Texto completo de la Encíclica en:
Fratelli tutti es el nombre que lleva la tercera encíclica de Francisco, firmada
en Asís, junto a la tumba de San Francisco, el 3 de octubre de este año 2020,
víspera de la Fiesta del “poverello”. Está dedicada al tema de la fraternidad
y la amistad social; es, sin duda, un punto de confluencia de gran parte de su
enseñanza y sus intervenciones: desde que se asomó al balcón de san Pedro, la
fraternidad ha aparecido como una pieza fundamental de su pontificado.
Así, esta nueva encíclica nos invita a emprender un camino de fraternidad,
a ser un pueblo de hermanos, a reconciliarnos. La fraternidad es un mensaje con
un componente social importante, pero sobre todo político: implica reconocernos
también como ciudadanos iguales, como dignos de llamarnos hermanos.
Uno de los principales antecedentes de la encíclica se encuentra en el
documento histórico sobre la fraternidad firmado en febrero de 2019 en Abu
Dhabi entre Francisco y el Gran Imán de al-Azhar. En aquella ocasión, los dos
líderes religiosos se reconocieron como hermanos y encontraron en la
fraternidad la única alternativa para salir de las lógicas de confrontación que
existen hoy.
Capítulo I: Las sombras de un
mundo cerrado (núm. 9 a 55)
Los primeros 45 puntos nos muestran
las barreras para una verdadera fraternidad universal. Las lecciones aprendidas
de las tragedias del siglo XX se han ido olvidando y, en cambio, aparecen
nuevos conflictos, nuevos nacionalismos, nuevas agresividades. Hace un duro
juicio sobre la política, que pareciera hoy más interesada por el marketing que
por el bien común (n. 15). Este tipo de política que ha olvidado la lucha por
la justicia, por la libertad y por la unidad, favorece la cultura del descarte
(nn. 19-20), la no atención a los derechos fundamentales del hombre (n. 22) y
la creación de barreras para la migración (n. 39). A su vez, llama la atención
sobre los riesgos que nos plantea la comunicación digital: desarrollo de
actitudes de intolerancia y promoción del espectáculo escenificado por
movimientos de odio, prevalencia de la información por sobre la sabiduría. El
Papa recuerda la inmensa riqueza que tiene el encuentro presencial con el otro,
con rostro, sudor, perfume (n. 43), con apertura y tiempo para la escucha y la
comprensión (n. 48). Sin embargo, “a pesar de estas sombras densas que no
conviene ignorar”, señala el Papa, “en las próximas páginas quiero hacerme eco
de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad
semillas de bien” (n. 54).
Capítulo II: Un extraño en el
camino (núm 56 a 86)
Este capítulo está dedicado a la parábola del buen samaritano: Un extraño
en el camino. Habla de una motivación para ampliar el corazón y de un llamado
al amor fraterno. Es el buen samaritano modelo de amistad social. “Hoy, y cada
vez más, hay heridos”, es la inclusión o exclusión de esos heridos lo que
define los proyectos económicos, sociales, civiles, pero también personales. Y
la pregunta que se nos plantea hoy es la misma que hizo Jesús al proponer la
parábola: “¿Quién es mi prójimo?”.
Capítulo III: Pensar y gestar un
mundo abierto (núm. 87 a 127)
Es una invitación a ir “más allá”, más allá de nosotros mismos, de nuestras
pequeñas comunidades, más allá de nuestras nacionalidades, rasgos físicos y
morales. La amistad social y la fraternidad requieren de una apertura del amor,
de una actitud hospitalaria, especialmente con el extraño. Esta apertura, sin
embargo, no debe confundirse con un falso universalismo de aquellos que no aman
a su pueblo y su cultura, o de quienes pretenden homogenizar, estandarizar y
dominar. La verdadera fraternidad salvaguarda las diferencias y las valora. Al
mismo tiempo, amar y buscar el bien de los demás, también implica procurar su
maduración en distintos valores morales. Las sociedades requieren que los valores
se transmitan, si no, se promueve el individualismo y la indiferencia. Por ello
vuelve a destacar lo mencionado en Laudato si’: “ya hemos tenido mucho tiempo
de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la
honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha
servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina
enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses” (n. 113).
En este capítulo el Papa vuelve a recordar los valores de la solidaridad y el
destino universal de los bienes, como criterios que se extienden también a las
relaciones internacionales.
Capítulo IV: Un corazón abierto
al mundo entero (núm. 128 a
153)
Plantea los retos que debemos asumir para que la fraternidad no sea solo
una abstracción, sino que tome carne. En términos de migración vuelve a
recordar los cuatro verbos que deben guiar nuestras acciones: acoger, proteger,
promover e integrar. Y propone un enfoque local-universal que debe guiar las relaciones
entre las distintas culturas, con un profundo enraizamiento y desarrollo
cultural propio, que penetra hasta el fondo en su patria (nn. 143-145), y que
con aquella identidad es capaz de abrirse a lo universal, dejándose interpelar
por lo que sucede en otros países y dejándose enriquecer por las otras culturas
(nn. 146-150).
Capítulo V: La mejor política (núm. 154 a 197)
Es aquella que se pone al servicio
del verdadero bien común. Aquí desarrolla algunas ideas sobre el populismo y el
liberalismo. Lo populista lo contrapone a lo popular para así reivindicar la
noción de pueblo, necesaria para la existencia de la democracia, y para que la
sociedad no sea comprendida como una mera suma de individuos, sin un proyecto
común. Afirma, a su vez, que “lo verdaderamente popular” es el trabajo, “es
asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto
en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas”. La mejor política se
expresa en el amor social, en la caridad, que es plena apertura al diálogo con
todos. Propone un inaudito vínculo entre política y ternura que resulta
efectivo porque la ternura es "amor que se hace cercano y concreto"
(n. 194). En medio de la actividad política, el más débil debe provocar ternura
y tener el “‘derecho’ de llenarnos el alma y el corazón”.
Capítulo VI: Diálogo y amistad social (núm. 198 a 224)
“Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de
comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo
‘dialogar’” (n. 198). "En una sociedad pluralista", escribe el Papa,
"el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que
debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso
circunstancial" (n. 211). Este es el momento del diálogo, el cual no
consiste en un febril intercambio de opiniones, como sucede a menudo en las
redes sociales, que se convierten en monólogos donde predomina la agresión;
estilo que, lamentablemente, también predomina en el contexto político. El
diálogo no significa relativismo, si lo que cuentan no son verdades objetivas o
principios estables, sino la satisfacción de las propias aspiraciones y
necesidades inmediatas, entonces las leyes se entenderán solo como imposiciones
arbitrarias y obstáculos a evitar. Siempre es necesaria la búsqueda de los
valores más altos (cf. nn. 206-210).
Capítulo VII: Caminos de
reencuentro (núm. 225 a 270)
Aquí el Papa hace un llamado a sentar bases sólidas para el encuentro y a
iniciar procesos de curación. El verdadero encuentro no huye al conflicto, sino
que se da gracias al diálogo y al reconocimiento de los hechos.
Capítulo VIII: Las religiones al
servicio de la fraternidad en el mundo (núm. 271 a 287)
Esta última parte es un llamado ecuménico. Por ello, el Papa exhorta a las
religiones a participar en el ámbito público, en la promoción del hombre y de
la fraternidad.
Culmina este documento con una Oración al Creador y una Oración ecuménica.
De esta forma en Fratelli tutti
el Papa nos invita a imitar a Francisco de Asís, quien “fue al encuentro del
Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que, sin negar su
identidad, cuando fueran ‘entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan
disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por
Dios’” (n. 3). Con este gesto el santo de Asís se convierte en modelo de
fraternidad universal y amistad social.