Eucaristía y compromiso de caridad


Meditación para la Adoración Eucarística del Jueves Santo

Eucaristía (detalle): Mosaico de Mirko Rupnik,sj.

La eucaristía nos tiene que lanzar a practicar la caridad con nuestros hermanos. Y esto por varios motivos.

¿Cuándo nos mandó Jesús amarnos los unos a los otros? ¿Cuándo nos dejó su mandamiento nuevo, en qué contexto? En la Última Cena, cuando nos estaba dejando la eucaristía. Por tanto, tiene que haber una estrecha relación entre eucaristía y compromiso de caridad.
En ese ámbito cálido del Cenáculo, mientras estaban cenando en intimidad, Jesús sacó de su corazón este hermoso regalo de la Eucaristía; fue en ese ambiente que nos pidió amarnos. Esto quiere decir que la Eucaristía nos une en fraternidad, nos congrega en una misma familia donde tiene que reinar la caridad.

Hay otro motivo de unión entre Eucaristía y caridad. ¿Qué nos pide Jesús antes de poner nuestra ofrenda sobre el altar, es decir, antes de venir a la eucaristía y comulgar el Cuerpo del Señor? “Si tu hermano tiene una queja contra ti, deja allí tu ofrenda, ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

Esto nos habla de la seriedad y la disposición interior con las que tenemos que acercarnos a la eucaristía. Con un corazón limpio, perdonador, lleno de misericordia y caridad. Injusticias, atropellos, calumnias, maltratos, rencores, malquerencias, resquemores, odios, murmuraciones…. Antes de acercarnos a la eucaristía asegurémonos de que nuestro corazón no deba nada a nadie. Mi ofrenda, la ofrenda que cada uno de nosotros debe presentar en cada misa (peticiones, intenciones, problemas, preocupaciones, etc.) no tendría valor a los ojos de Dios si fuera presentada con un corazón torcido, impuro, resentido, lleno de odio. Ahora bien, si presentamos la ofrenda teniendo en el corazón una voluntad de armonía, será aceptada por Dios como la ofrenda de Abel y no la de Caín.

Y hay otro motivo de unión entre eucaristía y compromiso de caridad:  el cuerpo del prójimo más pobre, del más desposeído, es un cuerpo de Jesús necesitado que tenemos que alimentar, saciar, vestir, cuidar, respetar, socorrer, proteger, instruir, aconsejar, perdonar, limpiar, atender.
San Juan Crisóstomo tiene unas palabras interpeladoras: “¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que Él esté desnudo, y no lo honres sólo en la Iglesia con telas de seda, para después tolerar, fuera de aquí, que ese mismo cuerpo muera de frío y de desnudez. El que ha dicho “Esto es mi cuerpo”, ha dicho también “me habéis visto con hambre y no me habéis dado de comer” y “lo que no habéis hecho a uno de estos pequeños, no me lo habéis hecho a Mí”. Pasé hambre por ti, y ahora la padezco otra vez. Tuve sed por ti en la Cruz y ahora me abrasa en los labios de mis pobres. Por los mil beneficios de que te he colmado, ¡dame algo! No te digo que me entregues tus bienes: sólo te imploro pan y vestido y un poco de alivio para mi hambre. Estoy preso; no te ruego que me libres: sólo quiero que, por tu propio bien, me hagas una visita; con eso me bastará y por eso te regalaré el cielo. (San Juan Crisóstomo, Homilía 15 sobre la epístola a los Romanos).

Estas palabras son muy profundas. Jesús se iguala, se identifica con el cuerpo necesitado de nuestros hermanos. Y si nos acercamos con devoción y respeto al cuerpo de Cristo en la eucaristía, también debemos acercarnos a ese cuerpo de Cristo que está detrás de cada uno de nuestros hermanos más desposeídos. Quiera el Señor que comprendamos y vivamos este gran compromiso de la caridad, para que así la eucaristía se haga vida de nuestra vida.