Curar el resentimiento


La intervención de la inteligencia

El resentimiento se sitúa en el nivel emocional de la persona: la persona resentida "se siente" herida, se "considera" ofendida. Estos sentimientos se arraigan cuando los estimulamos constantemente. Las dificultades que encontramos para configurar la respuesta conveniente ante una ofensa no son insuperables si hacemos buen uso de nuestra capacidad de pensar. La inteligencia se forma cuando aprendemos a pensar, cuando descubre por sí misma, cuando lee el interior de las realidades. El conocimiento propio, mediante la reflexión periódica sobre nosotros mismos, nos permite ir conectando las manifestaciones de nuestros resentimientos con las causas que lo originan, y en esta medida, nos vamos encontrando en condiciones de entender lo que nos pasa, lo cuál favorecerá a encontrar la solución.

Si al analizar las ofensas que hemos recibido hacemos un esfuerzo por comprender por qué el ofensor actuó de esa manera, y por comprender la razón de su modo de proceder en esa determinada circunstancia, nuestra reacción negativa se verá reforzada por estos pensamientos más objetivos y en muchos casos desaparecerá el resentimiento experimentado por debilitamiento del estímulo, por falta de refuerzo que agigante el sentimiento. Cuando un hijo recibe una reprensión de su padre porque se portó mal, si es capaz de entender la intención del padre que sólo busca ayudarle mediante esta llamada de atención, podrá incluso quedar agradecido. Esto refleja en qué medida nuestra inteligencia puede influir, descubriendo motivos o proporcionando razones, para evitar o eliminar los resentimientos. Se trata de una influencia directa -Aristóteles hablaba de un dominio político y no despótico de lo racional sobre lo sensible-, que modifica las disposiciones afectivas y favorece la desaparición del veneno. Esto es principalmente claro en los casos en los que la supuesta ofensa se interpretó inicialmente de manera exagerada o imaginaria.


La intervención de la voluntad

Otro recurso con que contamos para echar fuera de nosotros el agravio, incluso en el caso de las ofensas reales, es nuestra voluntad, por su capacidad de auto determinarse, pues la causa eficiente- efectiva, física, psíquica, real- de la voluntad es la voluntad misma. En efecto cuando recibimos una agresión que nos duele, podemos decidir no retenerla para que no se convierta en un resentimiento. Eleanor Roosevelt solía decir: "Nadie puede herirte sin tu consentimiento", lo cual significa que depende de nosotros que la ofensa produzca una herida. Gandhi afirmaba ante las agresiones y maltrato de los enemigos: "Ellos no pueden quitarnos nuestro auto respeto, si nosotros no se lo damos". Ciertamente este no es un asunto fácil, porque dependerá da la fortaleza del carácter de cada persona para orientar sus reacciones en esta dirección. El famoso médico español Gregorio Marañón advertía que "el hombre fuerte reacciona con directa energía ante la agresión y automáticamente expulsa, como un cuerpo extraño, el agravio de su conciencia. Esta elasticidad salvadora no existe en el resentido". Es interesante que la voluntad fuerte en este terreno se caracterice por ser elástica, más que dura o insensible, en cuanto que su función consiste en echar fuera el agravio que realmente se ha sufrido, en no permitir que se convierta en una herida que contamine todo el organismo interior.

En quien carece de esta capacidad de dirigir su respuesta por falta de carácter, porque no ha sabido fortalecer su voluntad, la ofensa, además de provocar una emoción negativa, se repite y el sentimiento permanece dentro del sujeto, se vuelve a experimentar una y otra vez, aunque el tiempo transcurra. En esto precisamente consiste el resentimiento: "Es un volver a vivir la emoción misma, un volver a sentir, un re-sentir". Algo muy distinto del recuerdo o de la consideración intelectual de la ofensa o de las causas que lo produjeron. Más aún, una ofensa puede ser recordada al margen del resentimiento, por la sencilla razón que no se tradujo en una reacción sentimental negativa y, en consecuencia, no se retuvo emocionalmente. En cambio, el resentimiento es un re-sentir, un volver a sentir la herida porque permanece dentro, como un veneno que altera la salud interior: "la agresión queda presa en el fondo de la conciencia, acaso inadvertida; allí dentro incuba y fermenta su acritud; se infiltra en todo nuestro ser; y acaba siendo la rectora de nuestra conducta y de nuestras menores reacciones. Este sentimiento, que no se ha alimentado, sino que se ha retenido e incorporado a nuestra alma, es el resentimiento. Es significativo que algunas personas que están resentidas refieran las ofensas de que han sido victimas con tal cantidad de detalles que uno pensaría que acaban de ocurrir; cuando se les pregunta cuándo tuvieron lugar esos terribles hechos, su respuesta puede remontarse a decenas de años. La razón por la cual son capaces de describir lo sucedido con lujo de detalle es porque se han pasado la vida concentrada en tales agravios, dándole vueltas, provocando que la herida permanezca abierta. "Por tanto, podemos concluir que: resentimiento= sentirse dolido y no olvidar".

La voluntad débil es también origen de resentimientos por otra razón, más sutil, pero ciertamente real. Al no alcanzar lo que desearía o al no lograr lo que se propone, la voluntad influye sobre el entendimiento para que éste deforme la realidad y quite valor a aquello que no ha podido conseguir. En otras palabras "el resentimiento consiste en una falsa actitud respecto de los valores. Es una falta de objetividad en el juicio y de apreciación, que tiene su raíz en la flaqueza de la voluntad. En efecto, para alcanzar o realizar un valor más elevado hemos de poner un mayor esfuerzo de voluntad. Por lo cual, para librarme subjetivamente de la obligación de poner ese esfuerzo , para convencerme de la inexistencia de ese valor, el hombre disminuye su importancia, le niega el respeta a que la virtud tiene derecho en realidad, llega a ver en ella un mal a pesar de que la objetividad obliga a ver en ella un bien. Parece pues que el resentimiento posee los mismos rasgos característicos que el pecado capital de la pereza. Según santo Tomás, la pereza es "esa tristeza que proviene de la dificultad del bien".


Una anécdota

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. A él se le atribuye la siguiente anécdota:

Un día, un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:
- ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?.

- Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.

- ¿Triple filtro?

- Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

- No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y...

-Bien, dijo Sócrates- , entonces realmente no sabes si es cierto o no. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, por el contrario...

- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, la verdad que no.

-Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no me es útil, ¡¡¡¿para qué querría yo saberlo?!!!


Moraleja: este sentimiento de dolor que siento por esta ofensa recibida ¿Es verdad? ¿Me hace bien recordarlo? ¿Me es útil mantenerlo?


Cuestionario práctico

El cuestionario práctico nos ayuda y llena de luz porque confronta nuestra vida con las exigencias objetivas de la vocación cristiana, haciéndonos conocer las desviaciones o avances positivos, así como la raíz más profunda de sus causas. Nos ayuda también a suscitar dentro de nosotros una actitud de contrición, al propósito de superación cuando vemos lo negativo y de gratitud con Dios cuando reconocemos con sencillez nuestro progreso. Además el católico, el cristiano es un soldado de Jesucristo que con frecuencia debe limpiar, afilar y ajustar la armadura según lo recomienda San Pablo: "Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder, revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir contra las asechanzas del diablo…y tras haber vencido todo, os mantengáis firmes" (Ef.6. 10-13)

El examen de conciencia realizado con seriedad y continuidad, es un gran medio para alcanzar el conocimiento personal, la madurez, la coherencia de vida y el progreso por el camino del bien. Nos hace sensibles al pecado y nos ayuda a superar las tentaciones, pruebas y contrariedades.

A continuación te ofrecemos un cuestionario que te ayudará a examinar tu propia vida, tus principios, tus criterios conforme al criterio del evangelio:

1. ¿Me preocupo por cultivar mi inteligencia? ¿Estudio y me capacito para superarme?
2. ¿Soy capaz de analizar las situaciones, los problemas? ¿Les doy pronta solución? ¿Soy indeciso?
3. ¿Cómo es mi voluntad? ¿Fuerte? ¿Luchadora? ¿Perseverante?
4. ¿Soy capaz de pedir consejo? ¿Creo que sólo yo tengo las respuestas y la razón? ¿Recurro a personas que realmente puedan orientarme cuando lo necesito?
5. ¿Pienso que sin abnegación y sacrificio se pueden alcanzar grandes metas?
6. ¿Si algo me molesta se lo ofrezco a Dios? ¿Me muestro molesta e impaciente ante todo aquello que me mortifica? ¿Es norma en mi conducta el hacer lo que me agrada y es cómodo?
7. ¿Necesito con mucha frecuencia una palabra de ánimo para seguir adelante? ¿O me basta la conciencia y la voluntad?
8. Cuando fracaso o me va mal en algo ¿el mundo se me cae encima? ¿Busco hacer nuevo esfuerzo de superación y no me dejo llevar por el sentimiento de derrota?
9. ¿Cualquier actitud de los demás que no concuerda con lo que me agrada, ¿me desconcierta y enfada? ¿Resto importancia a estas pequeñas contrariedades?
10. ¿Domino mi temperamento cuando practico algún deporte o juego? ¿Sé ganar con equilibrio? ¿Sé perder con nobleza? ¿Tengo dominio en mis palabras?