El templo quedó bajo el agua, menos el cuadro de María Auxiliadora
A mediados de este año 2020, con las torrenciales lluvias que cayeron en Uruguay, ocurrió un hecho que ha llamado la atención de muchos: el templo de Hijas de María Auxiliadora (FMA) en Montevideo, primera fundación de las hijas de Don Bosco en América, quedó prácticamente sepultado por el agua, pero el cuadro de la Virgen permaneció intacto.
Tal como describió la hermana María, Hija de María Auxiliadora, las lluvias
provocaron el desborde del agua en las calles; el agua ingresó por el patio,
los corredores y la capilla de la casa, cubriendo unos 80 centímetros del piso
y generando daños considerables, sobre todo a las sillas y muebles del lugar.
Esta es la primera vez que ocurre una cosa así, según ha relatado la
hermana salesiana. “Tenemos un sótano inundado hasta el techo, partes
eléctricas comprometidas”, agregó.
Por eso ha llamado la atención que el histórico cuadro de María
Auxiliadora, venerado en la casa salesiana desde su fundación, no haya sufrido
daño alguno.
Y es que este cuadro, que es único dentro de la Familia Salesiana, ya que
muestra la Niño Jesús sonriente, tiene historia: fue enviado por San Juan Bosco
con las primeras misioneras salesianas que llegaron al Uruguay en el año 1877. Tras
él hay un pintor ejemplar; el artista fue un señor que tenía dificultades para
ver, y fue bendecido por Don Bosco para realizar esta obra.
“Es un cuadro muy significativo para nosotras FMA en Uruguay y en el mundo. El sueño de las misioneras en América que Don Bosco tenía, se hizo realidad pasando por Uruguay. Primero en 1875 llegaron los Salesianos y en 1877 las hermanas”, cuenta la hermana María.
Los cierto es que existe una estrecha relación entre la Virgen María, en su
advocación de “Auxiliadora de los Cristianos”, y la Familia Salesiana. San Juan
Bosco fue gran devoto de Nuestra Señora, propagando su devoción y confiando
siempre a Ella su protección.
La Virgen, en la historia de los salesianos, siempre ha estado presente
manifestando su auxilio.
Lo hizo notoriamente durante la peste de cólera que afectó Italia, especialmente Turín, en 1854 cuando Don Bosco recomendó a sus hijos del oratorio portar consigo una medalla de María, rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria, junto con las jaculatorias: Líbranos, Señor, de todo mal, y María Auxiliadora, ruega por nosotros.
Durante esa peste los chicos y Don Bosco se vieron libres de la enfermedad.
Una protección que también ha llegado a la Casa de las Hijas de María Auxiliadora
de Villa Colón, Montevideo, como ha referido la hermana María: “Muchas
generaciones de hermanas, alumnos, alumnas y todos aquellos que de una u otra
manera pasan por esta casa, han crecido bajo la protección de esta Madre y
confiando a ella su vida”.
Algunos elementos centrales de la Encíclica “Fratelli tutti"
Texto completo de la Encíclica en:
Fratelli tutti es el nombre que lleva la tercera encíclica de Francisco, firmada
en Asís, junto a la tumba de San Francisco, el 3 de octubre de este año 2020,
víspera de la Fiesta del “poverello”. Está dedicada al tema de la fraternidad
y la amistad social; es, sin duda, un punto de confluencia de gran parte de su
enseñanza y sus intervenciones: desde que se asomó al balcón de san Pedro, la
fraternidad ha aparecido como una pieza fundamental de su pontificado.
Así, esta nueva encíclica nos invita a emprender un camino de fraternidad,
a ser un pueblo de hermanos, a reconciliarnos. La fraternidad es un mensaje con
un componente social importante, pero sobre todo político: implica reconocernos
también como ciudadanos iguales, como dignos de llamarnos hermanos.
Uno de los principales antecedentes de la encíclica se encuentra en el
documento histórico sobre la fraternidad firmado en febrero de 2019 en Abu
Dhabi entre Francisco y el Gran Imán de al-Azhar. En aquella ocasión, los dos
líderes religiosos se reconocieron como hermanos y encontraron en la
fraternidad la única alternativa para salir de las lógicas de confrontación que
existen hoy.
Capítulo I: Las sombras de un
mundo cerrado (núm. 9 a 55)
Los primeros 45 puntos nos muestran
las barreras para una verdadera fraternidad universal. Las lecciones aprendidas
de las tragedias del siglo XX se han ido olvidando y, en cambio, aparecen
nuevos conflictos, nuevos nacionalismos, nuevas agresividades. Hace un duro
juicio sobre la política, que pareciera hoy más interesada por el marketing que
por el bien común (n. 15). Este tipo de política que ha olvidado la lucha por
la justicia, por la libertad y por la unidad, favorece la cultura del descarte
(nn. 19-20), la no atención a los derechos fundamentales del hombre (n. 22) y
la creación de barreras para la migración (n. 39). A su vez, llama la atención
sobre los riesgos que nos plantea la comunicación digital: desarrollo de
actitudes de intolerancia y promoción del espectáculo escenificado por
movimientos de odio, prevalencia de la información por sobre la sabiduría. El
Papa recuerda la inmensa riqueza que tiene el encuentro presencial con el otro,
con rostro, sudor, perfume (n. 43), con apertura y tiempo para la escucha y la
comprensión (n. 48). Sin embargo, “a pesar de estas sombras densas que no
conviene ignorar”, señala el Papa, “en las próximas páginas quiero hacerme eco
de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad
semillas de bien” (n. 54).
Capítulo II: Un extraño en el
camino (núm 56 a 86)
Este capítulo está dedicado a la parábola del buen samaritano: Un extraño
en el camino. Habla de una motivación para ampliar el corazón y de un llamado
al amor fraterno. Es el buen samaritano modelo de amistad social. “Hoy, y cada
vez más, hay heridos”, es la inclusión o exclusión de esos heridos lo que
define los proyectos económicos, sociales, civiles, pero también personales. Y
la pregunta que se nos plantea hoy es la misma que hizo Jesús al proponer la
parábola: “¿Quién es mi prójimo?”.
Capítulo III: Pensar y gestar un
mundo abierto (núm. 87 a 127)
Es una invitación a ir “más allá”, más allá de nosotros mismos, de nuestras
pequeñas comunidades, más allá de nuestras nacionalidades, rasgos físicos y
morales. La amistad social y la fraternidad requieren de una apertura del amor,
de una actitud hospitalaria, especialmente con el extraño. Esta apertura, sin
embargo, no debe confundirse con un falso universalismo de aquellos que no aman
a su pueblo y su cultura, o de quienes pretenden homogenizar, estandarizar y
dominar. La verdadera fraternidad salvaguarda las diferencias y las valora. Al
mismo tiempo, amar y buscar el bien de los demás, también implica procurar su
maduración en distintos valores morales. Las sociedades requieren que los valores
se transmitan, si no, se promueve el individualismo y la indiferencia. Por ello
vuelve a destacar lo mencionado en Laudato si’: “ya hemos tenido mucho tiempo
de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la
honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha
servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina
enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses” (n. 113).
En este capítulo el Papa vuelve a recordar los valores de la solidaridad y el
destino universal de los bienes, como criterios que se extienden también a las
relaciones internacionales.
Capítulo IV: Un corazón abierto
al mundo entero (núm. 128 a
153)
Plantea los retos que debemos asumir para que la fraternidad no sea solo
una abstracción, sino que tome carne. En términos de migración vuelve a
recordar los cuatro verbos que deben guiar nuestras acciones: acoger, proteger,
promover e integrar. Y propone un enfoque local-universal que debe guiar las relaciones
entre las distintas culturas, con un profundo enraizamiento y desarrollo
cultural propio, que penetra hasta el fondo en su patria (nn. 143-145), y que
con aquella identidad es capaz de abrirse a lo universal, dejándose interpelar
por lo que sucede en otros países y dejándose enriquecer por las otras culturas
(nn. 146-150).
Capítulo V: La mejor política (núm. 154 a 197)
Es aquella que se pone al servicio
del verdadero bien común. Aquí desarrolla algunas ideas sobre el populismo y el
liberalismo. Lo populista lo contrapone a lo popular para así reivindicar la
noción de pueblo, necesaria para la existencia de la democracia, y para que la
sociedad no sea comprendida como una mera suma de individuos, sin un proyecto
común. Afirma, a su vez, que “lo verdaderamente popular” es el trabajo, “es
asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto
en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas”. La mejor política se
expresa en el amor social, en la caridad, que es plena apertura al diálogo con
todos. Propone un inaudito vínculo entre política y ternura que resulta
efectivo porque la ternura es "amor que se hace cercano y concreto"
(n. 194). En medio de la actividad política, el más débil debe provocar ternura
y tener el “‘derecho’ de llenarnos el alma y el corazón”.
Capítulo VI: Diálogo y amistad social (núm. 198 a 224)
“Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de
comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo
‘dialogar’” (n. 198). "En una sociedad pluralista", escribe el Papa,
"el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que
debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso
circunstancial" (n. 211). Este es el momento del diálogo, el cual no
consiste en un febril intercambio de opiniones, como sucede a menudo en las
redes sociales, que se convierten en monólogos donde predomina la agresión;
estilo que, lamentablemente, también predomina en el contexto político. El
diálogo no significa relativismo, si lo que cuentan no son verdades objetivas o
principios estables, sino la satisfacción de las propias aspiraciones y
necesidades inmediatas, entonces las leyes se entenderán solo como imposiciones
arbitrarias y obstáculos a evitar. Siempre es necesaria la búsqueda de los
valores más altos (cf. nn. 206-210).
Capítulo VII: Caminos de
reencuentro (núm. 225 a 270)
Aquí el Papa hace un llamado a sentar bases sólidas para el encuentro y a
iniciar procesos de curación. El verdadero encuentro no huye al conflicto, sino
que se da gracias al diálogo y al reconocimiento de los hechos.
Capítulo VIII: Las religiones al
servicio de la fraternidad en el mundo (núm. 271 a 287)
Esta última parte es un llamado ecuménico. Por ello, el Papa exhorta a las
religiones a participar en el ámbito público, en la promoción del hombre y de
la fraternidad.
Culmina este documento con una Oración al Creador y una Oración ecuménica.
De esta forma en Fratelli tutti
el Papa nos invita a imitar a Francisco de Asís, quien “fue al encuentro del
Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que, sin negar su
identidad, cuando fueran ‘entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan
disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por
Dios’” (n. 3). Con este gesto el santo de Asís se convierte en modelo de
fraternidad universal y amistad social.
La mujer en el magisterio de los tres últimos pontífices
Por María Ester Goldsack (Chile)
En la enseñanza de los tres últimos pontífices podemos ver el esfuerzo que han puesto para que la mujer sea respetada en su dignidad y pueda enriquecer el mundo con su genio.
El Concilio Vaticano II, en el Mensaje final, afirma: «Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga». [1]
En la enseñanza de los tres últimos pontífices podemos ver el esfuerzo que
han puesto para que la mujer sea respetada en su dignidad y pueda enriquecer el
mundo con su genio, término acuñado por San Juan Pablo II, que se repite en la
catequesis de Benedicto XVI y SS Francisco.
María, modelo de mujer
“En el momento de la Anunciación, pronunciando su «fiat», María concibió un hombre que era Hijo de Dios, consubstancial al Padre. Por consiguiente, es verdaderamente la Madre de Dios, puesto que la maternidad abarca toda la persona y no sólo el cuerpo. María, desde el primer momento de su maternidad divina, (…) se inserta en el servicio mesiánico de Cristo. Precisamente este servicio constituye el fundamento mismo de aquel Reino, en el cual «servir» (...) quiere decir «reinar». Cristo, «Siervo del Señor», manifestará a todos los hombres la dignidad real del servicio, con la cual se relaciona directamente la vocación de cada hombre”. [2]
“La Iglesia ve en María la máxima expresión del «genio femenino» y
encuentra en Ella una fuente de continua inspiración. María se ha autodefinido
«esclava del Señor» (Lc 1, 38). Poniéndose al servicio de Dios, ha estado
también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este
servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero
auténtico «reinar». No es por casualidad que se la invoca como «Reina del cielo
y de la tierra». ¡Su «reinar» es servir! ¡Su servir es «reinar»!” [3]
Hombre y mujer iguales en
dignidad y reciprocidad en la equivalencia y la diferencia
“Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó» (Gén 1, 2). Este conciso fragmento contiene las verdades antropológicas fundamentales: el hombre es el ápice de todo lo creado en el mundo visible, y el género humano, que tiene su origen en la llamada a la existencia del hombre y de la mujer, corona toda la obra de la creación; ambos son seres humanos en el mismo grado, tanto el hombre como la mujer; ambos fueron creados a imagen de Dios. La mujer es otro «yo» en la común humanidad. Hay que reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer: ambos son personas, diferentes de cualquier otro ser viviente del mundo que les rodea.” [2]
El Papa Francisco en la exhortación apostólica Amoris laetitia, afirma: “En
el Génesis se ve la inquietud del varón que busca «una ayuda recíproca» (vv.
18.20), capaz de resolver esa soledad que le perturba y que no es aplacada por
la cercanía de los animales y de todo lo creado. Es el encuentro con un rostro,
con un «tú» que refleja el amor divino. De este encuentro, que sana la soledad,
surgen la generación y la familia. La pareja que ama y genera la vida es la
verdadera «escultura» viviente (…), capaz de manifestar al Dios creador y
salvador. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo
viviente. Nos iluminan las palabras de San Juan Pablo II: «Nuestro Dios, en su
misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en
sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este
amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo” [4].
A lo largo de los siglos la dignidad de la mujer no fue respetada y el
designio de amor del Creador fue olvidado. San Juan Pablo II, afirmaba: “Por
desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en
todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer,
despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada
frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente
ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas
espirituales”.
Es Jesucristo quien la restaura y le devuelve su dignidad inicial, aquella
con la que fue creada. San Juan Pablo II expresa: “Es algo universalmente
admitido incluso por parte de quienes se ponen en actitud crítica ante el
mensaje cristiano que Cristo fue ante sus contemporáneos el promotor de la
verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta
dignidad. A veces esto provocaba estupor, sorpresa, incluso llegaba hasta el
límite del escándalo. «Se sorprendían de que hablara con una mujer» (Jn 4, 27)
porque este comportamiento era diverso del de los israelitas de su tiempo. Es
más, «se sorprendían» los mismos discípulos de Cristo. [2]
El Papa Francisco, en su catequesis, celebra que se haya superado el
antiguo modelo de “subordinación social” de la mujer al hombre, aunque es de
opinión que “todavía no se han agotado del todo los efectos negativos de ese
modelo durante siglos”. También celebra que se haya superado el modelo de
“paridad”, aplicado mecánicamente como “igualdad absoluta”, y se esté
configurando “un nuevo paradigma, el de la ‘reciprocidad’ en la equivalencia y
la diferencia”. Sin embargo, el cuadro general de la mujer en el mundo presenta
todavía muchísimos puntos negros, y el Papa se ha referido a “las dolorosas
heridas, infligidas a veces con violencia despiadada” en las que “el cuerpo
femenino es agredido y desfigurado, incluso por quienes deberían ser los
custodios y compañeros de vida”. [5]
El papel de la mujer en la
promoción de los derechos humanos
La mujer vela como nadie por el más importante de los derechos humanos, el
derecho a la vida. En este misterio de ser co-creadora con Dios, aunque el
hecho de ser padres pertenece al hombre y a la mujer, es una realidad más
profunda en ella, ya que se ofrece al hijo en cuerpo y alma desde el momento de
la concepción del niño y hasta la muerte de ella. San Juan Pablo II afirmaba:
“Es necesario que el hombre sea plenamente consciente de que en este ser padres
en común, él contrae una deuda especial con la mujer. Ningún programa de
«igualdad de derechos» del hombre y de la mujer es válido si no se tiene en
cuenta esto de un modo totalmente esencial. La maternidad conlleva una comunión
especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer. La madre
admira este misterio y con intuición singular «comprende» lo que lleva en su
interior (…), la madre acepta y ama al hijo que lleva en su seno como una
persona. (…). El hombre, no obstante toda su participación en el ser padre, se
encuentra siempre «fuera» del proceso de gestación y nacimiento del niño y
debe, en tantos aspectos, conocer por la madre su propia «paternidad» (...) La
educación del hijo entendida globalmente debería abarcar en sí la doble
aportación de los padres: la materna y la paterna. Sin embargo, la contribución
materna es decisiva y básica para la nueva personalidad humana”. [2]
Respecto a este tema fundamental, Benedicto XVI hizo una invitación, a un
«nuevo feminismo». Afirmó que “cada día se perciben nuevas amenazas contra la
vida, especialmente en sus fases más vulnerables. El reconocimiento y el
aprecio del plan de Dios para las mujeres en la transmisión de la vida y en la
educación de los hijos es un paso constructivo en esa dirección. Además, dada
la notable influencia de las mujeres en la sociedad, es necesario animarlas a
aprovechar la oportunidad de defender la dignidad de la vida mediante su
compromiso en la educación y su participación en la vida política y civil”.
[6]. Señaló también que, “al haber sido dotadas por el Creador con una
«capacidad única de acogida del otro», las mujeres desempeñan un papel crucial
en la promoción de los derechos humanos, porque sin su voz se vería debilitado
el tejido social”. [7]
También el Papa Francisco ha puesto de relieve el papel fundamental de la
mujer en el respeto a la vida, en la educación y en el diálogo. “Las mujeres,
unidas íntimamente al misterio de la vida, pueden hacer mucho por promover el
espíritu de fraternidad, con el cuidado por preservar la vida y con la
convicción de que el amor es la fuerza que puede hacer el mundo habitable para
todos” (…) “Las mujeres se ocupan de acompañar a los demás, sobre todo a
aquellos que son más débiles en la familia y en la sociedad, las víctimas de
conflictos y a todos los que deben afrontar los desafíos de cada día”. Su
Santidad ha subrayado que “gracias a su contribución, la educación a la
fraternidad puede superar la cultura del descarte”. [8]
Sacerdocio y la aportación de la
mujer en la Iglesia
Durante el pontificado de los tres últimos Papas, se ha visto cómo han sabido ir incardinando las aptitudes de la mujer en varios dicasterios y organismos de la vida de la Iglesia. Con San Juan Pablo II se acentuó un período, fecundo de acercamiento y exaltación de los dones, valores, virtudes y vocación propia de la mujer; una valoración que ha ayudado a ver desde otra perspectiva, tanto a hombres como a mujeres, eclesiásticos o no, la participación de estas en la vida de la Iglesia y el mundo. En su Carta a las mujeres, asegura que la autoridad, tanto en la familia como en la sociedad y en la Iglesia, debiera entenderse desde el servicio. En el Concilio Vaticano II se enseñó que el hombre «no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo» [9] “En este horizonte de «servicio» —que, si se realiza con libertad, reciprocidad y amor, expresa la verdadera «realeza» del ser humano— es posible acoger también, sin desventajas para la mujer, una cierta diversidad de papeles, en la medida en que tal diversidad no es fruto de imposición arbitraria, sino que mana del carácter peculiar del ser masculino y femenino. Es un tema que tiene su aplicación específica incluso dentro de la Iglesia. Si Cristo —con una elección libre y soberana, atestiguada por el Evangelio y la constante tradición eclesial— ha confiado solamente a los varones la tarea de ser «icono» de su rostro de «pastor» y de «esposo» de la Iglesia a través del ejercicio del sacerdocio ministerial, esto no quita nada al papel de la mujer, así como al de los demás miembros de la Iglesia que no han recibido el orden sagrado, siendo por lo demás todos igualmente dotados de la dignidad propia del «sacerdocio común», fundamentado en el Bautismo”. [3]
Benedicto XVI siguió en su magisterio en esta línea. Aseguró “que no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de desempeñar un papel importante es la de ser sacerdote. En la historia de la Iglesia hay muchísimas tareas y funciones”. Reconoce que las mujeres hacen mucho por el gobierno de la Iglesia, comenzando por las religiosas, por las hermanas de los grandes Padres de la Iglesia, como san Ambrosio, hasta las grandes mujeres de la Edad Media: santa Hildegarda, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila y recientemente madre Teresa. También en los tiempos modernos las mujeres deben buscar siempre de nuevo el lugar que les corresponde. Hoy están muy presentes en los dicasterios de la Santa Sede. Pero explica que “existe un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir, el hecho de que, según el derecho canónico, la facultad de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unida al Orden Sagrado. [10] También ha expresado que “el ministerio sacerdotal, procedente del Señor, está reservado a los varones, en cuanto que el ministerio sacerdotal es el gobierno en el sentido profundo, pues, en definitiva, es el Sacramento el que gobierna la Iglesia. Este es el punto decisivo. No es el hombre quien hace algo, sino que es el sacerdote fiel a su misión el que gobierna, en el sentido de que es el Sacramento, es decir, Cristo mismo mediante el Sacramento, quien gobierna, tanto a través de la Eucaristía como a través de los demás Sacramentos, y así siempre es Cristo quien preside”. [11]
El Papa Francisco, por su parte, se ha manifestado “convencido de la urgencia de ofrecer espacios a la mujer en la vida de la Iglesia”. Afirma que “la Iglesia es mujer, es ‘la’ Iglesia, no ‘el’ Iglesia”, y declara que “me gusta describir la dimensión femenina de la Iglesia como seno acogedor que genera y regenera la vida”. El Papa añadió que esa mayor presencia requerirá “muchas mujeres implicadas en la responsabilidad pastoral, en el acompañamiento espiritual de personas, familias y grupos, así como en la reflexión teológica”. Francisco ha incorporado mujeres a la Comisión Teológica Internacional, a las comisiones que investigaron las finanzas vaticanas y a la nueva Comisión Pontificia de Protección de Menores. Sobre la predicación en la celebración eucarística, ha señalado que “no hay ningún problema de que una mujer —religiosa o laica— predique en una Liturgia de la Palabra. Pero en la celebración eucarística hay un problema litúrgico-dogmático, porque la celebración es una —la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, es una unidad— y el que preside es Jesucristo. El sacerdote o el obispo que preside lo hace en la persona de Jesucristo. Es una realidad teológica y litúrgica.” [12]
El papel de la mujer en la
transmisión de la fe
San Juan Pablo II llama a las mujeres guardianas del mensaje evangélico, y expresa: “Desde el principio de la misión de Cristo, la mujer demuestra hacia Él y hacia su misterio una sensibilidad especial, que corresponde a una característica de su femineidad. Hay que decir también que esto encuentra una confirmación particular en relación con el misterio pascual; no sólo en el momento de la crucifixión sino también el día de la resurrección. Las mujeres son las primeras en llegar al sepulcro. Son las primeras que lo encuentran vacío. Son las primeras que oyen: «No está aquí, ha resucitado como lo había anunciado» (Mt 28, 6). Son las primeras en abrazarle los pies y las primeras en ser llamadas a anunciar esta verdad a los apóstoles. El Evangelio de Juan pone de relieve el papel especial de María de Magdala. Es la primera que encuentra a Cristo resucitado. Al principio lo confunde con el guardián del jardín; lo reconoce solamente cuando él la llama por su nombre: «Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» que quiere decir: «Maestro». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras». Por esto ha sido llamada «la apóstol de los apóstoles»”. [2]
El Papa Benedicto XVI centró laudatoriamente la atención en las numerosas figuras femeninas que desempeñaron un papel efectivo y valioso en la difusión del Evangelio subrayando que no se puede olvidar su testimonio [13]. En su catequesis se evidenció la trayectoria de reconocimiento público que siguió en comentarios puntuales hechos a través de entrevistas, homilías y discursos; una trayectoria que recogió, expuso y valoró el gran servicio y la aportación peculiar que la mujer ha prestado a la Iglesia y al mundo reivindicando su protagonismo activo en el ámbito de las comunidades cristianas primitivas y a lo largo de la historia del cristianismo. En su último ciclo de catequesis, Grandes mujeres en la historia de la Iglesia, emergen con luz propia 17 mujeres que, superando las vicisitudes de su tiempo, viviendo el Evangelio y fielmente a la Iglesia, nos muestran que el seguimiento amoroso de Cristo es lo que sirviendo define la vida cristiana.
Por su parte, el Papa Francisco, en su último viaje apostólico a Colombia,
expresó que “La esperanza en América Latina tiene un rostro femenino.” Agregó
que “no es necesario que me alargue para hablar del rol de la mujer en nuestro
continente y en nuestra Iglesia. De sus labios hemos aprendido la fe; casi con
la leche de sus senos hemos adquirido los rasgos de nuestra alma mestiza y la
inmunidad frente a cualquier desesperación. Pienso en las madres indígenas o
morenas, pienso en las mujeres de la ciudad con su triple turno de trabajo,
pienso en las abuelas catequistas, pienso en las consagradas y en las tan
discretas artesanas del bien. Sin las mujeres la Iglesia del continente
perdería la fuerza de renacer continuamente.” [14]
Conclusión
La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina.
La Iglesia pide, al mismo tiempo, que estas inestimables «manifestaciones del Espíritu» que con grande generosidad han sido dadas a las «hijas» de la Jerusalén eterna, sean reconocidas debidamente, valorizadas, para que redunden en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad, especialmente en nuestros días. Al meditar sobre el misterio bíblico de la «mujer», la Iglesia ora para que todas las mujeres se hallen de nuevo a sí mismas en este misterio y hallen su «vocación suprema». [3]
Al estudiar las enseñanzas sobre la mujer entregadas por los tres últimos
Pontífices se constata una perfecta continuidad desde el Concilio Vaticano II y
hasta nuestros días. La belleza y profundidad de su magisterio está en perfecta
concordancia con el proyecto de amor del Creador con respecto a la mujer.
Notas
[1] Mensaje del Concilio a las mujeres (8 de diciembre de 1965): AAS 58
(1966), 13-14.
[2] Carta Apostólica Mulieris dignitatem San Juan Pablo II Sobre la
dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano.
[3] Carta a las Mujeres de san Juan Pablo II en la proximidad de la IV
Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín. Vaticano, 29 de junio del año
1995.
[4] Amoris laetitia: Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia (19
de marzo de 2016) Papa Francisco.
[5] Discurso al Pontificio Consejo de Cultura S S Papa Francisco Vaticano
07/02/2015.
[6] Mensaje de Benedicto XVI a los participantes en una Conferencia
Internacional sobre el tema: «vida, familia y desarrollo: el papel de la mujer
en la promoción de los derechos humanos» (Vaticano, 20-21 de marzo 2009).
[7] Benedicto XVI Congregación para la doctrina de la fe, Carta a los
obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en
la Iglesia y en el mundo, n. 13.
[8] Discurso de el Papa Francisco sobre el valor de la mujer. Vaticano, 09
Jun. 2017.
[9] Concilio Vaticano 2 Gaudium et spes, 24.
[10] La alegría de servir. Entrevista concedida por el Papa Benedicto XVI a
Radio vaticana y a cuatro cadenas de televisión alemanas, 5 de agosto de 2006.
[11] Encuentro del Papa Benedicto XVI con los sacerdotes y diáconos de la
diócesis de Roma, 2 de marzo de 2006.
[12] Encuentro del Papa Francisco en el Aula Pablo VI con las participantes
en la Asamblea Plenaria de las Superioras Generales (UISG) cuyo tema es “Tejer
la solidaridad global para la vida” 12 de mayo 2016.
[13] Las mujeres al servicio del Evangelio. Catequesis del Papa Benedicto
XVI durante la audiencia general del miércoles 14 de febrero de 2007.
[14] Viaje Apostólico del Papa Francisco a Colombia. Encuentro con el
Comité directivo del Celam, discurso del Francisco. Nunciatura
apostólica, Bogotá Jueves 7 de septiembre de 2017.
La comunicación @ del mundo de hoy
por Jorge Novoa
(Centro Cultural Católico Fe y Razón de Montevideo,
Uruguay)
El mundo de las comunicaciones. Satélites, basura espacial, términos sorprendentemente actuales e inimaginables. Así puede apropiadamente definirse a este siglo. El siglo de los Satélites, la basura, lo sorprendente y lo "actual". Las distancias se han acortado hasta límites insospechados gracias a los avances tecnológicos. Las noticias llegan inmediatamente, en algunos casos, hemos sido testigos presenciales de guerras en lugares bastante distantes al que vivimos. Uno puede estar cómodamente en su casa cenando y observando en medio de las bombas, como rescatan de los escombros de un hospital a hombres, mujeres, niños y ancianos heridos…
Ya no hay distancias. Este parece ser un principio interesante para el tema de las comunicaciones, basta sentarse frente a un aparato de forma variada, y discar o teclear, y a través de su potencialidad, podemos llegar a comunicarnos con gente que nunca se nos hubiera ocurrido hacerlo. Para nosotros los Latinoamericanos; Rusia, Afganistán, Japón. Todo ello enmarcado en lo que se llama el proceso de globalización. Una palabra moderna que recomiendo uno la incluya en su vocabulario, aunque no conozcamos claramente sus alcances.
Cuántas palabras nos trasmiten estos medios cuyos alcances reales están ocultos; género, "matrimonio de homosexuales", fecundación asistida, satanismo, globalización, "explosión demográfica”, etc.… Es decir, las comunicaciones cumplen un papel central en este sistema de globalización que se asoma en el umbral del tercer milenio.
El Santo Padre nos ha invitado a construir bajo el signo de la solidaridad la cultura emergente. Nuestra presencia en los medios de comunicación es un gran desafío, fundamentalmente por los códigos que estos medios tienen y que nos enfrentan con los que Jesús nos propone en el Evangelio.
El teléfono, el fax, la PC, Internet, E-Mail, las video-conferencias, etc…
son maravillosos inventos del hombre, que cumple con el mandato dado por el
Creador de "gobernar la tierra". Muchos de estos inventos, luego de
producidos, cambian nuestros comportamientos, modificando en nosotros de forma
paulatina, nuestra concepción de la vida, el mundo y Dios. Incluso el concepto
de comunicación se ve alterado. Podemos distinguir un modelo, hay muchos más,
que por su propagación exige nuestra atenta observación. Lo vamos a llamar, la
comunicación @, intentemos conocerla para convertirla (metanoia) en la
realidad que el término enuncia.
¿Qué ocurre luego que se apaga la
PC?
Estamos en una sociedad de incomunicados. El que durante horas sentado frente a su PC se comunicaba con el mundo, ahora no se puede comunicar con su vecino (un hombre al que apenas puede describir, del cual recuerda algunos vagos rasgos de la que cree es su esposa), ha pasado a ser para sus padres y hermanos un visitante esporádico (al estilo de un visitador médico, que cuando hay alguna novedad, pasa, deja la "muestra gratis" y se marcha, pues no tiene tiempo).
¿Por qué me comunico con otros por la PC y no logro hacerlo con tanta facilidad en la vida cotidiana? Una observación aguda e interesante de un joven amigo, aunque ciertamente exige una respuesta dolorosa. En toda comunicación hay un componente importante de renuncia y entrega, como toda realidad que hay que edificar en la vida humana, exige perseverancia. En la comunicación entrego mi tiempo, comparto los momentos alegres y los tristes. Hablo y escucho. La comunicación construye puentes de amistad. Esta que llamamos @ y que no se reduce al símbolo del E-Mail, la uso y la desecho; si me aburro es cuestión de apretar un botón. En realidad, no me exige la entrega de mí mismo: es una forma de comunicación "light".
La comunicación @ dista, y en mucho, de contener los componentes necesarios para que ella nutra la relación y ayude a su crecimiento. Los hijos se quejaban, debido a que sus padres estaban atrapados por la televisión, (no pudiendo ver ellos sus programas preferidos) y no les prestaban la atención requerida. La PC vino a llenar este vacío: los grandes con la TV y los chicos con la PC. El ámbito adecuado para el aprendizaje de la comunicación es sustituido. Y los medios que deben colaborar a tal fin, desplazan a los esenciales, volviéndose el "Caballo de Troya" dentro de la casa. Aunque se presentan como canales de comunicación, lo único que logran, es tener a todos en silencio y en muchos casos, operan como instructor colectivo de la conciencia del auditorio. Estos canales de comunicación familiar pueden ser suicidas si no se los controla, poniéndolos en un lugar adecuado (las casa de antes tenían su centro en la mesa familiar). No tenemos con ellos lazos de "carne y sangre", ni tienen alma inmortal (más bien arma mortal) que los informe. Pueden ser muy útiles, como muy destructivos.
La Familia es la primera e insustituible Escuela de las Comunicaciones, en
ella aprendemos el laborioso decálogo de la comunicación humana. De otro modo,
en el futuro, tal vez alguno incluya en su apellido ese @ tan significativo para su existencia, ciertamente tan impersonal
como el modo de comunicación que propone.
Bajo la protección de María
N° 154: “Nos
esforzamos por ser fieles como María, la mujer fiel a su vocación y a su
servicio. Como ella, no tenemos miedo de
decirle al Señor siempre que SÍ aunque nos cueste, viviendo y amando la cruz,
esa cruz de la fidelidad con la cual humanizamos y evangelizamos. Como María,
la Virgen oyente, estaremos atentos a lo que el Señor quiera de nosotras y así,
como ella, seremos arcilla en manos del Espíritu.”
La oración más antigua a la Virgen
La oración Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo) es la oración más antigua que se conoce de las dirigidas a la Virgen. Según los estudiosos, data del siglo III, y probablemente de en torno al año 250.
Este hecho quedó de manifiesto a mediados del siglo XX, después de que en 1938 la biblioteca John Rylands de Manchester –dueña de una amplísima colección de códices del Nuevo Testamento– publicara el hallazgo de un papiro de origen egipcio que contenía este texto en griego. Este papiro se encontraba dentro de un lote comprado en Egipto más de 20 años antes por esta institución.
En el texto, de diez líneas,
estaba escrito este texto:
Bajo tu misericordia
nos refugiamos,
oh madre de Dios.
No desprecies nuestras
oraciones en la desgracia,
sino líbranos del
peligro;
tú la única pura y la
(única) bendita.
Dado que el papiro estaba roto en algunos trozos, el texto se ha reconstruido utilizando la misma oración en copto, que los cristianos egipcios han mantenido sin cambios desde la época en que se compuso.
La versión latina es:
Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix.
Nostras deprecationes
ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et
benedicta.
La versión castellana, es muy
conocida:
Bajo tu amparo nos refugiamos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las
súplicas
que te dirigimos en
nuestras necesidades,
antes bien, líbranos
de todo peligro,
¡Oh Virgen, gloriosa y
bendita!
Como explica el escritor y apologeta italiano Vittorio Messori en su libro Hipótesis sobre María, se trata de un tropárion o breve himno añadido al final de una liturgia. En la actualidad, Bajo tu amparo es una de las antífonas marianas que se propone después del rezo de Completas en la liturgia de las horas.
Como puede observarse, la traducción literal del griego ("bajo tu misericordia") difiere de la que pasó al latín, "sub tuum praesidium" o "bajo tu amparo". El término griego traducido como praesidium –explica Messori– indica, en realidad, literalmente, la cualidad de quien tiene buenas entrañas. Es el mismo término que el Evangelio utiliza para describir la conmoción “hasta las entrañas” de Jesús, la compasión del buen samaritano y la turbación del padre al ver regresar al hijo pródigo. Desde el principio el instinto de los creyentes ha reconocido en María a la que está más cerca de la misericordia divina.
Con el descubrimiento del papiro, se produjo una pequeña revolución en la mariología. Hasta entonces, en la Iglesia Católica se consideraba que seguramente fuera una antífona de la época de Carlomagno, pues la referencia más antigua de ella se remontaba al siglo IX. Pero al retratarse su datación al siglo III y convertirse así en la oración mariana más antigua, ese pequeño y mal conservado trozo de material de escritura, con aquellas letras griegas, desmentía todo lo que habían afirmado los teólogos de la Reforma: que el culto a María era un añadido tardío y ajeno al cristianismo original.
Tal vez fuera consciente de estas implicaciones C. H. Roberts, el papirólogo que hizo público el hallazgo en 1938; nada menos que 21 años después de la adquisición del papiro. Protestante convencido, aseguró que el papiro seguramente era tardío. Era incapaz de imaginar otra cosa distinta a que esa oración fuera fruto de un desarrollo mariológico alejado de los inicios de la Iglesia.
"Fueron sus mismos colegas" –relata Messori– "quienes lo desmintieron y hoy hay unanimidad en el reconocimiento de que ese texto no puede remontarse más allá del siglo III". De lo cual se deduce que esa oración, que está escrita como si de una estampa se tratara, debía datar de un tiempo antes y estaría ya extendida y consolidada por aquel entonces.
Hasta que se descubrió el papiro con el Sub tuum praesidium, de hecho, se excluía la posibilidad de que hubiera podido existir el culto oficial a María antes del Concilio de Nicea, en el año 325. Más significativo aún resulta que en la oración se utilice la expresión 'madre de Dios', un concepto que muchos excluían que hubiera podido existir de forma oficial antes del Concilio de Éfeso, en el 431.
Con todo –subraya Messori– el descubrimiento de la antigüedad de esta oración no solo permitió demostrar que la devoción a María es mucho más cercana a los orígenes del cristianismo de lo que se creía hasta entonces. En sus escasas 30 palabras, hay además indicios de algunos rasgos de esta devoción que luego se han incorporado en la teología católica pero que han sido criticados en ámbitos protestantes.
Por ejemplo, se habla de la única pura y la (única) bendita, sugiriendo que en María hay una pureza que no se encuentra en ningún otro creyente o santo. Es decir, se apunta al privilegio mariano que siempre ha suscitado reacciones fuera del catolicismo. Invocaciones similares, además, se han encontrado en textos muy antiguos de todas las iglesias orientales.
Otra de las características importantes de esta invocación a María es que no se la considera simplemente una intercesora ante Dios, sino poseedora de al menos un cierto poder de intervención, ya que en papiro está escrito: líbranos del peligro.
Les invito a escuchar esta
hermosa versión del coro de la Parroquia
del Señor San José de la Diócesis de Ecatepec, México:
Los Congresos Marianos Argentinos
A poco más de un mes para la finalización del Año Mariano, queremos concluir las reflexiones sobre este tema con una referencia a los Congresos Marianos Argentinos, puesto que el de este año –virtual a causa de la pandemia de COVID- se realizó dentro del marco del Año Mariano.
Un congreso es una reunión
generalmente periódica, en la que sus miembros se reúnen para debatir cuestiones
previamente fijadas. Son sus características principales, la exposición y el
debate de ponencias, intereses comunes y presentaciones de nuevos avances en
determinados temas que interesen a lo que están tratando.
Desde 1900 se realizan Congresos Marianos Internacionales, que en su primera etapa (1900-1912), tenían un carácter eminentemente pastoral y su finalidad era, principalmente, fomentar la piedad mariana entre los fieles.
En una segunda etapa desde 1950
Pio XII reinicia los Congresos Mariológicos, con un carácter más teológico, sin
abandonar el sentido pastoral. Para ello se da entrada a los especialistas
marianos en las distintas ramas de la ciencia teológica (Liturgia, Dogmática,
Moral, Escritura, ecumenismo, etc.).
Historia de los Congresos Marianos en Argentina
I Congreso Mariano Nacional- octubre de 1947
Ciudad de Luján, provincia de
Buenos Aires.
Motivo: Iniciar los Congresos
Marianos en Argentina.
"Un imperioso dulce deber
nos ha obligado... iniciar en nuestra querida Patria la celebración de los
Congresos Marianos". Con estas palabras el Episcopado Argentino daba
inicio a lo que sería una genuina muestra de fervor mariano. Su Santidad Pío
XII envió un Radiomensaje saludando a organizadores y asistentes con paternal
afecto.
II Congreso Mariano Nacional- mayo de 1954
Ciudad de San Fernando del Valle
de Catamarca, provincia de Catamarca.
Motivo: Año Mariano Internacional
– 100 años del dogma de la Inmaculada Concepción de María.
El Venerable Episcopado
Argentino, designó a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca como sede
del II Congreso Mariano Nacional cuyo tema central fue el estudio del Dogma de
la Inmaculada Concepción de María Santísima.
En cuatro jornadas de oración y
estudio, se puso de manifiesto el tesoro moral y espiritual de la Madre de Dios
y sus relaciones con los diferentes aspectos de la vida del hombre: cultura, su
civilización y su felicidad temporal y eterna.
III Congreso Mariano Nacional- octubre de 1980
Ciudad de Mendoza, provincia de
Mendoza.
Motivo: 350 años de la devoción a
Nuestra Señora de Luján en Argentina.
En aquel entonces el Papa San
Juan Pablo II envió un Mensaje invitando a cultivar intensamente la devoción a
nuestra Madre, la Santísima Virgen María.
IV Congreso Mariano Nacional- abril de 2020
Ciudad de San Fernando del Valle
de Catamarca, provincia de Catamarca.
Motivo: 400 años del hallazgo de
la Imagen de la Virgen del Valle en valles catamarqueños.
Se convocó por iniciativa del
obispo Monseñor Luis Urbanc y aprobación del Episcopado Argentino, en el marco
del Año Mariano Nacional