Por Alicia Beatriz Montes Ferrer
A veces podemos pensar que actuamos en plena libertad y siendo conscientes de lo que hacemos. Sin embargo, pudiera estar ocurriendo que nos estamos dejando utilizar como unos zapatos viejos y ni lo sabemos.
Por eso hoy te traigo unas
palabras en el que reflexionaremos sobre el utilitarismo en una relación de
amor.
Pero antes de comenzar quizás te
interese saber a qué tipo de amor me refiero en estas líneas.
Todo lo que gira a nuestro
alrededor nos influye, nos va haciendo ser lo que somos, y claro, lo hace para
bien o para mal. La familia, las amistades, los estudios, los programas de
televisión o el cine que veamos nos van calando. Los libros que leemos, incluso, las canciones
que cantamos, todo se nos va introduciendo.
Nuestro cerebro lo va asimilando
y aprendiendo como algo normal.
Si a un niño desde que nace le enseñas a decir palabrotas, eso es lo que hará en un futuro. Si le enseñas a que termine todo lo que empiece, igualmente lo aprenderá.
Pero también hay otras maneras de
ir aceptando ideas y conductas, de forma muy sutil, son PENSAMIENTOS Y HÁBITOS
QUE ESTÁN EN EL AMBIENTE y van modelando nuestra escala de valores.
¿Qué valor le damos a las cosas?
Con el transcurrir del tiempo y
pasada la adolescencia y juventud, eso que hayamos aprendido y asimilado,
difícilmente podremos cambiarlo en un futuro, formará ya parte de nosotros, de
nuestro ser, para bien o para mal, insisto.
De nosotros muchas veces
dependerá, por lo tanto, que tomemos una actitud crítica, filtrando lo bueno o
lo dejemos pasar a nuestro interior, haciendo de esta manera que tengamos un
futuro más tranquilo o arrastremos serios problemas.
El utilizar las cosas de un modo
responsable o no, dependerá en gran medida de esto.
Muchas veces depende de cómo
enfoquemos el valor de las cosas, de los demás y de nosotros mismos.
Si nos fijamos, por poner un
ejemplo, en apenas 30 ó 40 años atrás, nuestros padres y abuelos no tenían
tantos zapatos como ahora tenemos; los que tenían los cuidaban con esmero; y si
se rompían no iban a la basura, si no al zapatero. Nuestras madres y abuelas
cosían la ropa por las noches mientras los hijos dormían, eran todas unas
expertas en costura. Y ahora apenas sabemos coser un botón; si algo se
estropea, rápidamente puede ser remplazada esa prenda por otra.
Las cosas no eran de usar y tirar, se reutilizaban y se arreglaban.
Parece una tontería, pero es un aspecto
más profundo de lo que suponen unos simples zapatos viejos.
Todo depende del valor que le
demos a las cosas. Para uno que esté acostumbrado a tener muchos zapatos, no
tendrá ningún valor y no los aprecia. Pero para otra persona que ande escaso,
seguramente los valorará más por el bien que les hace tenerlos.
Piensa por un momento ¿Tú qué harías en ese caso? ¿Buscarías el modo de arreglarlos o directamente irías a comprarte unos nuevos?
El valor de las cosas materiales
es algo relativo en muchas ocasiones dependiendo de nuestras circunstancias
personales. Sin embargo, como veremos a continuación, hay otras cosas que
directamente se relacionan con las personas y que tienen que tener a la fuerza
un valor absoluto sin utilitarismo.
El utilitarismo en la sociedad y sus consecuencias
En el ambiente de hace unos años,
como te he mostrado en los ejemplos anteriores, había un claro sentido, no sólo
del ahorro, si no del respeto por las cosas. La conservación y cuidado de lo
que se tenía, el uso adecuado con responsabilidad, era lo normal. Actualmente
no suele ser así, ¿por qué?
En nuestras sociedades del
progreso, hemos ganado en muchos aspectos: sanidad, educación, medios de
transporte… pero nos encontramos con fuertes barreras ideológicas perjudiciales
que nada de progreso suponen:
Hay todo un conjunto de pensamientos perjudiciales que nos están haciendo entrar en un círculo inagotable de utilitarismo, consumismo y materialismo.
A esto hay que sumar la vida
cómoda, fácil y placentera… es decir, una vida irreal, a la que se nos invita
constantemente tener. Pero la realidad por mucho que nos fastidie, no puede ser
así, no todo es bienestar.
¿Somos conscientes de esto o nos dejamos arrastrar sin más?
Y no sólo empleamos las cosas sin apreciar su importancia, sino que también, y esto es lo más grave, lo hacemos con las personas. Sin darnos cuenta, en bastantes ocasiones usamos a los demás o nos utilizan a nosotros, con fines utilitarios. Es decir, usamos a las personas según nos interese, nos venga bien o nos complazca… ¡Cuántas veces hemos creído tener un amigo y cuando menos lo esperábamos nos da la espalda por otros!
Esta situación no es difícil de encontrar. No sólo está presente entre amistades o compañeros: también y por desgracia, entre novios, parejas y matrimonios. Son relaciones llenas de intereses, muchas veces egoístas y ocultos, que terminan en rupturas y divorcios, siendo más pronto o más tarde, reemplazados por otros.
¡Cuántos matrimonios se salvarían de esta lacra de separaciones si se intentase entre los dos arreglar los desperfectos para lucir de nuevo una relación en armonía, como un zapato nuevo que se ha reparado!
Y ni qué decir de cómo mediante
las relaciones sexuales pueden estar utilizándote y ni te des cuenta de ello.
Piensas que eso es amor, que es un modo de estar más unidos… sin embargo, en
bastantes ocasiones, en el fondo lo que hay es una búsqueda de placer. ¿Crees
que eso te da más felicidad? Aquí te explico lo que es la verdadera felicidad y
aquí dónde está el origen de la felicidad.
Como unos zapatos viejos de los
que te cansas y te compras otros, pudiera ser que te utilicen así y te cambien
cuando las circunstancias no sean tan favorables como al principio. Prueba a plantearle, por ejemplo, a tu
pareja, que no quieres mantener relaciones hasta llegar al matrimonio para ver
cómo reacciona… si te respeta esa decisión, entonces eso sí que se puede llamar
amor y no te está utilizando.
¿Cuánto te valoras?
El valor de las personas, que valemos por quienes somos cada uno por nuestro propio ser, no por nuestros títulos, dinero, cuerpo o fama, está viciado y confundido. De manera que esto último provoca muchas discriminaciones, esclavitudes y tristezas profundas.
El utilitarismo va unido al individualismo. Una persona que utiliza a otra es porque busca un fin egoísta que satisfacer. Su vida asentada en su yo, una vida individualista, le hace usar a los demás.
A veces, las buenas enseñanzas que recibimos en la familia, con el paso de los años parecen como si se perdieran o diluyeran en favor de otras ideas que nos pueden parecer más auténticas y atractivas. Algunas pueden tener repercusiones esporádicas, otras, sin embargo, nos pueden dejar marcados en nuestro interior para siempre, como pudiera ocurrir al dejarnos manejar por otros sin hacernos de valer y de respetar por miedo a decir no, a dar nuestra opinión, a perder esa amistad… o muchos otros motivos.
Creernos que actuamos libres de
ataduras, que lo hacemos en base a nuestras propias decisiones, puede hacernos
perder el sentido de la realidad. Y esas rejas que nos puedan estar oprimiendo
por medio de ideologías, (como es el caso de la ideología de género) o
pensamientos (consumismo, materialismo, individualismo) pasan inadvertidas,
mientras nos dictan lo que debemos o no debemos hacer y nos hacen pensar que
así somos realmente felices y libres.