«Haced todo
por amor, nada a la fuerza»
(S. Francisco
de Sales)
Queridos
Hermanos, Hermanas y Amigos,
hace
tan solo seis meses, que entregábamos a las Hijas de María Auxiliadora –como
manda nuestra tradición desde los tiempos de Don Bosco– y a toda la Familia
Salesiana, el Aguinaldo del nuevo año.
Seis
meses después, por tanto, se me pide que adelante lo que puede ser el tema
orientativo del nuevo año 2022, como piden los diferentes ritmos de los
hemisferios donde están las presencias salesianas. Lo hago con gusto en la
esperanza de que pueda servir de ayuda.
Evidentemente
en 2022, año en el que celebraremos el IV Centenario del aniversario de su
muerte, el tema no podría ser otro que el de la Espiritualidad de san Francisco
de Sales[1], fuente del espíritu
salesiano de Don Bosco, en el que nuestro padre y fundador bebía y se
contemplaba en todo momento, en especial cuando se trataba de definir el estilo
educativo y evangelizador –por decirlo con palabras de hoy– de la incipiente
Congregación Salesiana: «Nos llamaremos Salesianos»[2].
Sabemos
que Don Bosco quedó profundamente impresionado por la extraordinaria figura de
este santo. Era para él una auténtica inspiración, sobre todo porque era un
verdadero pastor, un maestro de caridad, un incansable trabajador por la
salvación de las almas.
Siendo
joven seminarista, Juan Bosco hizo este propósito antes de su ordenación
sacerdotal: «La caridad y la dulzura de san Francisco de Sales me guíen en todo
momento». Y en las Memorias del Oratorio Don Bosco declara: «[El
Oratorio] comenzó a denominarse de San Francisco de Sales […] porque nuestro ministerio exige
gran calma y mansedumbre nos pusimos bajo la protección de este santo, a fin de
que obtuviese de Dios la gracia de imitarlo en su extraordinaria mansedumbre y
en la conquista de las almas»[3].
Naturalmente,
el Aguinaldo de este año será también una magnífica oportunidad para
reconocerse y encontrarse en la espiritualidad de san Francisco de Sales y para
valorar mucho más las magníficas características que tiene el espíritu
salesiano de Don Bosco, así como los preciosos valores de la espiritualidad
juvenil salesiana. Sin duda que nos veremos muy reflejados en ellos y nos
sentiremos llamados a ser hoy «más salesianos» en nuestra Familia Salesiana, es
decir, más llenos del espíritu de san Francisco de Sales, espíritu que impregna
nuestra salesianidad como Familia de Don Bosco.
Ser
completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo
Esta es probablemente la propuesta más «revolucionaria» de san Francisco de Sales. Lo ha expresado con la habitual profundidad y la belleza con la que escribe el papa emérito Benedicto XVI al decir que la gran invitación que san Francisco de Sales hace a los cristianos es la de «ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado. “Mi intención es la de instruir a aquellos que viven en la ciudad, en el estado conyugal, en la corte [...]” (Prefacio a la Introducción a la vida devota). El documento con el que el papa Pío IX, más de dos siglos después, lo proclamó doctor de la Iglesia insiste en esta ampliación de la llamada a la perfección, a la santidad. En él se dice: “[la verdadera piedad] ha penetrado hasta el trono de los reyes, en la tienda de los jefes de los ejércitos, en el tribunal de los jueces, en las oficinas, en las tiendas e incluso en las cabañas de los pastores” (Breve Dives in misericordia, 16 de noviembre de 1877). Así nacía la llamada a los laicos, el interés por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de lo cotidiano, en los que insistirán el concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo. Se manifestaba el ideal de una humanidad reconciliada, en la sintonía entre acción en el mundo y oración, entre condición secular y búsqueda de la perfección, con la ayuda de la gracia de Dios que impregna lo humano y, sin destruirlo, lo purifica, elevándolo a las alturas divinas» .
Ciertamente encontramos la fuente de esta espiritualidad en tantas gestos y
palabras de nuestro Señor en el Evangelio, y en la sencillez de la propuesta
que Don Bosco hizo a sus muchachos, con el lenguaje y en el contexto eclesial
del siglo XIX.
Por tanto ¿cómo no estar atentos para que sea también nuestra fuente de
inspiración y la propuesta pastoral y espiritual para nuestro presente?
La
centralidad del corazón
Durante
su formación en París lo que hizo desencadenar en Francisco la conversión fue
una lectura profunda del Cantar de los cantares, bajo la guía de un
padre benedictino.
Para
él es una luz que colorea toda su percepción tanto de Dios como de la vida
humana, tanto del camino individual como de las relaciones con cualquier otra
persona.
Incluso
en el símbolo que elige para la Visitación, podemos ver cómo el corazón es el
signo más parlante de toda su herencia humana y espiritual: un corazón
atravesado por dos flechas: el amor de Dios y el amor al prójimo, a las
que debían de corresponderse también los dos tratados que condensan todo su
pensamiento y enseñanza. El primero –El tratado sobre el amor de Dios–
es el fruto de su paciente obra de formación para el primer grupo de Salesas:
son las conferencias redactadas y reelaboradas en forma de volumen. Es también
la base de la formación de María Margarita Alacoque quien, 51 años después de
la muerte de Francisco, tuvo las revelaciones que abrieron el camino en la
Iglesia a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Del
otro tratado, el del amor al prójimo, solo queda el índice, debido a la
prematura muerte de Francisco el 28 de diciembre de 1622, a la edad de 55 años.
El
humanismo de Francisco, su deseo y la capacidad de entrar en diálogo con todos,
el grandísimo valor que da a la amistad, tan importante para el acompañamiento
personal en el modo en que lo interpretará Don Bosco..., todo se construye
sobre los sólidos cimientos del corazón, así como lo vivió Francisco.
Entre
providencia y amorevolezza
Dos
reflejos de su manera de sentir el corazón de Dios y de abrir su corazón a los
hermanos, íntimamente relacionados entre sí, son su sentido de la Providencia y
su manera de acercarse e interactuar con cada persona, es decir, su
proverbial dulzura o amorevolezza.
La confianza en la Providencia tiene raíces que provienen de su formación parisina y en Padua: la «santa indiferencia»: confío sin reservas en el corazón de Dios, y esto me dispone a abrazar cualquier detalle que la secuencia de hechos y circunstancias me presenta delante día a día. No tengo «nada que pedir ni nada que rehusar» respecto a lo que sé que está, en cualquier caso, en las manos de Dios. Pablo miraba en la misma dirección cuando escribió a los Romanos: «Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos». (Rom 8,28-29).
La
dulzura del corazón,
antes que, de trato, hacia el prójimo, aunque sea antipático, aunque tenga un
carácter poco agradable, es un reflejo de la misma confianza, esta vez en lo
que respecta al corazón humano, siempre abierto a la acción de Dios y siempre
destinado a la plenitud de la vida. Dulzura y amorevolezza son
planteamientos misioneros, encaminados a facilitar al máximo posible, en cada
circunstancia y situación, este encuentro entre gracia y libertad en el corazón
de quien está delante de mí. Por tanto, no es cuestión solo de buenos modales.
Si
pensamos en cómo Don Bosco reinterpretó esta amorevolezza en su sistema
educativo, se comprende cuán profundas son las motivaciones en las que se
alimenta, exactamente como sucedió con san Francisco de Sales.
El
tirocinio de la misión en el Chablais y el Da mihi animas de Don Bosco
La
dura experiencia de evangelización en el Chablais entre 1593 (discurso del
preboste) y 1596 (las misas de Navidad en Thonon) es donde la misión da el
tono concreto a toda su vida. Es tremendamente difícil («aquí todos tienen
insultos en los labios y piedras en las manos»), pero es una crisis que hace
crecer y transforma, ante todo al misionero, incluso antes que a sus
destinatarios.
También
es muy interesante leer aquellos años como una pedagogía eucarística. La
eucaristía visible, celebrada, con gran concurrencia de pueblo, llevada en
procesión... después de años de vacío (Navidad 1596...), es el punto de llegada
de un largo desierto, donde es él quien vive de la eucaristía y se hace su
presencia de manera escondida, entre la gente que antes era hostil, a la que se
aproxima y se hace amigo, uno por uno.
Teniendo
en cuenta que nuestras presencias salesianas están mayoritariamente entre los
no católicos, esta espiritualidad eucarística se vuelve profética: desde el
interior del misionero alcanza con gran paciencia y perseverancia a aquellos a
quienes se ha enviado, sin renunciar al anuncio explícito, pero sabiendo
esperar los largos tiempos de Dios, y no esperando que los fieles llenen la
iglesia, sino mezclándose con el rebaño donde sea y como sea ...
Y
con la Eucaristía y en la misma longitud de onda se colocan la centralidad de
la cruz y la confianza en María.
Todo
esto nos habla de la pasión educativa y evangelizadora de Don Bosco quien, en
la presencia del Señor en la Eucaristía y en la fuerte presencia de Maria en la
vida del Oratorio, en medio de sus muchachos, encontraba la fuerza cotidiana
para hacer realidad el Da mihi animas, cetera tolle.
Pero
¿cómo comunicar?
Francisco
de Sales es el santo patrón de los periodistas. Vale la pena captar su carisma
de comunicador, donde existe un espléndido acuerdo entre, por un lado,
el amor y el interés por la reflexión, la cultura, el humanismo en sus más
bellas expresiones, para promover, alentar, armonizar creando y fomentando el
diálogo entre los que son más capaces y más ricos en estos campos y, por
otro lado, Francisco de Sales es un maestro de la comunicación para todos,
un gran divulgador por los medios y por las condiciones en que vivía. Basta
pensar en la enorme cantidad de cartas en las que se condensó una parte,
ciertamente no secundaria, de su apostolado de obispo y de Santo.
También
en esto tenemos en Don Bosco un discípulo que sigue el celo del maestro, con
los nuevos medios a su disposición (la prensa popular «de masas»): 318 obras
publicadas por Don Bosco en 40 años... en promedio, una obra cada menos de dos
meses. Y al mismo tiempo es para nosotros un mensaje de gran actualidad y un
verdadero desafío, en el mundo actual donde la comunicación está en el centro
de la realidad.
Francisco
de Sales en el modo de acompañar a los jóvenes de Don Bosco: los carismas
florecen y dan fruto el uno en el otro.
Hay
una verdadera «comunión de los santos» en el arte educativo y espiritual de Don
Bosco, que no nace de la nada, sino que se nutre de raíces profundas, obra del
Espíritu en la historia de la Iglesia que le ha precedido. No es un añadido ni
una réplica: es más bien un nuevo florecer y dar fruto que se alimenta de esa
obra del Espíritu que ha vivificado a la Iglesia con Francisco de Asís e
Ignacio, con Domingo y Teresa de Ávila.
Una
hermosa propuesta para el hoy de la Iglesia, y sin duda de la Familia Salesiana
de Don Bosco, es precisamente la de crecer en el arte de acompañar en el camino
de la fe, especialmente a tantos muchachos, muchachas y jóvenes del mundo que
no conocen a Dios y, al mismo tiempo, tienen hambre y sed de él, muchas veces,
sin saberlo. Es muy «salesiano» sentir y creer verdaderamente que cada persona
necesita «un amigo del alma»[5] en quien encontrar
consejo, ayuda, guía y amistad.
Concluyo
estas sintéticas líneas, por las que podrá discurrir el Aguinaldo de 2022 para
toda la Familia Salesiana de Don Bosco en el mundo, con la invitación que nos
hace, al final de su alocución el papa Benedicto XVI, pidiéndonos que sigamos
en «espíritu de libertad» el testimonio ejemplar de san Francisco de Sales,
verdadero ejemplo de ese humanismo cristiano que nos hace sentir que solo en
Dios se encuentra la satisfacción del deseo y de la nostalgia que sentimos por
Él: «Queridos hermanos y hermanas, en un tiempo como
el nuestro que busca la libertad, incluso con violencia e inquietud, no se debe
perder la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que lega
a sus discípulos el “espíritu de libertad”, la verdadera, como culmen de una
enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor. San Francisco de
Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar,
con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que
el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y
que sólo en Él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena»[6].
Don Ángel Fernández Artime, SDB, Rector Mayor
Roma,
22 de julio de 2021
[1]
Cf. San Francisco de Sales a Juana
Francisca de Chantal: «Pues la regla de nuestra obediencia escrita en grandes
letras es la siguiente: HAY QUE HACER TODO POR AMOR Y NADA POR LA FUERZA. HAY
QUE AMAR MÁS LA OBEDIENCIA QUE TEMER LA DESOBEDIENCIA. Le dejo el espíritu de
libertad, no el que excluye la obediencia, que esa es la libertad de la carne,
sino el que excluye la coacción, el escrúpulo o la solicitud inmoderada» (Carta
234 a Juana Francisca de Chantal, el 14 de octubre de 1604, en Oeuvres
de saint François de Sales, XII, 359 cit. en E. Alburquerque Frutos, Dirección y amistad espiritual.
Cartas de San Francisco di Sales a Santa Juana Francisca de Chantal,
Editorial CCS, Madrid 2008, 2008, 44).
[2] Cf. P. Chávez
Villanueva, Salesiani da centocinquant’anni, Roma, LEV 2019, 40.
[3]
J. Bosco, Memorias del Oratorio de S. Francisco de Sales de
1815 a 1855, en Instituto Histórico
Salesiano, Fuentes salesianas. Don Bosco y su obra, Editorial CCS,
Madrid 2015, 1123.
[4] Benedicto XVI, Audiencia General,
Roma 2 de marzo de 2011.
[5] J. Bosco,
op. cit., 1069.