Comunicación a la Asamblea ADS 22/10/2021
Es preciso
tener en cuenta, como premisa básica, que el Reino de Dios no es de este mundo.
Lo dice claramente nuestro señor frente a Pilato y deja constancia el
evangelista Juan en el capítulo18 versículo 36.
Mi Reino no es de este mundo, mi realeza no es de aquí. Es importante
recordar esto para tener comprensión cabal de lo que significa la misión de las
DS de construir el Reino. Y esto tiene todo que ver con el tema que nos ocupa
hoy, que es la esperanza nos impulsa.
La esperanza
es el mejor remedio para combatir el vacío de sentido que parece caracterizar a
una parte del mundo contemporáneo. Hemos sido creados con una necesidad de lo
infinito, que es Dios, y por muchas esperanzas que el hombre coloque en la
tierra, al final, ninguna le satisfará.
La esperanza
cristiana fue reemplazada en la época moderna por la esperanza en el reino del
hombre. No es que se niegue la fe, pero se la desplaza al nivel de las
realidades exclusivamente privadas e individuales, por lo que resulta
irrelevante para el mundo. El cristianismo moderno se ha reducido con frecuencia,
o se ha resignado, a aceptar el papel de religión privada, portadora de un
anuncio de salvación individual. En este marco, la esperanza recibe una nueva
forma: confianza en el progreso, esperanza de un mundo perfecto que parece
poder alcanzarse gracias a la ciencia y la tecnología. Porque el hombre, el ser humano, no puede
escabullirle el bulto a la esperanza: si su esperanza no es trascendente, -que
trasciende el aquí y el ahora- se buscará sucedáneos de la esperanza.
Por eso en
el mundo actual existen falsas esperanzas:
Mucha gente
ha abandonado la esperanza, porque creen que sus vidas están sujetas a fuerzas
incontrolables del universo y que no hay nada que pueda hacerse. Es un
pesimismo radical paralizante.
También hay
quienes ponen su esperanza en los bienes materiales, pero más tarde o más
temprano se dan con la realidad de la inutilidad del dinero, de las riquezas, para
comprender y afrontar los grandes problemas del hombre como son la muerte, la
enfermedad, o el amor y la felicidad.
Otros ponen
la esperanza en el progreso, pero cualquiera puede constatar que en nombre del
progreso se han perpetrados crímenes y horrores, de modo que el progreso no es
fiable como depositario de nuestra esperanza.
Otros
esperan que la tecnología cure todos los males: Así, tenemos los proyectos
transhumanistas, que aspiran a modificar el cuerpo humano para evitar la
muerte, las enfermedades, la fealdad, las limitaciones físicas, etc. Y eso, a
costa de cualquier cosa, y a costa de cualquiera. Si el progreso técnico no se
corresponde con un progreso en la formación espiritual del hombre, con el
crecimiento del hombre interior, no es un progreso, sino una amenaza para el
hombre y para el mundo. Y el distorsionado afán de infinitud, lleva a terribles
y fatales paradojas: mejoramos la técnica para que la vida sea interminable,
pero matamos a los ancianos, a los enfermos, a los niños…. De manera que el
optimismo radical de los que esperan en el progreso y el avance
científico-tecnológico, se verá también frustrado.
Esta
distorsión actual de la esperanza se debe a que esperamos en el hombre, y no en
Dios. Esperamos el confort, no la plenitud, esperamos la vida presente, no la
vida eterna…
Dice BXVI en
Spes Salvi: “se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el
presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva
hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan
grande que justifique el esfuerzo del camino”.
Esperanza fiable. No esperanza utópica. Fiable, confiable. Nos ha sido prometida la victoria: la vida
eterna, la eterna bienaventuranza. En el Evangelio de Juan, Jesús así lo
expresa de una manera que desborda felicidad: ‘Volveré a veros y se alegrará
vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría’ (16, 22). El hecho de que
ese futuro feliz exista cambia el presente; “el presente está marcado por la
realidad futura, y así, las realidades futuras repercuten en las presentes y
las presentes en las futuras”.
El encuentro con el esperanzador mensaje cristiano debe
transformar. Para los primeros cristianos, la esperanza producía en sus vidas
un cambio radical.
Ahora bien, la esperanza cristiana es esperanza
metahistórica. Se basa en sabernos amados y esperados por Dios, en saber que
Cristo ha ido por delante de nosotros a prepararnos una estancia en la casa del
Padre. Nuestra esperanza está en la plenitud del Reino de Dios.
Siendo nuestra esperanza metahistórica, es al mismo tiempo
una esperanza histórica, porque es el motor de nuestro existir en un tiempo y
un espacio determinado que es camino hacia nuestra meta escatológica. Lo
histórico, para el creyente, tiene importancia. Lo que esperamos en el futuro,
nos hace trabajar en el presente para hacer que éste se vaya pareciendo a lo
que esperamos. Nos decía el CVII en el punto 21 de GS: la esperanza
escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más
bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio.
La evasión espiritualista de los que suponen que este mundo
no tiene remedio, que los buenos siempre serán perseguidos y los malos siempre
triunfarán y que por eso no hay otra cosa que hacer que orar y esperar que Dios
haga justica en el otro mundo, es una evasión perversa y cómoda: no se puede
hacer nada, no hago nada. La esperanza cristiana nunca nos puede hacer pasivos,
resignados, sino activos, esforzados, valientes. Dios hará justicia, pero
quiere hacerla con nosotros. Dios quiere arreglar el mundo con nosotros, y
nosotros debemos arreglarlos con la fuerza de Dios.
Recordemos otra vez GS: la esperanza escatológica no merma
la importancia de las tareas temporales.
Esta frase
nos da una pista acerca de donde estamos parados los cristianos, y cuál es
nuestro horizonte como DS. La esperanza cristiana, la salvación, es una
realidad comunitaria. Somos salvados con los otros. Volvamos a Spes Salvi: la
vida verdadera hacia la cual nos dirigimos comporta estar unidos en un
nosotros, presupones dejar de estar encerrados en el yo. Nuestra esperanza es
también esperanza para los otros. No debo preguntarme ¿cómo puedo salvarme yo
mismo, yo sólo?, sino también ¿qué puedo hacer para que otros se salven, para que
otros tengan esperanza?
Queda claro,
entonces, que la esperanza cristiana tiene que ver con la historia, por ello no
podemos minimizar lo temporal. No
podemos suponer que, porque lo nuestro es el Reino de Dios, el esfuerzo
temporal carece de valor. Por el contrario, la esperanza en el Reino aviva el
compromiso con la historia.
La esperanza
cristiana es siempre esperanza para los demás, Es esperanza activa; luchamos
para que el mundo en el que vivimos sea más luminoso.
El Papa BXVI
en Spes Salvi afirma que el mensaje
cristiano no es solo “informativo” sino “performativo”: es decir, un mensaje
que no es solo comunicación de cosas (informativo) sino una comunicación que
cambia la vida.
Performativo es un adjetivo que significa que, al
enunciarse un mensaje, se lo realiza. El mensaje cristiano queda incompleto si
no se lo pone en acción.
La fe en
Dios, en el amor de Dios, nos estimula a la máxima responsabilidad, no nos deja
resignarnos al mundo tal como es, sino que nos hace disconformes con él y hace que
luchemos por un mundo mejor. Y no hay manera de mejorar el mundo, si no ponemos
el esfuerzo en mejorar la Patria. El patriotismo es una virtud que tenemos la
obligación de ejercer. Nos tenemos que involucrar en las cosas de la Patria,
según las posibilidades reales de cada una. Decir que la política es mala,
corrupta y por eso no participo en nada, ni me intereso por nada, es asestarle
una puñalada mortal al futuro de la Patria. Nada ni nadie nos obliga a ser
diputados, senadores, ministros, etc., pero sí estamos obligados-y nadie más
puede hacerlo- a criar hijos, alumnos, sobrinos, nietos, con amor a la tierra
de los padres, y eso, tan mínimo y simple, es involucrarse en las cosas de la
Patria. Don Bosco no deja que olvidemos éstos. Nos recuerda el objetivo de
formar buenos cristianos y honestos ciudadano.
Por todo lo
que hemos dicho, tenemos que concluir que es evidente que a las DS impulsa la
esperanza. Una esperanza comprometida y estimuladora, que nos hace testigos e
instrumentos del amor de Dios hacia todos los hombres. Y que se traduce en una
práctica de participación social, de acción solidaria y gratuita en beneficio
de los que sufren injusticia, hambre, exclusión, desamparo.
Ahora bien,
el ejercicio de la misión transformadora de la realidad social pasa por la
identificación real, efectiva y dolorosa con Cristo Crucificado El Señor lo
dijo de varias maneras: El que quiera ser mi discípulo que tome su cruz, lo que
me han hecho a mí se lo harán a ustedes, el discípulo no puede ser más que el
maestro. No tenemos garantías de que nuestro trabajo no se verá frustrado por
la malicia de los hombres de este mundo, pero sabemos que, a pesar de ello,
vale la pena trabajar por lo que Jesús nos enseñó a pedir: Venga a nosotros tu
Reino.