Por Liana Marabini
En las Sagradas Escrituras hay 44 versos que mencionan la higuera. Algunos
creen que el Árbol del conocimiento del bien y del mal del que Eva arrancó el
fruto prohibido era precisamente una higuera. Ciertamente tiene un gran
simbolismo y Jesús se refirió a la higuera varias veces en su vida pública.
Incluso hoy en día Israel está lleno de estos árboles y su florecimiento puede
ser un signo mesiánico.
En las Sagradas Escrituras hay un fruto que está más
presente que otros: la higuera. Hay 44 versos que lo mencionan.
En el Jardín del Edén, Dios plantó el Árbol de la Vida y
el Árbol del Bien y del Mal. Ordenó a Adán y Eva que no comieran el fruto del
árbol prohibido para evitar su muerte y ellos desobedecieron. El Génesis no menciona de qué fruto se trata,
pero algunos historiadores concluyen que podría ser un higo aquello con lo cual
la serpiente tentó a nuestros primeros padres. ¿La prueba? Una vez que abrieron
los ojos, los progenitores se cubrieron con hojas de higuera (Génesis 3:7): se
infiere así que habían utilizado las hojas del árbol del que habían recogido el
fruto.,
Por cierto que este pasaje de la Biblia, como tantos otros,
es simbólico y de ninguna manera significa que el Pecado Original consistió en
la ingesta de una fruta, sea ésta higo, manzana, o cualquier otra….
Pero volvamos a la higuera. Era un árbol muy frecuente en
la tierra de Israel, y fue valorado desde los primeros tiempos por todos los
pueblos antiguos: los egipcios, asirios y griegos lo consideraban una
importante fuente de alimento, tanto fresco como seco. Con esta última variante
se resolvían los problemas de alimentación de muchos pueblos nómadas o de la
gente que viajaba (1Samuel 25:18; 30:12; Judith 10:5).
En esas tierras áridas, la higuera, además de ofrecer
frutos, daba sombra en los oasis y marcaba el cambio de estaciones: “Porque,
mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen
las flores en la tierra, el tiempo de las canciones es llegado, se oye el
arrullo de la tórtola en nuestra tierra. Echa la higuera sus yemas, y las viñas
en cierne exhalan su fragancia. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente!”
(Cantar de los Cantares 2,11-13).
La higuera era un árbol con un rico simbolismo, y el
principal de ellos era la fertilidad y la fecundidad. Pero también era una
fuente de medicina (2 Reyes 20,1-7): el rey Ezequías, afligido por las úlceras,
fue tratado con “una cataplasma de higos” y se curó.
También era una planta de la Tierra Prometida: en los
libros proféticos la higuera es un símbolo de paz (Miqueas 4,4), prosperidad (Joel
2,22), y de la fidelidad del pueblo a su alianza con Dios (Ageo 2,19; Juan
1,48-49; Zacarías 3,10). El profeta Jeremías también utiliza el simbolismo del
fruto de la higuera para mostrar la diferencia entre la liberación y la
condenación, entre el bien y el mal: una cesta contiene frutos buenos, que
simbolizan al pueblo primero deportado y luego liberado por Dios, mientras que
la otra está llena de frutos malos, como la condenación del rey de Judá,
Sedecías (Jeremías, 24,1-10; 29,17-18).
Pero el simbolismo no se detiene ahí: El mismo Jesús usa
la higuera como ejemplo para impartir sus enseñanzas sobre la entrega y la
relación del hombre con Dios. En Mateo (21,17-22) y Marcos (11,12-24) vemos que
Jesús maldice y hace que seque una higuera porque es rica en hojas verdes pero
carente de frutos. Es un milagro que tiene un fuerte simbolismo, aunque la
maldición de Jesús a la higuera sea una acción que pueda parecer inconsistente
con sus acciones (por cierto, ni siquiera fue “culpa” de la higuera porque “no
era tiempo de higos”, ver Marcos 11,13). En realidad, es una parábola basada en
símbolos: la higuera representa la ciudad de Jerusalén, que no responde a Jesús
“en especie”, por lo que sufre un castigo divino. Jesús utiliza el símbolo de
la higuera desnuda e infructuosa para llamar al pueblo (que había decepcionado
las expectativas de Dios) a la conversión del pecado.
En cambio, en el Evangelio de Lucas, que enfatiza la
misericordia de Dios, la falta de higos en el árbol no causa la maldición:
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una
higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo
entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta
higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?”. Pero él
le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su
alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas”».
(Lucas 13,6-9).
Aquí también, Jesús nos informa que la espiritualidad
puede ser cultivada, fertilizada y nutrida.
La infidelidad a la Alianza se indica con la imagen de la higuera
desnuda y seca: “Han rechazado la palabra del Señor... no hay racimos en la vid
ni higos en la higuera, y están mustias sus hojas” (Jeremías 8,13).
La trascendencia se logra manteniendo viva la relación
con Dios: la higuera representa un fruto del espíritu, que da seguridad y
prosperidad tanto al alma como al cuerpo. En el Primer Libro de los Reyes, la
prosperidad del pueblo de Israel en tiempos del rey Salomón se relata a través
del símbolo de la higuera: “Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo
su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón”
(1 Reyes 5,5). Frecuentemente se encuentra la expresión “sentado bajo la
higuera” en los textos bíblicos.
En la tradición rabínica, la higuera no es sólo un
símbolo de bienestar y paz, sino el lugar favorito de los rabinos para estudiar
y leer la Torá. La historia de Israel está intrínsecamente ligada al simbolismo
de la higuera. En el Nuevo Testamento también podemos ver a Jesús usando la
higuera simbólicamente -primero en la llamada a Natanael que estaba “sentado
bajo una higuera como un verdadero israelita” (Juan 1,48-50). Más tarde utiliza
la higuera como metáfora de cómo debemos reconocer los signos de los tiempos
(Mateo 24,32). Este sistema de describir el fin de los tiempos usando la
analogía de la higuera se retoma en Apocalipsis 6,13: “Y las estrellas del
cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera suelta sus higos verdes al ser
sacudida por un viento fuerte”.
Así que, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la
higuera está fuertemente presente en el simbolismo de las Escrituras.
Aún hoy Israel está lleno de higueras: enormes, bien
desarrolladas y llenas de frutos. Producen dos cosechas de frutos al año, la
primera en primavera en torno a la época de la Pascua, incluso antes de que las
hojas se hayan desplegado, mientras que los frutos más grandes, mejores y más
jugosos llegan por sí solos en septiembre, cerca de las fiestas judías de Rosh
HaShaná, Yom Kipur y Sucot (Fiesta de las Trompetas, Día de la Expiación y
Fiesta de los Tabernáculos, respectivamente).
Se puede considerar que el florecimiento de los higos hoy
en día es en sí mismo un signo mesiánico: los pueblos están esperando el
regreso de Jesús. La restauración será un despertar espiritual y todo el pueblo
saludará a su Mesías, Jesús, diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”.