(Adaptación)
por Aldo
Giraudo,sdb
La vida de
Domingo Savio y los rasgos biográficos de Miguel Magone (1861) y Francisco
Besucco (1864) son de los documentos pedagógicos y espirituales más importantes
de don Bosco, eficaz ilustración narrativa de las convicciones y de la práctica
formativa del santo, en los primeros veinte años de su actividad.
Nos presentan a
tres muchachos, diversos entre sí, muy enraizados en la cultura del tiempo y al
mismo tiempo significativos por la frescura y la vivacidad, la capacidad de
reflexión, la calidad de su apertura espiritual, la determinación y el empuje
generoso que caracteriza el espíritu adolescente de siempre. El autor los pone
en escena como discípulos dóciles y ardientes de educadores dedicados y
afectuosos. Nos presenta las etapas del breve recorrido de su vida, en los diversos
ambientes de su formación, en las relaciones cotidianas, en los compromisos y
en los sentimientos.
1. Importancia
Estos escritos
ofrecen los elementos esenciales para comprender el corazón del mensaje educativo
de don Bosco: la religiosidad como centro unificante y vitalizante del camino formativo;
la comunión de vida paterna y fraterna del educador con los alumnos; el tejido dinámico
de amor, alegría y compromiso; la eficacia de la implicación activa de los
jóvenes en la comunidad; la importancia estratégica de los espacios ofrecidos a
su protagonismo. Son considerados una síntesis pedagógica ya madura, en la cual
lo divino y lo humano, lo sobrenatural
y lo natural, el
deber y la alegría, con modalidades tipológicas diversas, alcanzan una
perfección que es característica en el sistema educativo de don Bosco.
Los
comentaristas han clasificado tales obritas en el área de las biografías
edificantes y de los modelos ejemplares de vida. De este modo las presenta el
autor. Pero viéndolas bien, ellas son al mismo tiempo documentos
autobiográficos de grande eficacia representativa: nos permiten observar a don
Bosco educador cristiano en acción; nos introducen en sus cuadros mentales y en
su visión, nos
ponen en contacto con sus aspiraciones interiores; nos revelan la mirada sorprendida,
afectuosa y al mismo tiempo muy respetuosa, dirigida a los jóvenes
protagonistas.
De las tres, la
“Vida” de Domingo Savio es la que tuvo mejor suerte y un influjo importante más
allá de los confines del mundo salesiano, por la eficaz presentación de la
calidad moral espiritual del muchacho, por el entretejido dinámico entre la
santidad del protagonista y la conducción del Maestro, por la notoriedad que
tuvo derivada del éxito de los procesos de beatificación y canonización. Es un
libro exitoso, en el cual, junto a la bella presentación del protagonista, encontramos
la mejor representación de la pedagogía total de don Bosco.
Menos conocido
es “Rasgos biográficos” sobre Miguel Magone, a pesar de que el muchacho nos parece
más simpático, porque es más “natural” y un producto más exclusivo de la
intervención de don Bosco. Su biografía nos parece la menos alejada de la
imagen común de los jóvenes y representa en la sucesión de los capítulos, las
etapas esenciales de la que debería ser la más común vida espiritual juvenil en
la perspectiva del santo educador.
Casi del todo
desconocida es la “Vida” de Francisco Besucco, el Pastorcillo de los Alpes, probablemente
por la prolijidad de la parte dedicada a la primera infancia y a le educación recibida
en familia y en la parroquia montañera de Argentera (15 capítulos recabados
casi literalmente de la relación del párroco), tal vez también por el poquísimo
tiempo que transcurrió en el Oratorio y por su apariencia un poco ingenua, a
veces simplona, poco conforme a la imagen convencional del alumno salesiano.
En las tres
“Vidas” el Oratorio aparece como una isla de fervor educativo, de laboriosidad
y de tensión espiritual.
3. ¿Para quién
escribe don Bosco?
En la
elaboración de estas tres “Vidas”, don Bosco tiene intenciones claras en
relación con los lectores a los cuales de dirige y a las circunstancias en las
que las produce. Antes que nada selecciona la sus interlocutores, para quienes
narra y con los cuales se entretiene, pero en función de un mensaje dirigido a
un auditorio que sabe que es mucho más vasto. Para comprender el contenido de
su obra y sus intenciones debemos tener en cuenta a los lectores concretos de
la forma en que se presentan a la mente del autor.
Los
destinatarios principales están señalados en la carta introductoria que sirve
de proemio: los “queridísimos jóvenes” a los que se dirige son los estudiantes
de Valdocco, compañeros y amigos de Domingo Savio, de Miguel y de Francisco.
Don Bosco ha emprendido este trabajo a petición de ellos. Este detalle es
importante porque permite enlazar el texto con el contexto vital, la narración
con el horizonte de referencia, con valores y anhelos compartidos por el autor
y los interlocutores. Se habla de compañeros conocidos y amados: se evocan
opciones de vida, amistades, ejemplos y palabras de las que fueron testigos.
Los lectores se mueven en los mismos ambientes y reconocen situaciones que
cotidianamente les atañen: la misa matutina, las clases y el estudio, las
palabritas de las buenas noches, los encuentros con el confesor, sus palabras afectuosas
o severas, las emociones probadas en el ejercicio mensual de la buena muerte, durante
las novenas o las fiestas. También ellos, como los protagonistas, viven la
misma condición de pobres. Página tras página se encuentran con nombres y caras
conocidas. Sobre todo están en grado de percibir en la voz del narrador, el eco
de una voz conocida, la de don Bosco. Luego después de muchos años, leyendo
aquellas líneas, volverán a oír el sonido de sus palabras, con sus peculiaridades
propias y recordarán el singularísimo ascendiente que tenía sobre ellos.
Sin embargo, a
la conciencia del autor, el auditorio se presenta de hecho mucho más vasto: está
constituido por variada multitud de los
lectores; se trata sobre todo de la multitud de jovencitos que frecuentan los
primeros niveles escolares, o los que estudian latín con el deseo de realizar
sus proyectos de vida; son muchachos de la clase popular que todos los días,
como Domingo Savio, empujados por el deseo del progreso social y cultural o por
la atracción vocacional, recorren los senderos de las campiñas y las calles de
las ciudades para llegar a la escuela. Ellos pueden reconocerse en la
psicología de los protagonistas, experimentan las mismas tribulaciones y las
mismas alegrías, prueban emociones espirituales.
Impregnados por el
espíritu de su tiempo, tienen el gusto de la totalidad, se sienten atraídos por
el sentimiento religioso y de las prácticas de devoción, sienten impulsos
interiores y deseos de heroísmo, son sensibles a la ética del deber y al
esfuerzo de la voluntad, les gusta fundamentarse en la austeridad. Leyendo los
diálogos, perciben el eco de las pláticas familiares. En los acontecimientos
narrados captan también un reflejo fiel de los peligros y de las amenazas con
las que se topan en la vida cotidiana, como las insinuaciones o las
prepotencias de los malos compañeros, las tentaciones de la evasión del deber,
las enfermedades frecuentes, la muerte de amigos muy queridos.
En fin, los
muchachos del oratorio y sus coetáneos encuentran representada en estas
biografías su existencia cotidiana y su proyectos, una sociedad y una cultura,
una mentalidad y un estilo de vida, una ritualidad y una racionalidad típicas
de un territorio humano y de un periodo bien definido de la historia social y
religiosa.
.
El testimonio
biográfico se convierte en plenamente autobiográfico. Don Bosco, narrando las
aventuras de sus alumnos, nos habla de sí y del ambiente educativo creado en
Valdocco; deja ver la intensidad y la importancia de las relaciones, de las
atenciones en el respeto de la individualidad, reconstruye el clima de los
encuentros, ilustra las experiencias propuestas y el modo en que se involucran
activamente los jóvenes. Todo esto permite a un lector atento captar mensajes
más profundos, comprender la función del educador en el sistema de don Bosco en
cuanto engranaje patente de toda la máquina educativa. Esta amalgama de
historias y reflexiones produce un género literario que se da en llamar “obras
morales”: las tres “Vidas”, como otras obras del santo, son ante todo
testimonios de espiritualidad y de pedagogía narrativa, un manifiesto de
educación cristiana. La finalidad que se propone el santo educador con estos
escritos no es reconstruir una biografía en sus detalles, según los cánones
historiográficos científicos, sino ofrecer, a través de la narración de
eventuales momentos de la vida de los tres jovencitos, observados con su lente
de educador y pastor, un mensaje práctico, un comportamiento que sirva de
ejemplo. El género biográfico edificante, con su concisión, le proporciona un instrumento
idóneo para enfocar mensajes y comportamientos virtuosos.
Gracias a este
género literario, quien se acerca a estos escritos de don Bosco encuentra un testimonio
de vida real y al mismo tiempo la presentación eficaz de una praxis educativa
ejemplar.
Hoy los
destinatarios principales de estas biografías son los educadores que se quieren
inspirar al método de don Bosco; a ellos corresponde la tarea de profundizar
críticamente el mensaje para una interpretación y actualización operativa.
Claves interpretativas de las “Vidas”
Como discípulos
de don Bosco y educadores de los jóvenes, frente a estas pequeñas biogafías se ponen
en marcha itinerarios de lectura diversos y estimulantes:
o
¿cómo
pueden ser reformulados hoy los elementos esenciales del programa formativo
propuesto por don Bosco?
o
¿Cuál
es el modelo de integración educativa entre familia, parroquia, escuela y
Oratorio?
o
¿Cuáles
son las características del ambiente educativo y cuáles son las actitudes que
cualifican al educador delineado en estas obritas?
o
¿En
qué modo el santo se pone en relación con sus alumnos? ¿Cómo los acompaña en
los momentos críticos?
o
¿Cuáles
son las formas de la implicación activa de los educandos en el cuidado formativo
de los compañeros?
o
¿Qué
relación pone el autor entre educación, formación cristiana y vida espirtual?
En el análisis
de las escenas en las cuales está descrita la relación personal entre don Bosco
y los protagonistas, se encuentran las pistas para captar dinámicas, actitudes
y respuestas.
Invitación a la
lectura
¿Por qué leer
hoy estas biografías edificantes? Primeramente porque son un precioso ducumento
de vida, una narración de don Bosco sobre la experiencia de los tres
protagonistas reservada a lectores atentos. A través de ellas podemos
introducirnos en su mundo interior, acceder a sus experiencias y
preocupaciones, entender cuánta confianza él ponía en los recursos del alma juvenil.
Hay que leerlas también porque son un espejo de un humanismo educativo que conviene
considerar hoy, de una fascinante cultura del espíritu que la pátina del tiempo
no ha oscurecido. En su simplicidad restituyen un respiro moral, un entusiasmo
educativo y una tensión pastoral, de cuya contemplación hemos de aprender mucho
para no dejarnos sumergir en el desencanto y en la mediocridad. Son la
expresión de una propuesta formativa, de una metodología y de una
espiritualidad que nos parece tan alejada del mundo juvenil de hoy, pero que
sentimos importante: es lejana por la distancia temporal y cultural, por la
desaparición de la tensión moral e ideal que caracterizaba la juventud del
Ochocientos; sin embargo conserva su importancia por la fuerza carismática y
profética que contiene, por los estímulos de que es portadora, por las
saludables sacudidas que puede suscitar en nuestra conciencia de educadores.
¿Cómo leerlas?
Con afecto, curisidad y respeto. El afecto de los hijos por la memoria de un
padre amado, por la herencia espiritual y el patrimonio de experiencia y
sabiduría que ha dejado; la curiosidad del explorador que remonta la corriente
de un gran río para descubrir la fuente y beber en la pureza de sus aguas; el
respeto con el cual el autor, que es también confidente y confesor, se ha
acercado a la intimidad ardiente de aquellas jóvenes almas, ha recogido las confidencias
y propósitos y ha contemplado, sorprendido, el progreso.
Hay que leerlas
también con apertura mental, con atención y sensibilidad. La apertura mental es
antes que nada honestidad intelectual y abandono de todo prejuicio, comenzando
por ese insidioso sentido de superioridad cultural y teológica que
frecuentemente se transparenta en las investigaciones sobre las experiencias
religiosas del pasado, las que llamamos “populares” y “devocionales”; la
atención implica un estudio cuidadoso del texto, de su organización, de sus posibles
niveles de lectura, de sus alusiones; la sensibilidad se traduce en el esfuerzo
por un acercamiento empático a los personajes, en la escucha de las
repercusiones de la narración sobre nuestro espíritu, en la atención a las
razones de don Bosco, a los diversos acentos que él pone aquí y allá.
Las “Vidas” no
son solamente monumentos a la adolescencia del buen tiempo pasado, miniaturas
preciosas de una realidad educativa en su fase carismática: constituyen una
mediación eficaz para entrar en aquel mundo conducidos de la mano del narrador
y dejarnos instruir por él.