El hogar, escuela de humanidad

 por Pablo Prieto (España)


Bradi Barth: La Sagrada Familia

 

Las artes domésticas son esa compleja trama de servicios, destrezas, tradiciones y ritos con los cuales la familia se construye día a día y crece como cuerpo vivo. Todos, varones y mujeres, estamos implicados en este lenguaje de la casa, hecho de gestos menudos y detalles materiales, con el cual afianzamos nuestros vínculos, expresamos nuestra unidad, y nos abrimos a la sociedad.

 

¿Qué son las tareas del hogar? Son aquella trama de actividades y compromisos (servicios, destrezas, encargos, competencias, tradiciones, ritos, juegos, etc.) con los cuales el hogar se une orgánicamente como cuerpo vivo, toma conciencia de sí, configura su identidad peculiar, y celebra su hermosura.

 

Las tareas domésticas reflejan la peculiar comunión de personas que es la familia, y por tanto todos sus miembros están implicados en ellas, cada cual según su modo peculiar de ser familia y sus circunstancias, formando así una “comunidad de trabajo”.

 

En el hogar la mujer desempeña un papel especial. En el plano simbólico, la mujer personifica el hogar, es como su rostro y su signo insustituible; el hogar es como ampliación de su regazo. Por eso corresponde a ella dirigir estas tareas e informarlas con la levadura de su feminidad, lo cual no significa en absoluto que, en la práctica, tenga que cargar con todo. La casa es de todos.

 

La tarea del hogar es paradigma y pedagogía de todo oficio. Contiene como en embrión todas las profesiones. Abarca cientos de actividades, que comprenden procesos técnicos, labores educativas y asistenciales y manifestaciones estéticas y lúdicas. Y es también ejercicio de maternidad espiritual, la vocación de nido de la mujer, y en el fondo, de todo ser humano: en el hogar se cuida de las personas interiorizándolas en el corazón, como gestándolas, para que nazcan de nuevo. No se persigue tanto la eficacia como la fecundidad; más que hacer cosas, la tarea del hogar consiste en dar vida.

 

El ama de casa detecta un latido que lo informa todo, cosas, acciones, espacios y tiempos, como el corazón en el cuerpo vivo. Puede compararse con el cine, donde una gran variedad de trabajos actorales, aparentemente dispares, se integran en un único guion.

El eje de la tarea del hogar es la corporeidad de la persona; constituye una sabiduría práctica sobre la condición encarnada del hombre. Somos persona según el cuerpo, y por tanto atender las necesidades corporales (comida, vestido, limpieza, adorno) es camino privilegiado para conocernos y amarnos.

 

Las tareas domésticas constituyen una economía de signos simbólicos. Cada una de ellas tiene valor de gesto: traduce los acontecimientos familiares en sabores, colores, espacios, tactos y sonidos. El ama de casa escucha la voz de las cosas y hace hablar a la casa. Se entabla así una conversación, tácita e ininterrumpida, entre todos los miembros de la familia, cuyo idioma son las cosas de la casa. Estas operaciones -lavar, cuidar, limpiar, cocinar, ordenar, educar- son siempre algo que alguien dice a alguien, se inscriben en una relación de tú a tú. De ahí que su menosprecio resulte humillante y traumático. Son academia primordial de humanidad: modelan sensibilidades, orientan conciencias, desarrollan virtudes, despiertan talentos, encaminan vocaciones, inspiran arte, educan destrezas, inculcan civismo, siembran solidaridad, cultivan complementariedad.

No son servicio servil, propio de esclavos, ni se reducen a mero servicio profesional, el desempeñado con arreglo a la justicia, sino que se desbordan en servicio soberano, que es don de sí libre y responsable. En él se concilian los dos sentidos de la palabra servicio: servir-para (competencia, profesionalidad) y servir-a (cuidado, abnegación).

 

Las labores domésticas imprimen a la familia un sentido de fiesta. Además de reconocerse y afirmarse en sus fiestas, la familia es, ella misma, fiesta. Aunque exigente y sacrificada, el trabajo de la casa nunca pierde cierto carácter de celebración incesante: pone en juego arte, ingenio, fantasía y humor, procurando excelencia en el detalle, pues así lo pide la dignidad de la persona.

 

Por último, digamos que el oficio doméstico armoniza los ritmos cósmicos (el día, la noche, las estaciones) con los corporales (comer, dormir, crecer) y los recapitula en la categoría del hoy, lo cotidiano, integrando el ritmo subjetivo de cada persona (agobios, prisas, tensiones, apatía, enfermedad, etc.) en el tiempo de la historia común de toda la familia. Por eso, el hogar, es escuela de humanidad.

Esta escuela de valores humanos y actitudes cívicas adquiere relieve insospechado a la luz de la fe. Jesucristo, en efecto, demuestra, tanto en su trabajo escondido en Nazaret como en sus discursos y parábolas, una exquisita sensibilidad doméstica, la misma que emplea para fundar su Iglesia e imprimir en ella aire de hogar.


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El hombre light


Por Gustavo Ferrari

Abogado argentino

 

No es fácil resumir, en términos simples, y sin caer en consideraciones burdas, las características del tema planteado. Aunque, sin que esto signifique acabarlo, me animo a reducir el problema a cuatro constantes que, en general, encuentro reiteradas en los distintos comportamientos del hombre “light”.

El primero de ellos es lo que llamo indiferentismo, una lamentable actitud que abunda por estos tiempos impregnando todo de una insulsa abulia.

 

Hay indiferencia por la sabiduría, por lo profundo, porque envueltos en una frivolidad y superficialidad que asusta, son muchos los que se abandonan a su suerte sin abonar su mente con el conocimiento, ni fortalecer su cultura y su futuro con el estudio serio y responsable. 

Y aunque también es verdad que gran cantidad de jóvenes y adultos son excelentes estudiantes o profesionales de éxito, al mismo tiempo es cierto que pueden ser verdaderos hombres débiles cuando no comprenden el profundo sentido de la sabiduría, que atiende a un hombre íntegramente formado, en cuerpo y alma, con todo y en todo su ser.


Hay indiferencia por la verdad, porque se dice que “todo es relativo”, rebajando los principios morales al sentimiento, y la ética de la conveniencia

Cuántas veces las discusiones, los debates personales o televisivos, o las meras charlas informales terminan con un “esa es tu verdad, yo tengo mi verdad”, como si hubiera muchas posibilidades sobre un mismo tema, como si por ejemplo Dios existiera y no existiera al mismo tiempo, o que la parte pueda ser menor y a la vez mayor que el todo, y un sinnúmero de contradicciones que degeneran en la pérdida del valor de la verdad.

Todo depende de las visiones, de apreciaciones y, en una exagerada interpretación, de una mal llamada libertad, en nombre de la cual se comenten los más variados dislates de conducta e irresponsabilidad.

Muchas veces pienso que una desordenada visión de la tolerancia o de respeto a los demás nos ha llevado a confundir al que yerra con el error, o a la persona con sus dichos y acciones. No se trata de perseguir y condenar personas, pero tampoco se trata de aceptar, en igualdad de condiciones, cualquier cosa, y no combatirla o responderla valientemente cuando corresponde.

Mientras el hombre sea tal, tendrá inteligencia y voluntad, y en el armonioso juego de sus objetos propios, verdad y bien, deberá dejar guiar su libertad por ellos y, al fin, ser responsable de los actos que realice. La crisis de responsabilidad en el hombre light, les lleva a guiarse más por el sentimiento que por la razón: si lo sentís, si te sentís realizado, si te copa, si es cool o joya, estará bien cualquier cosa. Aunque se trate de actos reprobables, o que afecten a terceros, o se mienta, o se engañe…

El hombre débil es un sentimentaloide; ni siquiera un buen sentimental que expresa sus verdaderos sentimientos.

 

Hay indiferencia por la Patria, pues se ha perdido la pasión por “cambiar el mundo”, diluyendo la polémica en un conformismo más propio de los sometidos que de un vigoroso espíritu juvenil. En vez de “servir a la Patria” se entiende “la Patria que debe servirme”.

 

Hay indiferencia y falta de solidaridad por los demás cuando son tantas las veces que se ve pasar a nuestro lado a cientos de hermanos sufrientes y “no se mueve un pelo” por ayudarlos a salir del límite que les impone su cárcel de dolor.

 

Hay indiferencia por la vida espiritual, pues son legión los que padecen una cierta anorexia del alma, ya que, o no se alimentan con la formación y la oración, o sólo adhieren a espiritualismos vacíos, de moda, y por lo tanto snobs y temporarios.

 

Otra característica de este hombre light es el igualitarismo, que, distante de la verdadera igualdad, no diferencia vicios de valores, bienes de males.

Así, es usual encontrar una conciencia igualitaria del amor, ya que no se distingue el verdadero amor de las simples uniones temporarias; el sexo sin amor, de la mutua donación de los esposos en el matrimonio; las naturales uniones heterosexuales, de las homosexuales; y todo aquello que rebaja tan sublime pasión humana a la mera sensibilidad.

 

Hay igualitarismo en la distinción entre varón y mujer, reduciendo a “machismo” y a “feminismo” las expresiones de las naturales diferencias, sin atender a que es en la virilidad y en la femineidad donde se deben encontrar los caminos de los justos e irreemplazables roles que cabe cumplir a cada uno en plan divino. No nació el hombre para ser mujer, ni la mujer para ser hombre, y aunque en su dignidad y principales tareas no caben dudas de su igualdad, siempre deberán respetarse los roles indelegables en los que no será posible reemplazarse. Son diferente, y precisamente en esas diferencias estriban sus ventajas.

También se extendió el igualitarismo en la valoración de las conductas, por lo cual, desde las calificaciones escolares, que hoy ya no destacan a los que más se esfuerzan, hasta las acciones públicas, que no son juzgadas con la severidad que merecen las defraudaciones, presentan a los hombres un marco social que iguala a los responsables y comprometidos con los facilistas y “trepadores”, a los héroes con los tránsfugas, los solidarios con los egoístas, empujando al fracaso a toda la sociedad. Efectivamente, no hay comunidad que pueda desarrollarse plena e integralmente con esa conciencia igualitaria. Podrá vivirse bien económicamente, o tenerse un ingreso per capita satisfactorio, o disfrutarse de toda la tecnología, pero ciertamente no pasará mucho tiempo para que se comiencen a notar las filtraciones y rajaduras propias de una sociedad que crece con cimientos sustentados en la arena.

Hay un notable igualitarismo en las expresiones artísticas. No se distinguen las bellas artes de algunas verdaderas atrocidades que muchas veces son fruto de la limitación intelectual de algunos supuestos artistas, y otras, de ese desborde de creatividad al que asistimos y que lleva, para ser original, a que algunos personajes propongan obras, pinturas, películas o piezas musicales que, en vez de parecer propias de un verdadero artesano, parecen el producto de un arte enfermo. Y, claro está, tampoco falta quien, ante una pintura de formas irreconciliables, o una escultura espasmódica, o una poesía ininteligible, con cara de intelectual superado dice las habituales frases “qué interesante”, “qué expresivo”, “cada uno puede interpretarlo como quiera”, “me dice mucho”, etc., etc., etc.


También cabe mencionar el individualismo, un error propio de estos últimos años, en el que un hombre-masa, yuxtapuesto y amontonado, no logra comprender su responsabilidad social, su papel protagónico en la historia.

Es individualista la droga que, con la manía de exceder los límites de cualquier modo, destruye todo lo que está alrededor, desde la familia hasta los amigos, para terminar con la misma aniquilación del individuo.

Es individualista el aborto, pues el crimen abominable que ejecuta la sentencia de muerte inapelable dictada por padres-jueces, no respeta los más elementales derechos del ser asesinado, ni de la sociedad, a la que se priva de un ser que podría ser mi futuro amigo, un excelente gobernante, un santo, o un hombre equivocado, quizás, pero con la posibilidad de forjarse su destino.

Es individualista el economicismo   de los devotos del ascenso social y laboral, que pasan por la vida buscando salvarse a cualquier costo y caiga quien caiga.

Es individualista la adhesión a pseudo-cultos, orientales o new age, que presentan una espiritualidad poco comprometida, con un dios “a imagen y semejanza del hombre”, para huir de la realidad, de las responsabilidades, y, sobre todo, de la conciencia del pecado.

El individualista tampoco se ocupa de su individualidad, la que abandona a su suerte sin formarla plena y decididamente, cayendo en una corrupción interior que se disimula tras una fachada juvenil de estiramiento rejuvenecedor que no oculta las arrugas del alma…éstas que en realidad más deberían preocupar.

 

En resumen, el hombre light es presa de una constante indefinición, es un permanente indefinido, un tibio mediocre sin pasión ni calor, que transita siempre por los caminos intermedios, más fáciles, con menos problemas, con menos esfuerzo…


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Domingo Savio y el secreto de la santidad

 Por Liana Marabini

 


Carlo Enrico va en el asiento trasero del coche grande. Su padre está al volante, su madre a su lado. El silencio en el coche es abrumador. Si al menos tuviera los cascos... pero se los han confiscado junto con su iPhone. Empieza a preocuparse, preguntándose cuánto tiempo estará castigado así, sin salir con los amigos, sin iPhone ni auriculares, sin videojuegos. Hay que reconocer que el momento en el que el guardia de la gran librería del centro de la ciudad le había pillado intentando irse con los cables que había robado del departamento de iPhone fue terrible. El guardia no había querido atender a razones, gritando enfadado contra “los hijos maleducados y mimados de los ricos”, y había llamado a la policía. La hora que había pasado en la comisaría pareció interminable, luego habían llegado sus padres, hablaron con el jefe y se lo llevaron a casa.

 

El interrogatorio de su padre no le había sacado mucho; no había sido capaz de decirles por qué había cogido esos cables (que, a decir verdad, ni siquiera necesitaba). Podría haberlos comprado –sus padres le daban una buena paga cada mes, y su madre siempre le decía que eso era mucho dinero para un niño de doce años-, pero cogerlos e intentar salir sin pagarlos le había parecido una cosa de adultos. Sus padres no pensaban lo mismo. Le habían anunciado lo que sucedería a continuación, además de los castigos descritos anteriormente. Después de una llamada telefónica que habían realizado al padre Celestino, el párroco que era amigo suyo, le habían dicho que al día siguiente iban a hacer una peregrinación. Qué palabra tan extraña…

 

Ahora viajan en “peregrinación” para conocer la vida de un joven casi de su edad que sus padres quieren proponerle como ejemplo. Su nombre es Domingo Savio. Carlo Enrico siente una punzada de celos: ¿quién podía ser este Domingo, al que sus padres admiran tanto, mientras que a él le han confiscado tantas cosas? ¿Quién sabe qué pasará cuando lleguen? Carlo Enrico lee en el cartel de la entrada del pueblo: “San Giovanni di Riva”. Llegan a su destino y se detienen frente a un edificio denominado “La Casetta”. Se bajan y son recibidos por un joven que será su guía llamado Alejandro. Comienzan su visita. Alejandro les explica que se trata del Centro de Espiritualidad Santo Domingo Savio, conocido como “La Casetta”, que se encuentra cerca de la casa donde nació el joven santo, en San Giovanni di Riva.

 

La casa que había alquilado Carlo Savio, el padre de Domingo, está situada al noroeste, en la esquina del final de todo el complejo. Los Savio vivieron allí hasta noviembre de 1843, cuando Domingo aún no tenía dos años; entonces por razones de trabajo se trasladaron a Morialdo, una aldea de Castelnuovo, donde permanecieron unos diez años.

 

Al oír mencionar esa fecha, Carlo Enrico pregunta si Domingo había muerto. Alejandro sonríe y confirma que sí, que murió en 1857. El chico se siente un poco incómodo: no puede tener celos de alguien que está muerto. Comienza a prestar atención a las explicaciones de Alejandro, que ahora les muestra la pequeña capilla hecha con la antigua sala de la cocina. Luego visitan un pequeño museo que reproduce un taller de herrería como el del padre de Domingo, la habitación donde nació Domingo Savio con los suelos originales de ladrillo y la pequeña habitación de los niños. Carlo Enrico siente pena al ver una habitación tan pequeña, en la que tenían que caber no sólo Domingo, sino también sus hermanos, y piensa en la suya propia, espaciosa y luminosa.

 

Alejandro explica que Domingo Savio procedía de una familia relativamente pobre. Su padre, Carlo Savio, era, como hemos visto, herrero y su madre costurera; tuvieron otros nueve hijos. Sus padres pronto enseñaron a Domingo a rezar, a amar a Dios. El chico iba a misa casi todos los días y se convirtió en monaguillo. A los siete años se le ofreció hacer la Primera Comunión, algo inusual para la época, ya que la edad normal para recibir la Eucaristía por primera vez era de 12 años. Domingo, con una preparación y madurez poco común para su edad, recibió el 8 de abril su primera comunión en la parroquia de Castelnuovo. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas, pronunció los propósitos que venía preparando desde hace tiempo, y que quedaron escritos en su devocionario:

Resoluciones tomadas por mí, Domingo Savio, en el año de 1849, en el día de mi Primera Comunión, a la edad de siete años:

Me confesaré a menudo, y comulgaré tan frecuentemente como mi confesor lo permita.

Deseo santificar los domingos y fiestas en forma especial.

Mis amigos serán Jesús y María.

Prefiero morir antes que pecar.

 

Carlo Enrico queda impresionado al escuchar la historia…

 

Como Domingo era un niño inteligente, sus padres intentaron darle una educación completa. Pero el pueblo donde vivía la familia no tenía escuela. Todos los días Domingo recorría dos veces al día los cuatro kilómetros que separan Morialdo de Castelnuovo d'Asti, donde había una escuela. Muchos se sorprendían al ver al muchacho hacer este largo viaje, pero él respondía que no estaba solo, sino con Dios.

 

En la escuela se hizo rápidamente conocido por sus grandes cualidades. Bastante querido por sus compañeros, decía sin embargo que sus mejores amigos eran siempre Jesús y María. San Juan Bosco (1815-1888) visitó la región en 1854 y oyó hablar de este niño piadoso e inteligente. Después de conocerlo e interrogarlo decidió llevárselo a su escuela, el Oratorio de San Francisco de Sales, en Turín, en el barrio de Valdocco, que entonces albergaba a unos 115 niños.

 

Domingo le contó a san Juan Bosco su sueño: ser santo. Carlo Enrico se quedó asombrado: nunca había oído hablar de algo así: querer hacerse santo. Un policía, un bombero, un piloto de Fórmula 1, sí: ¿pero un santo? Domingo definitivamente le intriga. Alejandro continúa con la historia, explicando que san Juan Bosco le había dado a Domingo el secreto de la santidad: rezar y hacer el bien, tratar de ser un ejemplo para los demás, haciendo todo con alegría y una sonrisa. Domingo se aplicó a ello, los numerosos episodios de su vida lo atestiguan. Aquí un ejemplo: Un día dos estudiantes, tras una fuerte discusión, decidieron luchar a muerte. Domingo fue a verlos, se puso entre ellos y blandió una cruz, diciéndoles que lo golpearan a él primero. Unos días más tarde consiguió reconciliarlos. Fundó un grupo de jóvenes, la Compañía de la Inmaculada, con el objetivo de edificar y santificar a sus miembros. Se le atribuyen visiones proféticas durante las cuales vio el restablecimiento oficial de la religión católica en Inglaterra.

 

Pero por desgracia Domingo tenía una salud frágil. Cayó enfermo en junio de 1856. San Juan Bosco, preocupado, lo envió a respirar el aire familiar de Mondonio (donde la familia Savio se había trasladado en 1853) para que pudiera descansar. Permaneció allí dos meses y regresó a Turín a finales de agosto. Pero volvió a caer enfermo. Don Bosco lo envió a la enfermería, y luego, con la esperanza de que el aire del campo le devolviera la salud, pidió a Carlo Savio que fuera a buscar a su hijo. Domingo regresó a Mondonio el 1 de marzo de 1857. Murió de tuberculosis el 9 de marzo, hacia las 10 de la noche. Poco antes de morir, dijo a sus padres con aire de éxtasis: “¡Oh, qué bonito lo que veo!”.

 

Cuando Domingo Savio murió, san Juan Bosco estaba tan convencido de su santidad que decidió publicar inmediatamente su biografía. Así, escribió un libro sobre Domingo en 1858 para destacar su vida ejemplar. De hecho, este chico que murió con poco menos de 15 años tenía todas las credenciales para ser considerado un modelo para los jóvenes. En 1914 sus restos mortales fueron trasladados a la Basílica de María Auxiliadora de Turín. Pío XI lo describió como un “pequeño o más bien gran gigante del espíritu”. Declarado héroe de las virtudes cristianas el 9 de julio de 1933, Pío XII lo beatificó el 5 de marzo de 1950 y lo canonizó el 12 de junio de 1954. Domingo, con casi quince años se convirtió así en el santo católico no mártir más joven de la historia (más tarde fue “superado” por otros santos aún más jóvenes, como Francisco y Jacinta Marto). Sus restos mortales, colocados en un nuevo relicario realizado con motivo del 50º aniversario de su canonización, se veneran en la Basílica de María Auxiliadora de Turín.

 

Es el patrón de los niños cantores, así como de los monaguillos, ambas tareas litúrgicas que desempeñó activamente. Igualmente conocida es su especial protección a las mujeres embarazadas, mediante el signo del llamado “pequeño escapulario”, en recuerdo del milagro con el que el santo salvó la vida de una de sus hermanitas que estaba a punto de nacer. La memoria litúrgica del santo se fijó para el 9 de marzo, mientras que para la Familia Salesiana y las diócesis piamontesas se fijó para el 6 de mayo, para evitar que la celebración cayera en Cuaresma.

 

La visita termina y, tras dar las gracias, Carlo Enrico y su familia emprenden el viaje de vuelta. El niño permanece en silencio durante todo el viaje. Cuando llegan a casa, va a su habitación y pone la pequeña imagen del santo en su mesita de noche. Se sienta en la cama y piensa en lo que ha aprendido durante ese día. Hace una promesa mental a Domingo de no volver a robar y de convertirse en un ejemplo para los demás. El padre le mira a través de la puerta, que ha quedado entreabierta, y comprende que su hijo ha aprendido hoy una importante lección. Agradece interiormente a santo Domingo Savio este nuevo milagro.


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Tierra Santa, cuna del cultivo de la vid

 Por Liana Marabini

 

Bradi Barth: Las Bodas de Caná

La tierra de Jesús es una tierra de vino. Las raíces bíblicas de la viticultura se remontan a tres mil años antes de Cristo, y la antigua Canaán se convirtió en un lugar donde se cultivaban viñas dos milenios antes de que la cultura del vino llegara a Europa. El vino y el cáliz también subrayan bien la dimensión del sacrificio, por eso Jesús eligió esta bebida para la institución de la Sagrada Eucaristía.

 

Hablar de vino en la Biblia también significa dar una visión general de la historia del vino en Tierra Santa. Porque la tierra de Jesús es una tierra de vino.

La antigua tierra de Canaán es la cuna y el lugar donde se extendió el cultivo de la vid, unos dos milenios antes de que la cultura del vino llegara a Europa. El antiguo Egipto se abastecía de vino de Canaán ya a principios y finales de la Edad de Bronce. Se han descubierto numerosas ánforas de vino de Canaán en Abydos, Egipto, dentro de las tumbas reales de Umm el-Qa'ab de la primera dinastía de Egipto (3100 a.C.), lo que sugiere que el vino de Canaán era una parte crucial de los banquetes de la élite. 

Las raíces bíblicas de la viticultura se remontan a tres mil años antes de Cristo. En la Biblia encontramos un conjunto de reglas que deben cumplirse para poder cultivar una viña y la palabra “vino” aparece 190 veces (el propio Mesías se compara con la viña). Geográficamente, Israel se encontraba en una importante encrucijada, entre Mesopotamia y Egipto, en el centro del camino recorrido por los comerciantes de vino que favorecían la difusión de las prácticas de producción.

El período romano hizo de Judea y de las ciudades portuarias de Ashkelon y Gaza centros vitales para la producción de vino. Para los judíos, el vino representaba no sólo una bebida, sino un elemento de las celebraciones religiosas y también una medicina. (Por extensión, es como el café es para los musulmanes o el té para los budistas).

La importante tradición vinícola de la región se desvaneció durante el dominio musulmán de Tierra Santa: los otomanos, para quienes estaba prohibido beber vino, continuaron cultivando viñedos, pero sólo para la uva de mesa. Durante unos cuantos siglos la producción de vino cesó. En ese período muchas vides autóctonas desaparecieron.

Los cruzados intentaron replantar viñedos en los siglos XII y XIII, pero el trabajo resultó más difícil de lo esperado: estaban allí como soldados, no como agricultores, y las viñas requerían cuidados constantes. Así que simplificaron las cosas “importando” vinos de Europa.

Pasaron cinco siglos antes de poder ver una renovación radical de la viticultura en Tierra Santa. 1848 es un año importante, porque el rabino Itzhak Shorr construyó la bodega de Sión en Jerusalén. En 1852 le tocó el turno al rabino Abraham Teperberg, quien no sólo creó una nueva bodega, sino que también fundó una escuela de agricultura cerca de Yafo. Originalmente llamada Efrat, la bodega se desarrolló en la Ciudad Vieja de Jerusalén a partir de 1870: en ese año Abraham Teperberg se unió a su hijo, Zeev. El nombre “Efrat” se basaba en el bíblico “Efrata shehi Beit Lechem”, el camino a través del cual las uvas eran llevadas a la bodega.

Unos años más tarde, en 1882, se puso en marcha un proyecto más representativo, la Carmel Winery, una cooperativa cuyo fundador fue el barón Edmond de Rothschild, un legendario banquero, filántropo y coleccionista de arte, así como un vinicultor bordelés de origen judío, que contribuyó en gran medida al desarrollo de la vinicultura en Israel. El barón financió importantes iniciativas vitivinícolas en Tierra Santa con el objetivo de convertirla en el corazón productivo de los vinos kosher para los judíos de todo el mundo. Desafortunadamente, una ola de calor quemó la primera cosecha y la llegada de la filoxera diezmó las viñas, pero luego todo volvió a la normalidad en las décadas siguientes, con mucha pasión e inversiones. 

En la segunda mitad del siglo XX, en 1982 para ser exactos, se fundó la Bodega Golan Heights, cuyo principio de producción era el vino de calidad a precios asequibles. El mérito es del profesor Cornelius Ough, de la Universidad de California, quien después de varias investigaciones y análisis del terreno, indicó que los Altos del Golán eran el lugar ideal para el cultivo de la vid. Todas las condiciones estaban allí: posición, clima y altitud. Esta bodega tiene el mérito de haber sido pionera en una nueva y gran tradición vinícola: y es que Tierra Santa es paradójicamente el país vinícola más antiguo y más joven del mundo. Los vinos de la Bodega Golan Heights han ganado la medalla de oro al mejor vino en Vinitaly en Turín en tres ocasiones y, junto con otras bodegas israelíes, han ganado varios premios en el Concours Mondial de Bruselas.

Hoy en día hay más de trescientas bodegas en Tierra Santa; sus viñedos (tres cuartas partes de uvas tintas y una cuarta parte de blancas) se extienden por 6.200 hectáreas y producen un promedio de 350.000 hectolitros de vino al año. Los vinos blancos que han ganado tantos premios son el Chardonnay, el Sauvignon Blanc y el Riesling, el Roussanne, el Viognier, el Colombard, el Gewürztraminer, el Grenache blanc, mientras que los tintos son: Cabernet, Merlot, Barbera, Mourvèdre, Syrah y Carignan. A éstos hay que añadir dos viñas autóctonas muy interesantes: Marawi y Argaman.

La Tierra Santa presenta una notable variedad de zonas y climas, con algunas macrozonas como Galilea, Samaria, las colinas de Judea y el desierto del Néguev, cada una con microclimas muy variables, incluso cada 2 o 3 kilómetros. Van del mar a las montañas, con incursiones entre los valles y el desierto. Todo el vino es estrictamente kosher. 

También hay que señalar una realidad notable en la que están involucrados talentos italianos, como el enólogo de renombre internacional Riccardo Cotarella: se trata de la Bodega Cremisan, dirigida por los Salesianos, que es única en su género. Aquí el vino es producido por cristianos, judíos y musulmanes, como lo fue al principio, en 1885, cuando Antonio Belloni, un misionero en Tierra Santa, plantó las primeras vides en la tierra de un monasterio bizantino del siglo VII, en el valle de Cremisan, a 850 metros sobre el nivel del mar, no lejos de Belén. El monasterio y su bodega están en la llamada Zona C, territorio palestino bajo administración israelí. Aquí la vida no es fácil. Hay muros muy altos que separan a los árabes de los judíos, limitando la circulación por carretera; en todas partes hay puntos de control, a menudo hay que mostrar los documentos que pasan por Belén cuyo alcalde es cristiano: aunque sea una minoría, se considera que puede garantizar un equilibrio pacífico.

Estas personas de diferentes religiones y culturas, que trabajan juntas diariamente para producir vino, constituyen la fuerza vital de las Bodegas de Cremisan. En cuanto a las viñas, sólo el 2% de las uvas son propiedad de los Salesianos, el resto proviene de los agricultores locales de Beit Jala, Beit Shemesh y la zona de Hebrón. Tradicionalmente, aquí se hace un vino llamado “Messa”, que se utiliza para la consagración (blanco para los católicos y tinto para los ortodoxos). Desde hace mucho tiempo se han cultivado variedades internacionales como el Cabernet Sauvignon y el Chardonnay, pero las variedades locales como el Dabouki, el Hamdani-Jandali y el Baladi son las preferidas para los mejores vinos. “Star of Bethlehem” es la línea que enfatiza la localidad de producción, en dos versiones, blanco y tinto.

Volviendo a la Biblia, la transformación del agua en vino, también conocida como el milagro de las bodas de Caná, es el primer milagro público de Jesús, realizado durante una boda en Caná de Galilea. El episodio se describe en el Evangelio según san Juan (2,1-11).

En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía, usando los elementos del pan y el vino en el contexto de la cena pascual:

Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que será derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre». (Mateo 26, 26-28).

Estas dos frases ponen de relieve la riqueza simbólica del cáliz y del vino sobre el que, no sin razón, se pronuncian las palabras de la institución con una fórmula más articulada que la pronunciada sobre el pan, de modo que se pone de manifiesto el significado sacrificial fundamental de la Eucaristía, su verdadero Cuerpo y Sangre. La copa y el vino encuentran un amplio espacio en el lenguaje de Jesús cuando habla de su reino y su sacrificio para sellar el nuevo y eterno pacto. “No se echa el vino nuevo en odres viejos” (Mateo 9,17). “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” (Mateo 20,22).

El Salvador ennoblece el vino y le da un valor trascendental, convirtiéndolo en un “agregador” de símbolos, un coágulo de cultura material e inmaterial, un puente accesible a la fe. A nuestra fe.


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La Esperanza nos impulsa

Comunicación a la Asamblea ADS 22/10/2021

 

Es preciso tener en cuenta, como premisa básica, que el Reino de Dios no es de este mundo. Lo dice claramente nuestro señor frente a Pilato y deja constancia el evangelista Juan en el capítulo18 versículo 36.  Mi Reino no es de este mundo, mi realeza no es de aquí. Es importante recordar esto para tener comprensión cabal de lo que significa la misión de las DS de construir el Reino. Y esto tiene todo que ver con el tema que nos ocupa hoy, que es la esperanza nos impulsa.

 

La esperanza es el mejor remedio para combatir el vacío de sentido que parece caracterizar a una parte del mundo contemporáneo. Hemos sido creados con una necesidad de lo infinito, que es Dios, y por muchas esperanzas que el hombre coloque en la tierra, al final, ninguna le satisfará.

 

La esperanza cristiana fue reemplazada en la época moderna por la esperanza en el reino del hombre. No es que se niegue la fe, pero se la desplaza al nivel de las realidades exclusivamente privadas e individuales, por lo que resulta irrelevante para el mundo. El cristianismo moderno se ha reducido con frecuencia, o se ha resignado, a aceptar el papel de religión privada, portadora de un anuncio de salvación individual. En este marco, la esperanza recibe una nueva forma: confianza en el progreso, esperanza de un mundo perfecto que parece poder alcanzarse gracias a la ciencia y la tecnología.  Porque el hombre, el ser humano, no puede escabullirle el bulto a la esperanza: si su esperanza no es trascendente, -que trasciende el aquí y el ahora- se buscará sucedáneos de la esperanza.

 

Por eso en el mundo actual existen falsas esperanzas:

 

Mucha gente ha abandonado la esperanza, porque creen que sus vidas están sujetas a fuerzas incontrolables del universo y que no hay nada que pueda hacerse. Es un pesimismo radical paralizante.

 

También hay quienes ponen su esperanza en los bienes materiales, pero más tarde o más temprano se dan con la realidad de la inutilidad del dinero, de las riquezas, para comprender y afrontar los grandes problemas del hombre como son la muerte, la enfermedad, o el amor y la felicidad.

 

Otros ponen la esperanza en el progreso, pero cualquiera puede constatar que en nombre del progreso se han perpetrados crímenes y horrores, de modo que el progreso no es fiable como depositario de nuestra esperanza.

 

Otros esperan que la tecnología cure todos los males: Así, tenemos los proyectos transhumanistas, que aspiran a modificar el cuerpo humano para evitar la muerte, las enfermedades, la fealdad, las limitaciones físicas, etc. Y eso, a costa de cualquier cosa, y a costa de cualquiera. Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación espiritual del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso, sino una amenaza para el hombre y para el mundo. Y el distorsionado afán de infinitud, lleva a terribles y fatales paradojas: mejoramos la técnica para que la vida sea interminable, pero matamos a los ancianos, a los enfermos, a los niños…. De manera que el optimismo radical de los que esperan en el progreso y el avance científico-tecnológico, se verá también frustrado.

 

Esta distorsión actual de la esperanza se debe a que esperamos en el hombre, y no en Dios. Esperamos el confort, no la plenitud, esperamos la vida presente, no la vida eterna…

 

 

Dice BXVI en Spes Salvi: “se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”.

 

Esperanza fiable. No esperanza utópica. Fiable, confiable. Nos ha sido prometida la victoria: la vida eterna, la eterna bienaventuranza. En el Evangelio de Juan, Jesús así lo expresa de una manera que desborda felicidad: ‘Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría’ (16, 22). El hecho de que ese futuro feliz exista cambia el presente; “el presente está marcado por la realidad futura, y así, las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras”.

El encuentro con el esperanzador mensaje cristiano debe transformar. Para los primeros cristianos, la esperanza producía en sus vidas un cambio radical.

 

Ahora bien, la esperanza cristiana es esperanza metahistórica. Se basa en sabernos amados y esperados por Dios, en saber que Cristo ha ido por delante de nosotros a prepararnos una estancia en la casa del Padre. Nuestra esperanza está en la plenitud del Reino de Dios.

Siendo nuestra esperanza metahistórica, es al mismo tiempo una esperanza histórica, porque es el motor de nuestro existir en un tiempo y un espacio determinado que es camino hacia nuestra meta escatológica. Lo histórico, para el creyente, tiene importancia. Lo que esperamos en el futuro, nos hace trabajar en el presente para hacer que éste se vaya pareciendo a lo que esperamos. Nos decía el CVII en el punto 21 de GS: la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio.

 

La evasión espiritualista de los que suponen que este mundo no tiene remedio, que los buenos siempre serán perseguidos y los malos siempre triunfarán y que por eso no hay otra cosa que hacer que orar y esperar que Dios haga justica en el otro mundo, es una evasión perversa y cómoda: no se puede hacer nada, no hago nada. La esperanza cristiana nunca nos puede hacer pasivos, resignados, sino activos, esforzados, valientes. Dios hará justicia, pero quiere hacerla con nosotros. Dios quiere arreglar el mundo con nosotros, y nosotros debemos arreglarlos con la fuerza de Dios.

 

Recordemos otra vez GS: la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales.

Esta frase nos da una pista acerca de donde estamos parados los cristianos, y cuál es nuestro horizonte como DS. La esperanza cristiana, la salvación, es una realidad comunitaria. Somos salvados con los otros. Volvamos a Spes Salvi: la vida verdadera hacia la cual nos dirigimos comporta estar unidos en un nosotros, presupones dejar de estar encerrados en el yo. Nuestra esperanza es también esperanza para los otros. No debo preguntarme ¿cómo puedo salvarme yo mismo, yo sólo?, sino también ¿qué puedo hacer para que otros se salven, para que otros tengan esperanza?

 

Queda claro, entonces, que la esperanza cristiana tiene que ver con la historia, por ello no podemos minimizar lo temporal.  No podemos suponer que, porque lo nuestro es el Reino de Dios, el esfuerzo temporal carece de valor. Por el contrario, la esperanza en el Reino aviva el compromiso con la historia.

 

 

La esperanza cristiana es siempre esperanza para los demás, Es esperanza activa; luchamos para que el mundo en el que vivimos sea más luminoso.

El Papa BXVI en Spes Salvi  afirma que el mensaje cristiano no es solo “informativo” sino “performativo”: es decir, un mensaje que no es solo comunicación de cosas (informativo) sino una comunicación que cambia la vida.

Performativo es un adjetivo que significa que, al enunciarse un mensaje, se lo realiza. El mensaje cristiano queda incompleto si no se lo pone en acción.

 

La fe en Dios, en el amor de Dios, nos estimula a la máxima responsabilidad, no nos deja resignarnos al mundo tal como es, sino que nos hace disconformes con él y hace que luchemos por un mundo mejor. Y no hay manera de mejorar el mundo, si no ponemos el esfuerzo en mejorar la Patria. El patriotismo es una virtud que tenemos la obligación de ejercer. Nos tenemos que involucrar en las cosas de la Patria, según las posibilidades reales de cada una. Decir que la política es mala, corrupta y por eso no participo en nada, ni me intereso por nada, es asestarle una puñalada mortal al futuro de la Patria. Nada ni nadie nos obliga a ser diputados, senadores, ministros, etc., pero sí estamos obligados-y nadie más puede hacerlo- a criar hijos, alumnos, sobrinos, nietos, con amor a la tierra de los padres, y eso, tan mínimo y simple, es involucrarse en las cosas de la Patria. Don Bosco no deja que olvidemos éstos. Nos recuerda el objetivo de formar buenos cristianos y honestos ciudadano.

 

 

 

Por todo lo que hemos dicho, tenemos que concluir que es evidente que a las DS impulsa la esperanza. Una esperanza comprometida y estimuladora, que nos hace testigos e instrumentos del amor de Dios hacia todos los hombres. Y que se traduce en una práctica de participación social, de acción solidaria y gratuita en beneficio de los que sufren injusticia, hambre, exclusión, desamparo.

 

Ahora bien, el ejercicio de la misión transformadora de la realidad social pasa por la identificación real, efectiva y dolorosa con Cristo Crucificado El Señor lo dijo de varias maneras: El que quiera ser mi discípulo que tome su cruz, lo que me han hecho a mí se lo harán a ustedes, el discípulo no puede ser más que el maestro. No tenemos garantías de que nuestro trabajo no se verá frustrado por la malicia de los hombres de este mundo, pero sabemos que, a pesar de ello, vale la pena trabajar por lo que Jesús nos enseñó a pedir: Venga a nosotros tu Reino.

 

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Auxiliadora, Madre de Dios

 



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Música Salesiana

 


Inspirados en el Aguinaldo 2021

Auxiliadora, Madre de Dios

Inspirados en el Aguinaldo 2021

Compartimos dos canciones inspiradas en el Aguinaldo 2021.


La primera  proviene de Uruguay, con letra y música de Alejandro Fernández, Diego Melano y Fran Romero. Interpreta el grupo  Aristophanes.

 


 

 

Nos mueve la Esperanza

 

En los escombros buscamos ver la flor

Entre los grises la luz nos da el color

 

Paralizados… no nos verán

Un fuego adentro nos mueve a amar

 

Desborda las pantallas la realidad

Las manos forman nudos, comparten pan

Enamorados… de la verdad

Un fuego adentro… nos mueve a más

 

Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros Pueblos sabemos ir de a pie

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos

 

Un gesto se hace signo poniendo fe

Con la ternura decimos “vos valés”

Poniendo el cuerpo, y cerca estar

Uno a uno, arte de amar

 

Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros Pueblos sabemos ir de a pie

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos

 

Pequeñas comunidades, tejiendo lazos reales

En redes que nos abrazan…para cuidar

 

Pequeñas comunidades, tejiendo lazos reales

En redes que se hacen Pueblo… para cuidar

Pequeñas comunidades…

 

(Los sueños dan sentido, hacen crecer

Y en nuestros pueblos sabemos ir de a pie)

 

Nos mueve la esperanza en el corazón

Nos mueve la confianza de que estás Vos

Y toda esta alegría se hace canción

Todo se vuelve nuevo cuando estás Vos.

 

 

La segunda es un aporte de Guadalajara, México, con Música de Fernando Gutiérrez  e  interpretado por el  Coro Salesiano Adonai.

 



Nos mueve la Esperanza


Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)


Ponte atento a la epidemia silenciosa

como: el hambre, la guerra, el sufrimiento de tantos,

la riqueza de unos pocos que empobrecen a millones,

la creación toda sufre y negamos la evidencia.

 

Cambia la mirada de clausura en apertura.

Ábrete al encuentro y a la servicialidad.

Supera el pesimismo y promueve la unidad.

Derrota al sin sentido y mira más allá.

 

Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)

 

Don Bosco nos mostró que el camino de Fe

y Esperanza ilumina y da fuerza.

Más allá de los problemas quiso mirar

y así la adversidad siempre pudo transformar.

 

¡Me mueve la esperanza porque tengo la certeza

de que Dios hace nuevas todas las cosas!

Me contagio de justicia y de solidaridad.

Me contagio mucho más, mucho más de caridad.

 

Nos mueve la esperanza,

Nos mueve la esperanza.

Quiero hacer nuevas

Todas las cosas (2)

 

Advocaciones Marianas argentinas



Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe 

Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe

 


Un 15 de noviembre de 1573, a orillas del Río de los Quiloazas, - que hoy se llama San Javier- nacía la ciudad de Santa Fe. Su fundador, Don Juan de Garay, daba cumplimiento al mandato de establecer un puerto intermedio entre Asunción y Buenos Aires, que sirviera de escala segura para los viajeros. 

Los fundadores que vinieron con Garay, eran criollos nacidos en estas tierras y le darán a la ciudad el carácter de una nueva síntesis cultural mestiza.

El naciente caserío manifiesta pronto su deseo de contar con la presencia de religiosos de la Compañía de Jesús. En 1595 los cabildantes le escriben al Padre Provincial Juan Romero, residente en Asunción, suplicándole el envío de religiosos jesuitas. Este pedido fue satisfecho recién en 1609, cuando llegaron a Santa Fe, el Padre Francisco del Valle y el Hermano Juan de Sigordia. Al año siguiente comenzará a edificarse la escuela y la iglesia que los jesuitas ocuparon hasta el traslado de la ciudad, hecho ocurrido entre los años 1651 a 1660 aproximadamente, al sitio que actualmente ocupa.

 

En 1634 de paso por la ciudad rumbo a la Reducción de San Ignacio Miní, un artista de fina sensibilidad, el Hermano Luis Berger. A pedido de los Congregantes Marianos, accedió gustoso a representar la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis. El cuadro se llamó como la Congregación mariana: “de la Pura y Limpia Concepción”. Fue plasmada en un lienzo que mide 1,33 x 0,96 m y que actualmente se venera en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe.

  

El sudor milagroso y otros milagros acontecidos.

El sol ya tomaba distancia del horizonte de islas en la fresca mañana de otoño, iluminando el humilde caserío. Era el 9 de mayo de 1636 y la pequeña Santa Fe iniciaba un nuevo día de arduas tareas.

En el templo de la Compañía de Jesús, edificado sobre uno de los costados de la plaza mayor, el Padre Rector del Colegio y de la Iglesia, Pedro de Helgueta, oraba arrodillado frente al cuadro de Nuestra Señora, como todas las mañanas. Habiendo finalizado la Misa, alrededor de las ocho horas, el Padre levantó la vista hacia el cuadro y se sorprendió por lo que creyó era humedad del ambiente condensada en la pintura. Pero pronto comprendió que el brillo tenía un origen distinto.

 

Incorporándose descubrió que de la mitad de la Imagen para arriba la pintura estaba totalmente seca, mientras que hacia abajo corrían hilos de agua resultantes de innumerables gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal ya estaba mojando los manteles del altar y el piso. 

Al ver el asombro del sacerdote, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y pudieron conocer lo que estaba ocurriendo. Comenzaron a embeber aquella agua en algodones y lienzos, mientras el número de fieles y curiosos crecía junto al júbilo y las exclamaciones. Las campanas de la Iglesia no pararon de repicar, para anunciar a todo el pueblo lo que estaba sucediendo. A pocos minutos llegaron el Vicario y Juez Eclesiástico de Santa Fe, Cura Hernando Arias de Mansil;, el Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, don Alonso Fernández Montiel; el General Don Juan de Garay, hijo del fundador y el escribano del Rey, Don Juan López de Mendoza.

 

Subido en un banco el propio Vicario tocó con sus dedos la tela del cuadro, procurando contener los hilos de agua que descendían, pero, por el contrario, continuaba manando copiosamente cambiando de dirección al contacto con la mano. Esto duró algo más de una hora, como lo atestigua el acta que se conserva hasta hoy en el Santuario. También se conserva una reliquia de los algodones tocados en el sudor y que besan agradecidos todos los fieles cada 9 de mes.

 

En las semanas, meses y años siguientes a este milagro, comenzaron a sumarse otras numerosísimas manifestaciones del amor de Dios para con sus hijos. Las curaciones más asombrosas fueron también recopiladas por el Escribano del Rey. Así fue que los santafesinos empezaron a invocar a su Madre con el título de “Nuestra Señora de los Milagros”.

En pocos días, Monseñor Cristóbal de Aresti, Obispo de la Diócesis de Asunción del Paraguay, de la que dependía entonces Santa Fe, reconoció al sudor como auténtico milagro, pues según los requisitos establecidos por la Iglesia, se contaba con suficientes testimonios probatorios del extraordinario suceso. En tal sentido las actas labradas, la calidad y cantidad de testigos y las reliquias conservadas por la gente que seguían obrando curaciones, daban fe de ello.

 

Antes de cumplirse el año de este suceso, el 22 de diciembre, el propio Monseñor Aresti pudo pasar por Santa Fe, camino hacia Buenos Aires, y certificar personalmente estos acontecimientos milagrosos.

 

Hacia 1660 se había completado el traslado de la ciudad a unos 80 kilómetros más al sur, al sitio que hoy ocupa. Diversas razones motivaron este desplazamiento, entre las que podemos citar las periódicas inundaciones, el constante acecho de los malones de aborígenes que tenían en vilo a los pobladores y las plagas de langosta que devoraban las pocas cosechas. En la nueva ciudad, que pasó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz, los padres jesuitas ocuparon el mismo emplazamiento que tenían en Santa Fe La Vieja.

El templo actual, declarado Monumento Histórico Nacional, se terminó de construir en 1670. Al cumplirse los 300 años del sudor milagroso, fue erigido como Santuario el mismo día que se realizó la Coronación Pontificia del Cuadro. A su lado se encuentra el Colegio de la Inmaculada Concepción, de fecunda y dilatada trayectoria en la educación de la juventud.

 

Con la expulsión de la Compañía de Jesús de las tierras españolas, y con las severas restricciones de mantener cerrados el Colegio y la Iglesia, el culto a Nuestra Señora de los Milagros se tuvo que suspender desde 1767 hasta 1862. Ante las insistencias de los congregantes y feligreses, el Cabildo permitió retirar el cuadro de la Iglesia, cerrada al público, y trasladarlo a la Iglesia Catedral. Recién unos veinticinco años más tarde regresó con júbilo a su altar, con la llegada de los padres Mercedarios, quienes vivieron en el Colegio y se hicieron cargo de la Iglesia. Tuvo que correr casi un centenar de años para que los Jesuitas volvieran a Santa Fe; sin embargo, el amor a María y el agradecimiento a Dios por los milagros nunca se olvidaron.

 

El 9 de mayo de 1936 el Papa Pío XI otorgó la Coronación Pontificia al cuadro de Nuestra Señora, cambiándolo al centro del altar mayor. Presidió la ceremonia el Cardenal Santiago Copello y vinieron fieles y jesuitas de otras regiones del país. La Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de los Milagros, fue declarada Patrona de la Provincia Argentina de la Compañía de Jesús.

 

Oración

Inmaculada Virgen María, Nuestra Señora de los Milagros, Madre de Dios y Madre nuestra, que tantas gracias y beneficios alcanzas de Dios para los que te invocan ante esta imagen, de tu Purísima Concepción. Míranos benignamente y extiende el celeste manto de vuestra protección sobre toda la Iglesia, rogad por todos los cristianos, dilatad y exaltad la Fe Católica por el mundo, convertid a los pecadores, afianzad la paz entre los pueblos, conservad la inocencia de la niñez, la devoción fervorosa de los que celebran con júbilo vuestra maternal protección y dadnos a toda prosperidad conveniente para la mayor gloria de Dios, honra vuestra y bien de nuestras almas. Amén.


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