por Isabel del Caz y Juan Carlos Cordero de la Hera
(Adaptación)
El ciclo vital familiar señala
la evolución que realiza una familia través del tiempo marcado por diferentes
etapas. Este ciclo cambia en respuesta a diversos contextos biológicos y
sociales. Cada transición precisa que la familia incorpore nuevas tareas
evolutivas y que afronte posibles riesgos derivados de la adaptación de los
nuevos roles familiares, sociales y emocionales.
Una de esas etapas es la
familia con hijos adultos, que es una fase de transición caracterizada
principalmente por la necesidad que tiene los hijos de ejercer su vida de
manera más independiente ya que actúan como adultos, y de preparase para su emancipación.
Sin embargo, actualmente la edad a la que se independizan los hijos se está
postergando debido a diversos factores, principalmente económicos, como el
desempleo y la dificultad de acceso a la vivienda. Además, la prolongación de
la etapa de formación, retrasa el acceso de los jóvenes al ambiente laboral.
Es un hecho que aumenta el
número de jóvenes adultos que siguen viviendo en casa de sus padres; la
situación actual contrasta con lo que sucedía en los 70 cuando era común que
los hijos abandonaran la casa paterna lo más pronto posible por el deseo de independizarse y ser responsable libremente de la propia vida,
momento que solía presentarse cuando el joven terminaba los estudios
secundarios y se trasladaba a la ciudad de la sede de su universidad.
A la frecuente pregunta ¿hasta cuándo los hijos en casa? se
suele responder con argumentos peyorativos: los hijos son unos aprovechados, no
maduran, son cómodos y egoístas, una generación de caprichosos consumistas,
etc.; pero esta valoración no ahonda en las causas por las que los jóvenes no
acaban de independizarse de una buena vez.
Hagamos un listado de
posibles razones de por qué sucede esto, con miras a reflexionar sobre las
soluciones:
- ü La prolongación de la etapa que se ha dado en llamar “post adolescencia” se ha generalizado en todo el mundo.
- ü La falta de trabajo; a menudo, cuando lo consiguen, tiene contratos “basura”, temporarios, o esclavizantes con poca remuneración.
- ü alquileres elevados
- ü a las familias les gusta estar cerca unos de otros.
- ü Los padres quieren que sus hijos se desarrollen como personas, siempre y cuando ese desarrollo no ponga en cuestión su identidad familiar. Eso hace que la familia valore que los hijos se queden mucho más tiempo en casa, y que cuando se han ido, los contactos se vuelvan muy frecuentes y hasta indispensables.
- ü Las madres realizan una “estrategia de retención”: con lo bien que está en casa, para qué te vas a ir. Que un hijo se vaya a vivir solo les resulta incomprensible, lo ven como un fracaso, como si hubieran hecho algo mal.
- ü Para los padres es importante que sus hijos sean independientes, pero no consideran que esa autonomía deba pasar por un alejamiento físico. Les siguen protegiendo y cuidando pues “ya la vida les dará lecciones”.
- ü Situaciones de estrés en el hogar por conflictos de convivencia intergeneracional, desvalorización, etc.
- ü Un apego excesivo de los hijos como consecuencia de falta de habilidades por temor a enfrentarse con responsabilidades adultas.
- ü La comodidad de los jóvenes al no tener que preocuparse por lo que habrán de comer, por cómo tendrán la ropa limpia o cómo se pagarán las cuentas.
- ü A algunos padres les cuesta admitir que sus hijos han crecido y siguen tratándolos como niños. Se encuentran cómodos con esa situación, ya que se han adaptado a ella y les resulta difícil cambiar su rol, o temen quedarse solos.
- ü Otro problema surge cuando el matrimonio ha mantenido como único lazo de unión a sus hijos, por lo que evitan que se vayan pues intuyen que ya nada tendrán para decirse.
Qué hacer en la etapa de transición, previa a la
partida de los hijos
ü
Una
de las metas del joven adulto debe ser emanciparse de la tutela paterna y
alcanzar las habilidades necesarias para
crecer como persona y desenvolverse en la sociedad. La tarea por parte de los
padres será la de promover la autonomía e independencia de sus hijos; admitir
que los hijos han crecido y aceptar el proceso de emancipación, respetando su
libertad y compartiendo su proyecto de vida.
ü
Puede
ayudar el retomar las relaciones de pareja que permanecían ocultas mientras están ocupados en la crianza de los
hijos: hacer proyectos juntos, incorporar nuevas actividades o cursos,
frecuentar más las amistades comunes, etc.
ü
Es
importante no dejarse llevar por la monotonía, el aburrimiento, el desgano y la
tristeza por “el nido vacío”.
ü
Mantener
una comunicación abierta, fluida y sincera entre padres e hijos, creando un
ambiente de diálogo que proporcionará alta calidad de convivencia.
ü
Ser
flexible y reconocer las distintas opiniones.
ü
Compartir
expectativas, esperanzas y preocupaciones.
ü
Procurar
respetar los espacios individuales
ü
Cumplir
unas mínimas normas de convivencia que padres e hijos deberán respetar.
ü
No
establecer diferencias entre hijos e hijas a la hora de colaborar con las
tareas domésticas.
ü
Permitir
y estimular que los hijos que trabajen contribuyan con la economía familiar.
En definitiva, aunque no hay
“jubilación” en el “oficio” de ser padres, conviene establecer y conservar
lazos intergeneracionales sanos, lo que hará posible una convivencia fluida y
contribuirá al perfeccionamiento espiritual de toda la familia.