Los valores más significativos del Sistema Preventivo


Por J.M. Petitclerc
Ponencia presentada al Congresso Internazionale Sistema Preventivo e Diritti Umani, Roma, enero 2009


INTRODUCCIÓN

El Sistema Preventivo de Don Bosco, ¿tiene aún vigencia en la protección de una juventud que vivencia con dificultad su propia condición en nuestras sociedades modernas?

No pocos, entre nuestros contemporáneos, son escépticos en torno a la idea de que un educador del siglo XIX y para mas, sacerdote, este en condiciones de suministrar una respuesta adecuada a nuestro tiempo desde el punto de vista pedagógico. La situación socio-económica de nuestros países en los albores del siglo XXI es muy diferente de la que se daba en Torino en el siglo XIX, sin embargo entre ambas épocas se puede percibir un elemento común: ambas son sociedades en crisis.

En los tiempos de Don Bosco se pasaba de una sociedad agrícola a una industrial, de una sociedad urbana a una rural, de una sociedad monárquica a una republicana. Del mismo modo, hoy vivimos un período de crisis, signado por importantes cambios en el plano económico, tecnológico y cultural. Estamos entrando en una sociedad que economistas y sociólogos califican como sociedad “post-industrial” o “post-moderna”. Como en todas las épocas de crisis social, el problema crucial es transmitir puntos de referencia: El problema de los jóvenes siempre son más evidentes, principalmente aquellos que se relacionan con los fenómenos migratorios.

Todos estos periodos de cambio están signados por un manifiesto desasosiego de los jóvenes que se preguntan por su propio futuro. Esto es más notorio entre aquellos que son psicológicamente más frágiles, o bien, viven en situación de exclusión social.

La intuición extraordinaria de Don Bosco, que permanece vigente en la sociedad moderna, ha consistido precisamente en saber descifrar los fenómenos de violencia el observaba en los alrededores de Torino, como síntomas evidentes de una carencia educativa.
No podemos olvidar, che demasiado a menudo la violencia, constituye en los hechos la forma mas natural de resolver el conflicto, de expresar la furia. En su lugar, lo que no es natural pero si el fruto de la educación, la convivencia, la paz, es establecer relaciones respetuosas en las discordancias con aquellos que son distintos a nosotros.

El problema prioritario que nuestras sociedades modernas deben afrontar es la educación. Esta fue la intuición de Don Bosco en el siglo XIX. Recordemos las palabras que pronunció en París durante su viaje triunfal de 1883: “¡No se demoren en ocuparse de los jóvenes, de lo contrario ellos no se demorarán en ocuparse de Uds.!”

Durante los períodos caracterizados por la incertidumbre y por una pérdida de la confianza hacia las instituciones tradicionales, la autoridad del educador se funda no tanto en el mandato como en la propia credibilidad entre los jóvenes. Esta era la convicción de Juan Bosco, quien cimienta todo su Sistema Preventivo en la calidad de la relación adulto- joven y este precisamente, es el eje rector del proyecto pedagógico de “Valldocco” en Francia, donde se ponen en marcha acciones de prevención entre los jóvenes que atraviesan dificultades en la periferia de Paris y Lion.

No olvidamos que hoy como en los tiempos de Don Bosco, son tres los elementos que caracterizan a la juventud:
• La pérdida de la confianza en los ejemplos de los adultos
• La angustia por el futuro
• Las dificultades que encuentran durante el proceso de socialización.

Restablecer el rol de la autoridad mediante la elaboración de una relación educativa basada en la confianza, ser testimonio de esperanza para permitir al joven proyectarse hacia el futuro, realizar experiencias educativas de convivencia entre jóvenes y adultos, comprometiéndonos cabalmente en  dicha alianza, estos son los tres elementos fundamentales del Sistema Preventivo, que sigue siendo
íntegramente significativo en estos tiempos de crisis.

Detengámonos ahora en estos tres valores de la pedagogía salesiana: confianza, esperanza, alianza.

1. Una pedagogía de la confianza

Sin confianza no hay educación. Este es el principio básico del sistema educativo de Don Bosco. Solamente a través de una relación de confianza entre el joven y el educador se puede fundar el concepto de autoridad. 
Todos los estudios actuales, centrados sobre el tema de la vulnerabilidad frente al maltrato, confirman que la capacidad de cambio de un joven reincidente en conductas desviadas depende de encontrar un adulto que sepa concederle una mirada de confianza, liberándolo así de su propio pasado.

¿Cómo instalar esta confianza? Don Bosco, lejos de recomendar una técnica educativa responde solamente: « con el afecto ». Es el, educador del siglo XIX quien después de todas las corrientes pedagógicas híper-racionalistas del siglo de las luces, ha rehabilitado la esfera afectiva en el interior de la relación educativa. La experiencia enseña que la esfera afectiva es constitutiva de cada relación humana y así en lugar de excluirla de la relación educativa, Don Bosco aconseja a los educadores aprender a gestarla para instalar un clima de confianza. « Sin afecto no hay confianza. Sin confianza no hay educación ». Esta es, hoy como antaño, la mejor síntesis del pensamiento educativo de Don Bosco.

Una educación basada en la confianza es una educación basada en la razón. El educador se comporta de manera razonable, convencido siempre que el joven esta dotado de razón, que esta en posición de comprender dónde se encuentran sus intereses. Sobre esta convicción se basa el Sistema Preventivo.

Cualquiera sea el comportamiento de un joven, por inadaptado y equivocado pueda aparecer a primera vista, como puede ser un joven hundido en la delincuencia, en la droga dependencia, o en otros tipos de comportamientos de riesgo, siempre tiene una « razón »para adoptar un comportamiento. No digo, por cierto, que tenga razón ya que puede hacerse mal a sí mismo o a otros, pero tiene « sus razones » y hasta que el educador no haya descifrado estas razones su abordaje corre el riesgo de ser erróneo, impropio o desviado.

Existen, como nos dice Don Bosco, dos formas de educar a un niño:
- La disuasión: Es un método represivo, basado en el temor a un castigo
- La persuasión: es el método preventivo, completamente fundado en el respeto de los derechos humanos del niño.

Una educación basada en la confianza se centra sobre una fe inquebrantable en la posibilidad de educar al niño cualquiera sean las dificultades que lo rodeen.
Creer en los jóvenes, significa contener a cada joven, cualesquiera puedan ser sus desventuras, como una oportunidad de crecimiento para el grupo y no como una pesada carga. En efecto, bien entendido, el joven en dificultades siempre hace progresar al educador en su arte pedagógico: lo obliga a cuestionarse a comprometerse continuamente.

2. Una pedagogía de la esperanza

El siguiente lema transmitido por Don Bosco a sus discípulos merece ser comprendido: « el salesiano nunca se queja de su tiempo »
No se trata de lamentarse, sino por el contrario, de ayudar a los jóvenes para utilizar todos los vectores de progreso hacia una sociedad mas justa, fraterna y agradable. ¡Cuan importante es, en las situaciones que a diario vivimos, enseñar al niño, al adolecente a maravillarse ante la belleza, ante el progreso! Ciertamente se necesita también ponerlo en guardia respecto a los peligros derivados del uso equivocado del progreso, pero cuidando que ello no bloquee la capacidad de maravillarse ante lo que emerge.

«Hace mas ruido un árbol que cae, que un bosque al crecer», dice un proverbio africano. Es hora, en aras del buen animo de nuestra juventud, no agobiarlos constantemente con el ruido de los árboles que caen, tema del que se ocupan tanto los medios de comunicación, como de enseñarles a captar la belleza de la germinación.

Precisamente esta atención al proceso de germinación, caracteriza la mirada de Don Bosco hacia los jóvenes. La historia de la semilla destinada a convertirse en un gran árbol es sin lugar a dudas, la más bella parábola sobre la educación.
Si realizamos un parangón entre la historia de la semilla y algunos hombres y mujeres, podemos reconocer tres categorías de ellos:
• Quienes en la semilla no ven mas que una semilla (perspectiva limitada)
• Quienes en presencia de la semilla no hacen más que soñar con un árbol (pero estos idealistas ponen en riesgo de destrucción a la semilla)
• Quienes ven la relación entre la semilla y el árbol. Estos están pendientes del terreno.

Educar según Don Bosco, significa ofrecer el mejor terreno para permitir al niño arraigarse en su herencia familiar, social y cultural con el fin abrirse como un nuevo individuo y es la alegría, siempre siguiendo a Don Bosco, la que caracteriza al mejor terreno. Gran parte del arte educativo, consiste en saber instalar entorno a sí mismo un clima de paz y alegre serenidad. Esta alegría es necesaria para el desarrollo del niño. Una infancia triste es una condena para nosotros. La alegría nos parece el componente esencial del clima educativo salesiano. Sin embargo no se trata tanto de una conquista (nada se ve tan falso como el comportamiento de aquellos que son alegres por obligación) como de un
fruto: la alegría esta siempre presente de manera sobreabundante en aquellos que viven en la Verdad y en el Amor.

Ver en el niño al joven y en el joven al adulto en el cual, está destinado a convertirse, es la mirada que Juan Bosco tiene acerca de los jóvenes, esta es la única forma de respetar el derecho del niño a crecer. No se trata de ni de mantenerlo siempre en estado infantil, ni de considerarlo un adulto en miniatura.
Desarrollar un problema que contemple al niño desde su realidad de hoy y desde su potencialidad como adulto en el futuro, significa tanto “darle seguridad” como “responsabilizarlo”. El arte del educador salesiano reside en una sana articulación entre estas dos ideas fuerza.

¡Aquello que sufren, principalmente, los jóvenes en dificultades, es la falta de seguridad! Las barriadas de nuestras ciudades donde reina la inseguridad, ¿No son tal vez, las barriadas en las cuales los jóvenes se sienten más inseguros en cuanto a su futuro?

Ofrecer seguridad… es saber expresar el carácter incondicional del cariño que nos une al joven… Pero al mismo tiempo es ser también, garante de un conjunto de reglas que permanecen incólumes a pesar de las tentativas de transgresión de los adolecentes…

Ofrecer seguridad es por último ayudar al joven construir una memoria del éxito. El drama de muchos jóvenes que abandonan la escuela, es que la institución les enseña solamente a recordar el fracaso y con ello genera la pérdida de confianza en sí mismo y ello se convierte luego en nuevos fracasos.
Una espiral así puede ser desarticulada solamente haciéndole experimentar el éxito. Se trata siempre de enfocarse en el saber hacer del joven, apuntar la atención en aquello que sabe hacer invitándolo a progresar. ¿No es, acaso este, el mensaje que nos ha dejado Don Bosco cuando nos relata su primer encuentro con Bartolomeo Garelli?

Dar seguridad pero también responsabilizar… por cuanto solo ejercitando la responsabilidad se aprende a ser responsable… Muchos adolecentes actualmente sufren por no tener la posibilidad de ejercer alguna responsabilidad real dentro de la sociedad y esto es particularmente cierto para los jóvenes en situación de exclusión social…
¡No nos asombremos después de sus actitudes autistas, prescindentes! El mayor drama de la exclusión reside en el sentimiento de inutilidad social que ella genera. Aquello de lo cual tienen más necesidad un gran número de jóvenes no es tanto encontrar adultos que les ofrezcan ayuda como adultos capaces de decir “tengo necesidad de ti”. En la buonanotte (1) Juan Bosco amaba decir a sus Jóvenes: “Sin la ayuda de Ustedes, no podría hacer nada”.
Desde el inicio de su obra educativa tuvo también la idea de responsabilizar a los más grandes en las peleas de los más pequeños.

3. Una pedagogía de la alianza

En un mundo signado por la tendencia de los jóvenes a vivir solo entre sus pares y por la dificultad de las relaciones inter generacionales, Don Bosco aconseja una pedagogía de la alianza. No se trata de hacer por sino con el joven, considerado no solo como destinatario, sino también como socio de la actividad educativa. “necesito que nos pongamos de acuerdo” amaba decir en su buonanotte. Este es
el secreto de una pedagogía fundada en el respeto por los derechos del niño. Para establecer una relación de este tipo con el joven es necesario que el educador consiga encontrar una posición de equilibrio. Debe ser suficientemente cercano para no ser extraño y suficientemente distante para no ser considerado un igual.

El arte educativo consiste esencialmente en conseguir encontrar este punto de equilibrio entre distancia y proximidad al joven. Pero una de las grandes dificultades educativas- y de allí el porque, la pedagogía parece ser en Don Bosco mas arte que ciencia- es que, este punto de equilibrio entre distancia y proximidad al joven depende de cada individuo en particular. Y recordamos que aquello que es importante en términos educativos en general, lo es todavía mas para los jóvenes que tienen carencias afectivas. No hablamos de la intención que ponemos en los gestos, sino en la percepción concreta que tiene el niño. Esta realidad requiere máxima prudencia por parte del educador.
Don Bosco amaba repetir a sus educadores: “No basta amar a los jóvenes, es importante que ellos se sientan amados”. En suma, lo esencial es la percepción del niño.

Este gran educador, considerado en la tradición eclesiástica como “Padre y maestro de la juventud” se  nos presenta a menudo, en el imaginario popular, con los rasgos de un equilibrista en la cuerda floja.
Me ha llevado un poco de tiempo comprender el alcance de esta presentación. Ciertamente evoca la adolescencia de Don Bosco cuando Juanillo jugaba a ser el acróbata para reunir a sus amigos. Pero esconde también una representación simbólica: ¿el arte de educar no es tal vez como el arte del equilibrista? Saber decir si, pero también saber decir no; ser suficientemente cercano pero también
suficientemente distante; dar seguridad pero responsabilizar, todo ello es siempre una cuestión de equilibrio.

 Es necesario que se cree una alianza no solo con el joven sino también con el grupo del joven. Vivir el grupo no como un peso, más bien como una posibilidad, para la socialización.
Ante el grupo, el educador tiene a veces la tendencia de percibir solo una suma de relaciones individuales, mientras que por el contrario se trata de dar lugar a la interacción de los miembros del grupo entre ellos.
Juan Bosco, hombre de innegable talento de actor, sabía volverse aliado de un grupo y sabía ver en la dinámica del grupo no un elemento tortuoso sino un instrumento para desarrollar la responsabilidad de unos en las relaciones con los otros. Pensemos particularmente sobre la sucesión de las compagnie (Grupo de Jóvenes Salesianos).

Por ultimo se trata también de constituir una alianza entre todos los adultos involucrados en la educación del joven. En la ultima carta que envió Don Bosco, antes de su muerte, a los directores se mostró muy atento al vínculo entre los miembros de la comunidad educativa. El primer derecho del niño es sin lugar a dudas, la coherencia de todos los adultos que caminan con el en su senda de crecimiento. ¡Cuan a menudo ocurre que se puede establecer un vinculo directo entre el nivel de violencia de un niño o de un adolescente, con el nivel de incoherencia de los adultos que lo rodean!

CONCLUSION

Concluyo tomando prestadas las palabras de Jean Duvallet, anciano compañero del Abad Pierre, quien se dirige de este modo a los jóvenes salesianos:
« Vosotros tenéis obras, colegios, oratorios para jóvenes, pero no tenéis mas que un solo tesoro: la pedagogía de Don Bosco. Arriesgad todo el resto, ellos no son sino medios, pero salvad la pedagogía. Veinte años de ministerio en la reeducación me obligan a deciros: sois responsables de este tesoro.
En un mundo en el cual los hombres y los jóvenes son triturados, disecados, molidos, clasificados, psicoanalizados, en el cual los niños y los hombres son usados como conejillos de indias y materia prima, El Señor Jesucristo os ha confiado una pedagogía en la cual triunfa el respeto hacia el joven, hacia su grandeza, su fragilidad, su dignidad de Hijo de Dios.
Conservadla, renovadla, rejuvenecedla, enriquecedla con todos los descubrimientos modernos, adaptadla a vuestros jóvenes extenuados en un modo como Don Bosco nunca vio… pero, por caridad conservadla.
Cambiad todo, perded, si es el caso, vuestras casas, ¿qué importa?
Pero conservad para nosotros este tesoro, la forma de Juan Bosco de amar y de salvar a los jóvenes, que palpita en millares de corazones ».