Ideario N° 21: “Por su íntima participación en la historia de la
salvación, María reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de
la fe, y atrae a los creyentes a su Hijo y al amor del Padre. Ella fue en su
vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados
todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la
regeneración de los hombres”
La Virgen María es camino y
ejemplo (Fragmento)
Por el Prof. Valmore Muñoz
Arteaga(Venezuela)
María es modelo por ser, como tantas veces se ha dicho, la primera en
creer. Aquella mujer sometida a la dulzura dolorosa del amor más profundo y
diáfano, aquel que todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera. María es
camino y ejemplo de la perfecta vida cristiana en cuanto a que ella fue una
cristiana perfecta.
La Virgen María representa la perfección de las virtudes cristianas; es
recinto de virtudes que todo ser humano debería, al menos, considerar para
intentar un modo de vida más pleno y rico. María se sumerge totalmente en las
tres grandes virtudes de la realidad cristiana: amor, fe y esperanza. Tres
virtudes que serán el sostén de toda su vida y la convierten en templo de
sabiduría y cuna donde cobra forma humana la Salvación de los hombres.
María fue una mujer prudente; ejemplo de ello es su diálogo con el
ángel en la anunciación. Ante la noticia que le trae, ella se turba y pide
explicación, cuando comprende que se trata de la voluntad de Dios, acepta
libremente con firmeza, valentía y seguridad.
La Virgen es ejemplo de fortaleza al enfrentar todas las dificultades con
serenidad, aunque sintiendo el filo de la espada más punzante atravesar su
alma. Estuvo exenta, por privilegio de Dios, de la lucha contra el mal, pero,
al mismo tiempo, el Señor no le ahorró duras pruebas y contrariedades. Al mismo
tiempo, la Madre Santísima demostró fortaleza al mantener íntegra su virginidad
y su inmaculada pureza, que hoy podemos asumir desde la realidad de vivir
íntegramente el reconocimiento de nuestra dignidad humana que nos aleja de la
oscuridad de ser algo para alcanzar la luminosa realidad de ser alguien. Allí,
en la comprensión fecunda de este reconocimiento, se abre ante nuestros ojos la
verdad concreta de que el ser humano es un sujeto y no un vulgar objeto servido
al capricho de nuestros instintos más básicos. Una verdad que nos ubica frente
a la conciencia de que el amor no utiliza, sino que se dona. Ese amor que sólo
quiere darse por entero sin apetecer otra cosa que el bien del otro.
María es ejemplo de humildad que se nos advierte en el Magnificat,
oración hermosa y esclarecedora de la realidad mariana que brota del corazón
del Evangelio de San Lucas (1, 46-55),
en el cual María reconoce su pequeñez de esclava de la voluntad misericordiosa
de Dios. He allí su proyecto de vida; desde esa esfera obró siempre, en todo
momento, sin reparar en otra cosa más que respetar humildemente las gracias y
los dones recibidos por ella de parte de Dios.
Reconocía San Bernardo que la humildad es fundamento y guardián de todas
las virtudes y Dios ama tanto esta virtud que acude rápidamente allí donde la
ve, por ello María fue exaltada sobre todas las criaturas.
San Alfonso María de Ligorio nos recuerda que el humilde desvía las
alabanzas que se le hacen y las refiere todas a Dios. María se turba al oír las
alabanzas de san Gabriel. Y cuando Isabel le dice: «Bendita tú entre las mujeres… ¿Y de dónde a mí que la Madre de mi
Señor venga a visitarme? Feliz la que ha creído que se cumplirían todas las
cosas que le fueron dichas de parte de Dios», María, atribuyéndolo todo a
Dios, le responde con el humilde cántico: «Mi
alma engrandece al Señor». Como si dijera: Isabel, tú me alabas porque he
creído, y yo alabo a mi Dios porque ha querido exaltarme del fondo de mi nada,
«porque miró la humildad de su esclava».
Dijo María a santa Brígida: ¿Por qué
me humillé tanto y merecí tanta gracia sino porque supe que no era nada y nada
tenía como propio? Por eso no quise mi alabanza sino la de mi Bienhechor y mi Creador.
También María es ejemplo y camino por ser maestra en amor y responsabilidad.
Mirar a María, seguir su camino y ejemplo, es vestirse de amor con el vínculo
perfecto. Cuando miramos a nuestro alrededor notamos sin mayores dificultades
cómo se nos vuelve cuesta arriba vivir la fe, vivirla y predicarla en este
mundo de lo inmediato, de lo impaciente, del pesimismo, de la desesperanza, de
lo dis-armónico. Pero María vivió anticipadamente la dificultad de ser
cristiano, mejor que todos los que la han seguido. Por eso es siempre una
ayuda: un ejemplo para la Iglesia entera y para todo cristiano. Y como la ayuda
mutua representa una de las propiedades más naturales y a la vez más sublimes
del género humano, María auxiliadora es el cumplimiento perfecto de esta virtud
humana en beneficio de todos.
Por ello, María es camino y ejemplo para el hombre moderno. Camino y
ejemplo hacia la plenitud de ser hombre. María, la siempre Virgen, la Hija de
Dios, la Madre de Dios, la Esposa de Dios, se nos ofrece una vez más como
espacio para meditar, reflexionar y orar en la búsqueda del sentido. No ese
sentido del placer que sacia, pero disocia; que calma, pero no colma. María es
camino hacia el amor que asocia, que colma, que es continuo.
A Ella acudo para contemplar los ojos de Cristo, pues sólo por medio de Ella
llego a Él.