Esta es la manera de vivir el Evangelio para los salesianos


 

Fuente: Revista Ecclesia 10/04/21

Las cifras de muertes por causa del COVID-19 durante el primer año de la pandemia es de 2,3 millones de personas. Un año donde muchas familias lo han perdido todo y donde todos hemos tenido que cambiar la manera de vivir.

Durante este primer año de pandemia, las Misiones Salesianas, han destinado más de 6 millones de euros para ayudar a paliar la situación de necesidad de muchas personas en cuatro continentes, distribuyendo kits básicos de higiene, alimentos y mascarillas. 121 países y 11 millones de personas han sido beneficiados con esta ayuda.

En su última publicación, los misioneros explican que, a pesar de no saber cómo desencadenará la situación con la pandemia, si las vacunas funcionarán o no, o si todos podrán recibir la vacuna, los misioneros estarán dispuestos a entregarse para ayudar y asistir al prójimo que lo necesite.

«No hablo solo de solidaridad material, que ha sido generosa; sino de una cercanía delicada y atenta que ha pretendido paliar la soledad por el aislamiento político, ahora también social y sanitario», dice Pier Jabloyan, misionero salesiano.

 

Además de la pandemia, durante este año han ocurrido otras catástrofes y conflictos que han causado miseria en muchas ciudades como las explosiones de Beirut, las caravanas de migrantes centroamericanos, los abandonados en la República Democrática del Congo. En donde quiera que se encuentren y así se requiera, las Misiones Salesianas llevarán ayuda a los más necesitados como lo han hecho desde hace más de 50 años.


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Por qué el Binge Watching (maratón de series) no es nada bueno para los niños

 


Por Ignasi de Bofarull

Profesor de Sociología de la Familia de la Universitat Internacional de Catalunya

 

 

Los atracones de series son peligrosos

A veces los mayores comentamos jocosamente, quizá irresponsablemente, que nos hemos pegado un atracón de una serie que solo tenía cinco capítulos y que fue un non stop muy excitante. Decimos que el guion era tan interesante y adictivo que era imposible parar y, además, Netflix o HBO (plataformas en streaming) nos lo ponían muy fácil pues los capítulos se encadenaban casi sin que hiciéramos nada. La plataforma nos inducía a continuar sin pensar y, entre risas, nos decíamos: «¡Va, va, otro capítulo y nos zampamos la serie de un bocado!».

Si somos adultos sin hijos puede que sea divertido reunirse unos cuantos para perpetrar esta comilona audiovisual de este tenor. Sano no es. Puede producir una indigestión. Y antes de ir a dormir nos deja excitados y exhaustos a la vez. Desnortados para conciliar el sueño.

Si somos padres y nuestros hijos pululan por ahí, no es en absoluto un buen ejemplo. Y a veces los hijos son mayores y nos acompañan. Nada recomendable.

Las series pueden ser muy buenas, pero es evidente que hay que consumirlas con pausas, con criterio. No se pierde el hilo pues ellas mismas se ocupan de refrescarnos los acontecimientos del capítulo anterior en flashes muy bien escogidos. Nos puede pasar un día con los hijos y “comernos” tres o cuatro capítulos.

El problema empieza cuando el atracón televisivo se repite y, consciente o inconscientemente, modelamos las actitudes de los hijos y, dado que algunos de nuestros hijos tienen pantallas en sus habitaciones, la comilona audiovisual se multiplica en las distintas estancias del hogar.

Y a veces lo que hacemos es proporcionar una pantalla a los más pequeños… para qué, ¿para que vean series? ¿Sabemos lo que hacen? ¿Nos imitan? Paz y sosiego en el hogar, pero… ¡a qué precio!

Entonces las pantallas se han apoderado de nuestro hogar

Y los niños han empezado a reproducir nuestras conductas. No somos ejemplo y no podemos exigir prudencia entre nuestros hijos. Ni nosotros descansamos, ni nuestros hijos juegan, ni cenamos todos juntos, y todas las otras tareas quedan en suspenso: lavar la ropa, ordenar, estudiar, leer el periódico.

Es lo que en el mundo anglosajón denominan el fenómeno binge-watching: maratón de series. Se podría traducir por juerga de series o borrachera de televisión también. Las traducciones nos hablan del fenómeno con gran expresividad. Insistimos: nos puede pasar una o dos veces. Quizá tres.

Pero los hijos nos exigen una conducta ejemplar. Ahí hay que ser proactivos y proyectar nuevos tipos de ocio donde salir de casa es un criterio básico. “¡Es que estamos en tiempos de pandemia, de confinamiento, de toque de queda!”. Es verdad: este momento histórico que todos padecemos no ayuda nada.

 

Cultivar la espera

La espera, la autorregulación, las funciones ligadas a estas habilidades básicas para vivir en sociedad son torpedeadas. Si en el aula el maestro necesita que los niños respeten los turnos, Netflix en casa camina en sentido contrario.

El cerebro, con las descargas de dopamina, recibe impulsos para seguir, continuar, no detenerse, y en consecuencia no ganar en autocontrol. Y Netflix no tiene horario: puedes verlo todo donde quieras y cuando quieras y más con una tableta o un portátil alimentado por el wi-fi del hogar.


Peligros

¿Cuáles son los peligros? El fenómeno binge-watching puede llegar a producir una fuerte sensación de soledad e incluso, en algunos casos de exposición prolongada a estos productos, de depresión. Quizá este diagnóstico es más atribuible a mayores.

Sin embargo, estos atracones desplazan a los niños de sus deberes psico-evolutivos, de los pasos que deben dar en su desarrollo: jugar, socializar en vivo y en directo, correr, saltar, andar con padres, hermanos, amigos.

En el caso de los mayores y de los niños también se puede hablar de una merma del auto-control y un aumento de la impulsividad. Todos hemos visto las pataletas que puede provocar interrumpir el visionado de una tableta por parte de un niño. ¡Y cómo se agarra a la pantalla desesperadamente cuando se la retiran!

Además, hemos de señalar que los contenidos no son indiferentes. Se dice a menudo: “Somos lo que comemos”. Deberíamos decir que los niños pueden acabar “siendo lo que ven” pues su capacidad crítica de deslindar realidad y ficción aún no está completada.

 

Conclusión

La conclusión es ponernos límites. Y a los niños se les pueden poner contraseñas en la tableta, fijar horarios, sacar la tele de la habitación. Y estamos haciéndonos eco de lo que dice la ciencia pediátrica en los Estados Unidos. En concreto, lo que recomiendan para padres, maestros y cuidadores las guías de visionado que proponen la Asociación Americana de Pediatría. Para todo hay un toque de queda. Para mayores y pequeños: ir a dormir a horas razonables y calmados (no excitados por el azul de las pantallas que a veces vemos muy de cerca).

A veces los altavoces del mundo están tan altos que es imposible escuchar la voz de un Dios que nos susurra en el silencio con la suavidad de una brisa.

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Santiago Costamagna: sacerdote, misionero, obispo y músico

Por el Prof. Lic. Luis Angel Maggi

 

Santiago Costamagna,sdb
(Italia 1846 - Buenos Aires 1921)

Si entramos en la capilla del antiguo noviciado salesiano de Bernal, provincia de Buenos Aires, podemos hallar un busto, con una lápida a los pies que en latín dice: “Santiago Costamagna, obispo de Colonia, fallecido el 9 de septiembre de 1921, habla todavía”.

Este particular epitafio es más que elocuente. La vida de monseñor Costamagna tiene aún hoy mucho para contarnos de su experiencia con Don Bosco, de sus aventuras misioneras, de su amor por la música y, en fin, de su experiencia de fe en Jesús, que lo hizo salesiano, sacerdote, misionero e intrépido anunciador del Evangelio.

 

Datos biográficos

El niño Santiago nació en Caramagna, Italia, población cercana a la ciudad de Turín, el 23 de marzo de 1846. Sus padres lo enviaron a los 12 años a estudiar en el Colegio que tenía Don Bosco,  pues era conocido del párroco local. En 1858 ingresó al Oratorio junto con varios niños del pueblo, fue alumno distinguido. Brillante en los estudios de su nivel y con mucha predisposición a la música y el canto.

Don Juan Cagliero fue uno de los profesores que atendían a los niños del Oratorio y Escuela, el cual aprovechó las cualidades del niño quien se presentaba como cantor contralto.

La vida del alumno Santiago Costamagna transcurría entre el estudio, la oración, la música y la alegría de los recreos. En su interior sentía el llamado a  “seguir con Don Bosco en el Oratorio, para ayudar  a muchos jóvenes a estudiar y a encontrarse con Jesús, como él”.

En 1862, siendo ya seminarista, Don Bosco lo envió al Colegio San Felipe Neri de Lanzo, donde ejerció como maestro de música. Allí compartió la vida religiosa con otros clérigos que serían  enviados, más adelante a tierras de Misión, como Luis Lassagna quien trabajó en Brasil y Uruguay y  de José Fagnano, apóstol de los nativos de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur.

Luego de estudiar Filosofía y Teología, en Junio del año 1868  recibió el Diaconado y en Septiembre el Sacerdocio de manos de Monseñor Ricardi di Netro Arzobispo de Turín. Al año siguiente, el 23 de Septiembre de 1869 realizó los Votos Perpetuos como Salesiano.

 

Primer destino como sacerdote y docente 

Don Bosco lo envió a Mornese el 6 de Noviembre de 1874, como Director Espiritual de la Casa Central de las Hijas de María Auxiliadora, allí conoció y fue  testigo de la ejemplar santidad de la Madre María Mazzarello que guiaba a las Hermanas de la Naciente Congregación.

 

Tercera Expedición Misionera a la Patagonia

En 1877 Don Bosco preparó la Tercera Expedición Misionera a Buenos Aires y pensó en Santiago  Costamagna para encabezar el grupo de los diecisiete salesianos y seis salesianas de Mornese, entre ellas Sor Angela Vallese, quien fue la gran misionera de Tierra del Fuego. Tras muchas peripecias y con el aliento de Don Bosco, el 17 de Abril de 1879, inició la marcha hacia la Patagonia, acompañando la Expedición al desierto del General Julio Argentino Roca; junto con  Monseñor Espinosa y el Clérigo Luis Botta, llegaron  hasta Choele Choel, trabaron amistad con los aborígenes  y realizaron numerosos bautismos.

El  4 de Agosto de 1880, falleció el Padre Salesiano Francisco Bodratto, primer Inspector de la Argentina; al poco tiempo llegó el nombramiento de nuevo Superior de América a Costamagna. Desde entonces acompañó el trabajo de sus Hermanos Misioneros. En 1881 viajó al Uruguay para visitar las casas donde comprobó la espiritualidad y sacrificios de las nacientes comunidades. En 1883 visitó Valdocco, Italia, de donde había salido el primer adiós a Don Bosco, rumbo a la Patagonia. Allí encontró a su Padre Fundador y a su regreso a Buenos Aires,  le dio su segundo y último adiós el 11 de Noviembre.

 

Salesiano Misionero del Atlántico al Pacífico

El Fundador de la Congregación Salesiana falleció el 31 de Enero de 1888. El Primer Sucesor  fue el Sacerdote Don Miguel Rúa, quien llamó a Costamagna, a Italia para acompañar  una nueva Expedición Misionera; entonces llegó a Valsalice, para visitar la tumba de Don Bosco. En esa oportunidad Don Miguel Rúa delegó en él la facultad de visitar las casas del Pacífico Sur, las  Repúblicas de Chile y Ecuador. Este fue el comienzo de un largo peregrinar misionero por América y acompañar la expansión de las nuevas casas en América del Sur.

A fines de 1894, el Padre Inspector Costamagna, recibió un llamado urgente de Don Rúa, quien le comunicó su próxima Consagración Episcopal. Partió de Buenos Aires  y llegó a Turín el 24 de Diciembre, pasó la Fiesta de Navidad en el Oratorio. Fue consagrado Obispo el 23 de Mayo de 1895 en la Iglesia de María Auxiliadora de Turín. En el interim la Santa Sede y el Gobierno de Ecuador dejaban establecido los nuevos Vicariatos apostólicos creados en el Ecuador.

En junio de 1902, obtuvo permiso del gobierno de Ecuador para visitar por tres  meses a los Misioneros afincados en el Vicariato Apostólico de Méndez y Gualaquiza. En la oportunidad se embarcó en el Puerto de El Callao rumbo a Guayaquil y de allí pasó a Cuenca a lomo de mula, hasta Cuchil, último puesto poblado. Tres soldados lo acompañaron y  una vez llegado, les pidió que regresaran, “para que la cruz entrase en el Vicariato sin la compañía de la espada”. Tuvo oportunidad de constatar la tarea abnegada de los misioneros con los naturales. La segunda visita la realizó en Agosto de 1903, recorrió Azuay y Guayas, luego visitó Panamá, se embarcó para San Salvador, desde donde volvió a Turín  en 1904, para participar del X Capítulo General de la Congregación Salesiana. Concluido el Capítulo regresó a la Argentina a fines de 1904. De allí continuó viaje a Chile, a  las Costas del Pacífico, con el carácter de Visitador, para el que lo había reelegido Don Rúa.

 

Al Ecuador, nueva Carta de Obediencia

Permaneció en Buenos Aires desde 1910 hasta mediados de 1913. Tomó con alegría la Obediencia que lo destinaba a las Misiones de Ecuador, se trasladó  a aquellas cálidas regiones y  llegó el 11 de Junio de 1914. Monseñor Santiago Costamagna, entró definitivamente a su viña de Méndez y Gualaquiza, Ecuador. Allí se dedicó al estudio  del idioma jíbaro y se  abocó a la confección de un Catecismo en ese idioma. Recorrió todo el Vicariato, a pie, a lomo de mula, en carro y acompañó a los misioneros, quienes todavía hoy comentan el Catecismo que utilizaron también como libro de lectura,  con los aborígenes Shuar, Bororos y Chavantes, a partir de 1915, en la Región Amazónica, incluida la del Perú, Brasil, Colombia, Panamá  y Venezuela.

 

Regreso a Buenos Aires

En 1918 sintió que su salud declinaba, presentó su renuncia a la Santa Sede y regresó a Buenos Aires. El  bien realizado y su presencia edificante dejaban un recuerdo imborrable en aquellas regiones”.

En 1920 el Padre José Vespignani, había sufrido una operación, que le impedía viajar, entonces  le pidió a Costamagna que realizara la vista Canónica a las Casas Salesianas de la Inspectoría: Buenos Aires, San Nicolás, Rosario, Córdoba, Rodeo Del Medio, Salta, Tucumán y las Casas de la Patagonia. A su regreso vivió en la Casa de Formación de Bernal, participaba de los recreos en el patio, recordaba felices tiempos de Valdocco y dialogaba con los novicios y los salesianos formadores.

En 1921 Monseñor Santiago Costamagna  encargó la nueva edición de sus “Alabanzas a María”, donde entre muchas obras musicales en honor a la Virgen se destacaba el “Venid y Vamos Todos con flores a María”.

Monseñor Santiago Costamagna, se descompensó en el crudo invierno y ya no se repuso, hasta que  falleció en Bernal el 9 de Septiembre de 1921, a los 75 años. Su obra misionera, sus composiciones musicales, sus largos caminos por regiones inhóspitas, desconocidas,  propias de un gigante, expedicionario, investigador y docente, enviado por Don Bosco y luego por Don Rúa, nos seguirán hablando e invitando a continuar la Obra de San Juan  Bosco, en Argentina, en América y en el mundo.

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Amando de Maastricht, patrono de los productores de vinagre

Cristo de los Afligidos del escultor imaginero
Galo Conesa (Murcia, España)


El vinagre es la bebida que se le dio a Jesús en la cruz: un gesto de misericordia, no de tortura, porque el agua mezclada con vinagre (posca) era utilizada por los soldados romanos como bebida para calmar la sed. Junto con la posca, el sapum, precursor del vinagre balsámico, también se utilizaba en la antigua Roma. Y los productores de vinagre tienen como patrón a san Amando de Maastricht, ermitaño, posteriormente misionero y obispo, evangelizador de Bélgica y del norte de Francia.

Estamos en aquel fatídico día del 3 de abril del año 33, una jornada larga y agotadora para el centurión romano que, junto con los soldados a sus órdenes, tuvo que acompañar a los condenados a ser crucificados a través de la ciudad y luego hasta el Gólgota.

Supervisaron las operaciones de las ejecuciones, conteniendo a la multitud de un pueblo al borde de la revuelta. Por no hablar de la pesada armadura: chaleco, fundas metálicas para las orejas que empezaban en el casco y se unían bajo la barbilla, casco, y también la alabarda de dos metros de largo que formaba parte del equipo.

Tiene calor, las voces que gritan le producen dolor de cabeza, el sudor le recorre el cuello y desearía estar en cualquier sitio menos allí. Está al pie de la cruz de uno de los condenados, el más cuestionado, el que tantos problemas causó: Jesús de Nazaret. Y ahora ese hombre, desde lo alto de la cruz dice: “Tengo sed”. El centurión toma una esponja, la moja en su acetabulum portátil lleno de posca (agua mezclada con vinagre), la clava en la punta de la alabarda y la acerca a los labios del condenado. Se lo bebe y luego dice: “Todo se ha cumplido”. Y se muere.

 

Los cuatro Evangelios relatan este episodio, de forma un poco diferente uno de otro, pero si consideramos el episodio a través de la historia de la alimentación, este gesto del centurión fue de misericordia, no de tortura. Porque en la época romana, el vinagre combinado con agua se utilizaba como bebida para calmar la sed, y también se ofrecía a los invitados. Esta preparación se llamaba posca. Formaba parte de la ración diaria de alimentos de los legionarios y les acompañaba durante las agotadoras marchas –unos treinta kilómetros diarios, con cargas de 20 a 30 kilos- junto con un kilo o más de pan, además de agua, sal, carne y aceite. Porque a los trabajadores y combatientes, salvo en casos extraordinarios, no se les concedía el vino, aunque se lo pudieran permitir: Posca fortem, vinum ebrium facit (la posca fortalece mientras que el vino embriaga).

 

Además de la posca, la antigua Roma también utilizaba el sapum, que era el mosto de uva cocido: se convertía en un líquido oscuro y viscoso, de sabor dulzón, que utilizaban para condimentar higos, ganso asado, quesos curados, pero también como medicina. El sapum puede considerarse a todos los efectos el antecesor del vinagre balsámico.

El vinagre puede obtenerse no sólo de la uva, sino también del arroz y de la manzana, pero la primacía por el sabor y la variedad de usos (cocina, medicina, cosmética, higiene) corresponde al vinagre obtenido del vino.

Por eso, el patrón de los productores de vinagre, Amando de Maastricht (Nantes, c. 584 - Elon, c. 679), es más apropiado que nunca en estos días de Pascua, en homenaje al único acto de caridad que nuestro Señor recibió de sus torturadores en su doloroso viaje al Gólgota y especialmente en la cruz.

Nacido en el seno de una familia noble, Amando abandonó a su familia a los veinte años para hacerse monje según la regla de San Columbano. Su familia hizo todo lo posible para oponerse a esta elección porque tenían otros planes para él, pero no lograron hacerle cambiar de decisión sobre su ideal de vida. Siguiendo lo que consideraba una inspiración divina, se dirigió a Bourges, donde, bajo la dirección de Austregisilo, obispo de esa ciudad, permaneció en soledad durante quince años, viviendo en una celda y comiendo pan y agua.

Con sólo 33 años, tras una peregrinación a Roma, fue consagrado obispo en la Galia, tras lo cual, a petición de Clotario II (584 - 629, rey franco de la dinastía merovingia), se dirigió a las tierras del norte del reino franco. Fue el primer evangelizador para los habitantes de la región de Gante, que todavía eran en gran parte paganos.

Más tarde extendió su labor a todo Flandes: según una leyenda hagiográfica, aunque sufrió persecuciones y pasó grandes privaciones, no obtuvo ninguna conversión hasta que realizó el milagro de resucitar a un criminal que había sido ahorcado. En esta actividad tuvo a san Bavón como discípulo y más tarde como ayudante.

Amadeo hizo erigir dos monasterios: uno en Gante (San Pedro) y otro en el monte Blandin (San Bavón), que son los monumentos más antiguos del cristianismo en Bélgica. A su regreso a la Galia, en el año 630, se ganó la hostilidad del rey Dagoberto I, al que había intentado conducir a una vida virtuosa, y fue expulsado del reino. Más tarde, Dagoberto le rogó que volviera, pidiéndole perdón por el mal que había hecho, y le pidió que fuera el guardián del heredero al trono. Pero vivir en la corte no le gustaba al hierático Amando, que decidió rechazar ese honor. Su siguiente apostolado fue entre los eslavos del Danubio, pero no tuvo éxito: seguían organizados en sociedades tribales, refractarias al cristianismo.

 

Hacia el año 649 fue nombrado obispo de Tongres y Maastricht. La región estaba infestada de disturbios clericales que Amando intentó resolver, pero la tarea era inmensa. Por ello, se dirigió al Papa Martín I para pedirle instrucciones. La respuesta del Pontífice esbozaba un plan de acción en relación con el clero rebelde y también contenía información sobre la herejía monotelita que afligía a Oriente en aquella época (se trataba de una herejía cristológica surgida en Constantinopla en aquel siglo, que afirmaba que en la persona de Cristo sólo existía la voluntad divina que había absorbido la humana, limitando así la verdadera humanidad de Cristo).

A Amando se le encomendó la tarea de convocar concilios en Neustria y Austrasia para dar a conocer a los obispos de la Galia los decretos que habían sido aprobados en Roma. A su vez, los obispos de la Galia le encargaron que llevara las actas de sus concilios al Papa. Amando aprovechó esta oportunidad para obtener la exención del obispado de Maastricht y reanudar su trabajo como misionero, que era su verdadera vocación.

En esta época conoció a la familia de Pippin de Landen y ayudó a Gertrudis de Nivelles y a santa Itta a fundar su famoso monasterio en Nivelles.

Treinta años antes ya había viajado a los Países Bajos para predicar, pero había tenido poco éxito. Ahora los lugareños le pidieron que regresara y, aunque ya tenía setenta años, emprendió la evangelización, eliminando el paganismo del país. De hecho, san Amando puede considerarse el apóstol de Bélgica y del norte de Francia.

Hasta el final de su vida, Amando continuó fundando numerosos monasterios, a veces con riesgo de su propia vida (Bélgica, en particular, cuenta con muchas de sus fundaciones). Murió a los noventa años en la abadía de Elon.

En su iconografía, Amando es representado con una serpiente: La Leggenda Aurea cuenta que se encontró con una serpiente en el jardín de un convento y que, con la ayuda de la oración y una señal de la cruz, la obligó a meterse en una grieta y no volvió a salir.

Como muchos santos patronos, no es el único que “representa” a los productores de vinagre. También está Vicente de Tarragona. Y él mismo no sólo representa a los productores de vinagre, sino también a los cerveceros y comerciantes de vino. Pero de eso hablaremos en otro momento.