La laboriosidad de Don Bosco





“Hoy día,-exhortaba Don Bosco- además de rezar, es menester trabajar intensamente, de lo contrario se va a la ruina”.
El trabajo es un eficaz remedio para las pasiones y para los peligros del ocio y de la molicie. Pío IX le decía a Don Bosco: “Creo que está en mejores condiciones una casa religiosa donde se reza poco pero se trabaja mucho, que otra  en la cual se rece mucho, pero se trabaje poco o nada”. Por ello enseña Don Bosco a santificar el trabajo, practicando una laboriosidad infatigable en continua unión con Dios.

Pero es menester trabajar salesianamente, como quiere Don Bosco. Se debe pues evitar:
el trabajo del desobediente, que está pronto para todo, pero sin subordinarse a la autoridad.
el trabajo del orgulloso, diligente y emprendedor, siempre y cuando no se le corrija.
el trabajo del egoísta, empeñoso, pero que sólo hace lo que le gusta y satisface.
el trabajo del desordenado, que se afana en mil empresas e iniciativas, sin llevar ninguna a cabo.
el trabajo del diablo, que se enreda en una acción vertiginosa y mecánica, descuidando la piedad, la confesión y la meditación.

El trabajo salesiano practicado por Don Bosco –decía Pío XI – era un trabajo intenso, dinámico, multiforme, inmenso; el espíritu de oración que envolvía su trabajo, lo organizaba, guiaba y tonificaba.