 de enero de 1923, el Papa Pío XI proclamó a San Francisco de Sales patrón de los periodistas y escritores católicos. La Iglesia reconoce en su vida y en su obra una referencia para el mundo de la comunicación.

Así lo describió el Papa Pablo VI, en su carta apostólica Sabaudiae Gemma, del 26 de enero de 1967:

"San Francisco de Sales es un hombre de aguda intuición mental, inteligencia fuerte y clara, juicio penetrante, increíble cariño y bondad, dulzura sonriente de rostro y palabra, ardor silencioso de espíritu siempre laborioso... sublime elevación de su mente y amor a la belleza, ávido de dar a los demás los bienes más elevados: el cielo y la poesía…”.

El Papa Benedicto XVI, al escribir sobre San Francisco de Sales se refiere al gran valor de sus escritos para la Iglesia.

“En una época de intenso florecimiento místico, el Tratado sobre el amor de Dios es una verdadera summa, y al mismo tiempo una obra literaria fascinante. Su descripción del itinerario hacia Dios parte del reconocimiento de la 'inclinación natural' inscrita en el corazón del hombre, aunque pecador, a amar a Dios sobre todas las cosas.

De acuerdo al modelo de la Sagrada Escritura, San Francisco de Sales habla de la unión entre Dios y el hombre desarrollando toda una serie de imágenes de relaciones interpersonales. Su Dios es padre y señor, esposo y amigo, tiene características maternales y de nutrición, es el sol del cual hasta la noche es una misteriosa revelación”.

San Francisco fue un escritor innovador y original. Sus principales obras son la Introducción a la vida devota (Filotea), su primera obra pastoral muy difundida y traducida a numerosos idiomas, y el Tratado sobre el amor de Dios, uno de los textos de mayor influencia en la literatura cristiana y en la espiritualidad de la Iglesia. Estos dos textos han contribuido enormemente a la vida espiritual de la Iglesia e inspirado varias escuelas de espiritualidad. Sus cartas, de estilo familiar y afectivo, son verdaderos tesoros de acompañamiento espiritual y de vida de oración. Sus homilías y sermones, con un estilo sencillo, profundo e íntimo, son hasta el día de hoy un testamento espiritual para todas las generaciones.

Cuatrocientos años después de su muerte, su visión y estilo de comunicación siguen vigentes y vivos en la vida de la Iglesia.

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Una vida en Malvinas: La hermana María Ussher, Hija de María Auxiliadora

 Por Ana María Fernández, hma

 

La comunidad de las Hijas de María Auxiliadora en 1916. 
En el centro, la Hna María Ussher


 “Stanley, miércoles 3 de junio de 1942. Probablemente se parta hoy para Puntarenas—apunta la cronista de la casa “Saint Mary School”, de las islas Malvinas—. Debo hacer notar una coincidencia bien excepcional. La Reverenda Directora, sor María Ussher, cumple hoy 33 años de su llegada a esta Isla y ahora, en la misma fecha 3 de junio, parte casi con la seguridad de no regresar nunca más”. La historia le daría la razón.

 

Recibida por el viento y el frío

 

Sor María, en efecto, había llegado al puerto el 3 de junio de 1909. Tenía 39 años. Sabía bien el inglés porque pertenecía a una de esas familias irlandesas que en el siglo XIX se habían instalado en el norte de Buenos Aires y otras zonas del litoral. Nadie la esperaba porque ni las hermanas ni el padre Migone estaban avisados. Solo el frío y el viento del invierno le dieron la bienvenida. Las comunicaciones con las islas eran muy difíciles.

La llegada a la comunidad le trajo el sol y la calidez de la familia. Todas se alegraron muchísimo con la sorpresa: ¡eran tan pocas y las necesidades tantas! Con suerte las superioras de Punta Arenas, Chile, podían venir una vez al año—la fundación se había realizado desde esa ciudad, otra opción hubiera resultado imposible por las enormes distancias—. La casa se había abierto el 31 de enero de 1907 y desde entonces cuatro hermanas debían hacerlo todo: ocuparse de la escuela doblemente mixta —niñas y niños, católicos y protestantes—, del oratorio y alguna asociación, de la ornamentación y el canto parroquial, la limpieza del templo, las visitas a las familias, las necesidades de la casa, el corral.

El año siguiente la hermana María fue nombrada ecónoma y ocho meses después asumió el cargo de directora. No sabía que lo sería por 32 años.

 

Del campo bonaerense a las islas

 

Había aprendido a leer y escribir en casa, en su Baradero natal. Doce hermanos eran muchos para que todos pudieran ir a la escuela. Ella era la tercera. Pronto había adquirido destreza en las tareas domésticas, sobre todo con la aguja y se había convertido en la modista de la familia. Dos de sus hermanas menores, Ana y Catalina, habían podido responder a su vocación religiosa en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Ella lo haría más adelante y Tomás, uno de sus hermanos, sería salesiano. Ahora tenía ya 13 años de vida religiosa y un poco de experiencia como directora porque había desempeñado el cargo algún tiempo en San Nicolás de los Arroyos. Pero este era otro mundo.

En seguida sus tareas fueron de lo más variadas. Se levantaba bien temprano para encender el fuego con el peat—una especie de turba abundante en la zona—y calentar las habitaciones heladas para que las hermanas encontraran la casa más templada y los niños se hallaran más a gusto. Después de la Misa y el desayuno comenzaba la escuela. Sor María era de las maestras más codiciadas debido a su dominio de la lengua y su gentileza de trato. Era importante estar a la altura de las exigencias de las autoridades escolares para que las dejaran trabajar en paz y también para atraer a las familias y, con ellas, más niños y niñas a quienes hacer el bien y preparar a los sacramentos.

 

Maestras, misioneras, servidoras

 

Los padres, en efecto, apreciaron pronto las bondades del sistema educativo de las hermanas, los teatros y paseos, la calidad de la enseñanza y los bordados, la transformación que vieron en la conducta de sus hijos, y comenzaron a mirarlas con simpatía, a colaborar con ellas.

Pero las actividades misioneras de María no se ceñían a las obras estrictamente catequísticas o educativas. Las hermanas habían descubierto que la gente apreciaba muchísimo ser visitada en los propios hogares. Allí iba la directora acompañada por una compañera, aunque en el Instituto no se estilaran tales visitas.

Cuando en 1912 el buque Oravia chocó en el puerto con una gran roca y comenzó a hundirse, la comunidad alojó en casa durante varios días a cerca de cuarenta inmigrantes de tercera clase, proveyéndolos de alimentos, vestidos y alojamiento hasta que pudieron ser recogidos por otra embarcación. Dos años después, en plena guerra mundial, desoyendo la orden de retirarse al interior de la isla, las hermanas, con sor María a la cabeza, se convirtieron en enfermeras de guerra para asistir a los heridos tras un combate naval entre ingleses y alemanes, ocurrido el 8 de diciembre de 1914 muy cerca de la costa.

Una hermana que vivió junto a sor María durante veinte años escribe: “Su vida fue eminentemente de misión; misión de sacrificio cumplido a la sombra de la humildad. Dotada de un fino criterio y un profundo espíritu religioso, sembró su camino de buenos ejemplos, más que de palabras”.

Uno a uno pasaron los 33 años. Cuando, ya cerrada la misión en las islas, la comunidad se transfirió a Punta Arenas, sor María tenía 71 años y mucho cansancio. Al salir una tarde de una academia realizada en el salón de actos, no vio el escalón, se cayó y se fracturó una pierna. Tras una dolorosa pero exitosa cura pudo embarcarse hacia Buenos Aires. Allí, en la comunidad de Almagro, falleció serenamente el 5 de marzo de 1949.


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Papel de las comunicaciones sociales e incumbencias de la familia

 


Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II

para La XIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Vaticano, 1 de mayo de 1980


 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

 

La Iglesia católica celebrará el próximo 18 de mayo, la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, conforme a lo dispuesto por el Concilio Ecuménico Vaticano II; uno de los primeros documentos del mismo estableció que cada año, en todas las diócesis, tenga lugar una Jornada, en la cual los fieles recen para que el Señor haga más eficaz el trabajo de la Iglesia en este sector y en la cual reflexionen sobre sus propios deberes y contribuyan con una oferta al mantenimiento e incremento de las instituciones e iniciativas promovidas por la Iglesia en el campo de las comunicaciones sociales.

En el curso de estos años, la Jornada ha adquirido cada vez más importancia. Son muchos los países en que católicos y miembros de otras comunidades cristianas se han asociado para celebrarla, dando así un ejemplo oportuno de solidaridad, conforme al principio ecuménico de "no hacer separadamente lo que pueda hacerse juntos". Por ello, tenemos que estar agradecidos al Señor.

 

Los mass-media y la familia 

Este año, en sintonía con el tema del próximo Sínodo de los Obispos, que considerará las cuestiones referentes a la familia en las cambiantes circunstancias de los tiempos modernos, se nos invita a prestar atención a las relaciones entre mass-media y familia. Un fenómeno que afecta a todas las familias, incluso en su intimidad, es precisamente el de la amplia difusión de los medios de comunicación social: prensa, cine, radio y televisión. Es ya difícil encontrar una casa en la que no haya entrado al menos uno de tales medios. Mientras, hasta hace pocos años, la familia estaba compuesta de padres, hijos y por alguna otra persona unida por vínculos de parentesco o trabajo doméstico, hoy, en cierto sentido, el círculo se ha abierto a la "compañía", más o menos habitual, de anunciadores, actores, comentadores políticos y deportivos, y también a la visita de personajes importantes y famosos, pertenecientes a profesiones, ideologías y nacionalidades diversas.

Es éste un dato de hecho que, si bien ofrece oportunidades extraordinarias, no deja de esconder también insidias y peligros a los que no hay que quitar importancia. La familia se resiente hoy de las fuertes tensiones y de la desorientación creciente que caracterizan el conjunto de la vida social. Han venido a faltar algunos factores de estabilidad que aseguraban, en el pasado, una sólida cohesión interna y —gracias a la completa comunidad de intereses y necesidades y a una convivencia que, con frecuencia, ni siquiera el trabajo interrumpía— consentían a la familia el desarrollo de un papel primordial en la función educativa y socializante.

 

Los mass-media y la juventud

 

En esta situación de dificultad y, a veces, de crisis, los medios de comunicación social intervienen, a menudo, como factores de ulterior malestar. Los mensajes que llevan presentan, no raramente, una visión deformada de la naturaleza de la familia, de su fisonomía, de su papel educativo. Además, pueden introducir entre sus componentes ciertos hábitos negativos de fruición distraída y superficial de los programas, de pasividad acrítica ante sus contenidos, de renuncia a la mutua confrontación y al diálogo constructivo. En particular, mediante los modelos de vida que presentan, con la sugestiva eficacia de la imagen, de las palabras y de los sonidos, los medios de comunicación social tienden a sustituir a la familia en el papel de preparación a la percepción y a la asimilación de los valores existenciales.

Es necesario al respecto subrayar la influencia creciente que los mass-media, especialmente la televisión, ejercen en el proceso de socialización de los muchachos, facilitando una visión del hombre, del mundo y de las relaciones con los demás que, a menudo, difiere profundamente de aquella que la familia trata de transmitir. A veces los padres no se cuidan suficientemente de esto. Preocupados en general de vigilar las amistades que mantienen sus hijos, no lo están igualmente respecto de los mensajes que la radio, la televisión, los discos, 1a prensa y las historietas gráficas llevan a la intimidad "protegida" y "segura" de su casa. Es así como los mass-media entran a menudo en la vida de los jóvenes; sin la necesaria mediación orientadora de los padres y educadores, que podría neutralizar los posibles elementos negativos y valorizar en cambio debidamente las no pequeñas aportaciones positivas, capaces de servir al desarrollo armonioso del proceso educativo.

Es indudable, además, que los medios de comunicación social representan también una fuente preciosa de enriquecimiento cultural para el individuo y para toda la familia. Desde el punto de vista de esta última, en particular, no hay que olvidar que estos medios pueden contribuir a animar el diálogo e intercambio en la pequeña comunidad y ampliar sus centros de interés abriéndola a los problemas de la gran familia humana; consienten además una cierta participación en los acontecimientos religiosos lejanos, que pueden constituir un motivo de singular consuelo para enfermos e imposibilitados. El sentido de la universalidad de la Iglesia y de su presencia activa en la solución de los problemas de los pueblos se hace, de este modo, más profundo. Así, pues, los medios de comunicación social pueden contribuir mucho a acercar los corazones de los hombres en la simpatía, en la comprensión y en la fraternidad. La familia puede abrirse con su ayuda a sentimientos más estrechos y profundos hacia todo el género humano. Beneficios éstos que deben ser debidamente valorados.

A fin de que la familia pueda obtener estos beneficios del uso de los mass-media, sin sufrir los condicionamientos negativos, es necesario que sus componentes, y en primer lugar los padres, se sitúen en una posición activa ante éstos, procurando afinar las facultades críticas y renunciando a la pasividad ante los mensajes transmitidos, para mejor comprender y juzgar los contenidos. Será necesario, además, decidir de manera autónoma el tiempo que se dedicará a la utilización de los medios de comunicación social, teniendo en cuenta las actividades y compromisos que la familia como tal, y cada uno de sus miembros tienen que atender.

En síntesis: corresponde a los padres educarse a sí mismos, y al mismo tiempo a los hijos, a entender el valor de la comunicación, a saber elegir entre los varios mensajes vinculados a la misma, a recibirlos con selección y sin dejarse avasallar sino más bien reaccionando de manera responsable y autónoma. Cuando esto se cumple bien, los medios de comunicación dejan de interferirse en la vida de familia a modo de competencia peligrosa que insidia las funciones fundamentales, y se muestran, en cambio, como ocasión preciosa de confrontación razonada con la realidad y como útiles componentes del proceso gradual de maduración humana que exige la introducción de la juventud en la vida.

 

Responsabilidad de los profesionales

 

Es evidente que en esta delicada tarea las familias deben poder contar en no pequeña medida con la buena voluntad, rectitud y sentido de responsabilidad de los profesionales de los mass-media —editores, escritores, productores, directores, dramaturgos, informadores, comentaristas y actores, categorías todas en que prevalecen los laicos—. Quiero repetir a estos hombres y mujeres cuanto dije el año pasado en uno de mis viajes: "Las grandes fuerzas que configuran el mundo —política, mass-media, ciencia, tecnología, cultura, educación e industria— constituyen precisamente las áreas en las que los seglares son especialmente componentes para ejercer su misión" (Limerick, l de octubre de 1979).

No hay duda de que los mass-media son hoy una de las grandes fuerzas que modelan el mundo y que en este campo un creciente número de personas, bien dotadas y altamente preparadas, está llamado a encontrar el propio trabajo y la posibilidad de ejercer su propia vocación. La Iglesia piensa en ellos con afecto atento y respetuoso, y reza por ellos. Pocas profesiones requieren tanta energía, dedicación, integridad y responsabilidad como ésta y, además, al mismo tiempo, pocas son las profesiones que tengan tanta incidencia en los destinos de la humanidad.

Invito, por lo tanto, vivamente a todos aquellos que se ocupan de actividades relacionadas con los medios de comunicación social a que se unan a la Iglesia en esta Jornada de reflexión y plegaria. Pidamos juntos a Dios que estos hermanos nuestros crezcan en la conciencia de sus grandes posibilidades de servicio a la humanidad y de orientación del mundo hacia el bien. Pidamos para que el Señor les de la comprensión, sabiduría y valor que necesiten para poder responder a sus graves responsabilidades. Pidamos para que estén siempre atentos a las necesidades de los receptores, que en gran parte son miembros de familias parecidas a las suyas, con padres a menudo demasiado cansados, tras una dura jornada de trabajo, para poder mantenerse lo suficientemente atentos, y con niños llenos de confianza, impresionables y fácilmente vulnerables. Si quieren tener presente todo esto, pensarán en las enormes resonancias que su actividad puede tener para el bien o para el mal, y se esforzarán en ser coherentes consigo mismos y fieles a su vocación personal.

Mi especial bendición apostólica se dirige hoy a todos aquellos que trabajan en el campo de las comunicaciones sociales, a todas las familias y a cuantos, mediante la oración, la reflexión y el diálogo, tratan de situar estos importantes medios al servicio del hombre y de la gloria de Dios.


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