El líder ayuda a las personas a configurar su vida


por D. Alfonso López Quintás


Impulsado por la voluntad de enriquecer a las personas, el líder no adopta una actitud pasiva ante los acontecimientos de la vida diaria. No se limita a "verlas venir"; se anticipa a los sucesos. No se deja modelar por las circunstancias; se adelanta a ellas para configurar su vida y la de los otros sobre la base de unos principios fecundos.

Para llevar la iniciativa, el líder cultiva y ejercita la imaginación creadora, entendida como la facultad de los ámbitos y de los entreveramientos de ámbitos que articulan y estructuran la vida social. En una reunión con personas dirigentes de cierto país, los responsables de una asociación familiar se quejaron de que, a partir de la instauración de la democracia, se deterioró de modo alarmante el cultivo de los valores más altos. Uno de los dirigentes confesó que "la democracia les había pillado desprevenidos". En vez de ser una explicación exculpatoria, esta respuesta fue una grave inculpación. Un dirigente debe ser precavido, adivinar las necesidades que va a tener un pueblo y preparar a las gentes para resolver los problemas que la marcha de los acontecimientos pueda suscitar. No es líder auténtico quien no sabe prever.

Cierto presidente de gobierno afirmó enfáticamente, en ocasión solemne, que los gobernantes y legisladores deben recoger en sus decretos y leyes "lo que ya está en la calle". Esta afirmación reduce injustamente la función de los dirigentes, pues éstos deben anticiparse a los acontecimientos, prever lo que pueda suceder y preparar al pueblo para abordar con buen éxito los problemas que plantee cada situación.

Esta labor formativa exige tiempo. Por eso los dirigentes necesitan actuar con antelación suficiente para configurar la mentalidad del pueblo de forma adecuada a las necesidades de su crecimiento. No se trata -entiéndase bien- de manipular las conciencias y modelarlas arbitrariamente, con el fin inconfesado de dirigir las energías del pueblo hacia los propios fines. Manipular es arrastrar, seducir, manejar..., y el buen guía conduce a las gentes hacia el campo de imantación de los valores, en la confianza de que éstos harán el resto, es decir, atraerán su atención y les llevarán a responder activamente a su llamada, a la invitación que les hacen a asumirlos en su vida.

El líder auténtico no sólo no manipula a las gentes sino que les descubre los recursos arteros de los manipuladores a fin de que puedan neutralizar su poder de seducción y engaño. De esa forma les ayuda de modo eficaz a mantenerse libres interiormente en medio de una sociedad que practica profusamente la manipulación por afán de poder.