Qué es la Doctrina Social de la Iglesia


Pío X


Pueden algunos dudar sobre la necesidad de que la Iglesia Católica posea una doctrina social, puesto que la misión que Cristo le confió no es de orden político, económico o social, sino de orden religioso. Pero, precisamente, de esa misión se desprenden luces que sirven para ayudar al mejor funcionamiento de la comunidad humana, de una forma coherente con la fe. Por eso, afirma el Concilio Vaticano II:
 “Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno.” (Gaudium et Spes, 43)

Desde el origen del cristianismo, existió un apostolado social, fundamentado en la misma Escritura. Recordemos, por ejemplo,  la epístola de San Pablo, en la que le cuenta a Filemón que bautizó en la cárcel a su esclavo Onésimo, y le pide que lo reciba ahora, no ya como esclavo sino como hermano.
  
También las primeras comunidades cristianas se ocupaban de los pobres, a quienes se denominaba matriculari, pues estaban inscriptos en el canon de la Iglesia. En el año 251, la Iglesia romana tenía l.500 matriculari, y los recursos, aportados por los fieles, alcanzaban para todos.  Se aplicaba este principio: “a los capaces de trabajar, procúreseles trabajo; caridad, sólo a aquel que ya no pueda trabajar”.

Paralelamente, fue formándose el pensamiento social, por obra de los Padres de la Iglesia, que escribieron y predicaron en los primeros siglos, tanto en lengua latina como en griego. En la edad media, debido a la invasión destructora de los bárbaros, serán los monasterios los que queden como los únicos lugares aptos para mantener la cultura y la enseñanza. Gracias a ellos se multiplican las iniciativas sociales de la Iglesia: las casas de Dios (hospitales), los asilos, los arbitrajes entre señores, las treguas de Dios (períodos de paz), etcétera. También fue obra de la Iglesia la fundación de las primeras universidades, como la de París y la de Bologna.

En cuanto a la doctrina en materia social, es necesario decir que no surgió -como suele creerse- en el siglo XIX. Citemos, por ejemplo, la Bula Immensa Pastorum promulgada por el Papa Benedicto XIV en l74l referida a la protección y defensa de los indios, prohibiendo “bajo pena de excomunión latae sententiae...que en los sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, los despojen de sus cosas y bienes, los lleven de un lugar a otro o los trasladen, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre...”

Lo que sí surge en el siglo XIX es la llamada “cuestión social”, es decir, el desquicio total de la convivencia comunitaria: debido a ideologías erróneas, a la Revolución Industrial, junto con el avance vertiginoso de la ciencia y la técnica- que repercutió en el orden económico-, proliferaron de fábricas, que contrataban a miles de obreros. Los trabajadores, que deben abandonar las zonas rurales para concentrarse en las grandes ciudades, dejan de practicar su oficio con sus propias herramientas, para convertirse en asalariados en condiciones muy penosas. Son verdaderos proletarios, o sea que su única posesión es la prole  -sus hijos- a quienes deben hacer trabajar, también, desde niños, para poder obtener el dinero que les permitan mantenerse, en condiciones muy precarias. Esta situación, originó la encíclica más famosa: Rerum Novarum (cosas nuevas) de León XIII, en l89l.



La Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) define así a la Doctrina Social de la Iglesia: “es la enseñanza moral que en materia social, política, económica, familiar, cultural, realiza la Iglesia, expuesta por quien tiene la autoridad y la responsabilidad de hacerlo.” Dicha responsabilidad  corresponde al Papa, y a los Obispos en comunión con él.



Las fuentes de la Doctrina Social son  la Sagrada Escritura, y la razón humana iluminada por la Ley Natural: luz de la razón que, a través de juicios prácticos, le manifiesta al hombre que debe evitar el mal y obrar el bien.