Un poco de luz sobre Cincuenta sombras de Grey


 Lic. Mónica Moore
Dra. en Semiótica y Lic. en Ciencias Religiosas


Una de las estrategias de marketing más eficaces que utilizan los medios de comunicación es el erotismo, que moviliza dimensiones muy íntimas de las personas, zonas vulnerables de la personalidad, grietas por las que se filtran insatisfacciones, campos siempre delicados como el cuerpo, la sexualidad y la afectividad.

Un claro ejemplo de esto es la trilogía “Cincuenta sobras de Grey” llevada recientemente al cine, con gran difusión entre mujeres de toda edad y con llegada al público juvenil.

Como todo producto consumido (o comentado) masivamente por los jóvenes, constituye un desafío ineludible para padres y educadores. ¿Qué se les está ofreciendo? ¿Qué ideas o valores transmite? ¿Qué internalizan de ese mensaje los chicos, cómo lo procesan?

Son cuestiones que tenemos que animarnos a trabajar con ellos, capitalizándolas como instancias que nos permiten orientarlos y conocerlos más. Aunque el punto departida no sea positivo sino algo más bien muy controversial, como es el caso de esta historia erótica entre una joven universitaria y un joven empresario y multimillonario, cuya “propuesta amorosa” es el sadomasoquismo, práctica que es vertebral en el argumento.

A pesar de ese “detalle”, la película se estrenó el día de San Valentín, como para ligarla a la idea de  “romance”, mientras que los abusos sicológicos y emocionales que plantea se pretenden camuflar con glamour, actores atractivos y rodeados de lujos. Como para hacer creer que se trata de una relación sana y aceptable. En realidad es el caso de un joven a quien, de niño, trataron horriblemente y que, en efecto, confunde amor con dolor, por eso encuentra disfrute en la agresión a las mujeres. La chica, inmadura, inexperta y alucinada por el físico y la fortuna del galán, lo consiente en sus deseos perversos.

Un lugar para la ética

Cuando una producción cultural genera debate no faltan los que relativizan o evaden planteamientos éticos, con el argumento de que se trata sólo de una obra de arte y que, como tal, puede gustar o no gustar y que no tiene más alcance que eso. Este posicionamiento, sin duda funcional a los beneficios económicos que cosechan los creadores de ese tipo de mercancías, olvidan que se trata precisamente de eso: de mercancías, es decir, producciones discursivas cuyo despliegue de sentidos está condicionado por la lógica comercial (como sucede con la telenovela a la que estiran como un chicle cuando es el rating el que está demandando que la historia se prolongue).

Esta película es una muestra muy clara de que la obra está supeditada a las leyes del mercado; de hecha presenta un relato suavizado respecto a los libros, para que en las salas puedan ingresar personas desde los 16 años y, de esa manera, no renunciar al éxito de taquilla.

E estas inescrupulosas maniobras, no hay lugar para preocupaciones relacionadas con los procesos educativos que protagonizan los jóvenes. El mensaje, más bien, parece ser otro: “que cada uno lo tome como quiera, para eso somos libres”.

Los adultos sabemos que los adolescentes no pueden procesar solos este tipo de información. Intervenir como orientadores es un deber del que no podemos evadirnos. ¿Es necesario que leamos los tres libros y miremos la película para poder opinar con autoridad? Si nuestra crítica apuntara a lo cinematográfico deberíamos verla. Pero no es nuestro propósito. Del mismo modo que podemos expedirnos sobre lo nocivo de las drogas sin ser consumidores, en este caso alcanza y sobra con la información que circula sobre el contenido y el “mensaje” de la película; con lo que los chicos ya vieron y nos cuentan; con lo que escucharon y nos comparten.

En principio, es necesario subrayar que si de sadismo se trata, nada tiene que ver con el amor verdadero, postulado clave del que tenemos que partir y al que tenemos que arribar. De todas maneras, siempre es importante contar con algunas pistas. La siquiatra Miriam Grossman publicó una muy interesante reflexión sobre “Cincuenta sombras de Grey” (disponible en la en) en la que destaca, ante todo, que nada tiene esta historia de grey (en inglés, “gris”), sino que todo es absolutamente negro. Rescato las ideas principales que puntualiza a modo de máximas:

·        Es falso que los chicos gusten de chicas sumisas e inseguras. Un hombre sicológicamente estable quiere una mujer que sepa cuidar de sí misma. Y si su comportamiento no es aceptable, quiere que ella le ponga límites.

·        Es falso que elegir ser dañado por otro es una decisión aceptable. Se trata más bien de una decisión autodestructiva y, como tal, es una mala decisión. Esto se intensifica si la elección se hace desde la inexperiencia y bajo los efectos del alcohol.

·        Es falso que una relación pueda ser saludable si implica prohibir decir a los otros lo que está sucediendo en ese vínculo. Esto es manipulación, nada más opuesto al amor.

·        Es falso que los problemas emocionales de un abusador crónico puedan curarse con el amor de una joven. Si la chica se siente realizada ayudando a gente emocionalmente trastornada, que elija ser psiquiatra, no novia.