Para
centrar la cuestión, en este caso lo más oportuno es empezar acudiendo
al diccionario de la Real Academia de la Lengua. En él la palabra “mantra”
tiene una única acepción: “En el hinduismo y en el budismo, sílabas, palabras o
frases sagradas, generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o como
apoyo de la meditación”. El término mismo es una palabra sánscrita, que
significa “pensamiento”. Por extensión, se suele utilizar para significar
algunas palabras que alguien repite hasta la pesadez, pero este sentido del
término ni se recoge en el diccionario ni nos interesa aquí, pues resulta
intrascendente.
La definición es muy precisa –salvo
quizás lo de ceñir su uso al culto, pues también se utilizan fuera del mismo-,
e indica que estamos ante un elemento de las principales religiones orientales,
como es sabido totalmente ajenas al cristianismo. En ellas, se piensa que los
mantras están cuidadosamente escogidos –y en el idioma sagrado en que se
escribieron los vedas, las escrituras consideradas sagradas- para tomar
contacto con la divinidad y facilitar la armonía interior que permite
despojarse de la sensibilidad para fundirse con el infinito. Es parte de un
todo, y ese todo es una religión distinta del cristianismo.
En este sentido hay que entender su incompatibilidad con el cristianismo:
no por el hecho de repetir una palabra rara (en occidente pocas personas suelen
saber el significado), sino por el hecho de introducirse con ella en otra
religión. Y ya no digamos si se pronuncian dentro de un culto. En el hinduismo,
este culto no debe entenderse como una liturgia en el sentido en que estamos
acostumbrados a ver y entender, sino que se trata de la llamada puja,
un homenaje a un ser divino o a un ser humano al que se considera divinizado,
cuya imagen se coloca en el centro de una especie de altarcito rodeado de
velas, flores u otros objetos decorativos. Pero en todo caso sigue siendo una
ceremonia de índole religiosa.
Hay un ejemplo que puede resultar
ilustrativo. En Occidente, el mantra más conocido lo es por designar a un grupo
religioso: hare krishna. En realidad, el nombre del grupo no es éste, pero
su mantra, que repiten incansablemente, ha acabado por designarlo. Permite así
comprender la importancia que tienen dentro de estas religiones orientales, y
desde luego que se trata de algo que desde el punto de vista religioso no es en
absoluto indiferente.
Siendo todo esto bastante claro, se creó
cierta confusión sobre todo a partir de las enseñanzas de un gurú que se hizo
llamar Maharishi Mahesh Yogi. Esto ya es una presentación religiosa, porque su
verdadero nombre era Mahesh Prasad Varma; Maharishi viene a significar “el gran
vidente” y yogi se utiliza para los maestros de yoga. Creó una organización
llamada Meditación Trascendental, que tuvo bastante éxito. En Occidente la
presentaba como algo no religioso y compatible con cualquier religión, pero en
realidad trataba de introducir subrepticiamente el hinduismo en quienes acudían
a sus cursos de meditación. En privado decía que hacía eso porque “Occidente no
está preparado todavía para la verdad”. Su método, teóricamente destinado a la
armonía interior y a combatir el stress, incluía proporcionar a cada
participante un mantra que debía repetir una y otra vez, al menos
interiormente. Por ejemplo, Shyama.