La necesidad de la oración


Turín: Los primeros salesianos


Don Bosco oraba mucho. A veces casi furtivamente, por su pretensión de no hacerse notar. Oraba solo, en su habitación, y oraba con los jóvenes. Oraba antes de predicar y de confesar, antes de afrontar situaciones delicadas. Oraba especialmente en las dificultades y en las pruebas durísimas que le acompañaron a lo largo de toda la vida. Vivía en una constante unión con Dios. Algunos contemporáneos suyos, impresionados por el inmenso trabajo que desarrollaba, se preguntaron en presencia de Pío XI «¿Cuándo reza Don Bosco?» Y el papa, buen conocedor del santo, no dudó en responder que sería mejor preguntar cuándo no rezaba Don Bosco. Y es que Don Bosco, hombre de acción intrépida, fue también hombre de oración profunda. Armonizó estupendamente trabajo y oración, llegando a una unificación perfecta de acción-contemplación. Por eso podemos decir que fue contemplativo en la acción.


¡Oh, padre Don Bosco! Tú que practicaste la oración con la sencillez y confianza de los niños, con la alegría y la creatividad de los jóvenes, y con el celo ardiente de los apóstoles, ayúdanos a prolongar la oración en toda nuestra vida, para trabajar contigo en el plan de Dios sobre los jóvenes y contribuir a su bienestar en esta vida y a su felicidad eterna en la otra. Amén

María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros



La frase del mesHay que rezar con una esperanza ilimitada de ser escuchados.