Porque tú lo vales



Por Fe Álvarez Carracedo
(España)

En televisión, en la propaganda de productos de belleza, escucho continuamente voces induciendo a comprarlos, con la rotunda afirmación de Porque tú lo vales. No logro comprender cómo saben el valor de cada cual, ni en qué reside ese valor que se nos atribuye gratuitamente. Los eslóganes en la propaganda se repiten una y otra vez: Porque tú lo vales, o Porque nosotras lo valemos. El premio a esta supuesta valía es una crema o algo así, que debe pagarse. Realmente, no somos nosotros los que valemos, lo que vale es lo que cuesta el producto. Basan su venta en el deseo natural del hombre de ser bello.

Ése y otros muchos bienes (dinero, juventud...) son dones importantes que nos hacen
valer en el mundo, pero no valores de la persona que, como tal, se hace valer por sus buenas obras. Aquéllos nos hacen valer en el mundo; y éstos, en la vida eterna. Son verdaderos valores intemporales.

Sin embargo, en parte por influencia publicitaria, el deseo de belleza se convierte en obsesión exclusiva, en una especie de culto idolátrico del cuerpo: operaciones deseando tener la nariz de Nicole Kidman, la boca de Jennifer López, los ojos de Penélope Cruz; pestañas postizas, extensiones en el pelo, operaciones de todo el cuerpo. Rompen con su ser natural, destruyen su personalidad por parecerse a estrellas fugaces.

El poeta y filósofo Jorge Manrique, refiriéndose en sus coplas a los bienes del mundo, dice que no merecen la pena, pues no son durables. Resalta su fugacidad y escribe: «¿Fueron sino devaneos? ¿Qué fueron, sino verduras de las eras?» Yen otra copla insiste: «De sus gentes y atavíos tan sobrados, ¿dónde iremos a buscarlos? ¿Qué fueron, sino rocíos de los prados?»

Dios no premia por lo que tenemos, sino por lo que hacemos. Los bienes de este mundo son muy apreciables, pero están ahí para que los usemos debidamente y obtengamos valores espirituales que nos llevan a Dios. No podemos convertir los medios en un fin absoluto. La belleza interior brilla en los mandamientos, y en ella reside el verdadero valor del hombre.

Así lo comprendió el Duque de Gandía, favorito de Carlos V, que vivía en la corte disfrutando de muchas riquezas. Comprendió lo efímero de su vida cuando tuvo que acompañar el féretro de la emperatriz Isabel, desde Toledo a Granada, y allí, antes de enterrarla, verla, para poder dar fe de que era ella. Su desolación, ante el avanzado estado de descomposición del cadáver de quien fuera su soberana, fue tal que, profundamente impresionado dijo: “No puedo jurar que esta sea la emperatriz, pero sí juro que es su cadáver el que aquí ponemos ... Juro también no más servir a señor que se me pueda morir”. Y una vez que falleció su esposa, renunció al mundo y se hizo sacerdote, para servir al Señor que no muere.  Era Francisco de Borja.

Ahora entiendo mejor lo que me decía mi madre cuando aún era niña: ¡Tú vales mucho! ¡Qué diferente sentido tiene del Porque tú lo vales, que tan repetidamente escucho ahora!


Exhortación apostólica Evangelii Gaudium



Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual
 (24 de noviembre de 2013)

Promulgada al finalizar el Sínodo de Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
Tradicionalmente, las conclusiones sinodales se recogen en una exhortación apostólica, pero en el caso de Evangelii Gaudium sus alcances  van más allá del sínodo.


Antecedentes de la Exhortación
Al Sínodo de Obispos de octubre de 2012 asistieron más de 300 obispos representantes de los diferentes episcopados, una delegación de los Superiores Mayores de las Congregaciones religiosas y diversos invitados, acompañados de más de 40 expertos. Presentaron informes continentales y alrededor de 270 intervenciones individuales, que unánimemente manifestaron conciencia del gran cambio cultural que el mundo actual experimenta en relación con la fe cristiana y la Iglesia, poniendo el acento en la secularización, el progresivo eclipse de Dios y la laicidad emergente, (laicidad tanto en sentido positivo, entendida como autonomía de lo temporal y respetuosa con el fenómeno religioso, como en sentido negativo, anti-religiosa y agresiva). En este contexto se presentó el concepto de Nueva Evangelización, tal como fue acuñado por Juan Pablo II y usado por Benedicto XVI al crear el “Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización”. Se redactaron 58 Proposiciones operativas para que el Papa las pudiera tener presente en la Exhortación Apostólica correspondiente.

Al presentar las proposiciones al Papa Francisco, los padres sinodales tuvieron como marco referencial la narración de la Samaritana, párrafo evangélico que es símbolo y síntesis de Evangelii Gaudium: en una situación de desertización espiritual, el ansia de sed se sacia en el encuentro personal con Cristo, provoca la conversión, y hace posible el anuncio y el testimonio.


Resumen de Evangelii Gaudium
La exhortación consta de una Introducción y cinco capítulos.

Introducción (1-18)
El Papa nos invita a una nueva etapa evangelizadora, compartiendo el gozo de vivir y comunicar la Palabra de Dios. Ese gozo está preanunciado en el Antiguo Testamento, y se patentiza en el Nuevo Testamento a lo largo de los cuatro Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles con constantes apelaciones a la alegría de Jesús.  La Evangelización es vista no sólo como una acción, sino como consecuencia de la oración: para evangelizar es necesario el previo y constante encuentro personal con Cristo (punto 3)
Toma como punto de referencia el análisis del Sínodo recordando que la Evangelización comporta tres aspectos (punto 14):
a) la pastoral habitual y ordinaria de evangelización  
b) la misión ad gentes (los que no conocen a Jesucristo)
c) la misión orientada a bautizados que se han alejado de la práctica de la fe, o Nueva Evangelización propiamente dicha

Pone sobre el tapete un breve listado de orientaciones renovadoras para impulsar una etapa fervorosa y dinámica, teniendo como marco referencial la Constitución Dogmática Lumen Gentium) (Puntos 16-17):
Descentralización
Reforma de la Iglesia en salida misionera
Tentaciones de los agentes pastorales
La Iglesia entendida como Pueblo de Dios que evangeliza
Preparación de la homilía
Inclusión social de los pobres
Paz y diálogo social
Motivaciones espirituales para la Iglesia misionera.
 
Capítulo 1-La transformación misionera en la Iglesia (19-49): perfil misionero de la Iglesia
Capítulo 2-En la crisis del compromiso comunitario (50-109): análisis de la realidad intra y extraeclesial señalando aspectos negativos preocupantes relacionados con la economía.
Capítulo 3- El anuncio del Evangelio (110-175): retoma temas de Lumen Gentium (Concilio Vaticano II) y Redemptoris Missio (Juan Pablo II), presentando el anuncio como tarea de toda la Iglesia.
Capítulo 4- La dimensión social de la Evangelización (176-258): expone las consecuencias morales y sociales del anuncio
Capítulo 5- Evangelizadores con Espíritu (259-288): recapitula y traza el espíritu de la nueva evangelización.


Conclusión
En este documento, Francisco ofrece una visión motivadora e interpelante acerca del espíritu misionero y evangelizador de la Iglesia, a partir de una transformación misionera en la que no rehúye un análisis de la sociedad contemporánea , y ofrece claves para el anuncio evangélico en el mundo actual.
En este anuncio se hace especial hincapié en dos cuestiones sociales, como son “la inclusión social de los pobres” y “la paz y el diálogo social”, para incluir como colofón la influencia del Espíritu Santo en el anuncio misionero y el ejemplo de la Virgen María como “Madre de la Iglesia evangelizadora”.


Siguiendo el ejemplo de María



Ideario N° 21: “Por su íntima participación en la historia de la salvación, María reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe, y atrae a los creyentes a su Hijo y al amor del Padre. Ella fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres”



La Virgen María es camino y ejemplo (Fragmento)
Por el Prof. Valmore Muñoz Arteaga(Venezuela)

María es modelo por ser, como tantas veces se ha dicho, la primera en creer. Aquella mujer sometida a la dulzura dolorosa del amor más profundo y diáfano, aquel que todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera. María es camino y ejemplo de la perfecta vida cristiana en cuanto a que ella fue una cristiana perfecta.

La Virgen María representa la perfección de las virtudes cristianas; es recinto de virtudes que todo ser humano debería, al menos, considerar para intentar un modo de vida más pleno y rico. María se sumerge totalmente en las tres grandes virtudes de la realidad cristiana: amor, fe y esperanza. Tres virtudes que serán el sostén de toda su vida y la convierten en templo de sabiduría y cuna donde cobra forma humana la Salvación de los hombres.

María fue una mujer prudente; ejemplo de ello es su diálogo con el ángel en la anunciación. Ante la noticia que le trae, ella se turba y pide explicación, cuando comprende que se trata de la voluntad de Dios, acepta libremente con firmeza, valentía y seguridad.

La Virgen es ejemplo de fortaleza al enfrentar todas las dificultades con serenidad, aunque sintiendo el filo de la espada más punzante atravesar su alma. Estuvo exenta, por privilegio de Dios, de la lucha contra el mal, pero, al mismo tiempo, el Señor no le ahorró duras pruebas y contrariedades. Al mismo tiempo, la Madre Santísima demostró fortaleza al mantener íntegra su virginidad y su inmaculada pureza, que hoy podemos asumir desde la realidad de vivir íntegramente el reconocimiento de nuestra dignidad humana que nos aleja de la oscuridad de ser algo para alcanzar la luminosa realidad de ser alguien. Allí, en la comprensión fecunda de este reconocimiento, se abre ante nuestros ojos la verdad concreta de que el ser humano es un sujeto y no un vulgar objeto servido al capricho de nuestros instintos más básicos. Una verdad que nos ubica frente a la conciencia de que el amor no utiliza, sino que se dona. Ese amor que sólo quiere darse por entero sin apetecer otra cosa que el bien del otro.

María es ejemplo de humildad que se nos advierte en el Magnificat, oración hermosa y esclarecedora de la realidad mariana que brota del corazón del Evangelio de San Lucas (1, 46-55), en el cual María reconoce su pequeñez de esclava de la voluntad misericordiosa de Dios. He allí su proyecto de vida; desde esa esfera obró siempre, en todo momento, sin reparar en otra cosa más que respetar humildemente las gracias y los dones recibidos por ella de parte de Dios.

Reconocía San Bernardo que la humildad es fundamento y guardián de todas las virtudes y Dios ama tanto esta virtud que acude rápidamente allí donde la ve, por ello María fue exaltada sobre todas las criaturas.

San Alfonso María de Ligorio nos recuerda que el humilde desvía las alabanzas que se le hacen y las refiere todas a Dios. María se turba al oír las alabanzas de san Gabriel. Y cuando Isabel le dice: «Bendita tú entre las mujeres… ¿Y de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme? Feliz la que ha creído que se cumplirían todas las cosas que le fueron dichas de parte de Dios», María, atribuyéndolo todo a Dios, le responde con el humilde cántico: «Mi alma engrandece al Señor». Como si dijera: Isabel, tú me alabas porque he creído, y yo alabo a mi Dios porque ha querido exaltarme del fondo de mi nada, «porque miró la humildad de su esclava».
 Dijo María a santa Brígida: ¿Por qué me humillé tanto y merecí tanta gracia sino porque supe que no era nada y nada tenía como propio? Por eso no quise mi alabanza sino la de mi Bienhechor y mi Creador.

También María es ejemplo y camino por ser maestra en amor y responsabilidad. Mirar a María, seguir su camino y ejemplo, es vestirse de amor con el vínculo perfecto. Cuando miramos a nuestro alrededor notamos sin mayores dificultades cómo se nos vuelve cuesta arriba vivir la fe, vivirla y predicarla en este mundo de lo inmediato, de lo impaciente, del pesimismo, de la desesperanza, de lo dis-armónico. Pero María vivió anticipadamente la dificultad de ser cristiano, mejor que todos los que la han seguido. Por eso es siempre una ayuda: un ejemplo para la Iglesia entera y para todo cristiano. Y como la ayuda mutua representa una de las propiedades más naturales y a la vez más sublimes del género humano, María auxiliadora es el cumplimiento perfecto de esta virtud humana en beneficio de todos.

Por ello, María es camino y ejemplo para el hombre moderno. Camino y ejemplo hacia la plenitud de ser hombre. María, la siempre Virgen, la Hija de Dios, la Madre de Dios, la Esposa de Dios, se nos ofrece una vez más como espacio para meditar, reflexionar y orar en la búsqueda del sentido. No ese sentido del placer que sacia, pero disocia; que calma, pero no colma. María es camino hacia el amor que asocia, que colma, que es continuo.

A Ella acudo para contemplar los ojos de Cristo, pues sólo por medio de Ella llego a Él.


La Mujer, educadora para la paz



Mensaje del S.S. Juan Pablo II
A la XXVIII Jornada Mundial por la Paz
1 de enero de 1995



1. Al comienzo de 1995, con la mirada puesta en el nuevo milenio ya cercano, dirijo una vez más a todos vosotros, hombres y mujeres de buena voluntad, mi llamada angustiada por la paz en el mundo.

La violencia que tantas personas y pueblos continúan sufriendo, las guerras que todavía ensangrientan numerosas partes del mundo, la injusticia que pesa sobre la vida de continentes enteros no pueden ser toleradas por más tiempo.

Es hora de pasar de las palabras a los hechos: los ciudadanos y las familias, los creyentes y las Iglesias, los Estados y los Organismos Internacionales, ¡todos se sientan llamados a colaborar con renovado empeño en la promoción de la paz!

Sabemos bien cuán difícil es esta tarea. En efecto, para que sea eficaz y duradera, no puede limitarse a los aspectos exteriores de la convivencia, sino que debe incidir sobre todo en los ánimos y fomentar una nueva conciencia de la dignidad humana. Es necesario reafirmarlo con fuerza: una verdadera paz no es posible si no se promueve, a todos los niveles, el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, ofreciendo a cada individuo la posibilidad de vivir de acuerdo con esta dignidad. "En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo ser humano es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto"[1].

Esta verdad sobre el hombre es la clave para la solución de todos los problemas que se refieren a la promoción de la paz. Educar en esta verdad es uno de los caminos más fecundos y duraderos para consolidar el valor de la paz.


Las mujeres y la educación para la paz

2. Educar para la paz significa abrir las mentes y los corazones para acoger los valores indicados por el Papa Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris como básicos para una sociedad pacífica: la verdad, la justicia, el amor, la libertad[2]. Se trata de un proyecto educativo que abarca toda la vida y dura toda la vida. Hace de la persona un ser responsable de sí misma y de los demás, capaz de promover, con valentía e inteligencia, el bien de todo el hombre y de todos los hombres, como señaló también el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio[3]. Esta formación para la paz será tanto más eficaz, cuanto más convergente sea la acción de quienes, por razones diversas, comparten responsabilidades educativas y sociales. El tiempo dedicado a la educación es el mejor empleado, porque es decisivo para el futuro de la persona y, por consiguiente, de la familia y de la sociedad entera.

En este sentido, deseo dirigir mi Mensaje para esta Jornada de la Paz especialmente a las mujeres, pidiéndoles que sean educadoras para la paz con todo su ser y en todas sus actuaciones: que sean testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones entre las personas y las generaciones, en la familia, en la vida cultural, social y política de las naciones, de modo particular en las situaciones de conflicto y de guerra. ¡Que puedan continuar el camino hacia la paz ya emprendido antes de ellas por otras muchas mujeres valientes y clarividentes!

En comunión de amor

3. Esta llamada dirigida particularmente a la mujer para que sea educadora de paz se basa en la consideración de que "Dios le confía de modo especial el hombre, es decir, el ser humano"[4]. Esto, sin embargo, no ha de entenderse en sentido exclusivo, sino más bien según la lógica de funciones complementarias en la común vocación al amor, que llama a los hombres y a las mujeres a aspirar concordemente a la paz y a construirla juntos. En efecto, desde las primeras páginas de la Biblia está expresado admirablemente el proyecto de Dios: El ha querido que entre el hombre y la mujer se estableciera una relación de profunda comunión, en la perfecta reciprocidad de conocimiento y de don[5]. El hombre encuentra en la mujer una interlocutora con quien dialogar en total igualdad. Esta aspiración, no satisfecha por ningún otro ser viviente, explica el grito de admiración que salió espontáneamente de la boca del hombre cuando la mujer, según el sugestivo simbolismo bíblico, fue formada de una costilla suya. "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). ¡Es la primera exclamación de amor que resonó sobre la tierra!

Si el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro, esto no quiere decir que Dios los haya creado incompletos. Dios "los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino"[6]. Reciprocidad y complementariedad son las dos características fundamentales de la pareja humana.

4. Lamentablemente, una larga historia de pecado ha perturbado y continúa perturbando el designio original de Dios sobre la pareja, sobre el "ser-hombre" y el "ser-mujer", impidiéndoles su plena realización. Es preciso volver a este designio, anunciándolo con fuerza, para que sobre todo las mujeres, que han sufrido más por esta realización frustrada, puedan finalmente mostrar en plenitud su feminidad y su dignidad.

Es verdad que las mujeres en nuestro tiempo han dado pasos importantes en esta dirección, logrando estar presentes en niveles relevantes de la vida cultural, social, económica, política y, obviamente, en la vida familiar. Ha sido un camino difícil y complicado y, alguna vez, no exento de errores, aunque sustancialmente positivo, incluso estando todavía incompleto por tantos obstáculos que, en varias partes de mundo, se interponen a que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad[7]. En efecto, la construcción de la paz no puede prescindir del reconocimiento y de la promoción de la dignidad personal de las mujeres, llamadas a desempeñar una misión verdaderamente insustituible en la educación para la paz. Por esto dirijo a todos una apremiante invitación a reflexionar sobre la importancia decisiva del papel de las mujeres en la familia y en la sociedad, y a escuchar las aspiraciones de paz que ellas expresan con palabras y gestos y, en los momentos más dramáticos, con la elocuencia callada de su dolor.

Mujeres de paz

5. Para educar a la paz, la mujer debe cultivarla ante todo en sí misma. La paz interior viene del saberse amados por Dios y de la voluntad de corresponder a su amor. La historia es rica en admirables ejemplos de mujeres que, conscientes de ello, han sabido afrontar con éxito difíciles situaciones de explotación, de discriminación, de violencia y de guerra.

Muchas mujeres, debido especialmente a condicionamientos sociales y culturales, no alcanzan una plena conciencia de su dignidad. Otras son víctimas de una mentalidad materialista y hedonista que las considera un puro instrumento de placer y no duda en organizar su explotación a través de un infame comercio, incluso a una edad muy temprana. A ellas se ha de prestar una atención especial sobre todo por parte de aquellas mujeres que, por educación y sensibilidad, son capaces de ayudarlas a descubrir la propia riqueza interior. Que las mujeres ayuden a las mujeres, sirviéndose de la preciosa y eficaz aportación que asociaciones, movimientos y grupos, muchos de ellos de inspiración religiosa, han sabido ofrecer para este fin.

6. En la educación de los hijos la madre juega un papel de primerísimo rango. Por la especial relación que la une al niño sobre todo en los primeros años de vida, ella le ofrece aquel sentimiento de seguridad y confianza sin el cual le sería difícil desarrollar correctamente su propia identidad personal y, posteriormente, establecer relaciones positivas y fecundas con los demás. Esta relación originaria entre madre e hijo tiene además un valor educativo muy particular a nivel religioso, ya que permite orientar hacia Dios la mente y el corazón del niño mucho antes de que reciba una educación religiosa formal.

En esta tarea, decisiva y delicada, no se debe dejar sola a ninguna madre. Los hijos tienen necesidad de la presencia y del cuidado de ambos padres, quienes realizan su misión educativa principalmente a través del influjo de su comportamiento. La calidad de la relación que se establece entre los esposos influye profundamente sobre la psicología del hijo y condiciona no poco sus relaciones con el ambiente circundante, como también las que irá estableciendo a lo largo de su existencia.

Esta primera educación es de capital importancia. Si las relaciones con los padres y con los demás miembros de la familia están marcadas por un trato afectuoso y positivo, los niños aprenden por experiencia directa los valores que favorecen la paz: el amor por la verdad y la justicia, el sentido de una libertad responsable, la estima y respeto del otro. Al mismo tiempo, creciendo en un ambiente acogedor y cálido, tienen la posibilidad de percibir, reflejado en sus relaciones familiares, el amor mismo de Dios y esto les hace madurar en un clima espiritual capaz de orientarlos a la apertura hacia los demás y al don de sí mismos al prójimo. La educación para la paz, naturalmente, continúa en cada período del desarrollo y se debe cultivar particularmente en la difícil etapa de la adolescencia, en la que el paso de la infancia a la edad adulta no está exento de riesgos para los adolescentes, llamados a tomar decisiones definitivas para la vida.

7. Frente al desafío de la educación, la familia se presenta como "la primera y fundamental escuela de socialidad"[8], la primera y fundamental escuela de paz. Por tanto, no es difícil intuir las dramáticas consecuencias que encuentran cuando la familia está marcada por crisis profundas que minan o incluso destruyen su equilibrio interno. Con frecuencia, en estas circunstancias, las mujeres son abandonadas. Es necesario que, justo entonces, sean ayudadas adecuadamente no sólo por la solidaridad concreta de otras familias, comunidades de carácter religioso, grupos de voluntariado, sino también por el Estado y las Organizaciones Internacionales mediante apropiadas estructuras de apoyo humano, social y económico que les permitan hacer frente a las necesidades de los hijos, sin ser forzadas a privarlos excesivamente de su presencia indispensable .

8. Otro serio problema se produce allí donde perdura la intolerable costumbre de discriminar, desde los primeros años, niños y niñas. Si las niñas, ya en la más tierna edad, son marginadas o consideradas de menor valor, sufrirá un grave menoscabo la conciencia de su dignidad y se verá comprometido inevitablemente su desarrollo armónico. La discriminación inicial repercutirá en toda su existencia, impidiéndolas su plena inserción en la vida social.

¿Cómo no reconocer pues y alentar la obra inestimable de tantas mujeres, como también de tantas Congregaciones religiosas femeninas, que en los distintos continentes y en cada contexto cultural hacen de la educación de las niñas y de las mujeres el objetivo principal de su servicio? ¿Cómo no recordar además con agradecimiento a todas las mujeres que han trabajado y continúan trabajando en el campo de la salud, con frecuencia en circunstancias muy precarias, logrando a menudo asegurar la supervivencia misma de innumerables niñas?

Las mujeres, educadoras de paz social

9. Cuando las mujeres tienen la posibilidad de transmitir plenamente sus dones a toda la comunidad, cambia positivamente el mismo modo de comprenderse y organizarse la sociedad, llegando a reflejar mejor la unidad sustancial de la familia humana. Esta es la premisa más valiosa para la consolidación de una paz auténtica. Supone, por tanto, un progreso beneficioso la creciente presencia de las mujeres en la vida social, económica y política a nivel local, nacional e internacional. Las mujeres tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario.

Sin embargo, este reconocimiento del papel público de las mujeres no debe disminuir su función insustituible dentro de la familia: aquí su aportación al bien y al progreso social, aunque esté poco considerada, tiene un valor verdaderamente inestimable. A este respecto, nunca me cansaré de pedir que se den pasos decisivos hacia adelante de cara al reconocimiento y a la promoción de tan importante realidad.

10. Asistimos hoy, atónitos y preocupados, al dramático "crecimiento" de todo tipo de violencia; no sólo individuos aislados, sino grupos enteros parecen haber perdido toda forma de respeto a la vida humana. Las mujeres e incluso los niños están, desgraciadamente, entre las víctimas más frecuentes de esta violencia ciega. Se trata de formas execrables de barbarie que repugnan profundamente a la conciencia humana.

A todos se nos pide que hagamos lo posible por alejar de la sociedad no sólo la tragedia de la guerra, sino también toda violación de los derechos humanos, a partir del derecho indiscutible a la vida, cuyo depositario es la persona desde su concepción. En la violación del derecho a la vida de los seres humanos está contenida también en germen la extrema violencia de la guerra. Pido por tanto a las mujeres que se unan todas y siempre en favor de la vida; y al mismo tiempo pido a todos que ayuden a las mujeres que sufren y, en particular, a los niños, especialmente a los marcados por el trauma doloroso de experiencias bélicas desgarradoras: sólo la atención amorosa y solícita podrá lograr que vuelvan a mirar el futuro con confianza y esperanza.

11. Cuando mi amado predecesor, el Papa Juan XXIII, vio en la participación de las mujeres en la vida pública uno de los signos de nuestro tiempo, no dejó de anunciar que ellas, conscientes de su dignidad, no habrían ya tolerado ser tratadas de un modo instrumental[9].

Las mujeres tienen el derecho de exigir que se respete su dignidad. Al mismo tiempo, tienen el deber de trabajar por la promoción de la dignidad de todas las personas, tanto de los hombres como de las mujeres.

En este sentido, hago votos para que las numerosas iniciativas internacionales previstas para el año 1995 —algunas de las cuales se dedicarán específicamente a la mujer, como la Conferencia Mundial promovida por las Naciones Unidas en Pekín sobre el tema de la acción para la igualdad, el desarrollo y la paz— constituyan una ocasión importante para humanizar las relaciones interpersonales y sociales en el signo de la paz.

María, modelo de paz

12. María, Reina de la paz, con su maternidad, con el ejemplo de su disponibilidad a las necesidades de los demás, con el testimonio de su dolor está cercana a las mujeres de nuestro tiempo. Vivió con profundo sentido de responsabilidad el proyecto que Dios quería realizar en ella para la salvación de toda la humanidad. Consciente del prodigio que Dios había obrado en ella, haciéndola Madre de su Hijo hecho hombre, tuvo como primer pensamiento el de ir a visitar a su anciana prima Isabel para prestarle sus servicios. El encuentro le ofreció la ocasión de manifestar, con el admirable canto del Magnificat (Lc 1,46-55), su gratitud a Dios que, con ella y a través de ella, había dado comienzo a una nueva creación, a una historia nueva.

Pido a la Virgen Santísima que proteja a los hombres y mujeres que, sirviendo a la vida, se esfuerzan por construir la paz. ¡Que con su ayuda puedan testimoniar a todos, especialmente a quienes viviendo en la oscuridad y en el sufrimiento tienen hambre y sed de justicia, la presencia amorosa del Dios de la paz!

Notas

[1] Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris, (11 abril 1963), I: AAS 55 (1963), 259.

[2] Cf. ibid., 259-264.
[3] Cf. Pablo VI, Encíclica Populorum progressio (26 marzo 1967), n. 14: AAS 59 (1967), 264.
[4] Juan Pablo II, Carta ap. Mulieris dignitatem (15 agosto 1988), n. 30: AAS 80 (1988), 1725.
[5] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 371.
[6] Ibid., n. 372.
[7] Cf. Juan Pablo II, Carta ap. Mulieris dignitatem (15 agosto 1988), n. 29: AAS 80 (1988), 1723.
[8] Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981), n. 37: AAS 74 (1982), 127.
[9] Cf. Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris (11 abril 1963), I: AAS 55 (1963), 267-268.


La permanencia del libro



Dr. Guillermo Jaim Etcheverry

El presente artículo corresponde a uno de los capítulos del libro “Educación, la tragedia continúa”, del prestigioso médico y científico argentino Dr. Guillermo Jaim Etcheverry. A pocos días de la conmemoración- el 23 de abril- del Día Internacional del Libro, estas reflexiones dan una excelente ocasión para el debate sobre un tema que afecta directamente a los jóvenes y su futuro.

Por su característica de recoger el saber organizado y estructurado, el libro constituye una poderosa línea de defensa del conocimiento frente al avance de la información, conjunto fragmentario de experiencias no relacionadas unas con otras y solo prestigiadas por su novedad. Los niños aprenden sobre el lenguaje y las palabras cuando son expuestos al lenguaje y las palabras. Allí reside la importancia de la lectura y el papel de la escuela, una de las únicas instancias sociales que está en condiciones de estimular a los jóvenes a reconquistar el libro.

La lectura es un refugio frente al aluvión de lo trivial, lo periférico y lo irrelevante, que, por su propia naturaleza, los medios electrónicos están obligados a ubicar en el centro de nuestra atención. A diferencia de la fugacidad de la información, el libro se fortalece con el paso del tiempo, al ser un vehículo del conocimiento reflexivo. Valora nuestras experiencias, no por el atractivo momentáneo de los hechos, sino por la permanencia de su significado. Nos devuelve el valor del tiempo, arrasado por la inmediatez de la información.

El libro representó para la humanidad un triunfo tecnológico porque le permitió acumular y difundir el conocimiento y, sobre todo, conquistar el tiempo. Los muertos pudieron hablar a los vivos como si hubieran sido sus contemporáneos. Hoy, los medios electrónicos que caracterizan nuestra era nos han posibilitado conquistar el espacio: somos privilegiados testigos de todo y, además, de manera instantánea. Lo que está allí está también aquí y, gracias a eso, estamos (o creemos estar) en todos lados. Esta homogeneización del tiempo y del espacio es el rasgo que mejor define a nuestra época.

Aunque confusamente, intuimos ante los libros de una biblioteca que las calladas voces que encierran buscan atraernos para hablarnos sobre el sentido profundo de nuestra vida. Percibimos que hay en ellos algo que podría dar orden y significado a la experiencia humana, trascendiendo lo cotidiano. Como señaló hace un tiempo el pensador estadounidense Daniel Boorstin, sostener hoy la vitalidad del libro “es afirmar la permanencia de la civilización frente a la velocidad de lo inmediato”.

Es que el libro permite un acceso inusitado al patrimonio de la humanidad y hace de cada uno de nosotros el interlocutor y el confidente de Goethe, de Spinoza, o de Dante; nos permite establecer un coloquio singular y privado con los genios. Francisco de Quevedo, quien intuyó muy bien estas posibilidades de la lectura cuando dijo en 1648:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Posiblemente el libro haya llegado a destiempo, como lo destaca este irónico relato del editorialista británico Simon Jenkins:

Supongamos que los gurúes acertaran. En cada rincón de cada casa, oficina y escuela, brilla una pantalla iluminada. De la internet fluye todo lo que humanidad puede desear. Cada ama de casa está conectada con la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En cuanto deja de llevárselo a la boca, con el simple click del ratón de su computadora, cada niño puede acceder a la teoría de la relatividad. Las acciones de las empresas de electrónica alcanzan niveles récord.
En la oficina -con las paredes tapizadas con tela de jean-  del magnate de internet, Bill Gates, entra William Caxton. Ha diseñado un método para organizar ese material en forma portátil. Su invención no necesita una pantalla iluminada. Permite que las palabras escritas sean leídas con el ojo desnudo e incluso estructuradas en volúmenes compactos que se pueden transportar en una cartera. Son inmunes a los virus y no hacen que los aviones se estrellen. El invento de Caxton no requiere dispositivos electrónicos costosos, baterías, cables o enchufe en la pared. Hasta lo pueden utilizar los países del tercer mundo. Bill Gates advierte la amenaza de inmediato: Caxton ha reinventado el libro. Preocupado, lo acompaña a la salida.
Es que, si el libro hubiera aparecido después y no antes de la pantalla, seguramente se habría declarado la internet una moda costosa y pasajera. Así habrían desaparecido las pantallas sucias y que abruman los ojos con sus enchufes y cables. Su lugar sería ocupado por libros, objeto de belleza adecuados a las necesidades de las clases ociosa móviles. Los gobiernos subsidiarían bibliotecas en las escuelas y organizaría librerías en cada esquina. Los maestros serían reentrenados para leer. Los gobernantes lanzarían iniciativas “Libro 2000” y donarían millones con motivo del milenio. Los libros, por ser baratos, liberarían a los pobres y salvarían la cultura. Caxton se mudaría a Malibú, usaría zapatillas y encabezaría la lista de los hombres más ricos del mundo”.

Cabe mencionar que William Caxton, protagonista de este irónico relato, fue el primer impresor británico, que introdujo en Inglaterra el invento de Gutenberg a fines de 1476.

Una civilización se identifica a sí misma por sus libros. Una casa sin libros es, en todo caso, un refugio, pero no una casa. Los niños y los jóvenes que no leen las grandes novelas pueden estar entrenados, pero no educados. Adquirir habilidad en la computadora es importante porque es hoy una herramienta esencial para vivir, como lo es manejar el dinero y prepararse para las relaciones personales. Pero no tiene nada que ver con la cultura. Las pantallas contribuyen a conseguir la información y ofrecen una distracción, a veces no dañina. Pero que las computadoras tomen el lugar de los libros de texto constituye un travestismo cultural injustificable.

El profesor Nicholas Negroponte, del laboratorio de medios del Massachusetts Institute of Technology, esbozó en 1995, en su libro “Ser Digital”, un alucinante panorama de lo que será el mundo de las comunicaciones en el futuro. Fibras ópticas transmitirán bibliotecas enteras de información en segundos y 30 millones de personas podrán leer simultáneamente el mismo libro. De nuestras casas podremos enviar mensajes a quien se nos ocurra en cualquier lugar del mundo. Recibiremos diarios “personalizados”, con sólo las noticias que nos interesan. La televisión nos ofrecerá alternativas infinitas: cientos de canales nos permitirán ver al instante lo que sucede en cualquier lugar de la Tierra (lo que nos quieran mostrar, claro). Y así será nuestra vida futura, un paseo deslumbrado por autopistas virtuales que cubrirán el globo. Casi un cuarto de siglo más tarde, estas anticipaciones se han concretado.

Pero… ¿hay 30 millones de personas interesadas en los libros que puedan “bajar” de las autopistas informáticas? ¿Producimos tantos mensajes originales para mandar a nuestros corresponsales en todo el mundo? ¿Traen novedades tan importantes los diarios personalizados que, sin duda, contribuyen a estrechar aún más nuestra limitada comprensión del mundo?

La clave parece darla el mismo Negroponte cuando se le pregunta qué puede hacer la computación para mejor el placer proporcionado por una obra de Shakespeare. Responde: “No tengo mucho interés en Shakespeare. Pero la tecnología podrá encontrar medios para tornarlo más interesante para mí”. Despertar el interés por Shakespeare, o por la cultura en general, no constituye un desafío tecnológico, es una aventura radicalmente humana. Negroponte no tiene mucho interés por Shakespeare; le atrae, en cambio, el vehículo tecnológico. Es como si alguien afirmara: “No me interesa Velázquez, yo estoy preocupado por los pinceles”.

Resulta absurdo que la comunicación mediante las pantallas requiera ridiculizar los libros para reforzar su autoestima. Uno de los problemas que advierte Negroponte es que al libro hay que tomarlo de un estante, lo que hace que a él sólo pueda acceder una persona por vez. En 1998 el lingüista Geoffrey Nurnberg declaraba que el libro, tal como lo conocemos, desaparecería. El advenimiento del hipertexto digital, afirmaba, liberará al lector de la tiranía del escritor. Es como decir que estrellar cuadros en el suelo liberará a los contemporáneos de la tiranía de los artistas. Es la libertad de los muertos cerebrales. Precisamente el objetivo es poder compartir la experiencia del artista, no privilegiar la propia.


El libro es la invención central de la civilización moderna. Así lo demuestra la historia de la comunicación, desde Gutenberg y Caxton hasta ahora. Lo que se incorporó al panorama cultural en el siglo XV no ha sido desafiado, por supuesto, por nada que la electrónica pueda ofrecer.

Como sostienen algunos autores, el desprestigio de la lectura resulta del descrédito contemporáneo del esfuerzo. La lectura de un libro requiere realizar un esfuerzo intelectual que pocos están dispuestos a emprender. Leer es una tarea formativa, porque la lectura-que es un hábito que se adquiere durante la infancia y la adolescencia-nos hace reflexivos y racionales, nos enseña a escribir y a hablar. Sobe todo nos impulsa a meditar, a desarrollar nuestra imaginación. No es casual que, cuando se les pregunta acerca de lo que sienten cuando leen, algunos niños respondan: “¡Es como si soñáramos!”

En cuanto al estudio, la lectura productiva es de difícil sustitución por los medios audiovisuales. Hay fenómenos difíciles de contar, cuyo entendimiento puede, tal vez, facilitarse por las imágenes. Pero en raras ocasiones nos permiten esas imágenes adentrarnos en la complejidad del fenómeno que queremos entender. Para eso hay que recurrir al texto escrito, que nos permite exponer, transmitir y recibir ese tipo de razonamientos en un diálogo reflexivo, pausado, de ida y vuelta, con el conocimiento. Está demás decir que algunos argumentos requieren un lenguaje distinto del que manejamos a diario, como por ejemplo, el lenguaje matemático. Es indudable que la mayor parte del conocimiento complejo, basado en abstracciones, seguirá transmitiéndose por la lectura. De modo que, pese al auge de los medios audiovisuales, el dominio y la comprensión de la palabra escrita y de conceptos abstractos distinguirá a las sociedades capaces de mantener el liderazgo político y económico, y de mejorar el nivel de vida de sus habitantes.

Por esas razones resulta preocupante comprobar que los libros constituyen objetos extraños en la vida de nuestros niños. Despertar el interés de niños y jóvenes por la lectura seguirá siendo una responsabilidad ineludible de la familia y de la escuela.



Meditación de los Misterios dolorosos



Implorando por el fin de la pandemia de Coronavirus
Propuesta por el Rector Mayor Don Ángel Fernández Artime, sdb


I- Jesús ora en el huerto de los olivos
Oremos por todos los que creen en Cristo y por todos los hombres y mujeres de buena voluntad: para que en esta hora de prueba para toda la humanidad puedan redescubrir en la fe los valores de la compasión y la solidaridad con los más probados y necesitados.


II- Jesús es azotado
Rezamos por los médicos y trabajadores de la salud que trabajan duro para ayudar a los pacientes con coronavirus, algunos hasta el punto de dar sus vidas. Que el Espíritu del Señor los sostenga y los consuele en su servicio y misión.


III- Jesús es coronado de espinas
Recemos por las autoridades llamadas a tomar decisiones para el bien común. Que el Espíritu del Señor los ilumine en las elecciones que deben hacer y que se sientan acompañados y sostenidos por la oración del pueblo.


IV- Jesús sube al Calvario cargando con la cruz
Por todas las familias que viven este tiempo de prueba: que el Señor les ayude a descubrir nuevos caminos, nuevas expresiones de amor, de convivencia en esta nueva situación.  Es una hermosa oportunidad para redescubrir el verdadero afecto en la familia. Recemos para que las relaciones en la familia en este momento siempre florezcan para bien.


V- Jesús muere en la cruz
Rezamos por todos los afectados por el coronavirus y por las numerosas víctimas, incluidos los miembros de nuestra Familia Salesiana: hombres y mujeres que viven su enfermedad y muerte en soledad: que la comunión de María en la fe y la intercesión sea de consuelo y apoyo.


Acto de entrega a María Auxiliadora

Oh María Auxiliadora,
como nuestro padre Don Bosco hizo
con los chicos del oratorio de Valdocco,
con motivo del cólera,
también nosotros,
en un mundo golpeado por el brote de coronavirus,
queremos, como Familia Salesiana,
expresar nuestra confianza filial
en tu Corazón Madre.
Conforta a los enfermos y a sus familias.
Apoya a los médicos y a los trabajadores de la salud.
Ayuda a todos los miembros de la sociedad
y a los gobernantes.

Da la bienvenida a todos los que han muerto
como resultado de esta epidemia.
Sobre todo, renueva en cada uno de nosotros,
en nuestras comunidades y en nuestras familias.
la fe en tu Hijo Jesús que murió y resucitó,
En las palabras de Don Bosco te decimos:
Oh María, Virgen poderosa,
grande e ilustre defensora de la Iglesia,
singular auxilio de los cristianos,
terrible como un ejército ordenado para la batalla,
Tú sola has triunfado de todas las herejías del mundo.
¡oh Madre!, defiéndenos en nuestras angustias,
en nuestras luchas y en nuestras necesidades;
líbranos del enemigo
y en la hora de la muerte llévanos al Cielo.
Amén.