Exhortación Apostólica postsinodal Christus Vivit





En la exhortación apostólica Christus Vivit (Cristo vive), que recoge las conclusiones del Sínodo 2018 dedicado a los jóvenes, el Papa Francisco se dirige a toda la Iglesia, pero en especial a los jóvenes del mundo. Se trata de una reflexión que busca estimular a todos y ofrece planteamientos generales para el discernimiento eclesial en esta materia.
Con un total de 299 puntos distribuidos en nueve capítulos, este documento fue firmado el 25 de marzo de 2019 en Loreto (Italia)
Francisco comienza la exhortación con esta frase: “Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la juventud más hermosa de este mundo. Todo lo que toca se hace joven, se hace nuevo, se llena de vida … ¡Él vive y te quiere vivo!”.
El Papa hace un breve recuento del camino seguido para llegar a este documento: “Me he dejado inspirar por la riqueza de las reflexiones y diálogos del Sínodo del año pasado. Y añade: “De ese modo, mi palabra estará cargada de miles de voces de creyentes de todo el mundo que hicieron llegar sus opiniones al Sínodo. Aun los jóvenes no creyentes, que quisieron participar con sus reflexiones, han propuesto cuestiones que me plantearon nuevas preguntas”.

Capítulo 1
En este primer capítulo, Francisco retoma las Sagradas Escrituras y se pregunta: ¿Qué dice la palabra de Dios sobre los jóvenes?  Su respuesta recorre el Antiguo Testamento y recuerda figuras como Gedeón, Samuel, el Rey David, Jeremías, Rut. Al citar el Nuevo Testamento plantea: “El que es mayor entre vosotros, se hace como el más joven” (Lc 22,26). Para él, la edad no establecía privilegios, y que alguien fuera más joven no significaba que valiera menos”.

Capítulo 2
El capítulo segundo está dedicado a ver la figura de “Jesucristo siempre joven”. Inspirado en el pasaje de la visita de Jesús y sus padres al templo de Jerusalén, Francisco recuerda que Jesús no es un solitario. Por ello, “gracias a la confianza de sus padres… se mueve libremente y aprende a caminar con todos los demás”. De este hecho el Papa infiere que: «Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la fragilidad de la pasión”.
El Papa llama la atención en este capítulo a la Iglesia, por el peligro de perder el entusiasmo y compromiso: “Nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes”. Ellos ayudarán a mantenerla joven. “A través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico”. Finalmente, recuerda el Papa a figuras como María, san Sebastián, San Francisco y otros muchos, jóvenes que apostaron y creyeron en el proyecto de Jesús. “El corazón de la Iglesia también está lleno de jóvenes santos que entregaron su vida por Cristo, muchos de ellos hasta el martirio”.  Para Francisco, “ellos fueron preciosos reflejos de Cristo joven que brillan para estimularnos y para sacarnos de la modorra”. Nos recuerda a   doce jóvenes, de distintos momentos de la historia, que “vivieron la santidad cada uno a su modo”, que “no conocieron la vida adulta y nos dejaron el testimonio de otra forma de vivir la juventud”:

1. San Sebastián

“En el siglo III, san Sebastián era un joven capitán de la guardia pretoriana. Cuentan que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo”.





2. San Francisco de Asís

“San Francisco de Asís, siendo muy joven y lleno de sueños, escuchó el llamado de Jesús a ser pobre como Él y a restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos, que alababa al Señor por sus creaturas. Murió en 1226”.






3. Santa Juana de Arco

“Santa Juana de Arco nació en 1412. Era una joven campesina que, a pesar de su corta edad, luchó para defender a Francia de los invasores. Incomprendida por su aspecto y por su forma de vivir la fe, murió en la hoguera”.





4. Andrés Phû Yên

“El beato Andrés Phû Yên era un joven vietnamita del siglo XVII. Era catequista y ayudaba a los misioneros. Fue hecho prisionero por su fe, y debido a que no quiso renunciar a ella fue asesinado. Murió diciendo: ‘Jesús'”.







5. Catalina Tekakwitha

“En el siglo XVII, santa Catalina Tekakwitha, una joven laica nativa de América del Norte, sufrió una persecución por su fe y huyó caminando más de 300 kilómetros a través de bosques espesos. Se consagró a Dios y murió diciendo: ‘¡Jesús, te amo!'”.








6. Santo Domingo Savio

“Santo Domingo Savio le ofrecía a María todos sus sufrimientos. Cuando san Juan Bosco le enseñó que la santidad supone estar siempre alegres, abrió su corazón a una alegría contagiosa. Procuraba estar cerca de sus compañeros más marginados y enfermos. Murió en 1857 a los catorce años, diciendo: ‘¡Qué maravilla estoy viendo!'”.







7. Santa Teresa del Niño Jesús

“Santa Teresa del Niño Jesús nació en 1873. A los 15 años, atravesando muchas dificultades, logró ingresar a un convento carmelita. Vivió el caminito de la confianza total en el amor del Señor y se propuso alimentar con su oración el fuego del amor que mueve a la Iglesia”.








8. Ceferino Namuncurá

“El beato Ceferino Namuncurá era un joven argentino, hijo de un destacado cacique de los pueblos originarios. Llegó a ser seminarista salesiano, lleno de deseos de volver a su tribu para llevar a Jesucristo. Murió en 1905”.








9. Isidoro Bakanja


“El beato Isidoro Bakanja era un laico del Congo que daba testimonio de su fe. Fue torturado durante largo tiempo por haber propuesto el cristianismo a otros jóvenes. Murió perdonando a su verdugo en 1909”.









10. Pier Giorgio Frassati

“El beato Pier Giorgio Frassati, que murió en 1925, ‘era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida’. Decía que él intentaba retribuir el amor de Jesús que recibía en la comunión, visitando y ayudando a los pobres”.





11. Marcel Callo

“El beato Marcel Callo era un joven francés que murió en 1945. En Austria fue encerrado en un campo de concentración donde confortaba en la fe a sus compañeros de cautiverio, en medio de duros trabajos”.








12. Chiara Badano

“La joven beata Chiara Badano, que murió en 1990, ‘experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor […]. La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás'”.







Capítulo 3
El capítulo tres, el Papa lo titula: “Ustedes son el ahora de Dios” y comienza valorando el aporte de los jóvenes a sus iglesias locales: “cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas”.
El Papa invita a tomar conciencia que no se puede hablar de una sola juventud. Esta es una realidad variada, multicultural y no se expresa de la misma manera donde los jóvenes son mayoría que donde los jóvenes son minoría. Tampoco es igual donde los jóvenes están más cerca de las oportunidades que ofrece la globalización, que aquellos que viven en los márgenes y amarguras de las sociedades. Aquellos que tienen familias y viven con ellas y de aquellos que, por migraciones y guerras, se encuentran solos.
En este capítulo, el Papa expresa sobre el tema de los abusos: “quiero expresar con cariño y reconocimiento mi gratitud hacia quienes han tenido la valentía de denunciar el mal sufrido: ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de lo sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión”.
El Papa les anima, recordando que “Cuando se entusiasman por una vida comunitaria, son capaces de grandes sacrificios por los demás y por la comunidad. En cambio, el aislamiento los debilita y los expone a los peores males de nuestro tiempo”.

Capítulo 4
En el capítulo cuarto, el Papa expone “tres grandes verdades que todos necesitamos escuchar siempre, una y otra vez”: La primera es: “Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado”. La segunda verdad es que “Cristo, por amor, se entregó hasta el final para salvarte”. Nunca olvides que «Él perdona setenta veces siete”. La tercera verdad consiste en que “Mataron al santo, al justo, al inocente, pero Él venció. El mal no tiene la última palabra. En tu vida el mal tampoco tendrá la última palabra, porque tu Amigo que te ama quiere triunfar en ti. Tu salvador vive”.  “El Espíritu Santo te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza”.

Capítulo 5
En este capítulo que se titula “Caminos de Juventud” el Papa responde a la pregunta: ¿Cómo se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran anuncio del Evangelio? Para el Papa la juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y el mundo. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza. Apreciar la juventud implica ver este tiempo de la vida como un momento valioso y no como una etapa de paso donde la gente joven se siente empujada hacia la edad adulta. Por esta razón les invita: “Remen mar adentro, salgan de ustedes mismos”.
Jesús puede unir a todos los jóvenes de la Iglesia en un único sueño, «un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese es el sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y que el Espíritu Santo desparramó y marcó con fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer” para que seamos hermanos, comprometidos contra la violencia y defensores de la vida.

Capítulo 6
Jóvenes con raíces, titula el Papa el capítulo sexto. Para él esta es una cuestión fundamental. Tener raíces es estar conectado a una historia, a una familia, a una cultura, a unos amigos, a unos viejos a los que hay que escuchar, aunque no siempre seguir. No se trata de caer en la adoración de la juventud, pues corremos el peligro de llevar una vida superficial, afirma el Papa y prosigue:
“Queridos jóvenes, no acepten que usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el trabajador que vuelve a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de sus hijos. Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a la mesa y en el pan compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa despeinada y casi anciana, que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud”.

Capítulo 7
El séptimo capítulo está dedicado a la pastoral de los jóvenes. El Papa afirma: “se está creciendo en dos aspectos: la conciencia de que es toda la comunidad la que los evangeliza y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor en las propuestas pastorales”.
El Papa anima a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces, donde la Iglesia institucional, sea más flexible y sinodal, y “les ofrezcan, a los jóvenes, un lugar donde no sólo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo”.

Capítulo 8
El octavo capítulo está dedicado a la vocación. Para el Papa: “Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad”. En esa amistad, afirma, “Somos llamados por el Señor a participar en su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las capacidades que recibimos”.
La vocación, por tanto, “es un camino que orientará muchos esfuerzos y muchas acciones en una dirección de servicio. Por eso, en el discernimiento de una vocación es importante ver si uno reconoce en sí mismo las capacidades necesarias para ese servicio específico a la sociedad”.

Capítulo 9
El capítulo noveno está dedicado al tema del discernimiento. El Papa parte del hecho que “sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento”. Por eso, considera: “Formar la conciencia es camino de toda una vida, en el que se aprende a nutrir los sentimientos propios de Jesucristo, asumiendo los criterios de sus decisiones y las intenciones de su manera de obrar” (cf. Flp 2,5).
El Papa recuerda que “El regalo de la vocación será sin duda un regalo exigente” Por eso, “Cuando el Señor suscita una vocación no sólo piensa en lo que eres sino en todo lo que junto a Él y a los demás podrás llegar a ser”. En este camino, el Papa presenta una metodología para el discernimiento de la vocación: atención a la persona. Esta acción es ayuda para el discernimiento personal y, sensibilidad a escuchar los impulsos que el otro experimenta y ayudar a que el otro escuche estos impulsos. Así, el discernimiento es un instrumento para seguir al Señor.

El Papa termina el noveno capítulo con un deseo: “Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran, «atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos».


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