El arte de mandar, vigilar y corregir



Un elemento fundamental en el Método Preventivo es revalorizar al educador como autoridad. La mala educación conduce a eliminar la autoridad y a no establecer ningún límite a los alumnos. Por ello es una utopía creer que la educación se da por generación espontánea. Al contrario, en toda buena educación se requiere de la autoridad, es decir, alguien que se haga responsable por lo que se hace, alguien que encauce, corrija y enseñe.

Don Bosco plantea que se debe respetar la autoridad:

“Respeto recíproco entre los superiores; no se habla a los muchachos de los defectos de los colegas; si un  hermano falla, advertirlo en privado…”

La buena autoridad hace cumplir las reglas:

“Para alcanzar buenos efectos de la disciplina es necesario que las reglas sean todas y por todos observadas”.


La palabra autoridad viene del verbo latino augere = aumentar, acrecentar, desarrollar, hacer crecer, sostener. La buena autoridad es la que hace crecer en la perfección a sus subordinados. Por eso el buen superior es un verdadero tesoro para la comunidad.

La autoridad no es un fin en sí misma, es un medio, un instrumento para servir a las almas en la verdad, el bien y la belleza. Quien tenga la autoridad debe ser modelo para imitar y no  un triste ejemplo para evitar.

La autoridad, en lo educativo, es básico. Eliminarla es caer en la anarquía: el caos, el desorden.

Don Bosco plantea que en la tarea de formar a las almas, la tarea del superior tiene un papel fundamental:

“Cuando alguno cometa falta o descuido, avísale prontamente sin aguardar a que se multipliquen los males; al dar avisos o consejos, procura que el avisado se aleje de tí satisfecho o amigo”.

El educador, como autoridad, debe poseer una mirada realista, profunda y amorosa sobre las almas de los educandos; debe estudiar cada caso concreto que posee delante de él y darle el remedio adecuado:
“En cada joven, aún el mas díscolo, hay un punto accesible al bien, y es deber primero del educador buscar ese punto, esta cuerda sensible del corazón y sacar provecho”.



a)     Lo que se debe exigir

Las órdenes del que dirige o educa deben ser:

ü  Sobrias: sin intemperancia, sin adulación ni súplicas
ü  Claras: sin generalidades difusas que nada indican
ü  Afectuosas: regidas por el amor generoso


Aconseja Don Bosco:

ü  Corregir en privado con prudencia y calma
ü  Examinar antes de dar importancia a alguna cosa
ü  Longanimidad
ü  Firmeza
ü  Imparcialidad
ü  Saber olvidar
ü  Evitar la humillación
ü  Buscar el momento oportuno



b)     El arte de vigilar

Vigilar no es espiar sino observar amorosamente para que las almas no caigan en tentación y crezcan en el bien. El arte de vigilar lo presenta Don Bosco mediante el Método Preventivo. Consiste en estar cerca del niño, no coartándolo en su libertad sino encausándolo para que no se descontrole en libertinaje, previniendo para que no caiga en el mal ya que es mejor prevenir que corregir y castigar.

La vigilancia se traduce en una cierta familiaridad, pero no familiarismo ni amiguismo, pues una excesiva familiaridad sería contraproducente. Don Bosco nos dice.

“…hay que romper la barrera de la desconfianza y hacer entrar en la confianza filial. ¿Cómo se puede romper esa barrera? Familiaridad con los jóvenes, especialmente en la recreación. Sin familiaridad no se puede demostrar afecto y sin esa demostración no puede haber confianza”.

La vigilancia implica una cierta disciplina, es decir normas a cumplir y sanciones a la violación de las normas. Pero ni normas ni sanciones deben ser arbitrarias pues la disciplina no debe ser una tiranía ejercida por la autoridad sobre el subordinado. El castigo, como elemento de disciplina, está dentro de la prudencia del superior y de la caridad profunda, pues posee un valor curativo, purificador. El educador, al igual que el médico, debe extirpar lo malo. Lo preventivo exige no castigar por castigar, sino hacerlo prudencialmente, humildemente y con mucha caridad. Don Bosco aconseja que en lo posible no se castigue nunca; pero en los casos en que la necesidad lo exija hacerlo sin mostrar debilidad.



c) El arte de corregir

La corrección virtuosa  exige una serie de elementos para que sea realmente una medicina a quien se la aplique. Antes que nada, conocer la realidad, lo sucedido; valorar las faltas debidamente. Se debe corregir, antes que nada, las desobediencias, caprichos, la pereza, el orgullo, vanidad, lujo, sensualidad, es decir, todo lo que perjudique moralmente. ¿Cómo hacerlo? Con el ejemplo, con calma, con firmeza, discreción y juicio; cuanto antes y de manera cristiana. Que los jóvenes vean que se los ama y se reza por ellos.

Don Bosco plantea la corrección como el arte de podar y enderezar: podar lo que no sirve y enderezar lo torcido. Como todo remedio, tiene la corrección la parte purificativa, que es dolorosa al principio, pero su fruto es gozoso. Propone el santo no dejarse llevar por la precipitación,  la improvisación o los estados de ánimos momentáneos, sino corregir como un padre lo haría con su hijo, con humildad y misericordia, y corrigiendo en los demás lo que uno antes ha procurado corregir en sí mismo: conducir a otros en la virtud supone ser virtuoso. La mejor manera de corregir, es corregirse.