por la Lic.
Alejandra Mottola
La
adopción es un desafío que vale la pena vivir. Los seres humanos estamos
llamados al amor y cada vez que miramos y cuidamos a un pequeño, reconocemos al
mismo Jesús.
Ser
padres conlleva toda una misión, y aprender a serlo es una tarea ardua,
independientemente de si se es un padre
biológico o adoptivo. Debemos destacar la inmensa labor que realizan todos
aquellos adultos que se siente llamados a dar asistencia y protección a los
niños que reclaman atención, ternura y educación. Pero es conveniente
fortalecer esa vocación tan singular con el reconocimiento de cierto eventos que
pueden ser comunes o que se susciten en los casos de adopciones, cuestiones que
con asesoramiento, compañía y oración podrán ser afrontadas para bien del niño
y de la familia.
Lo
primero que se debe señalar es que dependiendo de la edad en que ocurra serán
los aspectos a considerar. Para adopciones de niños de 7 u 8 años es
conveniente el seguimiento de un sicólogo infantil durante el proceso inicial
de adaptación. Todas las personas poseemos características cognitivas y
emocionales que son consecuencia directa de una serie de variables, tanto
internas cono externas, a saber:
·
Factor
constitucional. Lo heredado (código genético de los padres y antepasados) y lo
congénito (ambiente uterino: estado emocional, enfermedades y accidentes)
·
Experiencias
infantiles. Sobre la base heredada se va construyendo una estructura de
significados, una manera de pensar, sentir y actual según los acontecimientos
vividos. Hasta los 6 años se construyen los patrones básicos de la personalidad
(disposición) que se mantendrán a lo largo de la vida. El denominado apego” (o
vínculo afectivo inicial) influye en la forma de vincularse y en el tipo de
pensamientos, sentimientos y recuerdos que se generan en cada uno.
·
Factores
desencadenantes. Sobre la disposición actúan dichos factores, que son aquellas
situaciones externas al sujeto, ante las cuales cada persona reacciona de
manera diferente. En este punto la adopción cobra gran importancia, ya que todo
lo que le brindemos a nuestro hijo será un factor de protección que redundará
en grandes beneficios para el desarrollo de su personalidad.
Los
padres tiene expectativas, tanto afectivas como de desarrollo respecto de su
nuevo hijo. Los adultos pueden sentirse desorientados y superados por
reacciones y conductas que no acaban de comprender. En este marco, la mayoría
de esas conductas deben ser entendidas en clave emocional, y potenciarse el
vínculo a través de canales comunicativos eficaces. Actitudes básicas tales como
saber escuchar, aprender a expresar la emociones y decir la verdad serán
aspectos prioritarios. Los niños adoptados con sólo meses de vida no tendrán
recuerdos del pasado, y a partir de los tres años empezarán a hacer preguntas.
A ellos se les debe explicar su origen progresivamente, con naturalidad, evitando
detalles dolorosos y destacando que siempre fueron deseados y esperados. Dicha
información es conveniente que se brinde
antes de los 6 años de edad.
Además,
es necesario disponer de recursos afectivos, espirituales, y asistenciales
suficientes para afrontar el desafío. Esto redundará en una mejor calidad de
vida para toda la familia.
Brindar
una crianza fundada en valores y en la fe en Dios siempre nos dará esperanza,
un nuevo sentido a la existencia, el más supremo: todos somos hijos del Padre y
buscadores de su amor. Conocerlo, descubrirlo, ayudará con el bienestar
psicofísico y espiritual de toda la persona.
Pidamos
a San José, padre adoptivo de Jesús, su perfecta disponibilidad a la voluntad
de Dios, su generosidad que no tiene medida. Que él logre transformar
nuestro corazón para que experimentemos
que hay más felicidad en dar que en
recibir. Que nos regale sus serenidad, responsabilidad y perseverancia para
llevar a delante nuestra misión de padres adoptivos.