Un aspecto fundamental en la formación
integral de la persona, y por lo tanto, en la educación en las virtudes es la
disciplina formativa.
Se ha dicho que educar es ayudar al niño
a lograr cumplir la misión para la cual ha sido colocado por Dios en la
existencia. Al cumplir esta misión logrará la felicidad y realización plenas a
las que todo hombre aspira.
La disciplina es un medio para ayudar al
niño a ser capaz de dirigir su vida y poder cumplir con esta misión, alcanzando
la felicidad. La disciplina nunca debe verse como un fin en sí, sino que debe
darse como un medio en función de la formación integral y la educación en las
virtudes de la persona y debe ser vista y manejada desde un contexto
trascendente de la educación.
No es una restricción arbitraria de la
libertad y de la responsabilidad por parte de una autoridad, es un camino para
saber hacer buen uso de la libertad.
El hombre necesita conquistar su
comportamiento. Necesita reconquistar su orden interior. Necesita apoyos
externos para lograrlo. La disciplina es simplemente un medio para lograr ese
fin. Más adelante se analizará cómo la disciplina así entendida es un apoyo
sólido en la educación en las virtudes, siendo las normas y reglamentos un
medio para formarlas.
Mucho se discute sobre la necesidad o no
de la disciplina, e incluso muchos padres de familia no han entendido este
concepto, dejándose envolver por las teorías de la familia democrática y la
libertad de los hijos.
Los niños pequeños necesitan de
disciplina porque:
a) Necesitan
que los adultos les marquen los límites de su conducta, ya que ellos no son
capaces de manejar su libertad adecuadamente.
b) Les
brinda un sentimiento de seguridad, ya que saben con certeza lo que pueden y no
pueden hacer.
c) Les
permite vivir según las normas aprobadas por el grupo social, y de esta manera
se sienten aceptados y seguros.
d) Les
sirve como motivación en sí, ya que el comportamiento esperado anima a los
niños a cumplir lo que se les exige.
A medida que van creciendo, aprenden y
hacen propias las normas porque saben que son para su bien. Aún así, siguen
necesitando de una mano que les guíe y les ayude a formar su conciencia y a
manejar su libertad.
En la etapa de la adolescencia, los
jóvenes chocan con todo aquello que signifique autoridad y disciplina, pero es
en este momento en donde debe intensificarse la labor de la disciplina
formativa
El trabajo disciplinar no siempre es
fácil. Puede hacerse tedioso, rutinario o pesado, pero debe tenerse claro que
al disciplinar a los niños y jóvenes:
· Se
les está dando un arma muy poderosa para poder tomar la vida en sus manos.
· Se
les ayuda a tener dominio de sí mismos, formando el carácter y la voluntad,
fomentando la madurez de la propia persona.
· Se
logran en ellos las disposiciones de ánimo necesarias para poder cumplir con su
misión.
· Se
les ayuda a desarrollar la conciencia, la voz interior que es la guía para
tomar sus propias decisiones y controlar su conducta, eligiendo hacer el bien y
evitar el mal, de una manera habitual y firme.
Principio
de autoconvicción.
No basta que el ambiente, los
profesores, los recursos se encuentren en óptimas condiciones. Si el alumno no
desea formarse, no pone lo mejor de su parte, sencillamente no se formará.
Podrá tener una formación endeble, de barniz, que no llegará a calar hasta el
interior.
El hombre libre actúa y rige su vida por
principios interiorizados. Es cada alumno quien libremente y por amor debe
buscar adquirir la propia formación. Los formadores podrán ayudar al alumno
motivando, impulsando, exigiendo, apoyando pero, en definitiva, será el alumno
mismo quien habiendo interiorizado los principios en el uso correcto de su
libertad y movido por el amor, deberá realizar el trabajo principal en el logro
de la propia formación y crecimiento en la virtud.
Esto lo puede lograr con la motivación
necesaria y adaptándose a las características de la edad, desde los niños más
pequeños.
Niveles
de disciplina
a) Disciplina
exterior.
La disciplina exterior resulta de la
observación de una serie de normas de comportamiento presentes en casi toda
institución pedagógica. Podría ser simplemente un medio práctico para lograr
una convivencia ordenada (por ejemplo: los horarios de actividades comunes, el
modo de usar las instalaciones, etcétera).
Es un primer paso para lograr la
disciplina, sobre todo en los más pequeños, pero esta práctica disciplinar no
debe quedarse ahí en la mera observancia de normas externas, sino que debe
buscar la maduración del niño.
Es un medio para lograr la
interiorización de la disciplina ya que, para poder lograrla, se necesita del
apoyo operativo de la disciplina exterior. Los papeles del formador y de la
disciplina externa tienen gran importancia ya que se está trabajando con niños
y jóvenes en proceso de formación.
b) Disciplina
interior.
La disciplina interior tiene, a su vez,
dos matices.
· El
primero se refiere a la apropiación convencida de la disciplina externa. Es
decir, el conocimiento, valoración y vivencia libre del estilo de
comportamiento que propone la disciplina exterior. Por ejemplo: el seguir un
horario determinado, la puntualidad a las actividades comunes, la seriedad
académica, etcétera.
· El
segundo significado o nivel de la disciplina interior se podría identificar con
el señorío de sí mismo (orden y control del mundo interior de la persona,
pensamientos, deseos, pasiones, sentimientos). Este señorío no es sólo
puramente interno, sino que influye profundamente en el comportamiento: es
parte integrante de la madurez de la persona. El paso de la disciplina exterior
a la interior se da cuando se hacen propios los valores que motivan las normas
disciplinares.
· La
interiorización de la disciplina lleva a la responsabilidad personal, y ésta, a
su vez, conduce al camino hacia la madurez personal que consiste en la
coherencia de vida entre lo que se quiere ser, lo que se es, lo que se piensa,
y lo que se hace. Ahora bien, de la coherencia se sigue la armonía interior. La
persona que ha tomado las riendas de su propia vida, responde íntima y
libremente de lo que hace ante sí mismo y ante Dios.
· Cabe
recordar que la interiorización de la disciplina está también relacionada con
la autoridad que la propone y la avala, y que debe sustentarse en el testimonio
y coherencia de vida.
c) La
disciplina del amor.
La caridad, sin suplir u ocultar los
demás motivos o valores que van moldeando un modo de ser, sí puede proporcionar
una motivación más grande, más unitaria, más eficaz. Se dice que el amor es
razón de sí mismo y, por tanto, una vez que existe no necesita de motivaciones
externas que lo sostengan. Tiene un dinamismo propio: la tendencia al amado.
Hacer lo que place al amado es razón suficiente y superior a todas las demás.
Resulta pues motivo fortísimo de
interiorización hacer lo que Dios quiere por encima de gustos, caprichos,
preferencias personales.
Esta interiorización se puede ir
fomentando desde los más pequeños al darles este sentido a sus acciones
concretas de cada día, y mediante el apoyo y la guía del formador que sabrá
prevenir, motivar y responsabilizar.
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